LA EPOCA DE RICARDO
En 1797, Ricardo leyó La Riqueza de las naciones, de Adam Smith. Hasta ese momento, el joven y exitoso financista que era Ricardo dividía su tiempo entre los negocios (que le proporcionarían una considerable fortuna) y las ciencias naturales, a las que era aficionado desde niño. A través de la obra de Adam Smith, Ricardo descubrió que la economía también estaba regida por leyes objetivas, como las que gobiernan la química y la física, y comenzó a estudiarlas (y en muchos casos a descubrirlas) de una manera sistemática. Hasta ese momento, y durante al menos un milenio, el pensamiento económico había sido una rama menor (cuando no un pariente pobre) de la filosofía. A Platón y a Aristóteles les había importado determinar la legitimidad ética de los comportamientos económicos individuales; los escolásticos habían fijado la obligación de pagar salarios decentes y pedir precios justos, a fin de conservar la armonía del cuerpo social. En una etapa posterior, con el desarrollo del comercio a nivel mundial, los estudiosos comenzaron a preocuparse menos de los conflictos morales suscitados por la actividad económica que por los problemas prácticos que la economía planteaba para una administración eficaz. Pero ni los filósofos griegos ni los escolásticos ni los mercantilistas pudieron adivinar que la economía llegaría a convertirse en una ciencia bastante exacta y precisa.
Pero en la época de los mercantilistas la economía se diferenciaba ya muy claramente del "arte de la buena administración doméstica" descrito por Platón; expresaba la aspiración a encontrar los medios más aptos para incrementar la renta nacional y para conseguir un equilibrio entre las distintas ramas (agricultura, industria, comercio) de la producción. Los mercantilistas se vieron enfrentados a las cada vez más complejas cuestiones de las balanzas de pagos, de la política fiscal, del comercio interior y exterior, a medida que Europa abandonaba la "economía natural" o cerrada para adentrarse en la "economía del tráfico". En ese largo camino, los mercantilistas tuvieron que resolver innumerables problemas teóricos y encontrar un denominador común para las disciplinas especializadas que se ocupaban de los diversos aspectos de la actividad económica, considerada por sectores.
El período científico de la economía comienza a mediados del siglo XVIII; en esos años aparecieron tres obras fundamentales en el desarrollo de la nueva ciencia: el Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general, del irlandés R. Contillon (1680-1734); la Tabla económica, del francés F. Quesnay (1694-1774), y, sobre todo, la Riqueza de las naciones, del inglés Adam Smith. Todas ellas forman parte de la llamada escuela clásica de la economía, que llegaría a su culminación con la obra y el pensamiento de David Ricardo.
A partir de 1809, David Ricardo se convirtió en colaborador habitual del Morning Chronicle, que expresaba los intereses y puntos de vista de la burguesía industrial británica. Se trataba de un período combativo, que oponía el tradicionalismo e intransigencia puritana imperantes en el país los principios de la ciencia y una actitud pragmática (cuando no indiferente) en materia religiosa. Las colaboraciones de Ricardo tuvieron una repercusión amplia e inmediata en dos sectores: el científico y el político. En los medios académicos causó admiración el lenguaje preciso y la solidez metodológica de los artículos de Ricardo, deudores sin duda de su frecuentación de las ciencias naturales. Los políticos, especialmente los que expresaban la creciente influencia de los industriales, no tardaron en advertir que las argumentaciones de Ricardo, deudores sin duda de su frecuentación de las ciencias naturales. Los políticos, especialmente los que expresaban la creciente influencia de los industriales, no tardaron en advertir que las argumentaciones de Ricardo, su fría disección de los hechos económicos, constituían armas valiosas para el partido progresista. El mismo fenómeno se produjo cuando Ricardo publicó - sobre la base de sus colaboraciones en el "Morning Chronicle" - sus primeros libros importantes, entre los que tiene especial relevancia el titulado El alto precio del lingote, que apareció en 1809.
El prestigio académico y político de que gozaba Ricardo hizo que nadie se extrañara cuando, en 1813, fue elegido miembro del Parlamento, como representante de Portarlington. La defensa del librecambismo que Ricardo realizó en el Parlamento contribuyó de modo decisivo a fijar, de manera perdurable, la posición británica en el comercio mundial. Desde ese momento, Ricardo abandonó - sin pena ni nostalgia - toda actividad empresarial; dejó sus negocios en manos confiables o los vendió; la fortuna que había acumulado le permitía vivir libre de sobresaltos. Así pudo dedicar todas sus energías a la actividad parlamentaria y al estudio científico, que no se limitaba a la economía: desde su primera juventud, Ricardo se había interesado por la geología, la química y las matemáticas.
El prestigio de Ricardo se extendió a nivel continental a raíz de la publicación de los Principios de economía política y tributación. Aunque los periódicos conservadores criticaron el libro, cuyo estilo calificaron de "oscuro" y poco preocupado por el lector común, los Principios... se convirtieron en un libro de consulta imprescindible para los especialistas de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y España. De esta época data la fluida correspondencia que Ricardo mantuvo con economistas de todo el mundo. El estudio de esta correspondencia arroja nueva luz, a menudo, sobre algunos aspectos parciales de la teoría ricardiana; su muerte, a los cincuenta y un años, impidió a Ricardo ampliar su obra escrita; los numerosos proyectos que anunciaba en sus cartas no llegaron a cumplirse. Pero en su correspondencia quedaron indicios suficientes como para que quedara completa su concepción de la actividad y de las ciencias económicas. Ese es el caso de la teoría monetaria de Ricardo, que lleva hasta sus últimas consecuencias la noción cuantitativa del dinero, o de sus tesis en defensa del comercio internacional libre, que aparecen sobre todo en sus cartas.
Influencia posterior
La obra de Ricardo, que constituye la culminación de la economía clásica, ha tenido dos grandes derivaciones: la tendencia neoliberal y la tendencia marxista, tras un período de transición al que comúnmente se denomina neoclásico y cuyos principales representantes son James Mill y John Stuart Mill.
En la tendencia neoliberal destaca, por su fertilidad científica, la etapa que arranca en 1874 con la publicación de Elementos de economía política, del francés L.M.E. Walras (1834-1910), que distingue por primera vez entre la teoría económica y la política económica. Este momento se prolonga con la actividad de las escuelas marginalistas (para las cuales todo proceso económico tiene como base las motivaciones subjetivas de los individuos, cuya medida se expresa en términos de las ganancias que reportan determinados bienes) que floreció en las escuelas de Viena, la de Lausana y posteriormente la famosa escuela de Cambridge.
La ciencia económica experimentó, a partir de 1930, una etapa de enorme expansión en el plano de la teoría, pero también en el de la aplicación de sus conclusiones a la política económica concreta de numerosos gobiernos, en los países centrales. Esta etapa llegó a su cumbre con la revolución que la obra de J.M. Keynes (1883-1946) supuso para la economía. Para Keynes, un economista de indudable estirpe ricardiana, la economía clásica limitaba su ámbito al de los fenómenos de la microeconomía; para completar la visión científica del proceso económico había que descubrir "la otra cara de la Luna", es decir, analizar los grandes procesos económicos de alcance mundial, la macroeconomía. A través de Keynes, la influencia de las principales ideas de David Ricardo constituye un punto de partida fundamental. Los fundadores del materialismo dialéctico consideraban que esta doctrina heredaba la filosofía clásica alemana, el socialismo utópico francés e inglés y la economía clásica de Adam Smith y David Ricardo. A partir de 1850, Carlos Marx, instalado en Londres, inicia la redacción de su obra maestra, El capital; sus primeros trabajos son a la vez una revisión y un intento de llevar a un plano superior la ideas centrales de Ricardo: ése es el sentido que tienen la Contribución a la crítica de la economía política, el Esbozo a una crítica de la economía política y las Teorías de la plusvalía. En estos textos, Marx prestaba una atención especial a la teoría del valor ricardiana, y apuntaba que en la economía política clásica se confundían las nociones de valor agregado por el trabajo y precio de la producción; propuso, memorablemente, que entre el valor del trabajo y el precio existía un tercer elemento, la plusvalía (los excedentes que el poseedor de los bienes de capital expropia a la producción social de la riqueza).
Tras llegar a esas conclusiones, Marx emprendió, en los escritos que configuran el primer tomo de El Capital, una crítica minuciosa del conjunto de la obra ricardiana. Esa actitud crítica no impidió a Marx manifestar su admiración por el genial economista inglés, el primero - afirma - que pensó en términos dialécticos la realidad de los procesos económicos que caracterizan al sistema capitalista.