Por los caminos del Perú - 1998
Yo estuve en Perú entre el 29 de Abril y el 16 de Mayo de 1998. La pasé muy bien con mi familia y amigos, comiendo rico, paseando como loco y además hice un par de contactos para posibles futuros trabajos. Ahora les contaré algo de mis experiencias en el Perú (críticas, comentarios sobre el estilo y el contenido son bienvenidos).
Que viva la Costa, que viva la Sierra, que viva la Selva...
Aprovechando el fin de semana largo que empezaba con el 1 de mayo, viajé con unos tíos y primos en carro a San Ramón y la Merced, en la Selva Central Peruana. Para ello partimos desde la costa limeña (100 metros sobre el nivel del mar - msnm) y pasamos por la sierra (subimos hasta los 4818 msnm) y luego bajamos a la selva (300 msnm).
Todo esto se realizó en 8-9 horas, observando en el camino una tremenda variación el clima y la geografía, que muy difícilmente en otros lugares puede notarse en tan corto espacio y tiempo. Claro que sufrí algo de soroche (mal de altura) allá en Ticlio, el cruce ferroviario mas alto del mundo (4818 msnm), pues estuve corriendo un poco y esforzándome por arrancar una planta de Ichu, lo que finalmente logré y así pude traerme este Ichu a Alemania.
Atravesando los Andes pasamos por Tarma, en donde tomamos un rico desayuno. Jamas he podido probar en Europa un café con leche tan fresca como la que siempre pruebo en Perú. Mi tía católica recordó el inicio de las festividades del famoso Señor de Muruhuay (famoso al menos a través de muchos microbuses y camiones en Lima), y dado que dicho poblado estaba en las cercanías, acordamos ir para allá. Llegamos a eso de las 10 am, y encontramos una banda de músicos, con saxos, trombones y arpa, tocando unos huaynos al estilo muy propio de la zona, música que de tanto no escucharla por acá uno llega a extrañar. Al ver a la gente bien ataviada, bailando al compás de dicha música, refrescándose bajo el sol radiante con cerveza y chicha de jora, el mercadillo y la gente vendiendo de todo, desde truchas fritas hasta juguetitos, uno se sentía en el Perú profundo, ese país tan complejo y tan diverso como su geografía, pero que se deja amar
Mi primo Juanito probando "lo mejorcito de Tarma", siendo observado por mi sobrino (su hijo) "Payuyo", y al fondo el abuelo de Payuyo (mi Tío Juan)... wakarimazuka?
Después de proseguir con el viaje llegamos en un par de horas a San Ramón y La Merced, pintorescas ciudades en medio de la Selva Central, que me agradaron por su tranquilidad, propia de nuestras provincias y por la cantidad de vegetación en la zona, cerros totalmente verdes que mas de una vez traían a los recuerdos a Machu-Pichu. Además, uno encontraba abundantes frutas a los precios mas bajos (de allí me traje una yuca que me dio pena comer). Realmente lo mas rescatable son los paisajes naturales que se pueden observar en la zona, no tan afectada por la acción humana: ríos, cataratas, bosques, con animales de nombres raros para los costeños, como el Cutpe (una especie de cuy gigante, cuya carne es comestible, al menos por allá..
Regresando a Lima el domingo pasamos de nuevo por Ticlio claro, y aprovechamos para tomarnos otras fotos. El soroche no se dejó extrañar.
Paramos por diversos poblados, tomando otro rico café con leche (como lo harán, cual es el secreto?) y comprando en un pintoresco mercadillo en Tarma (3080 msnm), además de tomar sopa de Morón (un cereal de la zona) en el poblado de San Mateo (3200 msnm al otro lado de los Andes, al lado de Lima), esperando que terminara la procesión del Sr. de Muruhuay que se desarrollaba en la misma Carretera Central, la única y sufrida vía para llegar a Lima desde la sierra central.
En todo el camino escuchamos música de la mas variada, desde salsa, cumbia!, música criolla, música de los Kjarkas, música de Walt Disney (por mi sobrinito que es hincha de Hércules), rock, canciones románticas en español, etc., (mi primo tiene una colección muy variada de cassettes) así que nunca hubo oportunidad de aburrirse. Llegamos a casa en la noche cansados, quemados por el sol, pero felices.
Rumbo al Norte Chico y al pasado
Otro día tuve que sacar una copia de la partida de nacimiento de mi padre, y para ello fui con un querido primo en su carro el viernes 15 a Supe, un pueblo de pescadores en donde nació mi papá, a 3 horas al norte de Lima. Afortunadamente, contra nuestros temores, el trámite normal duró solo una hora y aprovechamos el día para pasear por los alrededores, y vaya que lo hicimos, no sin antes pasar por un restaurante por la Carretera Panamericana (sufrida vía de acceso a Lima) y comer allí un rico sudado de chita fresca (pescado muy fino y apreciado) a manera de desayuno
Ya un ingeniero nikkei, amigo de la familia que nos conoce desde que éramos niños, nos había hablado de San Nicolás, la mas antigua hacienda a la que llegaron los japoneses a trabajar en Perú hace casi 100 años atrás, que se encuentra muy cerca de Supe. Dicha hacienda ya no existe ahora como tal, pues esta parcelada por campesinos pobres. Pero pudimos ver parte de la casa central y subimos por ella, toda sucia y medio derruída, como volviendo al pasado y pensando todo el tiempo en nuestros abuelos, en lo duro que les fue a los japoneses inmigrantes en una tierra lejana y tan extraña, y como nos va a nosotros ahora, en este país que ahora es nuestro, sin dejar de lado nuestra herencia y orígenes.... No hablamos mucho entre nosotros en ese momento, como pensando mucho en nuestros queridos abuelos fallecidos hace años, en nuestra identida
Algunos lugareños nos hablaron también de un cementerio de "chinos" por los alrededores. Todas las personas de origen asiático -hasta Fujimori- son considerados por lo general chinos en nuestro país; asi que, llenos de curiosidad, decidimos visitarlo. Dimos unas vueltas buscándolo y finalmente lo encontramos a la falda de un cerrito, medio escondido y pasando desapercibido en medio de las chacras. Fue como encontrar un oasis en medio del desierto, un cementerio al estilo shintoista-budista (muy distinto a los cementerios que uno conoce en Perú), con callecitas empedradas y epitafios sencillos consistentes en placas de piedra con sendos kanjis japoneses, algunos con los correspondientes nombres en español. Afortunadamente, la foto que tomé, la última del rollo que tenia en ese instante, salió bien, y espero escanearla pronto. Fue una experiencia deliciosa, de encuentro con el pasado, parte de nuestra historia, de nuestra identidad.
Quedé muy sorprendido por estas rocas de apariencia marciana. Obsérvese mis pantalones y zapatos ya "salados"
Seguimos en el viaje de regreso a Lima y nos animamos a pasar por las salinas de Huacho,que cada cual había visitado en su niñez y recordaba con alegría aquellas pozas salinas en donde uno se puede bañar muy rico.... Buscamos las grandes pozas con el carro pero no las encontramos, sino mas bien sólo una zona con algunos laguitos a la entrada de la Empresa de la Sal (propiedad privada). Se nos ocurrió caminar por allí y fue como entrar a otro planeta: la tierra era roja a ratos, verde a otros, y a pesar de su apariencia rocosa y fuerte era media suave, en la que te hundías a cada rato, como si fuera arena movediza, pero de la cual podías salir, no sin algo de esfuerzo.
Por allí también encontramos vida, como lagartijas, y algunas aves.... nos sentimos creo como explorando un mundo nuevo, como en los tiempos de la infancia en que nos gustaba salir por las playas y explorarlas juntos con otros primos.
Después de un tiempo, agobiados por el calor, continuamos viaje, con los zapatos y parte de los pantalones "salados", blancos por la sal. Luego pasamos por las famosas Lomas de Lachay.. pero eso ya es otra historia...