Francisco Báez Rodríguez
Vetos nuevos, viejos prejuicios
El público infantil es fascinante para los programadores de la televisión.
Desconoce el concepto de lealtad a un canal. Es, por lo tanto, un mercado siempre
abierto. Al mismo tiempo es un público para el que funcionan poco los
programas pilotos y los previews. A menos de que sea infumable, el niño
dirá que la caricatura o la serie en cuestión es buena y que la
verá con gusto. En la práctica, la puede aceptar y tendrá
para ella una fidelidad envidiable o la puede rechazar si encuentra una opción
que le guste más.
Esto significa que las medias tintas son raras en los programas para niños. El triunfo y el fracaso suelen ser terminantes. Es normal que una misma empresa pueda producir dos series con el fin de comercializar los juguetes que las acompañan (Caballeros del zodiaco y Robomachines, por ejemplo) y que una de ellas tenga un éxito total, mientras que la otra se hunde.
En ese contexto, el éxito de Dragon Ball es impresionante. Para dar una idea de éste, el rating de la caricatura que transmite Canal 5 es igual al que tenían, sumados y en su mejor momento, los exitosos Caballeros del zodiaco y Los supercampeones. Supera al de muchas telenovelas y al de casi todos los partidos de futbol. Las otras caricaturas de la serie, Ranma 1/2 y Dragon Ball Z, tienen índices de audiencia apenas inferiores (superan en 50% el mejor momento de Los supercampeones).
En todo programa apto para niños y exitoso hay quejas de parte de adultos preocupados: o son ñoños (Barney, Heidi) o escatológicos (Aventuras en pañales) o hacen mofa de la figura paterna (Los Simpson) o son violentos (Caballeros del zodiaco, Transformers) o implican una peligrosa transculturación (¿cuál no?). Supongo que encontrar uno al que la gran mayoría de los padres considere positivo, formativo, de altos valores y que además le guste efectivamente a los niños, es como hallar una aguja en un pajar.
¿Pueden millones de niños estar equivocados? ¿O es que la preocupación de los padres a menudo va en proporción con la cantidad de televisión que ven junto a sus hijos? Como todo progenitor lo siente cuando se va de reventón, la preocupación por los hijos es mayor cuando no estamos con ellos.
De Dragon Ball y de Ranma se dicen muchas cosas. Se hace hincapié en la violencia y en ciertas "perversiones". Hay, ciertamente, algunos sucesos que pueden parecer traumáticos (la violenta muerte de Krilin, quien hasta donde sé no ha revivido) y otros que le pueden parecer algo más que extraños a una mente que suponga que los niños carecen de sexualidad (el personaje fetichista que toma fuerza de las prendas íntimas femeninas). A cambio, hay otros mensajes más que interesantes: que Gokú no pierda nunca ni su ingenuidad ni sus esperanzas en la regeneración de la humanidad, que tenga buenos sentimientos, que su fuerza venga a recoger las enseñanzas de la historia (y, en particular, de sus antepasados).
Además hay un dato clave, fundamental en toda buena historia infantil. Un pequeño que, con astucia, inteligencia y espiritualidad supera fuerzas aparentemente superiores, penetra siempre en la psique infantil, crea en ella la conciencia de que el niño puede vencer obstáculos, puede buscar su propia magia y no recurrir a la fuerza bruta. Le dice al niño que puede crecer y que va a crecer.
Párrafo aparte merece Ranma, quien ha provocado más de una ceja arqueada por el hecho de que, cuando el personaje principal se baña en agua fría, se convierte en mujer. El personaje cumple la conversión de dos seres en uno, ese deseo de perfección que han acariciado poetas como Rilke y que se reproduce cada vez que un hombre y una mujer hacen el amor. Sin embargo, hay quien ve eso como otra cosa (ya ni siquiera como una visión tolerante de la diversidad que existe en este planeta). En lo personal, lo único que tendría que reprocharle a ese hecho es que en la caricatura se diga que es resultado de una "maldición" familiar o genética (por la que, por ejemplo, el padre de Ranma se convierte en panda, cumpliendo otro de los deseos no tan secretos de la humanidad).
Quienes quisieran caricaturas editadas al gusto (o la buena conciencia) de los padres tienen la misma lógica de los que destrozaron los sanos clásicos infantiles. Son los que se escandalizaron porque el lobo se comía a la abuelita (y la escondieron en el clóset), porque las hermanastras de Cenicienta se cortaban los dedos de los pies y unas palomas les comían los ojos (y se contentaron con dejarlas llorando), porque el padre de la Bella era quien la entregaba a la Bestia (y lo conviertieron en un inocente viejecito loco). La visión de los adultos suele ser más superficial que la de los niños. Ellos miran mejor a través del espejo; nosotros solemos castrarlos.
Francisco Báez Rodríguez es subdirector del periódico
Crónica.
Correo electrónico: fbaez@cronica.com.mx