(Los
cuentos de Hoffmann)
de
Ópera
en tres actos, prólogo y epílogo.
En la taberna del maese Luther, en Nuremberg.
Se escucha el coro de los espíritus del vino y la
cerveza, amigos del hombre.
De pronto aparece el consejero Lindorf (acompañado
de un tema que se repetirá a lo largo de la ópera relacionado con el diabólico
enemigo de Hoffmann) y Andrés, un sirviente de la cantante Stella. Lindorf se
presenta e interroga a Andrés, quien lleva una carta y lo soborna para
obtenerla. La carta es para
Hoffmann e incluye la llave de su
camerino con el fin de que Hoffmann
vaya a verla terminada la función de Don Giovanni; entonces Lindorf canta acerca
de su papel como enamorado y su
obsesión por obtener a Stella. Observa en su reloj que aun faltan dos horas
para terminar la función y recuerda que en la taberna de junto Hoffmann se reúne frecuentemente con algunos
jóvenes.
Luther
y algunos camareros aparecen
apurados preparando todo en la taberna para el intermedio de la ópera.
Alegremente entra un grupo de estudiantes sedientos
de vino que reclaman a Luther, y ya servidos brindan por Stella, que está
cantando en el teatro vecino a Doña Anna.
Hoffmann y Niklaus entran a la taberna, Hoffmann se
presenta malhumorado y grosero, así que Niklaus en son de burla imita a
Leporello “Notte e giorno mal dormir...”. Para animar un poco la
reunión algunos estudiantes le piden a Hoffmann una canción y canta la Leyenda de Kleinzach, un grotesco enano;
Pero a media canción, tratando de describirlo empieza a describir una mujer
amada, (¿una mujer en sí, o acaso la musa de la poesía?). Entonces Nathanael lo
hace reaccionar y concluye la canción. Terminada la canción Nathanael pregunta
a Hoffmann si está enamorado y éste lo
niega; es entonces cuando Lindorf interviene, de inmediato Hoffmann lo reconoce
y dice que el diablo es ave de infortunios y mientras Hoffmann trata a Lindorf como secuaz de Lucifer, éste le dice prófugo del infierno. Hoffmann
dice que nunca se lo ha encontrado sin que le traiga desgracias y mala suerte.
De nuevo se habla del enamoramiento de Hoffmann, pero él lo vuelve a
negar: ha aprendido su lección, pero acepta que Stella es su
amante, “tres mujeres en una” dice y se ofrece a contar las tres historias.
Luther anuncia que el telón esta a punto de subir, pero a nadie le preocupa
regresar a ver Don Giovanni. El nombre de la primera es Olympia, dice Hoffmann.
En el estudio de la casa de Spalanzani, un físico.
Spalanzani habla acerca de Olympia (creación suya,
muñeca creada a tal grado de perfección mecánica que llega a pasar como su
hija, Hoffmann se ha enamorada al verla y por eso se ha hecho alumno de
Spalanzani).
Hoffmann entra adulando a su maestro quien exalta el
papel de la física en su vida y lo relaciona con su hija, pero él no entiende
el por qué. Cochenille, sirviente del científico entra para seguir ordenes de
él, pues se prepara una reunión en la casa. Hoffmann queda solo y observa
contemplativamente a Olympia y de forma
muy amorosa canta mientras ella descansa; entonces Niklaus entra y
discretamente al principio, se burla de las intenciones amorosas de Hoffmann,
le hace notar que no es humana, pero él no comprende, incluso canta una canción
sobre un gallito y una muñequita, ambos mecánicos, que parecen hablarse entre
sí; Hoffmann sigue enajenado.
Entra Coppélius, misterioso socio de Spalanzani y que le puso ojos a Olympia. Observa que Hoffmann esta muy interesado en Olympia y se presenta ofreciéndole higrómetros, barómetros, termómetros, etc, y también lentes de todo tipo; consigue venderle unos, con los cuales, en ves de hacerle claro el engaño que es Olympia lo hacen verla con mas naturalidad. Regresa Spalanzani y Coppélius le cobra 500 ducados que le debe por un trato que tiene que ver con Olympia, pero Spalanzani le paga con un pagaré. Sarcásticamente se abrazan y se despide Coppélius quien antes de partir y en burla propone casar a Olympia, señalando a Hoffmann.
Cochenille anuncia que los invitados han llegado, cantan y piden ver a Olympia, la atracción de la reunión. Spalanzani la presenta con gran orgullo y habla de sus dotes, pues puede tocar diversos instrumentos e incluso cantar, aunque hasta este momento Olympia solo ha gesticulado un mecánico ´Oui´. Entonces la hace cantar una canción sobre pájaros en las enramadas de gran dificultad y donde puede observarse la calidad mecánica que ha logrado el inventor, aun cuando a media canción, y de forma muy discreta, se ve obligado a darle más cuerda al mecanismo. Los invitados quedan impresionados, incluido Hoffmann. Cochenille anuncia ahora la que la cena esta lista, y los invitados salen, Hoffmann pretende acompañar a la muñeca a la cena, pero Spalanzani le dice que ella no cena, que está un poco cansada y descansa para el baile. Ya solos, Hoffmann tímidamente le declara su amor, a lo que ella solo contesta su mecánico ´si´. La muñeca, por efectos de algún mecanismo, sale rápidamente del cuarto y Hoffmann se decepciona un poco, pero Niklaus lo consuela, aclarándole que Olympia no tiene vida y después salen.
Entonces Coppélius regresa furioso, pues Elías ha quebrado, de tal forma que Spalanzani lo ha engañado y jura vengarse y matar alguien. Todos regresan para el baile, incluyendo a Spalanzani que lleva a Olympia hacia Hoffmann y los invita a bailar juntos. Ahora los invitados se impresionan de sus dotes dancísticas, pero de pronto empieza a bailar más y más rápido y Spalanzani detiene y se lleva a Olympia. Hoffmann cae, aunque sano y salvo, pues solo los lentes se han roto.
Afuera se oye el ruido de mecanismo roto y Cochenille entra espantado anunciando la presencia de Coppélius, que ha destrozado a Olympia. Entra y éste empieza a discutir con Spalanzani, pues lo estafó, lo que motivo que rompiera a la muñeca. Hoffmann se precipita a la habitación de Olympia totalmente desconsolado, mientras lo invitados se burlan en coro de quien amaba a un autómata.
Acto II
En la casa de Crespel, en Munich.
Antonia, hija de Crespel, canta una romanza y recuerda a Hoffmann. Crespel entra recriminándole su canto, pues le ha pedido con anterioridad no cantar, ya que su madre, cantante muerta de tuberculosis, empeoró con el canto. Y es que Antonia, además de la voz de su madre, heredó también su enfermedad. Antonia accede a no cantar más y Crespel cree que es a causa de Hoffmann que su hija no deja de cantar, por lo que le pide a Franz, sirviente medio sordo, que no deje entrar a nadie. Franz queda solo evocando sus pasadas cualidades artísticas: canto y danza.
Hoffmann entra y como Franz no oye y no entendió las ordenes, lo deja pasar y llama a Antonia, con quien, frente al clavecín, canta felizmente a dúo una canción de amor. Pero ella siente algunos malestares y Hoffmann le pregunta como se siente. Su padre entra, por lo que Hoffmann se esconde junto a las ventanas. Franz anuncia la llegada del Doctor Milagro (otra encarnación del enemigo de Hoffmann, primero Lindorf, luego Coppélius) lo que molesta a Crespel, pero de cualquier manera entra súbitamente en busca de Antonia, aparentemente para evaluar su estado de salud, aunque parece claro que él mismo fue quien culminó con la vida de la madre de Antonia.
A continuación Hoffmann, al igual que Crespel, observan aterrados la escena, en la que, como si fuese una sesión espiritista, el Doctor Milagro invoca a Antonia, toma imaginariamente su mano y la invita a sentarse en un sillón mientras hace gestos hipnóticos: así, a la imaginaria Antonia le habla, la interroga sobre su edad e incluso parece tomarle el pulso y escuchar atentamente las respuestas. Finalmente le pide que cante, a lo que Crespel se opone; entonces se oyen trinos que Antonia hace desde su habitación y Milagro dice que seria una lástima librar a la muerte de tan bella presa y comienza a cantar ofreciendo unos frascos con medicina, mientras Crespel lo hecha de su casa y Hoffmann, ahora enterado del por que de la prohibición de Crespel, promete salvarla. Pero, a pesar que Crespel ha asegurado la puerta, Milagro entra a través del muro y continua cantando mientras Crespel lo maldice y hecha de la casa saliendo con él.
Hoffmann queda sólo, le pide a Antonia no preguntar nada y que le prometa no cantar más; ahora Antonia cree que su amado se ha convertido en cómplice de su padre, pero igual promete no cantar. Hoffmann abandona la casa.
De pronto aparece Milagro detrás de Antonia y la cuestiona de por qué no debe cantar. Antonia, que no ha visto quien le habla, no sabe si es el cielo o el infierno quien le habla y Milagro no cesa de recalcar el valor y la fama que su don le daría, pero Antonia entiende que es el demonio quien le habla. Milagro desparece y Antonia se dirige ahora al retrato de su madre. Milagro, apareciendo en otro lado, le recrimina hablarle a su madre De pronto el cuadro se ilumina y comienza a hablarle, es Milagro, pero con la voz de la madre de Antonia, pretendiendo confundirla y engañarla. La voz se presenta a Antonia como su madre y Milagro le sugiere escuchar aquella voz que esta cantando y le pide acompañarla mientras él baila y toca su violín. Antonia extasiada canta casi con desesperación y Milagro sale riendo mientras Crespel entra en escena. Antonia, ya agotada y punte de fallecer asegura oír a su madre que la llama y cae en brazos de su padre quien llora su hija, Hoffmann entra acompañado con Niklaus, quien impide que Crespel mate a Hoffmann, a quien culpa de la desgracia. Hoffmann pide un médico y aparece Milagro quien, tras tomarle el pulso a Antonia, la declara muerta.
Acto III
En Venecia. La galería de Fiestas de una palacio, el de la cortesana Guilietta, que da al gran canal con góndolas.
El acto inicia con la Barcarolle que, a coro, canta a las delicias, caricias y embriaguez que la bella noche de amor propicia. A pesar de esto, Hoffmann no se muestra muy ilusionado respecto al amor, brindando por él, pero a través del vino y del placer pasajero. Entonces aparece Schlemil, aparentemente el dueño de la casa, junto con Pittichinaccio, sirviente suyo. Guilietta presenta a Hoffmann como poeta extranjero invitado e invita a todos a jugar, Hoffmann se apresura a tomar el brazo de Guilietta, pero Schlemil no se lo permite. Todos salen, menos Hoffmann y Niklaus quien le hace saber, que por cualquier causa, tiene listos dos caballos para salir de inmediato, pero Hoffmann le tranquiliza aclarándole que no piensa enamorarse de una cortesana. A pesar de ello Niklaus le advierte que tenga cuidado con el diablo. Dapertutto (la última encarnación del enemigo de Hoffmann) hace notar que Giulieta trabaja para él y, si Schlemil ya sucumbió, no ve por que Hoffmann no caerá en su hechizo y canta una aria sobre un mágico diamante, que él mismo porta, con el que ha convencido a Guilietta de trabajar para él. Ella aparece y se acerca fascinada por la joya y pregunta que debe hacer, Dapertutto, que ya ha obtenido la sombra de Schlemil le pide ahora el reflejo de Hoffmann, pues con su reflejo su alma también será suya (aunque antes parece sólo querer hacer infeliz a Hoffmann destruyendo o matando sus amores ahora pretende despojarlo de su alma). Guilietta queda sola y Hoffmann regresa desilusionado pues ha perdido en el juego, Giulietta actúa muy bien como victima del amor y Hoffmann, sorpresivamente y contrario a sus ideas, le declara estar enamorado. Ella le pide que se vaya, pues corre peligro y promete ir con él la mañana siguiente, cantan a dúo amorosamente y ella le pide le deje su reflejo para tenerlo presente, y aunque él en un principio se niega, termina convencido por Guilietta. En ese momento Schlemil los sorprende y llama a todos, mientras Giulietta le dice a Hoffmann que Schlemil tiene su llave, Pittichinaccio propone a Schlemil darle muerte al amante. Dapertutto se acerca a Hoffmann con un espejo mostrándole que su reflejo ya no le pertenece mientras que los invitados se burlan de él. Niklaus le pide huir, pero Hoffmann aun está enamorado y no quiere dejar a Guilietta, quien encuentra cada vez más atractivo el diamante de Dapertutto, y despidiendo a los invitados sale con ellos de escena. Schlemil, enardecido por las palabras de Hoffmann, lo reta a un duelo en el que Schlemil, con la espada que Dapertutto le acaba de ofrecer a Hoffmann, es herido de muerte. Hoffmann toma una llave del pecho del malherido y corre a las habitaciones de Giulietta mientras Pittichinaccio se asegura que su amo ha muerto y Dapertutto, tranquilamente, saca su espada del cuerpo y sale. De nuevo y a lo lejos se oye la barcarolle y Guilietta, mientras Hoffmann le dice bruja, aparece en una góndola huyendo con Dapertutto y Pittichinaccio.
Epílogo.
De nuevo en la taberna de Luther
El grupo de estudiantes en torno a Hoffmann ha escuchado atentamente las tres historias; en el teatro vecino la representación de Don Giovanni ha terminado y aclaman a Stella, entonces Niklaus apunta que tres damas en las historias, todas juntas son una: Stella. Aunque todos brindan por ella Hoffmann se muestra molesto y le pide a su amigo que se calle proponiéndole calentar el ponche y seguir bebiendo hasta embriagarse. Pronto todos están totalmente ebrios y se amontonan en la habitación contigua. Hoffmann cae borracho en la mesa mientras en el fondo, entre los toneles, aparece la Musa iluminada, enamorada de Hoffmann, que lo reclama y consuela. Hoffmann, extasiado, cae en la mesa. Stella entra y ve a Hoffmann dormido, piensa ella; Niklaus le aclara que está muy ebrio, pero que el consejero Lindorf la está esperando. Así, Stella y Lindorf salen tomados del brazo y el coro de estudiantes reaparece concluyendo la ópera.
Jorge
Barradas G.