por Gabriela De Cicco,
(publicado en el diario "El Litoral", 1997)
Durante los últimos quince años de producción poética argentina hemos podido observar cómo un grupo de mujeres poetas fueron realizando una obra que permitió por un lado, remover el aire viciado producido por el arrastre de ciertas tradiciones literarias, y por otro, le fue dando voz a un silencio, que bien podríamos llamar forzado a causa de la dictadura militar.
Ritmos tartajeantes, tramas fragmentarias, arrimos salvajes (en un primer momento) y luego una conciencia plena del uso de la palabra sirvieron para poder realizar lo que hasta ese momento nunca se había planteado tan abiertamente en la escritura (dentro del ámbito de la escritura de mujeres): decir el vacío, el silencio, la muerte, la historia personal, lo doméstico, lo familiar desde un nuevo punto de vista, y además intentar darle una vuelta de tuerca a esa referencia tan cercana que para muchas de esas poetas era aún la poesía de Alejandra Pizarnik.
Muchas han sido las líneas y temas que han encarado esas poetas con un trabajo profundo de reflexión; pero la más fuerte de ellas (a mi entender) fue la de plantear y rever la posibilidad de una genealogía propia, basada en el dato auto/biográfico pasado por el tamiz de la ficción y de un diálogo amoroso e interdisciplinario con otras creadoras, con el objetivo de crear, casi de la nada, un lugar donde poder engarzar el nuevo sujeto social mujer, productor de cultura, de poesía ( en este caso) que estaba naciendo.
Pareciera que esas poetas de alguna manera se estaban planteando una pregunta semejante a la que postula Alberto Girri al decir: "Preguntarse cada tanto/ Qué hacer/ del viejo yo lírico", cita que es una de las dos que abre el nuevo libro de poemas de Alicia Genovese, El borde es un río.
Sin dudas el borde de un río subterráneo y personal puede ser dibujado por el ritmo y el vértigo de la poesía; y ésto es lo que parece suceder en el libro de Genovese. Poemas donde una mujer se asoma a un borde que preanuncia: La Ausencia, La Opulencia, La Rompiente, y La Vuelta.
Tituladas así cada una de las partes de este recorrido poético, podemos ver cómo una mirada particular va pintando en cada una de ellas "la memoria/ en la que cada cosa tenía/ su color/un ojo de costumbres" que pretende hacer de lo cotidiano la rutina de lo nuevo, como cuando "cada objeto fuga/de su atributo doméstico". Allí, en ese lugar maravilloso de transformación es donde se manifiesta el poderío verbal de esta poesía.
En ella parecen confluir, pero no a manera de influencia, ciertos trabajos sobre ese "yo lírico" y sobre la historia personal planteados claramente o sesgadamente por Mirta Rosenberg en Madam, Claudia Melnik en su Viajeras del Beleño, Mónica Tracey en Hablar de lo que se ama, y Mónica Sifrim en Novela Familiar, por dar algunos ejemplos.
En el libro de Genovese estos cuestionamientos, estas presentaciones aparecen potenciados: "Una olla hirviendo/ en la cocina/ es una hoguera, rito/ del solsticio/ que quema desamor, invita/ a las mezclas azarosas/ a la improvisación/ de las especias/ Los nuevos visitantes olisquean/ preguntan...".
Y como respuesta la provisoria certeza que brinda el recorrer las huellas hacia atrás, hacer del pasado un lugar propicio, propiciatorio: "Camino Negro/ y París/ azar la intersección de calles suburbanas/ como falla geológica/ que conduce hacia la casa paterna/ Después/ de los viajes, las universidades/ bordear callecitas, pasos de frontera:/ el sueño de abundancia como parte/ de la indigencia/ un trastorno, los zapatos/ Fortines enrejados, tolderías de chatarra/ casitas/ de la época de Perón, París/ y Camino Negro; clase de historia/ argentina".
La poesía de Alicia Genovese se nos presenta también en El borde es un río, como un trabajo fecundo sobre la "anonimia", llevándonos así a releer sus anteriores libros, desde los cuales viene germinalmente trabajando una constante reformulación del decir de la mujer que es parcial o totalmente borrada.
Anonimia propia o ajena transformada en presencia que canta sirve para poder pensar un nuevo mapa de escritura: " si topografía deseante/ el borde es un río"; borde que abisma las "definiciones de cambio y persistencia".
Río de las mutaciones que le ha permitido a la poeta fundir en su voz dos vertientes: lirismo y reflexión, que como ha señalado acertadamente María del Carmen Colombo: "constituyen en la escritura de Alicia Genovese, un acople no previsible para la poesía argentina actual".
(Alicia Genovese: "El borde es un río", Libros de Tierra Firme, 74 págs.)
©1997-2002 Gabriela De Cicco.
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También podés leer poemas de Alicia Genovese en la Antología de Mujeres poetas