Si al llegar a casa encontráramos a un hombre hablando con nuestros hijos, nos preguntaríamos: ¿quién es ese hombre?, ¿qué les está diciendo?, ¿por qué lo escuchan tan atentos? Sin embargo, estas interrogantes no surgen cuando se encuentran frente al televisor. Así comenzaba un folleto que el CONAPO editó hace unos 15 años. Se admitía que los contenidos televisivos en México dejaban mucho que desear, pero se responsabilizaba también a la familia de su recepción. Es en el grupo íntimo de cada individuo donde se aprende a "ver la tele", donde captamos una serie de prácticas con respecto a este aparato. Por ejemplo, cuando una familia se favorece con mayores entradas económicas, es casi un hecho que se compran más televisores. En los hogares de las familias de ingresos medios y altos se encuentran en todos los rincones del hogar: en la cocina para verla mientras se elaboran los alimentos; en el comedor para estar al tanto de lo que sucede a la hora de la comida; en las recámaras para mirarla individualmente y por supuesto, en el cuarto de la tele. El número de televisores indica, implícitamente, la importancia que la familia atribuye a la televisión.
Poseer varios aparatos fomenta la separación, aún para ver el mismo programa. En una investigación cuyo tema fue la recepción que niños y niñas entre 7 y 12 años tenían sobre la caricatura Dragon Ball, realizada en Torreón a fines del año pasado, aparecen elementos interesantes. Un niño de 12 años, del "Cumbres" al preguntarle con quién veía la caricatura contestó: "Solo o con mi hermano, aunque le digo que se vaya, que él no la puede ver, pero se va a verla a otra televisión". Sin embargo al tener un solo televisor, los miembros forzosamente tendrán que negociar y sentarse a ver un programa común. Esto puede contribuir a que tanto la madre como el padre estén al tanto del tipo de caricaturas, telenovelas o series que ven sus hijos y dar información o hacer valoraciones sobre éstas. Nicolás, de 7 años, habitante de La Fontanera, mostraba miedo ante las caricaturas, pero su papá le explicó que no eran de verdad, sino que "son dibujos que hacen unos señores". Por otro lado, aunque las quejas contra la televisión siempre están presentes, los adultos rara vez nos asomamos a la programación infantil. De 54 niños y niñas a los que se aplicó la entrevista profunda de 52 preguntas, sólo a tres los acompañaban su mamá o papá a ver Dragon Ball. Al preguntarles a todos si sus progenitores les permitían acceder a esta caricatura, un niño del Inglés contestó: "Sí, yo creo que porque no saben de qué se trata"; Paco, con diez años y que estudia en la Benito Juárez dijo: "No, ni se enteran si la veo o no, ellos están ocupados siempre y casi nunca están en la casa". Una niña también de 10 años, estudiante del España señaló: "Sí, mis papás me dejan ver todo lo que sea caricatura". En México pensamos que las caricaturas están siempre dirigidas al público infantil. Dragon Ball, japonesa, no fue realizada pensando en los niños, sino en los jóvenes. De ahí que aparezcan contenidos sexuales, como la escena donde Bulma, la jovencita que busca juntar las esferas del dragón, se topa con el viejo maestro Roshi quien tiene una de ellas. Bulma se la solicita y él a cambio, pide verla en ropa interior. En otra, Oolong el cochinito, al reunirse las siete esferas pide apresuradamente como deseo ¡un calzón de mujer! que luego se coloca en la cabeza. Incluso, algunos niños no aceptan a estos personajes. Miguel, de 11 años que estudia en la Pereyra, al preguntarle cuál personaje le caía mal, dijo riéndose: "El cochinito, porque siempre quiere andar de cachondo" o un niño del inglés de 12 años indicó: "Roshi, por morboso y mal pensado". Al parecer es la forma en que la familia inserta el televisor en su dinámica, que posibilita o impide la comunicación entre sus miembros. Un programa, por negativo que parezca, puede ser motivo para establecer un diálogo, para valorar o no sus propuestas, para abordar la mala calidad de su elaboración. Acompañar a los niños a ver la tele y ayudarles a formarse un criterio, debiera ser un asunto prioritario.
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