Si alguna vez en tu pecho, ¡ay ay ay!
mi cariño no lo abrigas,
engáñalo como un niño, ¡ay ay ay!
pero nunca se lo digas.
El amor mío se muere, ¡ay ay ay!
y se me muere de frío,
porque en tu pecho de piedra, ¡ay ay ay!
tú no quieres darle abrigo.
Asómate a la ventana, ¡ay ay ay!
paloma del alma mía,
que ya la aurora temprana, ¡ay ay ay!
nos viene a anunciar el día.
Soñé que la nieve ardía, ¡ay ay ay!
soñé que el fuego helaba,
y por soñar imposibles, ¡ay ay ay!
soñé que tú me querías.