ensayo
febrero de 2001


Derribando mitos de la tv infantil

Ni aísla, ni fomenta la violencia


Cristián Toloza Castillo

Vivimos un acelerado proceso de modernización en Chile, una de cuyas expresiones se encuentra en la fuerte ampliación del mercado de bienes culturales y su creciente acceso por parte de la población. Hoy, la familia chilena tiene por lo menos un televisor en su casa, 800 mil hogares están suscritos a un sistema de tv cable y 160 mil hogares en Santiago están conectados a Internet.

Las comunicaciones ­y en especial las que se realizan a través de la tv­ ocupan una centralidad indiscutible en nuestra cotidianidad. Conforme esta centralidad se acrecienta, se observa una tendencia que considera a la comunicación masiva como un asunto entre privados o una industria que se rige por las reglas del mercado. Paralelamente se busca reducir la misión del Estado a mero regulador, especialmente en un campo tan sensible como el de la protección de la infancia.

Creo que estas visiones son reduccionistas e incapaces de atrapar la complejidad que encierra el fenómeno televisivo y aprovechar su potencialidad. La televisión es y seguirá siendo un problema social, razón por la cual lo que está en juego trasciende solamente la dimensión económica de un sector que moviliza importantes recursos.

Así como a principios de los años 60, la introducción de la televisión en Chile planteó un debate nacional respecto de qué hacer con este medio de comunicación, hoy es impostergable volver a reflexionar sobre la televisión que queremos, no sólo para nosotros sino fundamentalmente para nuestros hijos.


Derribando mitos

Una discusión como la que planteo debe ser radical: debemos cuestionar de raíz muchas de las visiones, modelos y estigmas que se han ido consolidando en torno a lo que es o no la televisión. La sola mirada a la velocidad con que este medio se ha desarrollado (hablar de televisión interactiva hace diez años era propio de la cienciaficción) nos permite observar cómo muchas de las predicciones y anticipaciones sobre lo que sería la tv del futuro se han ido derrumbando por sí solas.


Ilustración:
Alejandro Mascarúa
Tengo el convencimiento que predominan todavía muchos mitos sobre la tv. Muchos de ellos han incidido poderosamente en ciertos déficit que presentan hoy nuestras pantallas, especialmente en lo que ven o no en nuestra tv. Muy someramente quisiera referirme a algunos de estos mitos.


La tv estimula a través de sus programas las conductas violentas en los niños

En relación con el debate de los efectos de la agresividad de los programas infantiles, habitualmente la discusión se centra en analizar aquella que aparece en pantalla como la causa de la agresividad que manifiestan las personas. Sin embargo, hoy en día diversos estudios han dejado en evidencia que sólo si existe una predisposición o un entorno cotidiano agresivo, los niños pueden afectar sus conductas con este tipo de programas. El problema de la violencia parece ser más complejo y no responde necesariamente a la relación estímulo-acción. Los niños han demostrado que son capaces de separar la realidad de la ficción y que puede procesar esta última de manera que no altere sustancialmente sus conductas.


La calidad de un programa de tv es incompatible con su audiencia

Dado que la televisión constituye para las personas una de las principales fuentes de información y aprendizaje de nuevas realidades, así como una ayuda en la enseñanza de los hijos, los públicos exigen de la programación mayor calidad en la entrega.

El debate desarrollado en los últimos meses sobre la calidad de nuestra televisión me parece errado en cuanto tiende a reforzar ciertos estereotipos y prejuicios. Si bien es cierto se podrá discutir sobre ciertos espacios, tiende a quedar de lado el hecho que otros que presentan altos niveles de calidad tienen una respuesta muy positiva de parte de las audiencias. Muchos de estos espacios han recibido importantes premios a nivel internacional y son exhibidos en otros países a través de cadenas internacionales de tv cable.

La tv aísla a las familias


Foto: Life
Por otra parte, aquella visión que aseguraba que la tv impedía la vida familiar, hoy también se desmitifica y reformula. La buena comunicación familiar es la que aprovecha los programas de tv para fortalecer el intercambio de valores y explicar la realidad a los menores.

El contexto familiar es central para compartir los contenidos que aparecen en la televisión, determinando no sólo la cantidad de horas que se pueden ver, sino también orientando en relación con su calidad.

La tv transforma a sus televidentes en seres pasivos

Finalmente, otra de las miradas apocalípticas hacia la tv identificaba a este medio como la "caja tonta" que generaba en los niños una actitud pasiva e irreflexiva volviéndolos permeables ante los mensajes televisivos. Los niños tienen un consumo activo determinado por sus valores familiares, la escuela y el entorno social. Los niños han sido capaces de incorporar a la tv en sus juegos y buscar en ellas oportunidades de desarrollo y crecimiento.

Como podemos apreciar en esta rápida enumeración son precisamente los niños ­aquellas generaciones que han nacido después de la tv­ quienes han ido derribando en la práctica los mitos sobre nuestra tv. El ejemplo más revelador, en mi opinión, se encuentra en su preferencia por programas de alta calidad o, mejor dicho, estimuladores de las potencialidades. Nos acompañan en este seminario productores y creadores de espacios internacionales que son difundidos en nuestro país, especialmente a través de la tv por cable, que cuentan con altos niveles de audiencia entre los menores de edad.

Un estudio señala que los espacios infantiles ocupan el segundo lugar entre los más vistos de la oferta programática de la tv por cable. Son ellos quienes nos plantean desafíos muy concretos: aquí el dilema no es si ven más o menos televisión, sino si la televisión que ven es mejor o peor de la que ellos esperan o merecen. Estos desafíos no sólo involucran a quienes hacen televisión, sino también ­y con la misma fuerza­ a los padres y al propio Estado.

El nuevo rol regulador de la familia

Actualmente existe un acercamiento positivo de los padres y los niños con la tv por las interacciones que posibilita. Sin embargo, en términos de contenidos, muchos padres expresan su preocupación por el alto contenido de violencia que presentan los dibujos animados y exigen regular aquellos contenidos destinados a los grupos más permeables de la sociedad como los niños.

En su papel actual, los padres han delegado parte importante de su responsabilidad a organismos estatales o privados para que éstos, en su lugar, asuman la supervisión de los contenidos estimados nocivos. Simultáneamente, le han dado a la televisión un rol educativo subsidiario, esperando que ésta satisfaga aquellas carencias dejadas por el antiguo sistema escolar.

El desafío de los padres frente al consumo televisivo de sus hijos se relaciona con asumir activamente su capacidad autorreguladora, manteniendo la colaboración consciente con las medidas puestas en marcha por el Estado y los particulares. No existe ninguna institución o instrumento técnico que permita a los padres desligarse de la tarea de preocuparse de lo que ven sus hijos.

Desafío de los productores

He señalado anteriormente que programas realizados en el extranjero han concitado la atención de los niños chilenos. Incluso algunas empresas cable-operadoras han utilizado esta realidad en sus estrategias publicitarias y de marketing. La pregunta que surge de inmediato es qué sucede con los productores y programadores nacionales. Según estudios realizados por el Consejo Nacional de Televisión, en la actualidad, en la tv abierta la producción de programas infantiles es baja. Sólo 17% del total de la oferta emitida corresponde al género infantil y poco menos de la mitad de ésta son dibujos animados.

Sin embargo, el mercado potencial de tv infantil es más grande que la actual oferta y se extiende hacia las empresas integradas de la industria del ocio infantil. Desde esta perspectiva, los canales abiertos estarían desperdiciando una oportunidad y desaprovechando un nicho de mercado, para el cual es posible elaborar programas competitivos enfatizando su componente local o educativo.



Uno de los desafíos de la industria es reformular el concepto de tv educativa, para que no necesariamente implique complementar y reforzar el proceso de aprendizaje tradicional asociado a las materias impartidas por los colegios. Por el contrario, lo que se espera es que la nueva producción sea capaz de generar escenarios que permitan acercar a los niños al conocimiento de realidades nacionales.

Por otra parte, resulta necesario conocer la exacta relación que los niños establecen con este medio, así como la utilización que hacen los menores de los contenidos. Lo anterior con el único fin de reorientar la producción de programas, ya no sólo de entretenimiento y de concursos, como los que actualmente existen en pantalla, sino que persigan promover habilidades sociales y emocionales, convirtiéndolos en una oferta más competitiva en relación con la programación extranjera.


Desafío del Estado

Finalmente, el Estado no puede eludir los desafíos que le incumben a éste. No podemos sentirnos satisfechos sólo con el rol regulador que nos ha asignado respecto de los contenidos que puedan ser dañinos para los niños. La enorme potencialidad del medio audiovisual en la formación de nuestra sociedad, nos obliga a repensar políticas públicas dirigidas específicamente a este sector, estimulando la creatividad y la innovación de manera que ellas incidan en una programación televisiva acorde con las necesidades de nuestros hijos. Particularmente en el caso de la administración del presidente Frei este desafío adquiere una especial relevancia considerando que una de sus preocupaciones prioritarias ha sido la protección de la familia. También debemos repensar la forma como podemos intervenir en un medio diferente en cuanto a su estructura y características en relación con décadas pasadas. El camino apunta a buscar la complementación y la concertación de esfuerzos en el sector público y privado, más que a la mera imposición de medidas y legislaciones.

Específicamente, creo que iniciativas que podemos desarrollar en este campo se refieren a la promoción de espacios de discusión como éste y al fortalecimiento y creación de fondos concursables que estimulen la creación y la innovación de programas infantiles para niños.

No es posible dejar la creación televisiva exclusivamente a criterios de rentabilidad o a la pura expresión espontánea de la oferta y la demanda. Esto tendría como consecuencia que ciertas áreas programáticas, por ejemplo, la cultura, la educación y los programas infantiles, queden subdesarrolladas, contribuyendo a que importantes sectores sociales queden marginados del proceso de modernización. Queremos que para ellos, especialmente para los niños, la tv sea una ventana que abra nuevas oportunidades de desarrollo personal. Nuestra tarea es abrir con más fuerza esa ventana.


Cristián Toloza Castillo es embajador de Chile en Países Bajos. Estos puntos de vista los manifestó el año pasado en un seminario de la Unicef en Santiago, cuando era director de la Secretaría de Comunicación y Cultura y se publican aquí con su amable autorización.

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