por REBECA LIZARRAGA
(Extraído de "El Universal")
Carlos Slim es uno de los pocos "mexicanos" que figura, como miembro permanente, en la lista de los hombres más ricos del mundo. A golpes de fortuna, el hombre de negocios de origen libanés construyó el más vasto imperio privado del país, en el que figuran empresas e industrias de todo tipo.
Pero si Slim ha de ser asociado a una sola de sus empresas, sería a Teléfonos de México, cuya privatización se produjo en medio de controversias y sospechas. Telmex es la joya de la corona del emporio de Slim.
Usted, que es un hombre preocupado por su estado físico, regresa a casa después de dedicar 40 minutos al ejercicio matinal. Estaciona su bicicleta y se prepara para ducharse. Entra en su baño de azules losetas, enciende la luz y disfruta del agua caliente conducida por tubería de cobre. Poco después llama a su oficina para avisar que llegará tarde y le recuerda a un compañero que pida cinco paquetes de papel bond al almacén.
Luego, sin desayunar, aborda su pequeño automóvil al que el día anterior le cambió las dos llantas delanteras y más tarde se detiene en un restaurante, donde se encuentra con su agente de seguros y amigo, quien le vende una póliza.
Bebe un café mientras disfruta un cigarrillo. Cuando son las 10:30 de la mañana, usted sale del restaurante, luego de detenerse en la dulcería a comprar unos chocolates para su mujer y finalmente se dirige a su oficina, acompañado de su amigo, a quien deja en un hotel de la Zona Rosa.
Usted, como millones de mexicanos, ha iniciado su día usando productos o servicios del más vasto y poderoso imperio empresarial del sector privado mexicano: el de Carlos Slim Helú.
Su bicicleta fue fabricada por Bimex, las losetas de su baño son de marca Porcelanite, y el agua caliente le llegó a su hogar por una tubería de cobre extraído de una mina de Frisco, en tanto que Industrias Nacobre fabricó los conductores de la electricidad utilizada por usted.
Loreto y Peña Pobre fabricó las hojas de papel bond solicitadas por usted -mediante una línea de Teléfonos de México- a su compañero de oficina.
Las llantas que usted cambió ayer a su automóvil son de marca Euzkadi y el restaurante donde desayunó es Sanborns.
La póliza que usted adquirió es de Seguros Inbursa y el cigarrillo que se fumó es de Tabacalera Mexicana.
Por último, los chocolates para su esposa fueron elaborados o distribuidos por Nacional de Dulces y el hotel donde dejó a su amigo es Calinda, operado por Real de Turismo.
Todas esas empresas son controladas por Carlos Slim Helú o tienen participación de este empresario controvertido, amante del arte, amigo de intelectuales y de presidentes y frecuentemente señalado como el gran beneficiario de las privatizaciones realizadas por el presidente Carlos Salinas de Gortari. Pero estos señalamientos han sido refutados por Slim.
Su imperio -quien ya es miembro permanente de las listas de los más ricos del mundo y posee una fortuna de 4,000 millones de dólares, según la revista Forbes- tiene como eje al Grupo Carso y su principal empresa es Teléfonos de México.
Dentro de los organismos empresariales nacionales, Carlos Slim es miembro del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, aunque en general, de los demás, se mantiene distante, incluso del Consejo Coordinador Empresarial (CEE).
Hasta fines de 1990, Carlos Slim Helú sólo era conocido en el círculo relativamente reducido del empresariado mexicano. A partir de diciembre de ese año, sin embargo, su nombre y su gruesa figura saltaron al conocimiento público merced a la asignación que el gobierno federal hizo de la entonces empresa paraestatal Teléfonos de México, la joya de la corona de las empresas privatizadas durante ese sexenio.
La licitación fue ganada por Grupo Carso, junto con Southwestern Bell, France Telecom y varios inversionistas mexicanos, quienes, en una operación de 1,757.6 millones de dólares, adquirieron 5.17% de la empresa, a un precio 20% superior al del mercado de acciones A y L, según Carso.
El periodista Rafael Rodríguez Castañeda, autor del libro "Operación Telmex. Contacto en el poder", sostiene que "el grupo encabezado por Slim fue ostensiblemente favorecido por el gobierno de Salinas al aceptar la Comisión Intersecretarial de Gasto Financiamiento que una parte de la oferta fuera pagada a plazos, con dinero proveniente de las propias ganancias que obtuviera Slim con Telmex en su poder".
Esta acusación, publicada originalmente en Proceso del 18 de septiembre de 1995, fue rechazada por Slim en carta a esa revista, en la cual afirmó: "Lo que la empresa gana sólo lo recibe el accionista a través de dividendos, y la plusvalía que pueden tener las acciones en el mercado sólo se convierten en efectivo cuando se venden estas acciones AA, que tienen por cierto restricciones para su enajenación por 10 años y, por supuesto, no fue ni es nuestro plan venderlas".
Rodríguez Castañeda también sostiene que en 1990, el gobierno efectuó en Telmex un ambicioso programa de crecimiento y modernización y gracias a ello Slim y su grupo obtuvieron en 1990 utilidades por 3.3 billones de pesos, cifra 82% mayor a la obtenida en 1989.
Hoy Teléfonos de México ocupa el primer lugar entre las empresas privadas más importantes del país y el segundo incluyendo las paraestatales, sólo después de Petróleos Mexicanos. Tiene el sexto sitio entre las empresas más admiradas según lista de la revista Expansión y también se encuentra entre los primeros lugares de las empresas que reciben más quejas por sus deficiencias, en la Procuraduría Federal del Consumidor.
Reacio a las entrevistas, Carlos Slim acostumbra exhibir un rostro serio en público. Todo cambia en privado, sobre todo con sus amigos.
Entonces suelta palabrotas a cada momento, elogia o critica con desenfado a las mujeres y, a veces, da muestras de su generosidad. Entre sus amigos, por ejemplo, fácilmente se le oye un "no seas güey, caray".
Amigo de intelectuales como Carlos Fuentes, Fernando Benítez y Carlos Payán, Slim respeta y admira las manifestaciones culturales. A eso obedece el surgimiento del Museo Souyama, ubicado en plaza Loreto, nombrado como su esposa, donde existe una importante colección de esculturas de Augusto Rodin, además de valiosas pinturas de éste y los dos siglos anteriores, pertenecientes a Slim, quien es uno de los principales coleccionistas de arte en México y en el mundo.