6. Las huelgas. 1916-1918

Las huelgas marítimas de 1916 y 1917
La huelga de los obreros municipales
Las huelgas ferroviarias, 1917-1918
Las huelgas del Ferrocarril Central Argentino
La huelga general de los ferrocarriles, septiembre-octubre de 1917
El fin de las huelgas ferroviarias
La huelga de los frigoríficos, 1917-1918

En este capítulo haremos un exámen de la política laboral del gobierno radical. Demostraremos que el gobierno no se puso indiscriminadamente del lado de los obreros sino que tendió a hacerlo cuando dicha acción prometía acarrearle beneficios políticos, por lo general en términos de votos.

Esto plantea la cuestión de la influencia política de las principales empresas extranjeras que actuaban en la Argentina en ese período. Como tendencia general, luego de obtener unos pocos éxitos en 1917, el gobierno comprobó que sus políticas desencadenaban creciente oposición entre los grupos patronales y de presión, cuyo resultado fue una alianza formal entre los intereses económicos nacionales y extranjeros, preludio a su vez de las grandes crisis de 1919.

Como ni los radicales ni muchos obreros se preocupaban demasiado por las leyes, y como el gobierno no controlaba el Congreso, el contacto con los trabajadores se establecía casi exclusivamente durante las huelgas. En sí mismas, las huelgas fueron consecuencia de los efectos de la inflación sobre los salarios reales durante la guerra y la posguerra inmediata. La guerra tuvo como corolario redistribuir el ingreso restándolo a la clase obrera así como las presiones que alentaron las huelgas. La otra característica importante de estas últimas es que afectaron principalmente los sectores de la economía controlados por el capital extranjero.

La participación del gobierno en las huelgas derivó de su facultad de recurrir a su poder de policía para favorecer a uno u otro bando. Retirando a la policía de los lugares recorridos por los piquetes, permitía a estos desarrollar una labor eficaz y, en ciertos casos, apelar al sabotaje. Este era un cambio importante, que contrastaba con las prácticas del pasado; los huelguistas estaban ahora en condiciones de manejar con efectividad su poder de negociación. En muchos casos, la política laboral del gobierno radical puede sintetizarse en esta sola decisión: utilizar a la policía en favor o en contra de los huelguistas.

Existía, por último, el propósito de incorporar a los sindicatos al Partido Radical, robusteciendo así su carácter de alianza de clases.

En la mayoría de los casos, sin embargo, todo lo que los obreros obtenían era aliento moral: en muy raras instancias el gobierno superó este estrecho marco. Al mismo tiempo, el apoyo a los huelguisas estuvo lejos de ser auomático; lo condicionaban estrechamente los cálculos electorales. Sólo benefició a los obreros de Capital, excepto en las huelgas ferroviarias, lo cual pone en evidencia que su principal objetivo era combatir al PS. Por lo demás, sólo entabló negociaciones con los "sindicalistas", el único grupo que se mostró receptivo a su intervención. Uno de los rasgos salientes desde 1919 fue el rápido auge del sindicalismo y su pasaje a una posición de predominio dentro del movimiento sindical. Los anarquistas, que perdían terreno constantemente, estaban descalificados para recibir el apoyo oficial.

Después de la Primera Guerra Mundial los salarios reales comenzaron a crecer, pero ello no fue resultado de ninguna medida oficial sino de la demanda de mano de obra. La política laboral de los radicales solo puede evaluarse en los términos en que estos mismos la concebían: como medio de lograr la integración política de los trabajadores, de detener el avance del PS y de fijar un nuevo cometido a los sindicatos.


Las huelgas marítimas de 1916 y 1917

El 30 de noviembre de 1916 el personal de las compañías navieras de cabotaje que operaban desde el Riachuelo, en la Boca, dejó bruscamente bruscamente sus labores; estos hombres, afiliados a la FOM, la más poderosa de las federaciones "sindicalistas", eran marineros, foguistas, pilotos, mozos cocineros, como así también los que trabajaban en remolcadores y lanchones del puerto central de Bs.As. De este modo la huelga no afectó sólo a la navegación sino además la de ultramar.

La huelga tenía como finalidad primordial un aumento en la paga, que compensase el creciente costo de vida y la reducción sufrida por los salarios desde 1914 a causa de la "guerra de tarifas" entablada entre las dos principales compañías navieras de cabotaje.

El sindicato eligió muy bien el momento para declarar la huelga: lo hizo en la primera semana de los embarques de la cosecha, con el fin de que los grandes transatlánticos no pudieran entrar en puerto por la falta de remolcadores y lanchones, y presionaran a las empresas de cabotaje para que llegaran a un acuerdo rápido. Pero antes de que ello sucediera, el gobierno intervino súbitamente, de un modo que se haría más y más habitual en los dos años siguientes.

El ministro del interior, Ramón Gómez, emitió un comunicado de prensa poniéndose del lado de los obreros y condenndo a las compañías por negarse a negociar. En una reunión, al día siguiente, la FOM logró de Yrigoyen la importante concesión de que no se recurriría a la policía portuaria. Así el gobierno podía presentarse como bando neutral, pero permitiendo a los huelguistas organizar con eficacia sus piquetes. En definitiva esta medida dio la victoria a los obreros.

Yrigoyen había entablado contacto personal con los líderes de la más importante federación sindicalista y había demostrado su apoyo a los obreros. Lo mismo sucedió meses después, en abril de 1917, aldeclararse una segunda huelga en el Riachuelo. Una vez más, los dirigentes de la FOM pudieron llegar sin inconvenientes hasta Yrigoyen, quien les prometió mantener a la policía fuera del asunto. También en esta oportunidad el sindicato salió victorioso.


La huelga de los obreros municipales

No obstante, pronto se vio la otra cara de la moneda. Aunque el gobierno mantenía muy buenas relaciones con los "sindicatos", en especial con la FOM, su conducta hacia otros grupos era a menudo muy distinta. La razón de la privilegiada situación de la FOM era doble: por un lado, el sindicato operaba en la Boca, uno de los centros importantes de la acción del PS en la Capital; por otro lado, temía las maniobras que pudiera desarrollar en esa zona el gobernador de la provincia de Buenos Aires, el conservador Marcelino Ugarte.

La cara negativa de la política gubernamental se reveló en marzo de 1917, durante una huelga de los basureros municipales, originada también en un problema de salarios. Las rebajas de los salarios habían sido puestas en práctica antes de que asumieran los radicales. Los socialistas hicieron suya la causa de los basureros, reclamando en el Congreso por la fomra en que se los trataba y comenzando un intento de agremiarlos.

Se dio carta blanca a las autoridades municipales para que aplicaran mano fuerte contra los huelguistas. Todos los obreros fueron despedidos, y se hizo uso generoso de las fuerzas policiales para impedir que se organizaran piquetes. Lo mismo sucedió durante una huelga de trabajadores de correos en septiembre de 1918, en la cual se controló minuciosamente la filiación partidaria de los empleados calificados reincorporados luego del conflicto.

Al principio, los "sindicalistas" tampoco quisieron verse envueltos, pues advertían en todo esto la mano de los socialistas, pero cuando se conoció la forma brutal en que había actuado la policía se sintieron obligados a quejarse ante el gobierno. Los dirigentes de la FORA informaron a Yrigoyen que si no se llegaba a un acuerdo con los huelguistas declararían una huelga general. Una vez más Yrigoyen se sometió a ellos. Los obreros cuyos puestos todavía no habían sido cubiertos fueron reincorporados, y al resto se les dio a elegir entre la paga de una quincena o la promesa de un empleo en el plan de obras públicas.

Cuatro características interesantes de la huelga de los obreros municipales:

  1. evidenció que el gobierno se mostraba mucho menos conplaciente con los huelguistas en casos como este, en que la disputa afectaba un servicio público y en la cual el propio Estado estaba involucrado.
  2. Puso de relieve la intensa hostilidad existente entre radicales y socialistas.
  3. Demostró que los miembros del partido gobernante les hacían lugar con todo gusto adoptando medidas discriminatorias contra los inmigrantes.
  4. Probó que aunque todas estas consideraciones tenían imporancia para Yrigoyen, este no las tomaba en cuenta si ello implicaba un perjuicio a su relación con los sindicalistas.


Las huelgas ferroviarias, 1917-1918

Las huelgas marítimas y de los basureros municipales sirvieron para conocer el esquema básico de las políticas oficiales; pero los movimientos de fuerza más significativos antes de 1919 fueron los que tuvieron lugar en los ferrocarriles y en los frigoríficos entre junio de 1917 y mayo de 1918.

A comienzos de la Primera Guerra Mundial el sistema ferreoviario argentino se encontraba entre los amyores del mundo, fuera de Europa y EEUU. Las causas de las huelgas ferroviarias de 1917 y 1918, como las de los otros conflictos, deben buscarse en los efectos económicos de la guerra. Al desencadenarse la crisis financiera en Europa en 1913 las inversiones extranjeras cesaron y muy pronto se interrumpieron las nuevas construcciones. A esto se le siguió la depresión de 1914 y la fuerte contracción en las exportaciones argentinas. Las empresas ferroviarias sintieron los efectos de inmediato. Además, las empresas enfrentaban un veloz aumento de costos causado por el súbito incremento del precio del carbón importado.

Durante la guerra, el rubro en que estas empresas hicieron mayores economías fue su fuerza de trabajo. La inquietud provocada por los despidos y la escasa paga, contribuían a mantener siempre viva la posibilidad de una huelga. Durante la huelga de 1912 los sindicalistas habían fundado en Bs.As. la Federación Obrera Ferrociaria (FOF). Esto formaba parte de una estrategia más amplia: teniendo ya influencia entre los portuarios a través de la FOM, los sindicalistas deseaban complementarla estableciendo una cabeza de puente entre los ferroviarios, para controlar así la médula espinal del sistema económico con los mercados internacionales.


Las huelgas del Ferrocarril Central Argentino

Pero estos planes se vieron repentinamente trastocados por una sucesión de huelgas espontáneas que tuvieron lugar en distintos puntos del país entre junio y septiembre de 1917; las más importantes fueron las que se produjeron en los talleres del Ferrocarril Central Argentino, de propiedad británica, dentro de la ciudad de Rosario. Estas huelgas fueron resultado directo del intento de la compañía de bajar los salarios y reducir su personal.

Torello puso fin al problema amenazando a las compañías con imponerles multas si no reincorporaban a los dos hombres despedidos. En todo el transcurso de la huelga el gobierno se alistó siempre del lado de los obreros y en contra de la empresa, ingeniándoselas para demorar el envío de tropas hasta que la situación escapó por completo a su control; pero cuando finalmente, en agosto, se mandaron las tropas, se les impartieron órdenes estrictas de no actuar contra los huelguistas. Así pues, el gobierno actuó en este caso como lo había hecho en la huelga portuaria de 8 meses atrás: recurriendo a su poder de policías para forzar concesiones en favor de los trabajadores. No obstante, la diferencia fue que esta vez su acción levantó una nube de acerbas críticas en los círculos británicos.

Las huelgas en los ferrocarriles pusieron al gobierno frente a una situación muy distinta de la que debió enfrentar con las empreass navieras de cabotaje, mucho más débiles. A partir de ese momento las compañías de ferrocarriles, conducidas por sus directores locales, iniciaron un resuelto intento de ganar apoyo en el exterior.


La huelga general de los ferrocarriles, septiembre-octubre de 1917

Probablemente el gobierno se hubiera dado por satisfecho si las cosas hubieran terminado ahí, pero el problema salarial aún no estaba resuelto. A comenzos de septiembre de 1917 estallaron otra serie de las huelgas espontáneas. Las empresas se vieron forzadas a hacer rápidas concesiones. En este punto era ya evidente la división entre la FOF y la fraernidad; esta última aún confiaba en que las acciones pudieran postergarse hasta fin de año, mientras que la FOF era continuamente presionada por sus elementos anarquistas a apoyar las huelgas.

Repentina aunque efímeramente, la FOF ganó enorme popularidad entre los obreros ferroviarios de distintos lugares del país. En el plazo de un mes, en todos los ramales principales de la red ferroviaria tuvo delegados autodesignados. Esto contituía un aval para la acción directa y la huelga general inmediata.

Finalmente, el 22 de spetiembre se declaró la huelga general, que duró más de tres semanas. Si bien se obtuvieron una serie de mejoras salariales y La Fraternidad consiguió que se cumpliera con su exigencia de establecer un plan de reglamentos de trabajo, la huelga dio por tierra con toda ulterior posibilidad de cooperación entre los dos sindicatos, y, a la larga, originó la desaparición de la FOF. A diferencia de La Fraternidad, que se componía de un conjunto de trabajadores relativamente homogéneo, la FOF tenía que hacer frente a cariaciones locales en cuanto a los salarios y condiciones de trabajo, lo que le impidió desarrollar una posición negociadora que fuera congruente y aceptable para aquellos.

Además los dos gremios no perseguían iguales objetivos. A la FOF le preocupaba básicamente el problema salarial, en tanto que La Fraternidad se interesaba más por las cuestiones de status y los beneficios adicionales. Ante la incapacidad de controlar a sus miembros y de lograr mejoras esenciales en materia de salarios, ya antes de que finalizara la huelga la FOF evidenció signos de desintegración y automatización.

Pero lo que otorga verdadera importancia a esta huelga general es la luz que arroja en cuanto a la posición del gobierno. Si bien Yrigoyen y Torello mantuvieron contactos con los dirigentes sindicales e hicieron cuanto pudieron por darles apoyo moral, esta vez no tomaron medidas efectivas en su favor. Las líneas ferroviarias estaban bien custodiadas por la mpolicía y la prensa oficial evitó cuidadosamente pronunciarse por uno u otro bando. En esta ocación las empresas de ferrocarriles comenzaron a recibir una masiva adhesión pública.

El repentino cambio de actitud -tanto en lo que respecta a los sindicatos cuanto en lo que atañe al gobierno- representó uno de los sucesos más críticos derivados de la huelga, que sacó a relucir en un abrir y cerrar de ojos la estructura real de las fuerzas políticas actuantes en la sociedad argentina y los obstáculos objetivos al proyecto de "armonía de clases" acariciado por el gobierno.

Quedó demostrado que cuanto más intentaban los radicales ampliar su red de apoyo entre los obreros, más insostenible resultaba su posición en otras esferas decisivas; y también que aun cuando los empresarios nacionales estaban disgustados con las empresas ferroviarias por el problema de los fletes, no estaban dispuestos a llevar su hostilidad hasta el punto de quebrar su dependencia y entrar en una alianza con la clase obrera.

El efecto principal de las huelgas ferroviarias de 1917 fue cristalizar en su verdadera índole la relación entre el capital extranjero y la élite. La huelga del Central Argentino había sido tolerada porque sólo había provocado interrupciones parciales del transporte de carga y pasajeros, y algunos grupos de la élite la explotaron hábilmente para dejar bien en claro ante las compañías inglesas que no debían imponer férreamente su voluntad a los intereses de los prodcutores nacionales; la huelga general, en cambio, paralizó de la noche a la mañana el comercio de exportación.

El gobierno, contra el cual se descargaba la artillería por haber ayudado a los "agitadores", no hizo mucho por salir del paso; quiso defenderse insistiendo en que su apoyo a los sindicatos solo perseguía fines electorales, con lo cual se ganó la hostilidad inmediata de los directivos locales de las empresas, que habían sido designados por gobiernos anteriores y eran conspicuos miembros de la oposición conservadora.

La huelga general tuvo, pues, varias consecuencias destacadas. En primer lugar, unió a los hombres de negocios nacionales tras el capital británico; segundo, disminuyó el predicamento de que gozaba el gobierno radical en esos grupos: se volvió sospechoso de "pro-germano" y de tolerar las actividades de los "agitadores".

La cuestión era hasta qué punto sería capaz el gobierno de llevar adelante sus principios. Entre noviembre de 1917 y fines de abril de 1918 hubo otros estallidos turbulentos en los ferrocarriles, promovidos también, en lo esencial, por problemas salariales. No obstante, su efecto fue unificar más aún a la oposición y socavar poco a poco la capacidad del gobierno para seguir una línea de acción independiente.

El fin de las huelgas ferroviarias

El incidente más significativo se produjo en febrero de 1918. En ese momento el gobierno tenía un particular interés en hacer algo por los obreros, pues en marzo se iban a celebrar elecciones para la renovación parcial del Congreso, y se elegiría además gobernador en la provincia de Bs.As. Con respecto a esta última tenía buenos motivos para sentirse seguro, ya que en enero de 1918 se iniciaron negociaciones con los gobiernos aliados para la venta de toda la cosecha de cereales con destino a las tropas que actuaban en el frente occidental. Pero a comienzos de febrero se declaró una repentina huelga en los ferrocarriles. Entonces el representante diplomático británico, Reginal Tower, informó perentoriamente a las autoridades que si no cesaban las huelgas se dejarían sin efecto los convenios sobre venta de cereales, y el gobierno británico impondría un boicot a los puertos argentinos.

Esto puso a Yrigoyen entre la espada y la pared: debía elegir entre su apoyo a los intereses agrícolas o su apoyo a los sindicatos. A la larga Torello fue obligado a sacar un decreto por el cual virtualmente se prohibía cualquier nueva huelga en los ferrocarriles.

Cuando afines de febrero se produjo otro esporádico mivimiento de fuerza, la actitud de Torello para l}con los obreros se volvió aún más dura. A partir de entonces se recurrió generosamente tanto a la policía como al ejército para hacer frente a cualquier signo de perturbación. Cuando se acabaron las huelgas, las compañías pudieron reimplantar su antigua autoridad perdida. Ya no hicieron más concesiones en materia de salarios, y se las ingeniaron para despedirt a la mayoría de los que habían actuado como delegados sindicales.

En este ámbito es obvio que el gobierno fracasó en su esfuerzos por modificar la situación de los trabajadores o por extender el control del Estado sobre el capital foráneo. La Fraternidad pudo sobrevivir, pero la FOF quedó totalmente disuelta a mediados de 1918, y recién en 1922, con la fundación de la Unió Ferroviaria, hubo una nueva tentativa de sindicalizar a los obreros de los ferrocarriles.


La huelga de los frigoríficos, 1917-1918

A fines de 1917 se produjeron una sucesión de paros en los frigoríficos de propiedad norteamericana situados en la provincia de Bs.As. En esta oportunidad la reacción gubernamental fue marcadamente distinta que en el caso de las huelgas ferroviarias. Al declararse la huelga de Berisso, a fines de noviembre, de inmediato se enviaron infantes de marina para proteger las instalaciones de las empresas; lo mismo sucedió en Avellaneda en diciembre.

Este envío de soldados a los frigoríficos ha sido esgrimido como prueba de que es falso atribuir al gobierno radical algún deseo de beneficiar a la clase obrera.

Si se recurrió a las tropas fue porque los gerentes de los frigoríficos amenazaron cancelar sus contratos y trasladarse a Uruguay si no se les ofrecía plena protección.

Conclusión general sobre el gobierno radical: su apoyo a los exportadores no era concebido como un medio de proteger exclusivamente a los grupos de la élite, sino que derivaba de la consideración de grupos más amplios del electorado. No había una mutua identificación automática de intereses entre el gobierno y grupos de presión como la Sociedad Rural. El gobierno inentó apoyar a los sindicatos e imponer cierto grado de control estatal sobre las compañías extranjeras, en tanto que la Sociedad Rural -y toda la élite conservadora- se alineó a la postre, indiscriminadamente con el capital extranjero.

La amenaza de huelga puso fin a las divisiones que habían surgido entre los grupos nacionales y extranjeros durante el conflicto por el aumento de las tarifas ferroviarias en 1915, subrayando el carácter relativamente superficial de estas divisiones y la subyacente interdependencia y solidaridad de ambos grupos.

La creciente impaciencia de los grandes empresarios con respecto al gobierno y a los sindicatos se puso por primera vez de manifiesto durante la huelga general de ferrocarriles. Esto llevó a la fundación, por parte de los empleadores, de la Asociación Nacional del Trabajo. El antecedente inmediato a esta creación fueron los rumores de una huelga general que siguieron al despido de cierto número de obreros del Ferrocarril Gran Sur; pero en la reunión se lanzaron fuertes voces contra la posición asumida por el gobierno, poniendo en evidencia que la Asociación no había sido creada meramente para combatir a los sindicatos sino también al gobierno, a quien se hacía responsable tanto de las huelgas como del desarrollo que habían alcanzado.

A fines de 1918 la política laboral ya mostraba indicios de haber fracasado. El único éxito del grupo había sido el aumento de los votos radicales en la Capital Federal; pero aún en ese caso la causa del triunfo fue, más que su intervención en las huelgas, la división del PS. La FOM era el único sindicato con el cual se había entablado un contacto razonablemente estable.

En lo que sí tuvo éxito la política oficial fue en reunificar a los grupos nacionales de la élite y al capital extranjero frente a sus intentos de ganarse a los sindicatos, iniciando una cruzada contra los agitadores foráneos.
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