¡Qué pena la que yo siento
por culpa de una mujer!
Para poderla sufrir,
¡qué fuerzas hay que tener!
Le entregué mi corazón
sin medir las consecuencias;
de mi querer se burló
la pícara sin conciencia.
Pero, ¡no importa!
¡Así es mi suerte!
Señora, páseme un trago;
señora, prefiero el fuerte.
¡A mí naranjas,
el naranjero!
¡Que páseme un trago luego!
¡Curarme quiero!
El tordo dicen que es negro,
y la paloma, blanquita;
mis penas son amarillas
porque mi suerte es maldita.
Temprano canta la diuca,
el chuncho al anochecer;
a todas horas yo canto
para olvidar un querer.
Con el puñal del desaire
tengo el corazón herido;
con otra lo he de curar
y echar penas al olvido.
¡Para qué echarse a morir
por un amor fracasado!
Si una mujer no nos quiere,
por otra somos amados.