Junto a los copihues
del cerro Ñielol
una mañanita
me juraste amor;
las enredaderas
temblaron al son
de un beso ardiente
que el viento se llevó.
¡Ay, ay, ay!
Los copihues han quedado,
pero tu beso no;
se lo ha llevado el viento,
con mi corazón.
Eran copihues blancos,
puros como mi amor,
mas hoy se han vuelto rojos
con la sangre de mi dolor;
por eso, mi china ingrata,
recuerdo a mi Ñielol
como el beso que me diste
y que el viento se llevó.