¿Dónde está la luz del alba,
amigo, que no la veo?
Durmiendo el sueño del polvo
a la vuelta de los cerros,
con el ojo de la luna
oculto bajo el sombrero,
y un cigarrillo de hierba
encendido en el lucero.
Ya se va,
arreando sus pensamientos
camino a su soledad.
¡Qué negra que está la noche!
¡Ya no se ven ni las manos!
A mí me gusta lo oscuro
y el tranco de mi caballo.
Me acompasa el pensamiento
con su repicado lento,
y me sumerjo en la noche
como piedra en el silencio.
Me gusta caminar solo,
sin tener más compañía
que el silbido de los vientos
barriendo la serranía,
sin tener más propiedad
que unos pocos pensamientos
y un caballo tranqueador
para irlos siempre siguiendo.