Publicado originalmente en el numero 1 de la version española editada por Planeta de Agostini
Un vistazo a su interior El patio de los desperdicios. El hogar de los parias y los desclasados - humanos o no - de Tiphares, una utopía sobre las nubes. Este es el mundo de Yukito Kishiro, y cuanto mas profundizo en el, mas sorprendido me encuentro. Por que el Patio de los desperdicios, es un lugar donde las personas han de encontrar su propia senda, lejos de la sociedad que flota sobre sus cabezas como una promesa. En una tierra baldía, donde el sin sentido y la muerte son regalos, Kishiro narra los mas básicos dilemas filosóficos de la humanidad, dentro de un sangriento tapiz de elecciones y alianzas. Alita, Angel de combate mezcla todos los elementos que exigen los fans de los cómics hoy en día, combinado la poderosa exuberancia del X-Force de Rob Liefeld, y el desgarro de Ryoichi Ikegami en Crying Freeman. Pero Alita tiene, además, su propio y personal encanto... Alita, Angel de combate, el genial manga creado por Kishiro, nos narra la sencilla historia de Daisuke Ido, un cazador de recompensas que encuentra una cabeza humana, de trescientos años de antigüedad, en un vertedero del Patio de los Desperdicios, y pretende crear algo bello a partir de la cabeza: la inmaculada vida humana. Pero Alita, el Angel de Combate roto, que el ha descubierto y reconstruido crece dentro de sus propias piernas y brazos, y en su propia conciencia. Alita, quiere elegir su propio camino, pero Disuke sabe que todos llevan al mismo destino: el dolor, y después la muerte. sus esfuerzos, casi maternales, por proteger a Alita del crudo dolor de la vida en el Patio de los Desperdicios, son trágicos, bien intencionados y malditos en su arrogancia. "¿Por qué he de tener la vida que tu deseas para mi? Yo he de encontrar mi propio camino", llora Alita. Y nosotros lloramos con ella. Por que esto, en su misma esencia, es la lucha a la que todos nos enfrentamos. Alita, ángel de combate describe el renacimiento de un alma, que crece lentamente al encuentro de si misma. Y los miedo del crecer no tienen fin. El cuerpo destrozado de Alita es una metáfora para los desarraigados, y sus sucesivos combates la llevan cada vez mas cerca del redescubrimiento de lo que ella es y de lo que quiere. Nietsche, al que Kishiro cita en esta obra, hubiera aplaudido los sangrientos adornos de esta sencilla fábula. Kishiro no yerra en sus golpes, y Alita tampoco. Una brutal secuencia de combate, en el segundo numero, me golpea en la imaginación y nos lleva al eje central. Un gigantesco y maníaco Cyborg diabólico, adicto a las endorfinas, que extrae de cerebros de hombres y animales, ha destruido completamente el esqueleto reconstruido de Alita. todo lo que queda del Angel de combate es la cabeza, la parte superior del torso, y un brazo... pero es suficiente. Ella vuela hacia el demonio enfurecido, lanzándose con la sola fuerza de su único brazo, y después usa su mano como si fuera un arpón , que penetra a través del ojo del cyborg y se hunde en su cerebro, alojándose allí hasta que su único brazo también esta perdido. Una cabeza y un brazo. Una mente, un deseo, y una herramienta con la que alcanzar ese deseo. En Alita, Angel de combate, Kishiro tiene la habilidad de convertir los combates por la vida, en las mas intrincadas pasiones. y lo consigue de una forma admirable. Alita, Angel de combate toma a una valiente mujer y le pide que sobreviva en un mundo salvaje donde la vida es casi tan barata como un apéndice sobrante del cuerpo. Con ayuda de un hombre que decide cuidarla, ella tiene que conseguirlo, enfrentándose a insuperables misterios. Fred Burke es el autor de Clive Barker, ilustrador y editor de Tapping the Vein, las adaptaciones en Novelas Gratificas de Eclipse, de las novelas de Barker, Los Libros de Sangre. Su trabajo para VIZ, dentro del campo del manga, incluyen las co - traducciones de Xenon, El puño de la estrella del norte (fist of the north star - Hokuto no ken), BAOH, 2001 Nights, Goku investigador privado y ahora, junto a Sterling Bell, Ailta, Angel de combate.
Por Fred Burke
Y eso no puede ser.