Por JULIETA GARCÍA GONZÁLEZ/ Reforma
Cd de México, México.-Sobre mi escritorio reposa una foto de las chicas de Sailor Moon. Pero no es una foto cualquiera en la que las señoritas Sailor estén con sus uniformes de escolares y el pelo lleno de estrellas. En esta foto están desnudas. Sus cuerpos son una representación de lo imposible. Tienen la cintura estrecha y los pechos redondos y puntiagudos, apuntando hacia un cielo en el que las nubes brillan. Las cinco son idénticas: chicas a las que sólo les cambia el color y la longitud del pelo. Sus hombros y clavículas -dibujados con precisión casi delirante- son afilados y cuadrados. Una sostiene contra su cadera una pelota de playa. Otra carga de "a caballito" a una de las compañeras. Detrás de sus cuerpos desnudos está el mar. Las cinco se inclinan ligeramente hacia el frente, como si estuvieran a punto de iniciar un paso de ballet. Tienen algo a la vez provocador e infantil. Son tentadoras, pero desalientan cualquier intento. Son bellos ejemplares del manga.(1)
El floreciente arte del manga japonés ha encontrado un feliz eco en Occidente en parte, tal vez, por la reproducción impúdica de un estereotipo físico -y la imposición de un patrón de belleza desconcertante. ¿Es el manga la percepción distorsionada de los cuerpos occidentales? ¿Es un antiguo estilo pictórico japonés cuya técnica ha evolucionado con el tiempo? ¿Es una mezcla de ambas?
Las proporciones inauditas de los dibujos japoneses -inspirados
o no en patrones occidentales, con distorsión o sin ella- podrían
parecernos, en un primer análisis, no sólo poco realistas, sino
poco atractivos. Pero el hecho es que resultan muy atractivas para miles de
personas en todo el mundo. La zona roja cibernética tiene la prueba.
Cientos de miles de páginas de hentai (manga pornográfico) son
visitadas diariamente. Los cibernautas calenturientos o curiosos han cedido
gozosos a la seducción de los dibujos. Las páginas web de hentai
anuncian, como si fuera una cosa de todos los días, que sus personajes
(animados o no) se someten a cualquier tortura y son capaces de relaciones sexuales
incluso con alimañas y extraterrestres. Los clics no se hacen esperar.
Millones de entradas diarias a cada página parecen asegurarle a las chicas
manga larga vida. En una extraña relación fantasía-realidad,
mujeres verdaderas se disfrazan de cómics manga, se esponjan el pelo,
acentúan algunos rasgos
particulares de los dibujos y posan ante la cámara. Sus fotografías
son trabajadas para darles un toque de irrealidad que las hará más
deseables. Es como si los dibujos poseyeran una dimensión más
real que la de las mujeres, sin perder su dosis de imposibilidad. Sólo
así se convierten en las depositarias de un infinito universo de fantasías
improbables.
¿En qué radica su encanto? ¿Cuáles son sus poderes? Parte del secreto parece esconderse en las características humanas que poseen los dibujos de manga. Identificamos los rasgos que estas chicas tienen acentuados como atractivos porque nos recuerdan a los rasgos juveniles de nuestra especie. Stephen Jay Gould, en parte citando al etólogo Karl Lorenz, lo describe de la siguiente manera:
"Cuando vemos una criatura viva con caracteres de bebé, sentimos una respuesta automática de ternura que nos desarma. El valor adaptativo de esta respuesta es difícilmente cuestionable, ya que tenemos que criar a nuestros bebés. Lorenz, dicho sea de paso, incluye entre sus mecanismos liberadores (...) 'una cabeza relativamente grande, predominio de la cápsula cerebral, ojos grandes y de disposición baja, región de las mejillas prominente, extremidades cortas y gruesas, una consistencia elástica y neumática, y movimientos torpes'". (2)
Esta predisposición a ser cariñosos o a sentirnos
conmovidos frente a figuras que nos recuerdan a infantes o cachorros es más
evidente en dibujos animados como los de Disney. Parece fuera de lugar decir
que nos atraen las ilustraciones hentai porque nos recuerdan a los niños.
Lo que puede aplicarse sin el menor reparo a Mickey Mouse resulta francamente
perturbador en una ilustración japonesa en la que una joven es penetrada
por varios samurais. Prevalece una mezcla tan eficaz como esconcertante.
El cuerpo de adolescentes, de púberes a punto de madurar, es coronado
por un rostro infantil, aniñado, de cachorro que desea un par de palmadas
en el morro.
A diferencia de lo que sucede con los dibujos animados de Disney (de "extremidades cortas y gruesas") los cuerpos del manga y sus proporciones son imposibles de reproducir en los humanos. Los tobillos estrechos, las piernas largas sin acumulación de grasa en los lugares adecuados (3), la cintura quebradiza y los pies en puntillas, conformaron un afortunado híbrido junto con lo que Stephen Jay Gould describe como "el mayor tamaño relativo de la cabeza, ojos grandes y cráneo agrandado". Las figuras de manga, anime y hentai son monumentos a la desproporción.
En cada ojo de Ranma 1/2 o de Candy Candy o de cualquier chica de Sailor Moon caben unas cinco o seis bocas. De hecho, sus ojos son del tamaño de sus puños. Sus labios (siempre un poco a punto de recibir o dar un beso) y su nariz podrían desaparecer en el territorio de su cara. Sus hombros miden lo mismo que su cabeza (sostenida por un cuello delgado y larguísimo) y, si fueran reales, no podrían mantenerse en pie. Lucharían constantemente contra la gravedad que arrastraría sus senos o sus glúteos o su cabeza misma hasta la tierra. No podrían moverse, la forma de sus empeines les impediría dar un solo paso. Caminarían como las chinas de pies reducidos a flores de loto de carne y hueso.
El secreto ya había sido divulgado. No es novedad lo excitantes que resultan las niñas-mujeres. Son lo más deseable. Las ninfetas, las lolitas, las niñas disponibles, dispuestas y receptivas.
El manga, sin embargo, sí encontró un hilo negro. Una vez caricaturizada la posibilidad de poseer a estas criaturas que flotan en el limbo que divide lo pedagógico de lo hormonal, no desaparece el deseo. Las imágenes en las pantallas, en las páginas de los cómics, siguen pareciéndonos deseables, no importa que no se desnuden (la mayor parte de los personajes manga nunca llegan a convertirse en hentai) o que no se dejen violentar por personajes del cómic de junto.
Por si fuera poco, el colectivo ha respondido con creces a
lo que es considerado como una perversión de las peores. El público
japonés de pornografía tiene una fijación con las escolares
-de calzones bombachos y llenos de encaje, collarín y puños blancos
y moños en las coletas-, así que la mayor parte de las mujeres
representadas en el manga están vestidas, en uno u otro momento, como
niñitas salidas del colegio elemental. Los uniformes de la escuela son
uno de los recursos más socorridos del hentai, pero también cubren
los cuerpos de muchas jovencitas del manga que nunca se
quitarán la ropa. Esta fascinación pederasta es el mejor cultivo
para que se desarrollen los personajes de los cómics japoneses. El contenido
de los libros, folletos, programas o páginas de manga, anime o hentai
revela que en Japón ese fetichismo por las pantaletas con holanes o las
camisetas de deshilado no sólo es muy frecuente, sino ampliamente aceptado.
Los personajes manga nos resultan más sorprendentes, tal vez, por su desinhibida actitud frente a su propia sexualidad. En México, programas como Ranma 1/2 han sido controversiales por su aproximación aparentemente perversa al sexo adolescente. Para el juicio occidental y gazmoño que tenemos, en programas similares hay demasiados jóvenes en ropa interior como para que parezcan transmisiones decentes.
El rasgo más evidente en los superhéroes de los cómics norteamericanos -las múltiples facetas de la heroicidad, el lado frágil y humano de los personajes, su lucha constante contra el destino- nunca deja el terreno de lo espiritual. El físico de estos héroes no asienta patrones de belleza, no mueve a un deseo tan contradictorio como intenso. Son caricaturas evidentes de los humanos. Poseen un físico que se corresponde mejor con la realidad. Los súper poderes, las súper historias, no dejan de tener un denso contenido moral. El manga, por el contrario, ni siquiera se ocupa de que sus héroes terminen bien parados. No protege a sus personajes de sus deseos o de sus inclinaciones.
Tal vez por eso, el gusto por el manga no ha disminuido. Crece cada día más, particularmente en Occidente. En Japón, estos cómics son intensamente valorados aun cuando sus personajes sean variaciones sobre un mismo tema. No se distribuyen a escondidas, en secretas cofradías de cómic, ni son motivo de vergüenza. Ningún experimento similar con caricaturas o cómics puramente occidentales ha tenido tal éxito como estimulante erótico. Ni las versiones porno ultraclandestinas de Blanca Nieves o La Sirenita, ni las burdas sátiras en paños menores de Batman tienen la aceptación y el aplauso popular (masivo, global) que reciben los cómics japoneses.
Lo que representan esos dibujos tiene un significado para los japoneses que a nosotros se nos escapa. Nos paraliza el pasmo que nos produce que una caricatura nos parezca excitante. Nos deja fríos la posibilidad de sentir deseo ante algo inanimado, ante una representación de lo que consideramos pecaminoso. Alguien tendrá que asumirlo: el público quiere niños deformes, caricaturas de su propio deseo. La ovación de pie se la llevan los cómics de niñas en uniforme, aunque nos asombre y repela esa que puede ser la tentación última para una época como la nuestra.
Julieta García González, narradora y ensayista.
Notas:
1 Una de las versiones que hay al respecto dice que los cómics manga
han evolucionado al convertirse en productos de exportación a Occidente.
Por ello, los ojos de los personajes son artificialmente grandes: los orientales
ven a los occidentales como seres poseedores de un rostro vacuno, de inmensos
ojos y nariz prominente. Sin embargo, el manga surgió en la década
de los 50 y como un producto de consumo local. Cómics de esa época
siguen a la venta en nuestros días.
2 Stephen Jay Gould, "Homenaje biológico a Mickey Mouse", El pulgar del panda, RBA, Barcelona, 1994. Al conjunto de características mencionadas se le conoce como neotenia.
3 Las mujeres acumulan grasas, de manera natural, en las caderas, los glúteos, los senos y los muslos. Durante años, esta acumulación era lo que hacía deseables a las mujeres. Los cuerpos andróginos y poco femeninos en términos de acumulación de grasa parecen ser exclusivos de nuestra época.