Lo que ayer afirmé, cuando lo decía estaba plenamente convencido, y hoy que lo niego también estoy plenamente convencido. . . W. Churchill
Cuando los que viven como viven ya no pueden vivir más así y porque los que viven como viven ya no quieren seguir así, algo debe cambiar.
No basta saber, hay que aplicar lo que se sabe; no basta querer hacer las cosas, hay que hacerlas. . . Goethe
Gran cosa es haber recibido del cielo una partícula de sabiduría, el don de relacionar las cosas, la facultad de compararlas y el talento para saber concluir. . . Machado de Assis
Si queremos lograr algo grande, debemos concentrar todos nuestros esfuerzos en un único objetivo y no preocuparnos de lo que dicen los demás. . . Goethe
Un hombre no debe avergonzarse nunca de confesar su equivocación, lo que, en otras palabras quiere decir que es más sabio hoy que ayer. . . J. Swift
La victoria sobre sí mismo es la mejor de las victorias. . . Platón
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Pasamos muchos años de nuestra vida queriendo "cambiar el mundo". Y el mundo son los otros, y "los otros" son los que piensan distinto, los que no hacen lo que queremos, los que no son como queremos, los que no nos dan lo que esperamos de ellos.
Y dentro de esos otros, por supuesto, está nuestra familia, nuestra pareja, nuestros amigos, los compañeros del colegio, de la facultad, del trabajo, los vecinos, las instituciones sociales, el país, los países vecinos, el mundo entero y hasta el universo...
Así vivimos en un proyecto tan enorme como imposible, acumulando cada vez más frustración.
¿Qué pasaría si admitiéramos una equivocación en nuestro planteo? ¿Qué pasaría si nos diéramos cuenta de que somos parte del mundo? Y que esa es la única parte que tenemos a nuestro alcance para modificar más fácilmente...
¿Y si el error estuviera en nuestra manera de pensar y no en el afuera? ¿Qué pasaría si en vez de mirar distraídamente empezáramos a VER? Si en vez de juzgar al otro meditáramos primero por qué hace lo que hace, cuál es su historia de vida que lo lleva a pensar y actuar así.
¿Qué pasaría si empezáramos a modificarnos nosotros mismos desde lo cotidiano, desde lo posible, y cambiáramos con los que nos rodean: saludando más, sonriendo, mirando a los otros, descubriéndolos, agradeciendo, respetando, reconociendo, estando más abiertos a lo que les pasa, viendo nuestras limitaciones, aceptando nuestra ignorancia, alentando, ayudando, creando una historia diferente?
Seguramente debajo de lo que sucede hay razones que podemos ir develando, simplemente tendríamos que cambiar la óptica: abandonar los juicios y abrirnos a las opiniones, dejar las verdades absolutas y optar por las relativas; reconocer lo limitado de nuestra percepción y la mezquindad de muchas de nuestras emociones y propósitos.
¿Qué pasaría en el afuera entonces? La respuesta la tendrá quien haga el intento, esa revolución interior de hacerse dueño y responsable de la propia vida, partícipe y co-fundador de la sociedad y del universo que habitamos.
Nadie puede hacerlo por nosotros, la felicidad es el fruto del esfuerzo noble, del trabajo bien encaminado, ganándola palmo a palmo, jamás en contra de alguien sino a favor de nosotros y de los otros.