Fuente: Galicianet.com Galicia es, en la actualidad, una comunidad autónoma considerada como "nacionalidad histórica" por la constitución española. Desde 1978 la comunidad gallega cuenta con órganos de gobierno propios que rigen, junto al gobierno central, los destinos de esta tierra. En 1981 se aprobó el Estatuto de Autonomía que define hasta hoy el marco político en el que se mueve. La denominación de "nacionalidad histórica", debedora en su mayor grado a la actividad del galleguismo en la época republicana, oficializa la historiografía gallega como una disciplina de entidad propia, deslindada de la historia del resto de la península. Así se puede hablar de una historia de Galicia, historia de características propias que presenta como rasgo principal la continuidad, sin grandes fallas en su discurrir. Los cambios son muy lentos, ya que los diferentes pueblos que han habitado esta tierra han demostrado una capacidad enorme para el sincretismo y una falta casi total de etnocentrismo. Los primeros habitantes de los que tenemos noticia son recolectores de marisco del cuaternario. Se asentaban en el litoral y desarrollaban una economía de conchero; el mar, ya en los albores de su historia, es el referente de los habitantes de Galicia. Al comenzar la Edad de Bronce se difunde en la tierra galaica la cultura dolménica, de la que son testigos los numerosísimos monumentos funerarios (mámoas) que se encuentran dispersos por toda su geografía. La llegada de contingentes indoeuropeos al comienzo de la Edad de Hierro no provocó grandes cambios en la población, que continuó con su industria metalúrgica del bronce, del oro y de la plata. Pero el factor más decisivo de esta época fue el nacimiento de las primeras organizaciones urbanas: los castros. Cabañas de planta circular conforman estos primeros asentamientos, localizados en lugares estratégicos de fácil defensa. Todas estas tribus del noroeste peninsular, junto con las cántabras, fueron vencidas por Augusto (29-19 a. J.C.); el último episodio del sometimiento a Roma se vivió en el Mons Medullius, monte que los historiadores actuales sitúan cerca de Tuy. Pese a este sometimiento, el proceso de romanización de los habitantes de la Gallaecia -nombre dado por los romanos al territorio que comprende la actual Galicia, Asturias y el norte de Portugal- fue muy lento y limitado. Hacia el 419 llegaron los suevos a la Gallaecia y establecieron su reino; el dominio militar de esta minoría sueva, sin embargo, no ocultaba una sociedad galaicorromana que, en muchos aspectos siguió conservando sus formas de vida. En el 585 los suevos son vencidos por los visigodos y Galicia pasa a formar parte del estado visigodo; de nuevo, el cambio militar no afectó de forma determinante a la base social. En esta época la denominación de Galicia comprendía tres zonas diferenciadas: la asturicense, la lucense (la Galicia actual) y la bracarense (N de Portugal). La presencia de los musulmanes en esta zona de la península fue meramente testimonial (30 años), lo que provocó el alejamiento con que vivió el largo periodo de la reconquista. Tras la expulsión de los moros, Galicia quedó apartada del centro decisorio del reino asturiano, lo que benefició a los grandes señores poseedores de las tierras que se convirtieron en los auténticos dominadores de esta situación de semiindependencia, que se prolongó hasta los reyes católicos. Los leves intentos de crear el reino de Galicia chocaron siempre con la oposición de los nobles, que conspiraron contra los pretendientes. De este periodo hay que resaltar dos hechos fundamentales para el posterior devenir histórico de Galicia: el norte de Portugal se separa de Galicia y se descubre la tumba del apóstol Santiago, centro de peregrinación de todo el mundo católico a partir de entonces. Las familias señoriales por un lado, y los obispos y monasterios por otro, se repartían la tierra y el poder en Galicia. Los campesinos vivían oprimidos en este régimen feudal, lo que provocó durante los siglos XIV y XV frecuentes sublevaciones, siendo las más importantes las de los irmandiños.La semiindependencia política que disfrutaba la nobleza gallega se terminó con los Reyes Católicos, que impusieron por la fuerza su justicia, eliminando a los nobles levantiscos o enviándoles fuera de Galicia. Pero al control político no vino unido el económico, y los señores siguieron con la posesión de la tierra y explotando a los campesinos. Con los primeros austrias en el trono Galicia disfruta de un breve periodo de prosperidad ligado al desarrollo de las empresas navales del Atlántico. Con las expediciones del norte del océano y el fomento de la pesca, aparecieron en la costa galaica ciudades y villas opulentas y bien pobladas, como Pontevedra, Vigo, Redondela, Bayona, Coruña, Betanzos, Vivero y Ribadeo. Pero con el desastre de la armada invencible, la actividad naviera se redujo de forma brusca y se acabó la época de las vacas gordas. La puntilla la pusieron las largas guerras con Portugal que Galicia, como región fronteriza, sufrió en mayor medida. La situación al comienzo del siglo XVIII era desastrosa, con una agricultura paralizada por el problema de la propiedad que provocó frecuentes hambrunas. Como mínimos datos positivos de esta época cabe señalar el inicio del desarrollo de dos actividades económicas que tendrán gran importancia en el futuro: la ganadería (vacuna y porcina) y la pesca. La lastimosa situación en la que vivía el país provocó el acentuamiento de la emigración, que se mantuvo a niveles catastróficos hasta más allá de mediados del presente siglo, convirtiéndose en uno de los rasgos más definitorios del ser gallego. Las ciudades costeras, mientras tanto, seguían su lento desarrollo y se iba conformando una burguesía gallega de escasa entidad. Su peso, al comienzo del XIX, se reducía a las ciudades, posicionándose en muchas ocasiones a la vanguardia de la lucha por las reformas liberales.Pero en el campo la situación no variaba y el campesinado seguía en una precarísima situación, ahora sostenida por la red caciquil que controlaba el mantenimiento del poder en manos de los señores.La emigración que antes se dirigía al resto de España o a Portugal tiene ahora en América su principal destino. Frente a este panorama desolador en lo económico y lo social, la cultura gallega comienza a renacer; la literatura y la historiografía fueron los estiletes utilizados por manos maestras como las de Rosalía de Castro o Manuel Murguía. Tras el renacimiento ("Rexurdimento") cultural vino el político. Los primeros titubeos de Alfredo Brañas y su regionalismo conservador se fueron radicalizando hasta llegar a la O.R.G.A., partido republicano de proyección española, afín a las posiciones azañistas y que tendrá gran importancia durante la segunda república.Gente como Casares Quiroga o Castelao encabezaron este proceso de galleguización política que llevó a la plebiscitación de un estatuto de autonomía, que no llego a ser aprobado por las cortes al producirse el levantamiento de los nacionales. Galicia, a pesar de cierta resistencia, fue ocupada rápidamente por los nacionales (julio de 1936), aunque pervivieron grupos guerrilleros antifranquistas hasta mediados de los años cuarenta. Durante la dictadura se promovió, tanto desde la emigración (más de millón y medio de gallegos emigraron durante este siglo) como desde el interior, el sentido histórico de la nación gallega lo que llevaría al nacimiento en 1964 de la Unión do Pobo Galego, vinculando nacionalismo y masas populares con una estrategia socialista. Junto a este movimiento nacionalista se daba uno autonomista que saldría triunfante en el proceso de transición democrática subsiguiente a la muerte del dictador. En 1981 Galicia veía aprobado su estatuto de autonomía. |
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