Futabasha, 1982

Prepublicada por Futabasha en su revista Action y recopilada más tarde, en 1982, en un único volumen de 330 pàginas.

En este caso se trata de una única historia larga, dibujada por Katsuhiro Otomo, pero escrita por un novelista de bastante reputación en Japón, Toshihiko Yahagi.

Kibun wa mo Senso es una de las diversas incursiones ( junto con Farewell to Weapons y La leyenda de Madre Sarah, entre otras ) que ha realizado Otomo en el genero bélico. Apoyada en un guión muy sólido, explica la historia de tres soldados de fortuna que se ven envueltos en la guerra sino-rusa. Uno de ellos es americano, y los otros dos son japoneses, unidos por la guerra, pero separados por sus tendencias políticas, ya que uno es de derechas y el otro un antiguo activista comunista. La fortuna quiere que luchen en el mismo bando y que se conviertan en amigos.

Para otorgarle un cierto aire de veracidad a la obra, se van intercalando breves episodios en los que se ven representados los dos autores del manga, Otomo y Yahagi, como dos corresponsales de guerra que pretenden cubrir la noticia de la guerra sino-rusa con la intención de ganar el premio Pulitzer.

Kibun wa mo Senso acaba con los tres soldados de fortuna descubriéndose incapaces para volver a la vida civil y embarcándose para buscar otras guerras en las que luchar, tras haber rechazado una oferta para ser mercenarios.

Es una obra de realización compleja, con un guión sólido y bien estructurado, un tanto difícil de seguir por momentos y en el que, junto a la tragedia general, se intercalan tragedias particulares., como por ejemplo la de un joven estudiante chino que, tras fracasar en su examen de ingreso en la universidad, se convierte en soldado de fortuna para acabar falleciendo tristemente en el campo de batalla.

El dibujo de Otomo se ha consolidado considerablemente si se compara con su anterior obra, Sayonara Nippon. El grafismo del autor se adapta a la perfección a la historia y, pese a que todavía es un tanto tosco, es ya bastante estilizado y más elegante, aunque aún lejano de la limpieza y claridad de Akira. Empieza a notarse ya, además, el gusto de Otomo por la representación hiperrealista de los entornos, de la maquinaria, de las armas, etc.,llegando al detallismo a veces enfermizo que le caracterizaria posteriormente.