Lejana tierra mía,
bajo tu cielo,
quiero morirme un día
con tu consuelo.
Y oír el canto de oro
de tus campanas
que siempre añoro;
no sé si al contemplarte al regresar
sabré reír o llorar.
Silencio de mi aldea
que sólo quiebra
la serenata
de un ardiente Romeo
bajo una dulce
luna de plata;
en un balcón florido
se oye el murmullo
de un juramento
que la brisa llevó con el rumor
de otras cuitas de amor.
Siempre está
el balcón
con su flor
y su son;
tú no estás,
faltas tú,
¡oh, mi amor!
Lejana tierra mía,
de mis amores,
cómo te nombro;
con mil noches sin sueños,
con las pupilas
llenas de asombro.
Dime, estrellita mía,
que no son vanas
mis esperanzas;
bien sabes tú que pronto he de volver
a mi viejo querer.