reportaje
febrero 2001


La tele y los niños

Critican los estudiosos. Se defienden los productores

Mara Carnaya

La producción y transmisión de programas infantiles de televisión en México es tierra de nadie. Solos ­y sin contar todavía con una sólida capacidad de discernimiento­ los niños están expuestos cuatro horas diarias en promedio a los contenidos que libremente les ofrece la llamada pantalla chica.

Y es que ante la indiferencia o imposibilidad de la mayoría de los padres de familia por supervisar lo que sus hijos ven, el evidente interés mercantilista por parte de las televisoras, así como la falta de actitud crítica en el ámbito educativo frente a los medios de comunicación, el público infantil recibe diariamente una gran cantidad de programas que, en el mejor de los casos, no hacen aportaciones a su desarrollo humano.

Las causas son muchas, y van desde la falta de conocimiento de los gustos, necesidades y preferencias de los niños; la existencia de un público complaciente que asume una actitud pasiva ante los productos comunicativos, y el temor de los inversionistas y patrocinadores ante un riesgo financiero que correr.

A decir de estudiosos de los medios de comunicación, la barra programática infantil tiene escasas opciones y deja mucho que desear: salvo algunas excepciones, el interés principal de las televisoras en este
ámbito es el de transmitir producciones comerciales ­ya sea nacionales o importadas­ que les reviertan grandes cantidades de dinero.

Es un hecho que la televisión está ganando cada vez más espacios frente a la familia y la escuela como instituciones formadoras y socializadoras. De ahí la preocupación de investigadores por impedir que la televisión, más allá de convertirse en un tercero en discordia, forme parte de un equilibrio positivo entre las tres instancias.

Por eso apelan a la atención y participación de los padres de familia y de los profesores de educación básica para que guíen al público infantil hacia una actitud crítica y que los niños sean capaces de discernir entre las emisiones que les aportan algo y las que no.

Sin embargo, los productores de programas dirigidos a los niños se defienden argumentando que ­aunque no sea ese el objetivo de los programas de entretenimiento­ en sus emisiones incluyen mensajes en los cuales inculcan o refuerzan implícitamente algunos valores sociales, como el compañerismo, la unión familiar y la amistad.

Por su parte, el Estado tampoco ha puesto en marcha medidas regulatorias para la producción o transmisión de programas para niños en México. La Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC), dependiente de la Secretaría de Gobernación, no establece los lineamientos o características que deben reunir las emisiones infantiles, y da por entendido que tácitamente se apegan a lo que señala la Ley Federal de Radio y Televisión, que data de 1960.


Hablan los expertos

Para los analistas de los medios de comunicación, lo peligroso no es la presencia cotidiana de la televisión, sino el uso que el público infantil le dé a sus contenidos; y si bien no ha quedado suficientemente probada la influencia que ejercen los programas televisivos en los niños, es un hecho que ésta existe. Las cuatro horas diarias que un niño pasa en promedio frente al televisor no pueden pasar desapercibidas.

Alma Rosa Alva de la Selva, especialista en el análisis de la radio y la televisión, advierte que el efecto de los programas televisivos puede ser acumulativo, es decir, que después de un determinado tiempo la influencia del medio se haga presente en los niños mediante sus formas de entender la realidad, que llegarían a estar distorsionadas.

La investigadora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM explica que si bien no se puede hablar desde una perspectiva conductista bajo el esquema estímulo-respuesta, es un hecho que los programas televisivos generan un impacto aún desconocido al transmitir modelos de roles sociales importantes en la vida infantil, y que no en todos los casos son positivos, porque muchos de ellos apelan a la violencia.

Y aunque estos modelos se transmiten con más frecuencia en programas de dibujos animados que se importan de países donde su comercialización está prohibida, también resulta preocupante la baja calidad de la mayoría de los programas que se producen en México, pues bajo esos criterios se están formando las futuras audiencias.

"Los productores necesitan realizar programas que sean rentables o sean muy baratos comprar, que sean productivos en términos publicitarios, que consigan patrocinios fáciles y se liguen con artículos de consumo infantil", explica Alva de la Selva.

Ello, dice, refleja la falta de interés de las televisoras por el público infantil: "No conocen a sus audiencias. Esgrimen como coartada que los programas les gustan porque son divertidos, pero en realidad lo que les interesa es relacionar al niño con el consumo de juguetes y otros artículos de su interés".

Para la maestra en Ciencias de la Comunicación, así es como cumple el circuito mercantil: los niños piden los juguetes más anunciados en televisión y ello redunda en mayor publicidad para los consorcios televisivos.

De esa manera, el niño queda literalmente "expuesto" a las pocas alternativas que la televisión ofrece, sin la orientación ni la supervisión de los padres, que además forman parte de esos públicos pasivos ante los medios.

La nana electrónica

Día con día está ahí. Es una presencia cotidiana que parece inofensiva, pero el uso indiscriminado de la televisión puede generar visiones distorsionadas de la realidad entre los niños.

Pero tampoco se trata de condenar a la pantalla chica como una mala influencia. Mercedes Charles Creel, pedagoga especializada en medios de comunicación, puntualiza: "La televisión no es buena o mala. El tipo de influencia que ejerce depende del receptor y su visión crítica: la enriquece, la enajena o la cierra".

Para esta investigadora, la televisión es la gran narradora de historias, tanto ficticias como reales: "Ella es quien nos cuenta quiénes somos, dónde estamos y lo que pasa en México y en el mundo". Además, los contenidos televisivos están ocupando un papel formativo que anteriormente tenía la familia, al explicar a los niños las grandes cuestiones de la vida, como la muerte o la sexualidad.

De acuerdo con Charles Creel, la televisión está siendo adoptada como "nana electrónica", principalmente en las grandes ciudades, donde los niños se desenvuelven en un entorno agresivo que hace pensar a los padres que sus hijos están más seguros en el interior de su casa "conectados" a la televisión.

Por muy familiar que parezca, la televisión narra a los niños historias desconocidas en su mayoría para los padres de familia, porque éstos no supervisan los contenidos. Y esos discursos ­en ocasiones poco positivos o ficticios­ pueden convertirse en realidades absolutas para los niños, si no son guiados por un adulto que les ayude a discernir.

Por eso, a decir de la pedagoga, el más grave efecto que pueden provocar ciertos programas en los niños es la aceptación de la violencia como el único recurso para la solución de los problemas.

"Es una falacia decir que todos los niños se vuelven violentos porque ven programas violentos", asegura. Sin embargo, es un hecho que el público infantil se ha vuelto cada vez más insensible ante la violencia, pues es una actitud a la que reiteradamente se hace alusión en las emisiones televisivas.

Al hablar de los programas de corte infantil, Mercedes Charles Creel dice: "Es un terreno pantanoso. Se transmiten caricaturas japonesas muy violentas que son para adultos y aquí se cree que son para niños. Los programas nacionales son de muy mal gusto, y los que son educativos no son vistos por los niños, porque tienen poca producción y un ritmo muy lento".

Para explicar el fenómeno, la investigadora esgrime algunas hipótesis: el bajo nivel educativo de los realizadores; la no exigencia de calidad por parte de los receptores; la educación de una estética fácil y de mal gusto por parte de la televisión y la falta de visión crítica de una masa tan grande como es el teleauditorio.

Esos factores, aunados a una crisis familiar y escolar, han propiciado que la televisión cobre un auge que empieza a desplazar a la familia y la escuela como instancias formadoras y socializadoras, "porque dicta las pautas de cómo ser".

Si bien no ha sido posible cuantificar la influencia de la televisión en la conducta de los niños, existen signos de evidente impacto. De acuerdo con Charles Creel, el índice de bulimia y anorexia entre las adolescentes se incrementó en varios países, desde que se implantó el modelo estético de mujer enflaquecida.

También, dice, se ha encontrado una correlación directa entre las horas que los niños pasan frente al aparato receptor y la obesidad infantil, lo cual se explica por la inactividad que implica ver televisión y la excesiva publicidad de comida chatarra que genera un inevitable consumo.

Ambos ejemplos hacen urgente la necesidad de reformular las barras programáticas infantiles que se transmiten por el sistema de televisión abierta, además de generar espacios que permitan pensar y reflexionar sobre la televisión.


Discriminación y sexismo

Más allá del consumismo, la violencia y los modelos estéticos que la televisión propone a los niños, para Olga Bustos Romero, maestra en psicología educativa, los efectos pueden ser de otra índole.

Dice que tanto en los programas dirigidos a los niños como en los que están destinados al público en general, existe una constante alusión a actitudes sexistas y una continua proyección de los estereotipos de los roles femenino y masculino de tipo discriminatorio.
Una investigación reciente sobre hábitos de consumo televisivo infantil, auspiciada por el Programa Nacional de la Mujer y la Unesco, reveló que los niños se identifican más con modelos y actitudes que reflejan fortaleza, fuerza y violencia, mientras que las niñas se sienten más atraídas por los accesorios, vestuario y modas de los personajes de los dibujos animados.

Así, mientras los niños preferían las cualidades, los poderes mágicos y las peleas que se suscitan en Dragon Ball Z; las niñas decían rechazar el programa por su contenido violento, pero se sentían atraídas por el atuendo, los accesorios o el peinado del personaje principal. Las conclusiones del estudio fueron presentadas el año pasado por Bustos Romero en Málaga, España, en el marco del Congreso Internacional de Género y Violencia:

"El predominio de la violencia en la programación de la tv (personificada en varones y dentro de un esquema masculino) crea entonces una tendencia hacia la agresividad y reconstruye una imagen distorsionada del mundo, donde sobre todo los niños varones reafirman ese estereotipo de género masculino que privilegia la agresión, el dominio, el poder y el autoritarismo. Pero, a su vez, las niñas también reafirman su estereotipo de género femenino, que les señala que deben ser tiernas, glamorosas, complacientes, pacientes y sumisas, porque la actividad y la fuerza están asociadas con violencia o agresión y eso es (propio) de los niños varones."

Sin embargo, la psicóloga está convencida de que la solución no es lograr que estos programas dejen de transmitirse, "sino enseñar a ver y leer la televisión formando audiencias críticas desde la niñez". Por eso, propone que además de trabajar con los emisores para que reformulen los contenidos de los programas que producen y exhiben es necesario instaurar en las escuelas talleres de formación de audiencias críticas, donde también participen los padres de familia.

De esa manera, explica, quedaría conformado un triángulo donde cada vértice estaría ocupado por cada una de las instancias influyentes en el desarrollo de los niños: la familia, la escuela y los medios de comunicación, formando un equilibrio.

"La gente no es tan reacia a volverse crítica con los medios de comunicación, sino que hay un claro desconocimiento del tema, por eso el escenario idóneo es el escolar", concluye la investigadora de la Facultad de Psicología de la UNAM.


La lucha por el rating

Dentro de la televisión de manufactura nacional, la barra programática para los niños está integrada en su mayor parte por programas musicales, de concurso y de entretenimiento. Pocos son los que tienen por objetivo instruir o enseñar.

Por eso, mucho se ha cuestionado la función didáctica de los programas dirigidos a los niños que se producen en las televisoras comerciales, pero hay quienes defienden su existencia, argumentando que su perfil es netamente de diversión y entretenimiento.

Miguel Angel Fox, productor del programa El espacio de Tatiana, que se transmite los sábados por Canal 2, asegura que ni el canal ni el horario ni el programa tienen una misión educativa. Sin embargo, reconoce que la enorme responsabilidad que implica poseer un espacio de gran alcance lo ha llevado a introducir nuevos elementos en el programa, como mensajes implícitos en los cuales se refuerzan los valores sociales en los niños.

Si bien el objetivo de éste y otros programas y telenovelas para niños que se producen en Televisa es entretener y divertir, hay un elemento que los obliga a sobresalir entre los demás utilizando cualquier recurso: el rating.

El espacio de Tatiana es la serie infantil que goza de más alto rating en la barra programática nacional. Quizá por eso, Miguel Angel Fox asegura que la fórmula de su programa fue copiada por otro de Televisa: El cubo de Donalú, conducido por Graciela Mauri (la protagonista de la telenovela Mundo de juguete, que se transmitió a mediados de los años 70), pero admite que "la gente ya está cansada de ese esquema".

De acuerdo con datos de Televisa, su promedio de audiencia entre julio de 1999 y junio de 2000 fue de 9.20 puntos, por encima de El cubo de Donalú, y que registró un promedio de 8.6 puntos de rating entre febrero de 1999 y junio de 2000.

El tercer lugar lo ocupa Plaza Sésamo, con una media de 7.02 puntos entre septiembre de 1999 y junio de 2000; mientras que en cuarto lugar está En familia con Chabelo, que obtuvo 6.76 puntos de julio de 1999 a junio de 2000. En cambio, el rating del programa de corte didáctico Bizbirije, que se produce y transmite en Canal 11, oscila entre uno y dos puntos en promedio.

¿Por qué los niños prefieren los programas llamados comerciales? Los especialistas en medios de comunicación coinciden en que la televisión ofrece una mayor cantidad de este tipo de programas. De esta manera, los de perfil educativo se convierten en una alternativa poco frecuente y, en consecuencia, menos recurrida por el público infantil.

Habla Fernando Rueda Reyes, productor de Bizbirije: "No se puede decir que la televisión no educa. En ciertos tipos de conductas es un vehículo muy poderoso para el desarrollo de los niños, y definitivamente puede ser más útil que nocivo".
Rueda Reyes está convencido que un programa para niños que sea divertido y atractivo no tiene por qué ser violento, en tanto que un programa didáctico no tiene por qué ser acartonado y aburrido. Por eso, dice que Bizbirije representa una opción distinta a los "contenidos fáciles que ofrecen los otros canales. En este campo estamos completamente solos, porque la mayoría de los programas comerciales presentan esquemas probados que no aportan algo para los niños".

Y concluye: "El niño en México merece tener una mejor televisión con cierto tipo de contenidos que no sean interrumpidos por cortes comerciales. La diversión no implica poner una conductora en minifalda, brincando y haciendo que la están pasando bien con canciones y globos. Un programa tiene que ir más allá y ser respetuoso con el niño, tratarlo como una persona adulta y no hablarle con términos peyorativos".


¿Y los productores?

Con una visión distinta, Gabriel Vázquez Bulman, creador del programa de Tatiana, opina que una de las principales finalidades de ese tipo de producciones es la de crear modas, además de inculcar ciertos valores, pero de una manera subrepticia.

Vázquez Bulman admite que a la televisión para niños siempre se le ha asociado con la comercialización y exposición de productos infantiles. Sin embargo, dice que un estudio cualitativo de auditorios infantiles realizado en Guadalajara reveló que a los niños no les molesta la presencia constante de las marcas de los patrocinadores, sino que lo ven como parte del programa mismo.

Así, el llamado product placement o presencia de productos en las emisiones televisivas se hace absolutamente necesario, pues existe poca confianza en los productores para invertir en proyectos para el público infantil.

La explicación es contundente: la audiencia es rotativa y de poca permanencia. Se diluye rápidamente con el tiempo. Y más aún, "cuando el público infantil te veta, es para siempre. No es una audiencia que dé segundas oportunidades".

Gabriel Vázquez Bulman creó el concepto de espectáculo musical infantil moderno ante el espacio que dejaron programas como Odisea burbujas, que salieron del aire hace casi 15 años. ¿Por qué no hacer un programa de tipo instructivo? El productor responde: "La diversión, la fantasía y las aventuras forman parte de la moda de los niños. Se trata de crear modas positivas, promover buenas conductas con una mente sana y abierta".

Y menciona el caso de la telenovela infantil de reciente transmisión Amigos por siempre, que inculcó valores como la amistad, el compañerismo, el trabajo en equipo y el sentido de pertenencia a un grupo afín, porque finalmente los niños imitan los modelos que la televisión les ofrece: "Quieren cantar, sentirse y vestirse como sus estrellas".


El público infantil, subestimado

Hace 20 años, la escritora de cuentos infantiles Silvia Roche llevó a los personajes de sus historias a la pantalla chica e ideó el programa Odisea burbujas, que se transmitió por Televisa de 1979 a 1984, combinando las aventuras con la enseñanza histórica. Después produjo la serie El tesoro del saber, con un corte netamente educativo.

Roche considera que el público infantil ha sido subestimado: "Se cree que no entiende, y lo que se les da es a un nivel de nenes; y cuando son contenidos educativos, a veces se les satura de información y los programas se vuelven aburridos". Coincide con otros productores en que los inversionistas en ocasiones temen arriesgar sus capitales en programas de corte didáctico, y apuestan más a las fórmulas probadas de programas musicales y de concursos.

Para Silvia Roche, lo más importante de un programa para niños es que quienes estén encargados de su realización no dejen de tener un espíritu infantil: "Hay que saber lo que les gusta, conocer sus temores y aspiraciones pero, sobre todo, hablarles con la verdad, tratarlos como adultos activos a los que se les pida su opinión, hacerlos sentir importantes".

También apela a la presencia y participación de los padres de familia para orientar a los niños con un sentido crítico ante los medios de comunicación, especialmente la televisión.

Y lanza una pregunta punzante: "¿Quién dejaría a sus hijos en manos de un extraño?, porque, dice, muchos padres de familia adoptan a la televisión como una nana, y no fue hecha para eso".

Por eso, la productora de Odisea burbujas es concluyente: "No hay que ver televisión, hay que ver programas. Es necesario dosificar la televisión para evitar las malas interpretaciones por parte de los niños. A pesar de las exigencias de la vida moderna, es necesario que el tiempo promedio frente a la televisión disminuya de cuatro a dos horas diarias".


El futuro

A pesar de que actualmente no existe entre el público una actitud crítica ante los medios de comunicación, no puede decirse que la batalla esté del todo perdida.

Si bien una tercera parte de la teleaudiencia está integrada por niños, existen instancias e investigadores que de manera independiente se han dedicado a fomentar una actitud crítica frente a los productos que ofrecen los medios de comunicación. Incluso, la tendencia de los grandes consorcios televisivos internacionales es integrar a la familia como receptora activa de los programas infantiles.

Guillermo Orozco ­doctor en educación, especializado en temas relacionados con la televisión y sus efectos­ explica que durante la Cumbre Mundial de Televisión Infantil realizada en 1998 en Londres, Inglaterra, las productoras especializadas en programas infantiles se comprometieron a lanzar series dirigidas a los niños en su contexto familiar.

Es decir, que en el futuro se diseñarán programas que involucren a toda la familia, para que éstos sean vistos bajo la supervisión de los padres.

El año pasado se llevó a cabo la Cumbre Mundial de Educación para los Medios en Toronto, Canadá. Ahí, las televisoras se comprometieron nuevamente, pero esta vez a producir paquetes de programas que no sólo involucraran a la familia, sino que también estén presentes en el ámbito escolar, por lo que introducirán contenidos educativos.

Para el investigador del Departamento de Estudios de la Comunicación Social de la Universidad de Guadalajara no se puede asumir una actitud determinante ante los efectos que la televisión tiene en los niños.

"No se puede hablar a priori de una influencia positiva o negativa. Ello depende del sentido que le den también los padres y maestros a los personajes de televisión fuera de la pantalla."

Y asegura que es posible asumir la moda con un sentido educativo: "Los niños pueden ejercitar sus destrezas con los juguetes que los emocionan. Se puede aprovechar educativamente algo que no fue pensado para ello". Menciona como ejemplo los juguetes de la serie Pokémon. Dentro del programa, los personajes acuden a una serie de proyecciones y estrategias para resolver los problemas, y ello puede causar una influencia positiva en los niños, pues les inculca la virtud de la planeación.
Lo mismo puede aplicarse en la escuela, opina. Así, los juguetes pueden ser ocupados para ejemplificar y solucionar problemas de álgebra o matemáticas, dejando a un lado las clásicas manzanas.

Por eso, sugiere que los productores de programas para niños pierdan el miedo a mezclar entretenimiento con educación, experimentando con formas e ideas nuevas y tratamientos novedosos, pero siempre tomándolas en serio.

Si bien los esfuerzos por crear audiencias críticas son todavía aislados, existen asociaciones e investigadores que de manera independiente empiezan a rendir algunos frutos.

A Favor de lo Mejor en los Medios es una organización dedicada a impartir talleres de recepción crítica y pláticas de sensibilización. El año pasado atendió a casi seis mil personas "para lograr un cambio de cultura de recepción de medios".

Leopoldo Brito, presidente de la asociación, asegura que sí se pueden mejorar los contenidos de la televisión, "porque no se trata de que la gente diga: 'O apago la televisión o la tiro', sino de hacer una reflexión sobre qué tipo de medios queremos, pero sin caer en la censura".

Sin embargo, surge otra nueva inquietud planteada por la psicóloga Olga Bustos: el consumo de televisión entre los niños es muy alto, e incluso se llega a duplicar los fines de semana. "Este es un problema psicosocial que refleja que algo está pasando", dice. Y deja una pregunta para reflexionar: "¿Qué otras actividades les ofrecemos a cambio a los niños?"

Letra muerta

Respecto de la programación de emisiones infantiles, la Ley Federal de Radio y Televisión dice:

Artículo 59 bis:

La Programación General dirigida a la población infantil que transmitan las estaciones de radio y televisión deberá:

I. Proporcionar el desarrollo armónico de la niñez.

II. Estimular la creatividad, la integración familiar y la solidaridad humana.

III. Procurar la comprensión de los valores nacionales y el conocimiento de la comunidad internacional.

IV. Promover el interés científico, artístico y social de los niños.

V. Proporcionar diversión y coadyuvar el proceso formativo en la infancia.

Los programas infantiles que se transmitan en vivo, las series radiofónicas, las telenovelas o los teleteatros grabados, las películas o series para niños filmados en el país o en el extranjero deberán sujetarse a lo dispuesto en las fracciones anteriores.


Audiencias

De acuerdo con las propias televisoras, éstos son los ratings que en promedio obtienen sus programas para niños:

El espacio de Tatiana Televisa 9.20 puntos
El cubo de Donalú Televisa 8.60 puntos
Plaza Sésamo Televisa 7.02 puntos
En Familia Televisa 6.76 puntos
Bizbirije Canal 11 2.0 puntos


Mara Carnaya es periodista egresada de la ENEP-Acatlán.

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