En el transcurso de nuestra vida, oímos y leemos muchas palabras, aunque aprendamos bastante poco. No es suficiente que la palabra tenga un sentido; no basta comprenderla con la razón, es preciso que luego se integre a nuestro sentir y nuestro actuar.

¿De qué sirve poder evaluar la palabra "tranquilidad" cuando nuestra paz interior desaparece ante el menor choque con las asperezas de la vida?

¿Para qué exaltar la palabra "amor" cuando nos llenamos de ira ante el fracaso de la primera tentativa?

La palabra "perdón" es muy hermosa, pero no vale la pena pronunciarla cuando no se tiene capacidad de comprender y resistir a las ofensas.

"Paciencia" es un término que requiere mucha fuerza de voluntad para ser vivida o sentida. Casi siempre la inquietud invade a quienes no saben persistir en la lucha en busca de un ideal. Son necesarios muchos esfuerzos y mucha perseverancia en el aprendizaje.

La enseñanza ha de ser absorbida de tal forma que se transforme en parte integrante de la manera de ser de cada uno. Pensar de una manera y actuar de otra, revela lo poco que se ha aprendido.

Las conquistas del espíritu deben ser manifestadas en obras, sin alardes. Las virtudes expresadas en el intercambio humano, afianzan el valor de la personalidad, sin necesidad de exaltación ni alabanza. Si analizamos nuestras actitudes y pensamientos verificaremos cómo estamos viviendo el sentido de las palabras "serenidad", "amor", "perdón. Percibiremos entonces que nos falta aún mucho por aprender. Estudiemos más, leamos mucho, pongamos el trabajo en orden y examinemos nuestra capacidad de aprovechamiento. Aunque lo conquistado fuera poco, seremos bendecidos por ello, pero no olvidemos que es necesario lograr más, mucho más.

Julio de 1999