"Disimular una falta con una mentira es reemplazar una mancha por un agujero".
"La más vieja de las enfermedades humanas es el temor a lo nuevo".
"Para dejar de ser incomprendido, es necesario comenzar a comprender".
"El amor está hecho de temores. Miedo a perder a aquel que consideramos indispensable para nuestra vida. Miedo a no poder existir sin él. Miedo a hacer alguna cosa que pueda inducir al desamor, miedo, miedo, miedo."
"Muchas veces encuentra el hombre su destino en el mismo camino que toma para huir de él". La Fontaine
"A veces, conseguir lo que se desea es una manera de perder".
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Es un hecho, reconocido en sicología, que una gran mayoría de seres humanos no llega nunca a alcanzar la madurez emocional. Hombres y mujeres de 50 ó más años, tienen reacciones infantiles en sus actitudes ante la vida. El objeto de la sicología es precisamente el de capacitar al ser humano para un crecimiento normal. El crecimiento físico es independiente de la voluntad, sucede por sí mismo, siguiendo el patrón establecido por la naturaleza. En la misma manera crece la inteligencia, la fuerza física, la experiencia. El ser humano no podría impedir estos crecimientos aunque se lo propusiera, pero no ocurre lo mismo con el desarrollo emocional. La estadística dice que 4 de cada 10 varones se niega a crecer: les cuesta asumir responsabilidades; son egoístas que sólo piensan en sí mismos.
Entre los inmaduros hay gente que se siente solitaria, aún en medio de su familia y rodeada de amigos. Gente que teme a todos los males, reales o imaginarios, que puedan alterar su vida. Gente que alega que los demás no lo comprenden, que desprecia a los demás, que cree que todos los que lo rodean son inferiores, que él es el único que realmente vale.
El trabajo se convierte para algunas personas en un medio para olvidarse y escapar de los problemas de la vida; cuando esto ocurre, hay una evidente falta de equilibrio.
La madurez es equilibrio. La persona adulta sabe lo que quiere y lo que puede, el camino que recorre y lo que puede esperar de la vida. Da importancia al autoanálisis, para catalogar sus defectos reales, para eliminarlos. Y conocer sus aptitudes positivas, para hacer buen uso de ellas.
Veamos algunas actitudes que pueden ayudarnos a madurar:
Desidentificarnos del pasado y vivir el presente.
Poner al descubierto los propios temores, para hacerles frente.
Cultivar la comprensión y el perdón, para nosotros y los otros.
Cultivar el amor y la compasión, dar y recibir en las relaciones.
Liberarse y desprenderse de conceptos egocéntricos, de excesiva preocupación por sí mismo.
Pedir perdón puede creerse una debilidad, pero hacerlo exige fortaleza para admitir las propias fallas, debilidades y fracasos. Pedir perdón restaña vínculos dañados, ya que los rencores hacen estragos en las relaciones de familia y de pareja. Admitamos que hemos obrado mal, expliquemos por qué, manifestemos que no fue deliberado; expresemos nuestro arrepentimiento y hasta intentemos hacer una reparación adecuada. Recordemos que el perdón es curativo.
Las características generales de la madurez son: aceptar la crítica y agradecer la oportunidad de mejorar que brinda. Dominar los impulsos. No esperar consideración especial de los demás; no esperar ser comprendido, sino tratar de comprender. Gobernar su temperamento, no demostrar su disgusto. Afrontar con serenidad la emergencia. No ser susceptible, no sentir fácilmente lastimado su amor propio. Aceptar la responsabilidad de sus propios actos sin justificarse. No impacientarse por tardanzas razonables. Saber perder; poder soportar la derrota y la desilusión sin quejarse. No preocuparse indebidamente por las cosas que puede remediar. No alardear ni fanfarronear. Alegrarse sinceramente del éxito y fortuna de los otros. Ser lo suficientemente tolerante para los demás.
Octubre de 1998