Adios
Abrí mis ojos más que nunca,
para llorar hasta el fin del mundo.
Impedí que llegara la piedad,
y mantuve mi sueño hasta el final.
De nada sirvió humillarme,
y vender mi alma al mejor postor.
Nadie la compró,
pero bueno, los entiendo.
No existe mercader alguno
que compre arena en un desierto,
ni princesa que se case con el diablo.
La tierra se inundó
y todos acabaron muriendo,
a manos de mis lágrimas
empujadas por mi rencor.
Puede ser que todo fue su culpa
que todo fue una ilusión...
Es el resultado de herir
a un manatial de vida
a un volcán de pasión.
Incluso morí yo,
entre todos los cadáveres de carne,
y no hubo nadie para enterrarme...
pero al banquete todos asistieron.
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