Marcos es una de las personas con mas talento para relatar cuentos. Aquí comparto 4 de sus cuentos, espero los disfruten tanto cómo yo. Incluyo los títulos para hacerte mas fácil el navegar esta página.
LA HISTORIA DEL RUIDO Y EL SILENCIO
Hubo un tiempo en los tiempos en que el tiempo no se contaba. En ese tiempo los más
grandes dioses, los que nacieron el mundo, se estaban caminando como de por sí se caminan
los dioses primeros o sea bailando. En ese tiempo mucho ruido había, por todos
lados se escuchaban voces y gritos. Mucho ruido y nada se entendía. Y es que el ruido
ése que se había no era para entender nada, sino que era ruido para no entender nada.
Creyeron primero los dioses primeros que el ruido era música y baile y rápido tomaron
sus parejas y se empezaron a bailarse así, y el Viejo Antonio se pone de pie e
intenta un paso de baile que consiste en balancearse sobre un pie primero y luego sobre el
otro. Pero resulta que el ruido no era música ni era baile, era ruido pues, y no se
podía bailarse y estarse alegre. Y entonces los dioses más grandes se pararon a escuchar
con atención para saber qué quería decir ese ruido que se oía, pero nada que se
entendía nada, porque era ruido el ruido, pues. Y como el ruido no se podía bailar, pues
entonces los dioses primeros, los que nacieron el mundo, ya no pudieron caminar porque los
dioses primeros caminaban bailando y entonces se detuvieron y muy tristes se estaban sin
caminar porque muy caminadores eran estos dioses, los más grandes, los primeros.
Y unos de los dioses trataron de caminarse, o sea bailarse con el ruido ése, pero no se
podía y perdían el paso y el camino y se chocaban unos con otros y se caían y se
tropezaban con árboles y piedras y mucho se lastimaban estos dioses, se detiene el
Viejo Antonio para volver a encender el cigarro que la lluvia y el ruido le apagaron.
Después del fuego sigue el humo, después del humo sigue la palabra:
Entonces los dioses se buscaron un silencio para orientarse otra vez, pero no lo
encontraban por ningún lado al silencio, a saber dónde se había ido el silencio y con
razón porque mucho era el ruido que había. Y desesperados se pusieron los dioses más
grandes porque no encontraban el silencio para encontrarse el camino y entonces se
pusieron de acuerdo en una asamblea de dioses y mucho batallaron para la asamblea que se
hicieron porque mucho era el ruidero que se había y por fín acordaron que cada uno
buscara un silencio para encontrar el camino y entonces se pusieron contentos por el
acuerdo que tomaron pero no muy se notó porque había mucho ruido. Y entonces cada dios
comenzó a buscarse un silencio para encontrarse y
empezaron a buscar a los lados y nada, y arriba y nada, y abajo y nada, y como ya no
había por dónde buscar un silencio pues empezaron a buscarse dentro de ellos mismos y
empezaron a mirarse adentro y ahí buscaron un silencio y ahí lo encontraron y ahí se
encontraron y ahí encontraron otra vez su camino los más grandes dioses, los que
nacieron el mundo, los primeros.
Se calló el Viejo Antonio, la lluvia también. Poco duró el silencio, rápido llegaron
los grillos a terminar de romper los últimos trozos de esa noche de febrero hace diez
años.
Ya amanecía la montaña cuando el Viejo Antonio se despidió con un Ya vine.
Yo me quedé fumando unos pedacitos de silencio que la madrugada olvidó en las montañas
del sureste mexicano.
Vale de nogada. Salud y que el ruido ayude a encontrar el silencio, que el silencio ayude
a encontrar el camino, y que el camino ayude a encontrarnos...
El Sup estornudando por las posiciones demagógicas y aspiraciones ilegítimas de
poder político que se producen sobre una ceiba mojada.
LA HISTORIA DEL ARCOIRIS
Estaba ya la tarde por dejar de serlo. Había ese gris brillante que anuncia también la
madrugada. El Viejo Antonio terminó de
acomodar dos costales de café pergamino y se fue a sentar a mi lado. Yo esperaba la
llegada de un enlace que me ayudaría a
cruzar por un poblado en el que no había compañeros. El cruce debía de ser de noche.
Amanecía enero y amanecía 1986. Tiempos de esconderse todavía, de ocultarnos de
aquellos de los que seríamos parte luego. Yo miraba hacia occidente y, emboscado detrás
del humo de la pipa, trataba de soñar una mañana diferente.
El Viejo Antonio se quedó silencio y apenas si hizo el ruido necesario para forjarse con
doblador uno de esos cigarrillos que
anunciaban humo e historias. Pero el Viejo Antonio no habló. Quedó mirando adonde yo
miraba y esperó, paciente, a que yo
hablara:¿Hasta cuándo estaremos escondiéndonos de nuestra gente? dije mientras la
última bocanada de humo se escapaba por la cazuela de la pipa.
El Viejo Antonio carraspeó y se decidió por fin a encender el cigarro y la palabra.
Despacito, como quien se alivia la esperanza, el Viejo Antonio realumbró la tarde con...
LA HISTORIA DE LOS 7 ARCOIRIS
``Muy en el principio de los mundos que luego caminaron nuestros más grandes abuelos, los
más grandes dioses, los que nacieron el mundo, los primeros, se bajaron a platicar con
los hombres y mujeres de maíz. Era una tarde como ésta, de frío, lluvia y sol que
parpadea. Se sentaron los más primeros dioses a platicar con los hombres y mujeres de
maíz para hacer los acuerdos de los caminos que debían caminarse los hombres y mujeres
verdaderos. Porque estos dioses, que eran los más primeros, los que nacieron el mundo, no
eran mandones como los dioses que fueron llegando luego. No eran mandones los primeros
dioses, buscaban el buen acuerdo entre ellos y con los hombres y mujeres de maíz.
Buscaban siempre llegar al buen camino juntos, con buen acuerdo y buena palabra. Y
entonces estaban esta tarde, que era de las primeras del mundo más primero, platicando
los dioses más grandes con los hombres y mujeres de maíz, con sus iguales.
Acuerdo hacían de buscar los acuerdos buenos con otros hombres y mujeres, con otras
lenguas y con otros pensamientos. Tenían que caminar los hombres y mujeres de maíz hasta
muy lejos adentro de su corazón para buscar las palabras que otros hombres y mujeres, que
otros colores, que otros corazones entendieran.
Y entonces sacaron acuerdo de los trabajos que debían hacer los hombres y mujeres de
maíz para hacer un mundo bueno. Y
entonces sacaron el acuerdo de que siete eran los trabajos más primeros, los más
importantes para hacernos nuevos. Y hablaban los 7 primeros dioses, los que nacieron el
mundo, diciendo que 7 eran los trabajos que debían cumplirse para que el mundo fuera
bueno y nos hiciera nuevos. Decían los más grandes dioses que 7 debían de ser porque 7
eran los aires o los cielos que techo le ponían al mundo y así decían los dioses
primeros que estos erann los siete cielos; el séptimo aire el de NOHOCHAACYUM, el gran
padre Chaac. En el aire sexto los CHAACOB o dioses de la lluvia. En el quinto los KUILOB
KAAXOB, los señores del yermo. En el cuarto aire los guardianes de los animales. En el
aire tercero los malos espíritus. En el segundo los dioses del viento. En el
primero, inmediatamente por encima de la tierra, los BALAMOB que guardan las cruces del
pueblo y de las milpas. En las profundidades estaba KISIN, el dios del temblor y el miedo,
el diablo.
Y también decían los primeros dioses que 7 eran los colores y 7 su número en que se
contaban. Y la historia de los colores ya te la conté en otro día y la de los 7 trabajos
te la cuento después si es que hay tiempo y modo que la escuches y que yo te la hable
apura el Viejo Antonio al mismo tiempo que se agota el último resplandor en su cigarro.
Después viene el silencio en el que el Viejo Antonio reforja humo y sueños. Un diminuto
relámpago en el cerillo de su mano y se sigue el fuego:
``Y entonces los hombres y mujeres de maíz se estuvieron de acuerdo en cumplir con los 7
trabajos para que el mundo fuera bueno y miraron al lugar donde el sol y la luna se turnan
su duermevela y preguntaron a los dioses primeros que cuánto debían caminar para cumplir
esos 7 trabajos que sirven para hacer el mundo nuevo y entonces los dioses primeros
dijeron que 7 veces 7 se caminaran el 7 porque así había salido el número que recuerda
que no todos pueden ser pares y que siempre puede haber lugar para el otro. Y entonces los
hombres y mujeres del maíz dijeron bueno y volvieron a mirar hacia la montaña que cajita
era para guardar los pechos de la madre tierra por turnos, uno de día, de noche la otra.
Y mirando los hombres y mujeres de maíz se preguntaron que cómo saben cuántas veces es
7 veces 7 caminar el número 7 y los dioses primeros dijeron que no lo sabían
tampoco porque eran dioses primeros pero no todo lo sabían y tenían todavía que
estudiarse mucho y por eso no se iban luego sino que se quedaban con los hombres y mujeres
de maíz para aprenderse juntos lo nuevo. Y entonces se hicieron una reunión entre los
dioses primeros y los hombres y mujeres de maíz y se pusieron a pensar juntos para juntos
encontrar el buen camino que nuevo hiciera el mundo.
Y en eso estaban, o sea que pensándose, o esa que sabiéndose, o sea que hablándose, o
sea que aprendiéndose, o sea que
estándose cuando la lluvia se colgó en la mera mitad de la tarde sin caerse ni
levantarse, nomás estando ahí y los hombres y
mujeres de maíz se quedaron mirando y también los primeros dioses y ahí nomás que se
empieza a pintar un puente de luz y nubes y colores y de la montaña venía el puente y al
valle iba al puente y luego clarito se veía que el puente de colores, nubes y luz no iba
a ninguna parte ni se venía de ningún lado sino que nomás se estaba ahí, encima de la
lluvia y el mundo. Y tenía el puente de luz, colores y nubes 7 colores como franjas y
entonces los dioses primeros y los hombres y mujeres de maíz se miraron otra vez y se
volvieron a mirar el puente que no iba ni venía sino nomás se estaba y entonces se
entendieron que el puente de colores, nubes y luz no va ni viene sino que sirve para ir o
para venir y entonces se pusieron muy alegres los todos que se estaban pensándose y
aprendiéndose y supieron que eso era lo bueno, ser puente para que vayan y vengan los
mundos buenos, los nuevos que nos hacemos. Y rápido sacaron los musiqueros sus
instrumentos y rápido se sacaron los pies los dioses primeros y los hombres y mujeres
verdaderos y a bailar se pusieron porque ya estaban un poco pensándose y sabiéndose y
hablándose y aprendiéndose. Y ya que se acabaron de bailarse, se reunieron otra vez y
encontraron que 7 veces 7 era que 7 arcoiris de 7 colores tenían que hacerse caminando
para que pudieron cumplirse los 7 trabajos principales. Y entonces ya se supieron también
que terminados los 7 se seguían otros 7 porque los puentes de nubes, colores y luz no van
ni viene, no tienen principio y final, no empiezan ni acaban, sino que se la pasan siempre
cruzando de un lado a otro. Y así quedó el acuerdo que sacaron los dioses primeros y los
hombres y mujeres verdaderos. Por eso, desde esa tarde de alegría y saber, los hombres y
mujeres de maíz, los verdaderos, se pasan la vida haciendo puentes, y en la muerte
también se hacen puentes. Puentes siempre de colores de nubes y de luz, puentes siempre
para ir de uno a otro lado, para hacer los trabajos que nacen al mundo nuevo, al que
buenos nos hace 7 veces 7 se caminan el 7 los hombres y mujeres de maíz, los verdaderos.
Haciendo puentes se viven, haciéndose puentes se mueren...``Se calla el Viejo Antonio. Yo
me le quedo mirando y estoy a punto de preguntarle que qué tiene que ver eso con mi
pregunta de hasta cuándo nos vamos a estar escondiendo, cuando una luz le renueva la
mirada y sonriendo me señala hacia la montaña, a occidente. Yo me giro y veo un arcoiris
que no va ni viene, que se está ahí nomás, puenteando mundos, puenteando sueños...
Hoy, en el séptimo día del amanecer del año, hasta 6 arcoiris fueron apareciendo en el
camino. Contradiciendo la angustia en el
pecho y la resaca la asfixia del desvelo anterior, un puente curvo de luz, de nubes y de
colores 6 veces recordó al Viejo Antonio y su historia de los 7 arcoiris. Pasé el camino
esperando la aparición del séptimo y el frío coleto me trajo otros recuerdos de unas
madrugadas de hace 2 años cuando con bombas y soldados se pretendía apagar el Ya Basta!
moreno que amaneció el mundo. Hace dos años, en estos mismos suelos, la dignidad
indígena despertó y nos despertó. No fue poco el dolor ni pequeña la muerte.
Pero ésa es otra historia y yo nomás quería decirles que aquí nomás se estaba el
séptimo arcoiris, en esta reunión o foro en el que estamos pensándonos, hablándonos,
aprendiéndonos, sabiéndonos. Y yo quería decirles que éste, el suyo y el nuestro, es
el séptimo arcoiris, el séptimo puente que tenemos que hacernos para nacernos nuevos
mundos. Así que ya nomás nos faltan 7 veces 7 caminar el 7 para decir y decirnos que
hemos terminado los 7 trabajos que nacen al mundo bueno, al que nos hace nuevos.
Gracias hermanos. Bienvenido el arcoiris, bienvenido el puente, bienvenido el paso que lo
va y lo viene, bienvenida siempre la
palabra que camina, la de ustedes, la nuestra, la de los todos que somos nosotros.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos.
México, En el séptimo día de enero de 1996.
La historia de los espejos
Para cristal te quiero,
Espejo nunca
Pedro Salinas
Mayo de 1985. Madrugada. La luna se asoma al espejo de la laguna y ésta, celosa, le
arruga el rostro con sus olas. A mitad del trayecto entre una y otra orilla vamos en un
cayuco que tiene la misma estabilidad que mi decisión de cruzar el lago. El viejo
Antonio me ha invitado a probar su cayuco. Durante 28 noches, de luna nueva a luna llena,
el viejo Antonio ha labrado, a filo de machete y hacha, un largo tronco de cedro. Siete
metros de largo mide la embarcación. Me explica el viejo Antonio que los
cayucos se pueden hacer de los troncos del cedro, la caoba, el huanacastle o el bariy, y
me señala los distintos árboles que nombra. El viejo Antonio se empeña en
mostrarme uno y otro, pero yo no alcanzo a apreciar la diferencia entre ellos; para mí
todos son árboles grandes. Pero eso fue en el día; ahora vamos de madrugada, como es
ley, navegando en esta barquita de madera de cedro a la que el viejo Antonio ha bautizado
como La Malcontenta. «En honor a la luna», dice el viejo Antonio mientras rema con un
largo y delgado palo. Estamos ya en mitad de la laguna. El viento le peina unos bucles de
olas al agua y el cayuco sube y baja. El viejo Antonio decide que hay que esperar a que
amaine el viento, y deja la embarcación a la deriva. «Una de estas olas nos puede
voltear el cayuco», dice mientras, con un cigarrillo, forja espirales de humo como olas
el viento. La luna es plena y, a su luz, se alcanzan a distinguir los grandes islotes que
salpican la laguna de Miramar. Por una espiral de humo el viejo Antonio llama una vieja
historia. Yo estoy más preocupado de un naufragio que veo inminente (no me decido aún
entre el mareo o el terror), así que no estoy para cuentos ni historias. Eso, por lo
visto, al viejo Antonio lo tiene sin cuidado porque, recostado en el fondo del cayuco,
empieza, sin trámite alguno, a contarme...
La historia de los espejos
«Cuentan los viejos más viejos que la luna se nació aquí mismo, en la selva. Cuentan
que hace muchos tiempos, los dioses se
habían quedado dormidos, cansados de tanto jugar y de mucho hacer. Estaba el mundo un
poco silencio. Callado se estaba. Pero un lloriqueo quedito empezó a sonarse allá en la
montaña. Resulta que a los dioses se les había quedado olvidada una laguna en medio de
la montaña. Cuando repartieron las cosas de la Tierra, les vino sobrando esta lagunita y,
por no saber dónde ponerla, la dejaron por ahí botada, en medio de unos cerros tan
grandes que nadie se entraba en ellos. Entonces la tal lagunita estaba llorándose porque
estaba sola. Y así como estaba en su chilladera, a la Ceiba madre, la sostenedora del
mundo, se le puso triste el corazón por su lloradera de la lagunita. Recogiéndose sus
grandes naguas blancas se acercó la Ceiba hasta donde se estaba la lagunita.
«¿Qué te pasa, pues? le pregunta la Ceiba al agita que ya parecía un charquito
nomás, por culpa de su tanta chilladera.
«No quiero estar sola dijo la lagunita.
«Bueno, yo me quedaré a tu lado dijo la Ceiba, la sostenedora del mundo.
«No quiero estar aquí dijo la lagunita.
«Bueno, yo te llevaré conmigo dijo la Ceiba.
«No quiero estar abajo, pegada a la tierra. Quiero ser alta. Como tú dijo la
lagunita.
«Bueno, te levantaré hasta mi cabeza. Pero sólo por un rato, porque el viento es
malhora y te puede tirar dijo la Ceiba.
«Como pudo, la Ceiba madre se arremangó sus naguas y se agachó para tomar en sus brazos
la lagunita. Con cuidado, porque era la madre, la sostenedora del mundo, la Ceiba, colocó
la lagunita sobre su copete. Despacio se incorporó la Ceiba madre, teniendo cuidado de no
derramar ni una gota del agua de la lagunita, porque veía la Ceiba madre que muy flaquita
se estaba la lagunita.
«Cuando ya estaba arriba la lagunita exclamó:
«Está bien alegre acá arriba. ¡Llévame a conocer el mundo! ¡Quiero verlo todo!
«El mundo es muy grande, niña, y allá arriba te puedes caer dijo la Ceiba.
«¡No importa! ¡Llévame! insistió la lagunita y empezó a hacer como se lloraba.
«La Ceiba madre no quiso que se llorara tanto la lagunita, así que empezó a caminar,
muy derechita, con ella sobre la cabeza.
Desde entonces las mujeres aprendieron a caminar con el cántaro lleno de agua en la
cabeza, sin que se les caiga ni una gota.
Como la madre Ceiba caminan las mujeres de la selva cuando traen el agua del arroyo.
Derecha la espalda, levantada la cabeza, y un paso como de nubes en verano. Así camina la
mujer cuando lleva, en lo alto, el agua que alivia.
«Buena para la caminada era la Ceiba madre, porque en esos tiempos los árboles no se
estaban quietos, sino que se andaban de un lado para otro, haciendo hijos y llenando de
árboles el mundo. Pero el viento andaba por ahí, silbando de aburrido. Y entonces la vio
a la Ceiba madre y quiso jugar a levantarle las naguas con un manotazo. Pero la Ceiba se
enojó y le dijo:
«¡Estate silencio, viento! ¿Qué no ves que llevo en la cabeza una lagunita lloradora
y caprichuda?
«Hasta entonces el viento la miró a la lagunita, asomada allá arriba, en el rizado
copete de la Ceiba. Bonita la miró el viento a la
lagunita, y pensó de enamorarla. Y se fue el viento hasta arriba de la cabeza de la Ceiba
y empezó a hablarle palabras bonitas en el oído de la lagunita. La lagunita, pues,
lueguito que se puso a modo y le dijo al viento:
«Si me paseas por el mundo, ¡entonces me voy contigo!
«El viento ni se lo pensó dos veces. Se hizo un caballo de nubes y en ancas se llevó a
la lagunita, tan aprisa que la Ceiba madre ni cuenta se dio de cuándo le quitaron a la
lagunita de la cabeza.
«Buen rato que se anduvo paseando la lagunita con el viento. Que muy bonita que era, le
decía el viento a la lagunita. Que qué
chula la condenada, que cuál sed no se aliviaría con el agua que se tenía la lagunita,
que cómo no hundirse en ella, y muchas cosas le decía el viento para convencerla a la
lagunita de hacerse un amor en un rincón de la madrugada. Y bien que se lo creyó todo lo
que le decía el viento. Y cada que pasaban por encima de un charco de agua o de un lago,
la lagunita aprovechaba para mirarse reflejada y se arreglaba el húmedo pelo y se
entornaba los ojos líquidos y gestos de coquetería se hacía con sus olitas en su cara
redonda.
«Pero puro andar de un lado pa' otro quería la lagunita y nada de hacerse un amor en un
rincón de la madrugada y el viento como que se fastidió y se la llevó bien alto y ahí
nomás pegó un relincho y reparó y aventó a la lagunita y cayendo se fue la lagunita y
como muy alto estaba pues mucho se tardaba en caer y seguro se hubiera dado un buen golpe
si no es porque unas estrellas la miraron que se caía y como pudieron fueron y la
prendieron con sus puntas. Siete estrellas la agarraron por los lados y, como sábana, se
la levantaron de nuevo hasta el cielo. Pálida quedó la lagunita por el miedo que le dio
que se caía. Y como ya no quiso bajar a la tierra, le pidió a las estrellas que la
dejaran quedar con ellas.
«Bueno le dijeron las estrellas, pero tendrás que ir con nosotros para donde
vamos.
«Sí les respondió la lagunita, yo me camino con ustedes.
«Pero la lagunita se ponía triste de andar siempre el mismo camino y se daba otra vez a
la chilladera. Así, con su lloradera, se
despertaron los dioses y se fueron a ver qué pasaba o de dónde venía esa chilladera y
vieron a la lagunita, jalada por siete estrellas, cruzando la noche. Cuando supieron la
historia, los dioses se enojaron porque ellos no habían hecho las lagunas para andar en
el cielo, sino para estar en la tierra. Fueron a donde estaba la lagunita y le dijeron:
«Ya no serás laguna. Las lagunas no viven en el cielo. Pero como ya no te podemos
bajar, entonces te vas a quedar aquí. Ahora te vas a llamar «luna» y tu castigo, por
coqueta y presumida, será reflejar siempre el pozo donde se guarda la luz en la Tierra.
«Porque resulta que los dioses habían guardado la luz adentro de la Tierra y habían
hecho un agujero grande y redondo para que ahí se llegaran a beber las estrellas cuando
la luz y el ánimo se les apagaran. Entonces la luna no tiene luz, sólo es un espejo que,
cuando aparece como luna llena, refleja de frente el gran agujero de luz donde se beben
las estrellas. Espejo de luz, eso es la luna. Por eso, cuando la luna se pasea frente a
una laguna, el espejo se mira en el espejo. Y como quiera nunca está contenta ni enojada
la luna, es la malcontenta...
«A la Ceiba madre también la castigaron los dioses por andar de consentidora. Le
prohibieron caminar para que no anduviera de un lado a otro y le dieron a cargar el mundo,
además le pusieron más doble la piel para que no sintiera lástima de las lloraderas que
escuchaba. Desde entonces, con la piel como de piedra, la Ceiba madre está de pie y sin
moverse. Si se camina un poquito siquiera, el mundo se cae.
«Así pasó» dice el viejo Antonio. «Desde entonces la luna refleja la luz que se
guarda dentro de la Tierra. Por eso cuando
encuentra una laguna, la luna se detiene para arreglarse el pelo y la cara. Por eso
también las mujeres, siempre que ven un espejo, se paran a mirarse. Eso fue regalo de los
dioses; a cada mujer le dieron un pedacito de luna, para que pudiera arreglarse el pelo y
la cara, y para que no le dieran ganas de andar de paseadora y de subirse al cielo.»
El viejo Antonio terminó, pero el viento no, y las olas siguen amenazando la barquita.
Pero yo no digo nada. Y no es que esté
reflexionando en las palabras del viejo Antonio, sino que estoy seguro de que, si abro la
boca, voy a echar hasta el hígado sobre el agitado espejo en el que la luna ensaya su
coquetería...
I. Dentro de la noche del rencor y el desconcierto
En México, en veces, la luna se pinta de un rojizo resplandor. Ni rubor ni sangre, son el
coraje y el rencor los que le iluminan el
rostro nacarado. De regreso de su largo viaje por la noche mexicana la luna termina su
reiterado camino de espejos y se vuelve a su cansado andar. Tiene ya arrebolado el
mirar... por el rencor... y el desconcierto....
¿Por qué? ¿Qué ha visto? Titubeando, sofocada y con un delgado hilo de voz que semeja
una espiral del viento de mayo, la luna cuenta la historia de su viaje pasado. Cuenta que
caminó la noche mexicana y que, dando tumbos por entre el gigantesco laberinto de espejos
que es nuestra historia contemporánea, se llegó hasta el...
Espejo primero: El Poder como espejo y como imagen
CAPÍTULO 1
Que muestra la absurda coherencia del espejo puesto frente al espejo, de la doble
duplicidad de la imagen del Poder, y
la gran verdad que, dicen, debemos creer: el Poder es y es necesario, suficiente y eterno.
Primera Duplicidad:
En el Poder el espejo refleja una doble imagen: lo que se dice y lo que se hace. No oculta
nada este espejo. Los recursos se le
agotaron, ya no es el mismo de antes. Tiene la superficie enmohecida y manchada. Ya no
«invierte» la realidad. Por el contrario, muestra la contradicción. Pero al hacerla
evidente, la controla y la pone a su servicio. Ahora, simplemente, trata de que esa imagen
contradictoria sea vista como «natural», como «evidente», como «incuestionable».
Si la primera mitad del año de 1994 fue de sorpresas y hechos inéditos, el mismo periodo
de 1995 es de ratificación de que el
rumbo del neoliberalismo es que no tiene rumbo. La contradicción y la improvisación
constituyen la columna verbal de la nueva
política nacional y se convierten en programa de gobierno.
Donde decía «Bienestar para tu familia» se muestra carestía, desempleo, caída de los
índices económicos.
Donde decía «paz con negociación política» se muestra toda la parafernalia militar de
tanques, aviones, helicópteros, miles de
tropas.
Donde decía «reforma política definitiva» se muestra el aval a las imposiciones de
gobernadores, «democracias» que se mantienen con el respaldo de un ejército que cada
vez más adquiere características de ejército de ocupación... en su propio suelo.
Donde decía «defensa de la soberanía nacional» se muestran las etiquetas con los
precios de venta de las riquezas del país.
Donde decía «hablar siempre con la verdad» se muestra un manejo de los medios de
comunicación, primordialmente los
electrónicos, donde la mentira es tan burda que sorprende y provoca risa en lugar de
indignación.
Donde decía «él sabe cómo hacerlo» se modifican los signos de puntuación y se
recita: «¿él sabe cómo hacerlo?»
Habla el espejo del Poder: «Yo o el fascismo», y aumenta la represión, la persecución,
el terrorismo de Estado. «Yo o la anarquía», y la política y la economía, tomadas de
la mano, dan bandazos sin rumbo ni orden. «Yo o el caos», y los funcionarios se dicen y
desdicen en hechos y palabras. «Yo o la incertidumbre», y la única certeza es que el
futuro es una incógnita que aterra.
Segunda Duplicidad:
La imagen que ofrece el espejo del Poder es doble.
Por un lado es una imagen hacia dentro, una imagen que el Poder se da a sí mismo. La
soberbia atestigua, frente a sí misma, su
esplendor. Su imagen le devuelven estas palabras:
«Somos los mismos, los de siempre. Somos menos, eso sí, pero más ricos. La
incertidumbre del futuro la suplimos
importando dosis suficientes de pasado. El ayer se puede convertir en hoy, basta una
modesta inversión en dólares y una
adecuada campaña publicitaria.»
Para el Poder, el presente es un espejo que mira hacia atrás y se reconforta. Hacia
adelante prefiere no mirar, el precipicio
produce vértigo.
Pero el Poder es, también, una imagen hacia afuera, una imagen que el Poder ofrece al
consumo externo, es decir, internacional. ¿Y la imagen que se ofrece al pueblo de
México? Después de todo, es el gobierno de México ¿no? Bien, no hay de qué
preocuparse, esa imagen le llegará al país... ¡Por medios de comunicación extranjeros!
Los informes sobre la situación económica, sobre los planes gubernamentales, sobre la
política interna, sobre los magnicidios pendientes, todo le llegará al pueblo de México
a través de agencias noticiosas del exterior. El mexicano común y corriente, para saber
de la marcha de la economía, no deberá fijarse en su salario, en su poder adquisitivo,
en su estabilidad laboral o financiera, o en su nivel de vida. En lugar de eso deberá
atenerse a las declaraciones de funcionarios... ¡de otros países o de organismos
internacionales!
El Poder, o mejor aún, el neoliberalismo hecho Poder en México, ha renunciado ya a
luchar por legitimarse frente a sus
gobernados. Ahora el espejo juega un nuevo truco. No se trata de «invertir» la imagen de
ilegitimidad y «convertirla» en legítima. Ahora hay que «sobreponer» otra
imagen a la de la «ilegitimidad», una imagen que borre o pase a segundo plano a la
original, una imagen que se titula Legalidad. Incapaz de ganar su legitimidad, incapaz de
luchar por lograrla, el Poder se viste con el ropaje de la «legalidad». Con el manto
legal se puede todo.... incluso violar la ley. Así trabaja ahora el Espejo del Poder, con
una imagen legal aunque ilegítima.
El ciudadano común y corriente, en México, no debera esperar que el gobierno que
(supuestamente) eligió, lo represente y vea por su bien. En cambio, deberá conformarse
con un
gobierno-que-representa-a-la-ley-que-representa-al-gobierno-que-representa-a-la-ley, y
así hasta el infinito en ese rebote de
imagénes de un espejo frente a otro espejo.
Este es el Poder: el espejo tautológico. En su imagen, en el reflejo que de sí mismo
obtiene, el Poder se dice:
«existo porque soy necesario,
soy necesario porque existo,
por lo tanto:
existo y soy necesario.»
Como la imagen que recibe de sí mismo le basta para satisfacerse, el Poder se sabe
suficiente y, nuevamente el espejo frente al
espejo, eterno.
Paréntesis: Los detalles en la imagen del espejo. (La alternancia del poder: cambio de
ángulos del reflejo, pero el mismo
espejo.)
Entre el populismo y el neoliberalismo, entre dinosaurios y tecnócratas, entre el PRI y
el PAN, la imagen del poder juega a buscar su mejor ángulo, el más atractivo, el más
eficiente. El sistema no es más fuerte ni más débil que ayer. Continúa su
contradicción y prepara su mutación para seguir igual y producir el mismo efecto:
asegurar al poder la reproducción de su imagen. La derecha siempre fue parte del espejo.
No aspiran a acceder al poder por la vía de la legitimidad, por la sencilla razón de que
en el poder ya están.
Pero han descubierto que las imágenes, de tanto reflejo, se agotan, se deterioran, se
desgastan y empiezan a irritar al respetable. Dejan de ser efectivas y se vuelven
inservibles... y criminales. Una nueva figura (que no es una nueva imagen, sino el paso a
primer plano de uno de los detalles) es necesaria: la alternancia del poder que proponen
es, en realidad, la alternancia en las imágenes de un mismo espejo, el intercambio de
primeros y segundos planos en los detalles de la misma imagen, del mismo espejo, del
poder...
Los salinistas de ayer son los panistas de hoy, y los dinosaurios de ayer son los
tecnócratas de hoy, lagartijas con estudios de
posgrado en el extranjero.
No es para el año 2000 que se prepara el cambio de reflejo. Dentro del poder es un
secreto a voces que la imagen actual
difícilmente durará hasta el fin de siglo.
Es la imagen la que caduca. El espejo, es decir El poder, es eterno...
*
Con asco y terror, como quien sale de una pesadilla a la que sabe que habrá devolver, la
Luna se sacude el pálido velo. Ojerosa y demacrada, hace un gesto de desilusión cuando
cuenta que siguió rebotando de una imagen a otra, que, espejo ella misma, logró, de
pronto, mirarse en el...
Espejo segundo
CAPÍTULO 2
Que platica de que hay tantas verdades como fuerzas opositoras, de como el poder contamina
con su cinismo de
mercadotecnia a quien se le opone, y de otras imágenes deformadas en espejos ídem.
En el espejo segundo vive la oposición. En México, ser de oposición es muy sencillo:
basta no ser del PRI. Pero hay de oposiciones a oposiciones. La imagen, apenas hace casi
dos décadas, del espectro político legal en México era bastante sencilla: En el centro
estaba el PRI, a su derecha el PAN y a su izquierda el mismo PRI y, a veces, el PPS. El
PARM sólo jugaba a que era partido en algunas localidades. A la extrema izquierda estaba
toda la oposición que era mantenida en la ilegalidad.
Una década después, años más o menos, varias organizaciones de izquierda participaron
en la lucha legal por el poder político. El lugar izquierdo de la geometría política
mexicana era disputado por varios partidos. Al centro seguía, impávido, el PRI. En el
centro, el PRI podía hacerse a la izquierda o a la derecha, según conviniera al espejo.
Pero he aquí que la crisis llegó, y la crisis del sistema es también la crisis de los
partidos políticos. Y para crisis internas no hay como el PRI, que, en vísperas de las
elecciones presidenciales de 1988, se fractura. Acción Nacional encuentra, en el
carismático Maquío, el líder que le hacía falta. La izquierda legal, pulverizada,
descubre que, tal vez, una alianza interna no le vendría mal. Un frente amplio surge en
torno a un hombre de apellido Cárdenas, de nombre Cuauhtémoc, y de rostro austero. El
descontento, de la más diversa procedencia social, revienta y se encauza en el
neocardenismo. El malestar social se hace votos y, por vez primera, el PRI es derrotado en
las urnas electorales de la presidencia por una fuerza de oposición. Una cosa es perder y
otra muy diferente es entregar el poder. El fraude obra prodigios cibernéticos y el PRI
gana en las leyes y pierde en la legitimidad. Las protestas poselectorales se van apagando
conforme avanza el nuevo sexenio y el futuro candidato al penal de Almoloya, Carlos
Salinas de Gortari, construye en torno a sí mismo un espejo gigantesco de mentiras. Le
ayudan los medios electrónicos, el clero reaccionario, el gran capital y la bandera de
las barras y las turbias estrellas. «¡Por porquito!», se dicen en el poder, «¡Que no
vuelva a ocurrir! ¡Trabajemos ya para preparar el 94!»
El frente que se formó en torno a Cárdenas Solórzano empieza a recibir los primeros
golpes y los satélites de siempre se
desprenden. El amplio frente opositor ensaya a hacerse partido político y se convierte en
el Partido de la Revolución Democrática. Su bautizo lo recibe con su propia sangre
derramada: asesinatos selectivos inician la cuenta mortal que acompañará la campaña
salinista en contra de Cuauhtémoc Cárdenas y del PRD.
Nacido en medio de esos ataques, el PRD a ratos parece sintetizar todas las desventajas de
un frente y todas las desventajas de un partido político. El pasado priísta de una parte
de sus componentes se hace espejo de nuevo en este intento de alternativa al sistema de
partido de Estado. Sin embargo, no se puede negar que el PRD ha logrado, a costa de la
vida de los suyos, abrir un importante espacio de participación política ciudadana. Una
buena parte del pequeño espacio democrático que hoy existe en México se le debe al PRD.
El mejor homenaje al carácter de oposición que recibe el PRD lo constituyen los
múltiples ataques que recibe del poder. Le teme el poder y lo ataca de todas formas y
todo el tiempo. Ahora las grandes cabezas pensantes de la reacción se atropellan para
decretar, con análisis diversos, el acta de defunción de este partido que es el único
registrado, hoy, que se puede preciar de ser un partido de oposición. En cuanto a
Cárdenas, no sólo el poder pretende declararlo un difunto político. Sus mismos
compañeros de partido tratan de deshacerse de él, pero sobre todo tratan de deshacerse
de lo que representa: la intransigencia frente al autoritarismo.
Ahora el PRD se haya preso en el espejo de moda: la lucha por el centro. La izquierda
legal se desdibuja y trata de pelear la
conquista de un espacio que todos se arrebatan. El centro lo quieren el PRI, el PRI, el
PAN, y lo reclama Manuel Camacho Solís. El centro, dicen, garantiza un tránsito sin
dolor, una alternancia estable, un... «cambio sin ruptura». Con un espacio tan peleado,
el PRD no tiene la mejor de las oportunidades. Sin embargo, la aparente pugna entre
«dialoguistas» e «intransigentes» es, en realidad, la lucha entre quienes aspiran a
conquistar el centro (y reditar los «triunfos» electorales de Acción Nacional) y
quienes prefieren la izquierda por vocación... y por historia.
¿Y a la izquierda? Nada legal que aspire a ocupar el vacío que quiere dejar el PRD. Sin
embargo, existe esa izquierda. Su carácter ilegal (que no significa «clandestino») no
anula su trabajo político y su influencia en espacios regionales y en lo que llaman «las
coyunturas».
Tanto la izquierda legal como la ilegal comparten un espejo antropófago, un espejo que
engulle todo lo cercano y que, sin embargo, padece serios problemas digestivos: se la pasa
devolviendo lo que engulle. Toda izquierda que se precie de serlo es la vanguardia. Esto
significa que hay tantas vanguardias que nadie sabe para dónde se camina y no hay
«contingente» que siga a estas vanguardias. El «realismo político» y el cinismo son,
más que lugares comunes, artículos de primera necesidad. La nueva izquierda profesa la
vieja política y las siglas son sólo pequeños espejos del gran espejo de la oposición
en México.
Fragmentada, enfrentada a sí misma, la oposición de izquierda tiene el honor,
irrebatible, de no haberse rendido, de volverse a
levantar después de cada golpe, de seguir luchando (pese a todos y pese a sí misma), y
pensando que la revolución es necesaria... y posible...
*
Con coraje, con frustración, sale la Luna de este reflejo. Por entre los dos espejos se
alcanza a distinguir un destello. Con una hábil pirueta, acróbata de nubes y tormentas,
la luna alcanza a prenderse de un filo y, tirando con fuerza, se llega hasta el reflejo
del...
Espejo tercero
CAPÍTULO 3
Que habla del «pueblo», de «los sin partido», de la «sociedad civil», de las
«mayorías», de la «masa que espera,
anhelante, una vanguardia», de la «sociedad», y de todos esos nombres con los que se
llama a los que no tienen nombre,
ni voz, ni rostro y son, apenas, un voto posible, un lugar en el contingente, un grito en
la manifestación, una guardia en
el plantón, un consumidor, un televidente, un radioescucha, un lector, un número que
agregar a la cuenta propia...
Los protagonistas de las más grandes movilizaciones de los últimos años son los más
golpeados por todo y por todos. La crisis y, sobre todo, la «brillante» administración
de la crisis que hacen los tecnócratas neoliberales, está operando una curiosa campaña
de concientización que no soñó nunca ninguna vanguardia revolucionaria. La necedad de
una realidad económica cada vez más deteriorada siembra en mentes y corazones el ansia
de cambio. Los medios masivos de comunicación electrónica empiezan a exhibir
ineficacias: la ilegitimidad del poder los alcanza y no hay televidente que no reciba con
una cierta dosis de escepticismo a los Zabludovsky, a los Ferriz de Con, a los Alatorre y
a sus equivalente radiales.
Algo apesta allá arriba, algo se pudre. Y lo que se descompone provoca efectos
dramáticos en la cotidianidad: aumentan los
suicidios. La crisis económica se sale de la Bolsa de Valores, de los grandes centros
bancarios y de las páginas especializadas en las publicaciones de análisis financiero.
La crisis económica se vive ya en las mesas de la mayoría de eso que llaman «pueblo
mexicano». En el vestir, en el comer, en el vivir, en el trabajo, en el amar, y hasta en
el morir, la crisis pasa a cobrar su cuota. Se debe pagar, y al contado.
La crisis logra lo que soñaría cualquier frente de oposición: une a sectores y clases
sociales a los que la «bonanza» mantenía
separados y, no pocas veces, enfrentados.
Cuando mayo empaca sus cosas para salir y no volver hasta el año que entra, una nota se
pierde en los periódicos.
Déficit de 19.2 millones de empleos en el país.
En 1995 se sumarán, al menos, 1.2 millones de demandantes de trabajo. Se suman a los 6
millones de desempleados
y a los 12 millones de subempleados.
La PEA asciende a 36 millones (40 por ciento del total de México). (SHCP)
Al menos 622 mil despedidos para 1995. Según la SHCP, en el primer trimestre fueron
despedidos 436 mil 191.
Según GEA (Grupo de Economistas Asociados), el PIB crecerá en menos 4.9 por ciento en
1995.
En este año 1995, el salario mínimo perderá 17.6 por ciento de poder adquisitivo en
términos reales.
(La Jornada, 29 de mayo de 1995)
Pero lo que la economía une, que lo separe la política. El primero de mayo de 1995 se
registra la más grande movilización
nacional e independiente de las últimas décadas. Dos son sus características: Una es
que es en protesta contra la política
gubernamental, la otra es que no tuvo dirección política unificada. Una gran
movilización, síntoma de un gran descontento. Una
ausencia de dirección unitaria, síntoma de que «algo» falta...
Nuevas y creativas formas de «hablar» genera este renombrado «pueblo de México». La
sentencia de muerte de la esperanza
mexicana, sintetizada en la frase «los mexicanos aguantan todo», empieza a ser
contradicha. La esperanza empieza, balbuceante, a ensayar sus palabras propias, a
construirse un nuevo lenguaje, a labrar un espejo nuevo, una nueva imagen...
*
Sale la luna del tercer espejo con una esperanza apenas prendida del pelo. Se despide con
pena. Cansada y aterida de frío por el súbito desprecio de la madrugada, la luna se
arropa en el mar de occidente. Se mira en el espejo de las olas y se limpia el rostro con
el agua salada. El sueño y la espuma le impiden ver que, lejos, se abre el...
Espejo cuarto
CAPÍTULO 4
Que manda, a través del mar de oriente, un saludo a los hombres y mujeres que, en Europa,
descubrieron que comparten
con nosotros el mismo padecimiento: la enfermedad de la esperanza.
INSTRUCCIONES PARA VER EL CUARTO ESPEJO:
Busque un espejo cualquiera, colóquelo frente a usted y asuma una posición cómoda.
Respire hondo. Cierre los ojos y repita tres veces:
«Soy lo que soy, un poco, lo que puedo ser.
El espejo me muestra lo que soy, el cristal lo que puedo ser.»
Hecho lo anterior, abra los ojos y mire el espejo. No, no mire su reflejo. Dirija su
mirada hacia abajo, a la izquierda. ¿Ya? Bien, ponga atención y en unos instantes
aparecerá otra imagen. Sí, es una marcha: hombres, mujeres, niños y ancianos que vienen
del sureste. Sí, es una de las carreteras que llevan a la ciudad de México. ¿Ve usted
lo que hay caminando al costado izquierdo de la caravana? ¿Dónde? ¡Ahí abajo, en el
suelo! ¡Sí, eso pequeñito y negro! ¿Que qué es? ¡Un escarabajo! Ahora ponga
atención, porque ese escarabajo es...
¡Durito IV!
(EL NEOLIBERALISMO Y EL SISTEMA DE PARTIDO DE ESTADO)
Camina Durito a las carreras. Estos tabasqueños, después de tantas jornadas de camino y
enfermedades, no parecen cansados. Caminan como si apenas esta manana hubieran
iniciado este Éxodo por la dignidad y la soberanía nacional. Nuevamente, como antes en
la voz de los zapatistas, del sureste de México marcha un llamado a toda la Nación. Es
el mismo anhelo: democracia, libertad y justicia. En el heroico delirio del sureste
mexicano, la esperanza insinúa un nombre: Tachicam, la unidad del anhelo de un futuro
mejor. El sueño de un lugar donde el derecho al baile esté garantizado en la
Constitución...
Aprovecha Durito un alto en la marcha y, acalorado, busca refugio bajo una matita,
Después de un rato, ya recuperado el aliento, saca papel y lapicero. Sobre una piedra,
supliendo el pequeño escritorio que dejó en la selva. Durito escribe una carta. ¡Ande!
¡No tema! Asómese por encima del hombro de Durito y lea:
Ejército Zapatista de Liberación Nacional México
México, mayo de 1995
Al Señor Tal y Tal
Profesor e investigador
Universidad Nacional Autónoma de México
México, D.F.
De: Don Durito de La Lacandona
Caballero Andante de quien el Sup-Marcos es escudero
Señor:
Tal vez le parezca extraño que yo, un escarabajo que se desempeño en la noble profesión
de los caballeros andantes, le
escriba a usted. No se angustie ni vaya al psicoanalista, que yo te explicaré presto y
súbito. Resulta que usted le propuso
al Sup que escribiera un artículo para un libro (o algo así) sobre La Transición a la
Democracia. El libro (o lo que fuera)
sería editado por la UNAM (lo que casi es una garantía de que no lo leerá nadie, más
si se toman en cuenta la crisis de la
industria editorial y el aumento en el costo del papel). El trato era que la desorbitada
cantidad de N$ 1,000.00 (Un mil
nuevos pesos), que paga la UNAM por la «colaboración» escrita fuera entregado, en su
equivalente en dólares o en liras
italianas, a los obreros de la FIAT en Turín. Nos hemos enterado, también, de que los
obreros italianos de COBAS han
recibido ya la cantidad referida como solidaridad de los zapatistas a la causa obrera
europea. Usted ha cumplido, los
obreros de la FIAT han cumplido, y aquí el único que está quedando mal es el Sup porque
clarito me acuerdo que la
fecha límite de entrega y nada que escribía el Sup. Se llegó enero de 1995 y el Sup
andaba con sus ingenuidades de que
el gobierno sí estaba dispuesto al diálogo, por eso en enero tampoco escribió el
encargo. El febrero de la traición lo
volvió a la razón y lo puso a correr (al Sup) hasta que llegó a mi vera. Repuesto del
desengaño, me contó lo que su
compromiso sobre el artículo y me pidió que lo ayudara en tan grave pedicamento. Yo,
senor mío, soy un caballero
andante, y los caballeros andantes no podemos dejar de socorrer al necesitado, por más
narizón y delincuente que sea el
desvalido en cuestión. Así que acepté de buen grado otorgar la ayuda que se me
demandaba y por eso le escribo yo y no
el Sup. Claro que usted se preguntará por qué, si la encomienda la recibí en febrero,
le estoy escribiendo hasta mayo.
Bueno recuerde usted que, como bien señaló un periodista, ésta es la «rebelión de los
colgados».
Además debo advertir que yo escribo muuuy en serio y muuuy formal, así que no espere
encontrar en mi estilo de
redacción esas irreverencias y bromas del Sup que tanto escandalizan a los delegados
gubernamentales. Por eso me
tardé. No se sulfure, pudo haber sido peor, pudo usted tener que esperar a que el Sup
pudiera escribirle algún día. Pero
no vale la plena arriesgarse a esperar tan improbable jornada, así que aquí le mando
este rollo donde va el tema que
propuse y que, si mal no recuerdo, se titula...
La transición a la democracia según los zapatistas
Alguien querrá poner «según los Neo-zapatistas», pero, como ya explicó el viejo
Antonio en La Historia de las Preguntas, acá los zapatistas de 1994 y los de 1910 son los
mismos.
Procederé a exponer nuestra concepción de lo que significa la situación política
actual, la democracia, y el tránsito entre la una y la otra.
I. LA SITUACIÓN POLÍTICA ACTUAL: EL SISTEMA DE PARTIDO DE ESTADO, PRINCIPAL
OBSTÁCULO PARA EL TRÁNSITO A LA DEMOCRACIA EN MÉXICO
En el México de hoy nos encontramos con una deformación estructural que atraviesa todo
el espectro de la sociedad mexicana, tanto en lo que se refiere a las clases sociales,
como a los aspectos económicos y políticos, e incluso a su «organización» geográfica
urbana y rural. Esta «deformación», en realidad una consecuencia del capitalismo
salvaje mundial de finales del siglo XX, se enmascara en lo que se llama
«neoliberalismo» y finca todo su desarrollo en la permanencia y agudización de dicha
deformación. Cualquier intento de «equilibrar» esa deformación desde el Poder mismo es
imposible y no pasa de ser demagogia barata (Procampo) o el intento más acabado de
control fascista a nivel nacional: el Programa Nacional de Solidaridad. Con esto queremos
decir que el «desequilibrio» social en México no es producto de un exceso o un problema
de ajuste presupuestario. Es la esencia misma del sistema de dominación, es lo que lo
hace posible. Sin este desequilibrio, el sistema entero se derrumbaría.
No nos referiremos a las «deformaciones» económicas y sociales, y sólo lo haremos a
las políticas de forma muy apresurada:
El sistema politico mexicano tiene su fundamento histórico, su crisis presente y su
mortal futuro, en esa deformación llamada
«sistema de partido de Estado». No se trata sólo de una maridaje entre el gobierno y el
partido de Estado (el Partido
Revolucionario Institucional), sino de todo una sistema de relaciones políticas,
económicas y sociales que invaden, incluso, a las
organizaciones políticas opositoras y a la llamada «sociedad civil».
Cualquier intento de equilibrio de las fuerzas políticas, dentro de este sistema, no deja
de ser, en el mejor de los casos, un buen
deseo que anima a los sectores democratizadores dentro del PRI y a algunos miembros de la
oposición. La única forma en que
este sistema político sobrevive, hasta ahora, es por el mantenimiento de ese brutal
desequilibrio que pone, de un lado, toda la fuerza del aparato gubernamental, el sistema
represivo, los medios masivos de comunicación, el gran capital y el clero reaccionario
del lado del emblema del PRI, y del otro lado una oposición fragmentada y enfrentada,
prioritariamente, a sí misma. En medio o, mejor aún, al margen de estos extremos de la
complicada balanza organizativa del sistema político mexicano, están las grandes
mayorías, el pueblo de México. Ambas fuerzas, el sistema de partido de Estado y la
oposición organizada, apuestan a ese tercer actor que es el pueblo mexicano, a su
ausencia o a su presencia, a su apatía o a su movilización. Para inmovilizarla se mueven
todos los mecanismos del sistema, para moverla se empeñan las propuestas politicas de la
oposición (legal o ilegal, abierta o clandestina).
Cualquier intento de equilibrar este desbalance dentro del sistema es imposible. El
equilibrio significa la muerte del sistema político mexicano consolidado desde hace más
de 60 años. Dentro de las «reglas de juego» del sistema no es posible acceder siquiera,
no ya a un nuevo modelo de organización social más justo, sino también a un sistema de
partidos. Así como el sueño del libre juego de la oferta y la demanda no se puede hacer
realidad en un sistema económico cada vez más dominado por los monopolios, el libre
juego político de partidos no puede ser realidad en un sistema basado en el monopolio de
la política: el sistema de partido de Estado.
Permítame usted que este punto quede así señalado (es decir, señalando un problema y
no una solución). Permítame posponer,
para una luna improbable, la continuación de su explicación. Sobre una caracterización
más profunda del sistema de partido de
Estado puede usted recurrir a análisis más brillantes y contundentes (dicho sea sin
sarcasmos) de excelentes analistas. Nosotros
sólo señalamos una diferencia respecto a otras posiciones que, es probable, se
presentarán en este libro que usted prepara, a saber:
que cualquier intento de «reforma» o «equilibrio» de esta deformación es imposible
DESDE DENTRO DEL SISTEMA DE
PARTIDO DE ESTADO. No hay «cambio sin ruptura». Es necesario un cambio profundo,
radical, de todas las relaciones
sociales en el México de hoy. ES NECESARIA UNA REVOLUCION, una nueva revolución. Esta
revolución sólo será posible desde fuera del sistema de partido de Estado.
II. LA DEMOCRACIA, LA LIBERTAD Y LA JUSTICIA, BASE DE UN NUEVO SISTEMA POLÍTICO EN
MÉXICO
El tríptico Democracia-Libertad-Justicia es la base de las demandas del EZLN, incluso
dentro de su fundamento mayoritariamente
indígena. No es posible uno sin los otros. Tampoco se trata de cuál primero (trampa de
la ideología que nos susurra al oído:
«Pospongamos la democracia, primero la justicia»). Más bien de los énfasis, o de las
jerarquías de articulación, de las
dominancias de uno de los elementos en los distintos tiempos históricos (algo
precipitados en el año de 1994 y en lo que va de este 1995).
Me referiré ahora a esto de una REVOLUCIÓN en lo que señalamos en una carta a los
medios de comunicación el 20 de enero de 1994, cuando las fuerzas gubernamentales
apretaban más el cerco sobre nuestras tropas y el grupo de mando era «cazado» por
unidades comando del ejército federal. Decíamos entonces:
«Nosotros pensamos que el cambio revolucionario en México no será producto de la
acción en un solo sentido. Es decir, no será, en sentido estricto, una revolución
armada o una revolución pacífica. Será, primordialmente, una revolución que resulte de
la lucha en variados frentes sociales, con muchos métodos, bajo diferentes formas
sociales, con grados diversos de compromiso y participación. Y su resultado será, no el
de un partido, organización o alianza de organizaciones triunfante con su propuesta
social específica, sino una suerte de espacio democrático de resolución de la
confrontación entre diversas propuestas políticas. Este espacio democrático de
resolución tendrá tres premisas fundamentales que son inseparables, ya, históricamente:
la democracia para decidir la propuesta social dominante, la libertad para suscribir una u
otra propuesta y la justicia a la que todas las propuestas deberán ceñirse» (20 de
enero de 1994).
Tres señalamientos en un solo párrafo, tres señalamientos densos como pozol agrio. El
estilo del Sup: oscuridad conceptual, ideas difíciles de entender y peores de digerir.
Pero yo me permitiré desarrollar lo que él dejó apenas delineado. Se trata, pues, de
tres señalamientos que contienen toda una concepción sobre la revolución (con
minúsculas, para evitar polémicas con las múltiples vanguardias y salvaguardas de «LA
REVOLUCION»):
El primero se refiere al carácter del cambio revolucionario, de este cambio
revolucionario. Se trata de un carácter que incorpora métodos diferentes, frentes
diversos, formas variadas y distintos grados de compromiso y de participación. Esto
significa que todos los métodos tienen su lugar, que todos los frentes de lucha son
necesarios, y que todos los grados de participación son importantes. Se trata,
pues, de una concepción incluyente, antivanguardista y colectiva. El problema de la
revolución (ojo con las minúsculas) pasa de ser un problema de LA organización, de EL
método, y de EL caudillo (ojo con las mayúsculas), a convertirse en un problema que
atañe a todos los que ven esa revolución como necesaria y posible, y en cuya
realización todos son importantes.
El segundo se refiere al objetivo y al resultado de esa revolución. No se trata de la
conquista del Poder o de la implantación (por vías pacíficas o violentas) de un nuevo
sistema social, sino de algo anterior a una y a otra. Se trata de lograr construir la
antesala del mundo nuevo, un espacio donde, con igualdad de derechos y obligaciones, las
distintas fuerzas políticas se «disputen» el apoyo de la mayoría de la sociedad.
¿Confirma esto la hipótesis de que los zapatistas son «reformistas armados»? Pensamos
que no. Nosotros sólo señalamos que una revolución «impuesta», sin el aval de
las mayorías, termina por volverse contra sí misma. Ya sé que esto da para páginas,
pero como ésta es sólo una carta, sólo estoy haciendo señalamientos para desarrollar
en otras ocasiones o para provocar el debate y la discusión (que parece ser la
«especialidad de la casa» de los zapatistas).
El tercero trata de las características no ya de la revolución, sino de su resultado. El
espacio resultante, las nuevas relaciones
políticas, deberán cumplir con tres condiciones: la democracia, la libertad y la
justicia.
En suma, no estamos proponiendo una revolución ortodoxa, sino algo mucho más difícil:
una revolución que haga posible la
revolución...
III. ¿UN AMPLIO FRENTE OPOSITOR?
La fragmentación de las fuerzas que se le oponen le permite al sistema de partido de
Estado no sólo el resistir los ataques, también la cooptación y mediatización de esa
oposición. La principal preocupación del sistema de partido de Estado no es la
radicalidad de las fuerzas que se le oponen, sino su eventual unidad. La parcelación de
las fuerzas políticas en contra del régimen le permiten al sistema de partido de Estado
el negociar o «pelear» la conquista de las «islas» políticas que se forman en la
oposición. Aplican una ley de guerra, la «economía de fuerzas»: a un enemigo disperso
en pequeños núcleos se le golpea concentrando fuerzas sobre cada núcleo, aislándolo de
los otros. Estos núcleos opositores no se reconocen a sí mismos como frente a UN enemigo
sino como frente a VARIOS enemigos, es decir, ponen especial énfasis en lo que los hace
diferentes (sus propuestas políticas) y no en lo que los hace iguales (el enemigo que
enfrentan: el sistema de partido de Estado). Claro que aquí nos referimos a la oposición
honesta, no a las marionetas. Esta dispersión de fuerzas opositoras permite concentrar
las fuerzas del sistema para «sitiar» y vencer (o anular) cada «isla».
La unidad de esa «isla» representaría un serio problema para el sistema de partido de
Estado, pero no bastaría por sí misma (la
unidad) para ver derrotado al régimen. Seguiría faltando la presencia y actuación del
«tercer elemento»: el pueblo mexicano. Sí, así con minúsculas, evitando su
definición y su sacralización. ¿Tiene este «tercer elemento» una característica
definida de clase
social? Sí, pero no es la que «salta» en primera instancia. Lo que prevalece es su
escepticismo y desconfianza frente a la política, es decir, frente a las organizaciones
políticas. Queremos decir con esto que, diciendo «pueblo mexicano», señalamos un
problema y no una solución. Problema sí, y también una realidad que se presenta con una
obstinación que supera los esquemas teóricos, por un lado, y los controles corporativos,
por el otro.
La unidad de las «islas» encuentra multitud de obstáculos. Uno, no el único pero sí
uno importante, es la diferencia sobre el
carácter de esa unidad. Una unidad de clases explotadas o de organizaciones de clases
explotadas, versus una unidad pluriclasista. De aquí vienen las subdivisiones.
¿Es posible una construcción paralela de ambos frentes o uno se contrapone al otro?
Nosotros pensamos que sí es posible, que no se contraponen. Pero, en todo caso, lo mejor
es preguntarle al tercer espejo, al que va a ser «liberado» o «redimido». Preguntar,
responder. Hablar, escuchar. Un diálogo, pues. Un diálogo nacional...
(Fin del artículo y compromiso cumplido.)
Es todo, señor. Estoy seguro de que mi estilo literario sí merece estar impreso bajo el
lema de «Por mi raza hablará el
rock», y no como el de mi escudero que, aunque es leal y honesto, tiende mucho a ver la
vida como si fuera un juego
entre cristales y espejos...
Vale. Salud y ¡ánimo!, el cristal queda nomás ahí. Sólo falta encontrarlo...
Desde el kilómetro no sé cuánto de no sé cuál carretera, pero estamos, eso sí, en
México.
Don Durito de La Lacandona
II. El día por venir
EL CRISTAL PARA VER DEL OTRO LADO
México, febrero-mayo de 1995
Tallado por el lado inverso, un espejo deja de ser espejo y se convierte en cristal. Y los
espejos son para ver de este lado y los
cristales son para ver lo que hay del otro lado.
Los espejos son para tallarlos.
Los cristales son para romperlos... y cruzar al otro lado...
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos.
P.D. que, imagen de lo real e imaginario, busca, entre tanto espejo, un cristal para
romper.
Durito V
Madrugada. Ciudad de México. Por las calles aledañas al Zócalo deambula Durito. Con una
diminuta gabardina y un sombrero
calado a lo Humphrey Bogart en Casablanca, Durito pretende pasar desapercibido. No son
necesarios ni el vestuario ni el lento
arrastrarse de Durito, pegado a las sombras que huyen de los escaparates iluminados.
Sombra de la sombra, callado andar,
sombrero calado, gabardina que arrastra. Durito camina por la madrugada de la ciudad de
México. Nadie se percata de él. No lo ven, y no porque esté bien disfrazado, o porque
esa figura pequeña, diminuto quijote vestido de detective de los años 50, apenas se
distingue entre los montones de basura. Camina Durito junto a papeles arrastrados por los
pies de cualquiera o por alguna ráfaga de esos vientos impredecibles en las madrugadas
del DF. Nadie ve a Durito por la sencilla razón de que, en esta ciudad, nadie ve a nadie.
«Esta ciudad está enferma», me escribe Durito, «está enferma de soledad y de miedo.
Es una gran colectividad de soledades. Es muchas ciudades, una por cada uno de los que la
habitan. No se trata de una suma de angustias (¿conoces alguna soledad que no sea
angustiosa?), sino de una potencia; cada soledad se multiplica con el número de soledades
que la circundan. Es como si la soledad de cada uno se metiera en una de esas ' Casa de
los Espejos' que hay en las ferias de provincia. Cada soledad es un espejo que refleja la
otra soledad que, como espejo, rebota soledades».
Durito ha empezado a darse cuenta de que está en cancha ajena, que la ciudad no es su
lugar. En su corazón y en esta
madrugada. Durito hace maletas. Hace este recorrido como si fuera un recuento, una última
caricia, como la que da el amante que sabe que es la despedida. A ratos disminuye el paso
de personas y aumenta el ulular de las patrullas que sobresaltan a los
fuereños. Y Durito es uno de esos fuereños, así que se detiene en un rincón cada que
los parpadeos rojos y azules cruzan por la calle. Durito aprovecha la complicidad de un
zaguán para encender la pipa con técnica guerrillera: un chispazo apenas, una
aspiración profunda, y el humo envolviendo mirada y rostro. Se detiene Durito. Ve y mira.
Al frente, un aparador conserva su
iluminación. Se acerca Durito y mira el gran cristal y lo que detrás de él se ofrece.
Espejos de todas las formas y de todos los
tamaños, figuiritas de porcelana, de vidrio, cristal cortado, cajitas de música. «No
hay cajitas parlantes», se dice Durito sin
olvidar los largos años pasados en la selva del sureste mexicano.
Durito ha venido a despedirse de la ciudad de México y ha decidido darle un regalo a esta
ciudad de la que todos reniegan y nadie abandona. Un regalo. Este es Durito, un escarabajo
de la Selva Lacandona en el centro de la ciudad de México.
Se despide Durito con un regalo.
Hace un elegante ademán de mago. Todo se detiene, las luces se apagan como se apagan las
velas cuando un lento viento les
lame el rostro. Otro ademán y una luz, como de reflector, ilumina una de las cajitas de
música del aparador. Una bailarina, de
suave traje lila, mantiene una perpetua posición con las manos entrelazadas en lo alto,
las piernas juntas en su equilibrio sobre las puntas de los pies. Durito intenta imitar la
posición, pero no tarda en enredarse con tantos brazos como tiene. Otro ademán mágico y
aparece un piano del tamaño de una cajetilla de cigarros. Durito toma asiento frente al
piano y coloca sobre la cubierta un tarro de cerveza que a saber de dónde lo sacó, pero
debe de ser de hace rato porque ya está a la mitad. Se truena los dedos Durito y semeja
hacer una de esas gimnasias dactilares que hacen los pianistas de bar en la películas.
Voltea Durito hacia la bailarina e inclina la cabeza. La bailarina adquiere movimiento y
hace una reverencia. Durito tararea una tonada desconocida, inicia un compás con sus
patitas, cierra los ojos y empieza a balancearse. Inician las primeras notas. Durito toca
el piano a cuatro manos. Del otro lado del cristal, la bailarina inicia un giro y un
lento elevarse del muslo derecho. Durito se inclina sobre el teclado y arremete con furia.
La bailarina ejecuta los mejores pasos que la prisión de la cajita de música le
permiten. La ciudad se borra. No hay nada, sólo Durito en su piano y la bailarina en su
cajita de música. Toca Durito y baila la bailarina. La ciudad está sorprendida, se
arrebolan sus mejillas como cuando se recibe un regalo inesperado, una sorpresa agradable,
una buena noticia. Durito le da el mejor de sus regalos: un espejo irrompible y eterno, un
adiós que no duele, que alivia, que lava. El espectáculo dura apenas unos instantes, las
últimas notas se apagan conforme adquieren forma de nuevo las ciudades que pueblan esta
ciudad. La bailarina vuelve a su incómoda inmovilidad, Durito se sube el cuello de la
gabardina y hace una suave reverencia hacia el aparador.
«¿Estarás siempre del otro lado del cristal?», le pregunta y se pregunta Durito.
«¿Estarás siempre del lado de allá de mi
acá y yo siempre estaré del lado de acá de tu allá?»
Salud y hasta siempre, mi querida malcontenta. La felicidad es como los regalos, dura lo
que un destello y vale la pena.»
Cruza la calle Durito, se acomoda el sombrero y sigue caminando. Antes de doblar la
esquina voltea hacia el aparador. Un agujero como una estrella adorna el cristal. Las
alarmas suenan inútilmente. Detrás del aparador ya no está la bailarina de la cajita de
música...
«Esta ciudad está enferma. Cuando su enfermedad haga crisis, será su cura. Esta soledad
colectiva, multiplicada en
millones y potenciada, terminará por encontrarse y encontrar la razón de su impotencia.
Entonces, y sólo entonces, esta
ciudad perderá el gris que la viste y se adornará con esas cintas de colores que abundan
en provincia.
«Vive esta ciudad un juego cruel de espejos, pero el juego de los espejos es inútil y
estéril si no hay un cristal como meta.
Basta entenderlo y, como dijo no sé quién, luchar y empezar a ser felices...
«Me vuelvo, prepara el tabaco y el insomnio. Hay mucho que contarte, Sancho», termina de
escribir Durito.
Amanece. Unas notas de piano acompañan al día que llega y Durito que se marcha. Al
oriente, el Sol es como una piedra
rompiendo el cristal de la mañana...
Vale de nuevo. Salud y dejad la rendición para los espejos huecos.
El Sup levantándose del piano y buscando, desconcertado entre tantos espejos, la puerta
de salida... ¿o de entrada?
24 de agosto de agosto de 1994
El León mata mirando
Señores:
Va comunicado post-electoral. Ese cuento del 50 por ciento y el "carro completo"
sólo se lo tragan los gringos (por eso les va como les va en política
internacional). ¡Orale! ¡No se achicopalen! Su táctica es repetir una gran
mentira hasta convertirla en verdad. Se van a equivocar otra vez, se les va a derrumbar
todo como en enero. Sólo se necesita una sopladita...
Vale. Salud y un buen par de pulmones. Desde las montañas del Sureste mexicano
Subcomandante Insurgente Marcos
P.D. que dice "no". No le hagan caso a los editorialistas. No le hagan caso a
los moneros. No le hagan caso a la televisión. No le hagan caso la radio. No se pasmen.
No se vendan. No se rindan. No se dejen. No tengan miedo. No se callen. No se sienten a
descansar.
P.D. para candidatos con cerca del 50 por ciento de los votos. En la grabadorita se
escucha aquello de "Qué cosas tiene la vida, Mariana. Qué cosas tiene la vida.
Mientras más alto volamos, Mariana, nos duele más la caída".
P.D. insurgente para Caza-Mapaches. Los del virus Carpizo es para distraer la atención y
"re-ajustar" la computadora, así no habrá nada anormal después del cómputo.
P.D. que responde a la pregunta "¿Y ahora?". Leed el capítulo XIV (¿o es el
XXIV?) de la segunda parte de "El ingenioso hidalgo don Quijote de la mancha".
Sí, ése de la aventura con el caballero de los espejos. De nada.
P.D. que le cuenta un cuento a una Toñita que presume de un conejito de peluche que le
mandaron los convencionistas y "éste no pica", me dice...
...Y entonces yo me hago el desentendido y empiezo a contar, así nomás, una historia de
1985, año de templores y emergencias civiles (de las que emergen y de las otras):
El viejo Antonio cazó un león de montaña (que viene siendo muy parecido al puma
americano) con su vieja chimba (escopeta de chispa). Yo me había burlado de su arma días
antes: "De estas armas usaban cuando Hernán Cortés coquistó México, le dije. El
se defendió: "Sí, pero mira ahora en manos de quién está". Ahora estaba
sacando los últimos tirones de carne de la piel, para curtirla. Me muestra orgulloso la
piel. No tiene ningún agujero. "En el mero ojo", me presume. "Es la única
forma de que la piel no tenga señales de maltrato", agrega. "¿Y qué va a a
hacer con la piel?", pregunto. El viejo Antonio no me contesta, sigue raspando la
piel del león con su machete, en silencio. Me siento a su lado y, después de llenar la
pipa, trato de prepararle un cigarrillo con "doblador". Se lo tiendo sin
palabras, él lo examina y lo deshace. "Te falta", me dice mientras lo vuelve a
forjar. Nos sentamos a participar juntos en esa ceremonia del fumar.
Entre chupada y chupada, el viejo Antonio va hilando la historia:
"El león es fuerte porque los otros animales son débiles. El león come la carne de
otros porque los otros se dejan comer. El león no mata con las garras o los colmillos. El
león mata mirando. Primero se acerca despacio... en silencio, porque tiene nubes en las
patas y le matan el ruido. Después salta y le da un revolcón a su víctima, un manotazo
que tira, más que por la fuerza, por la sorpresa.
"Después la queda viendo. La mira a su presa. Así... (el viejo Antonio arruga el
entrecejo y me clava los ojos negros). El pobre animalito que va a morir se queda viendo
nomás, mira al león que lo mira. El animalito ya no se ve él mismo, mira lo que el
león mira, mira la imagen del animalito en la mirada del león, mira que, en su
mirarlo del león, es pequeño y débil. El animalito ni se pensaba si es pequeño y
débil, era pues un animalito, ni grande ni pequeño, ni fuerte ni débil. Pero ahora mira
en el mirarlo del león, mira el miedo. Y, mirando que lo miran, el animalito se convence,
él sólo, de que es pequeño y débil. Y, en el miedo que mira que lo mira
el león, tiene miedo. Y entonces el animalito ya no mira nada, se le entumecen los huesos
así como cuando nos agarra el agua de la montaña, en la noche, en el frío. Y entonces
el animalito se rinde así nomás, se deja, y el león se lo zampa sin pena. Así mata el
león. Mata mirando. Pero hay un animalito que no hace así, que
cuando lo topa el león no le hace caso y se sigue como si nada, y si el león lo manotea,
él contesta con un zarpaso de sus manitas, que son chiquitas pero duele la sangre que
sacan. Y este animalito no se deja deja del león porque no mira que lo miran... es ciego.
'Topos', les dicen a esos animalitos."
Parece que el viejo Antonio acabó de hablar. Yo aventuro un "si, pero..." El
viejo Antonio no me deja continuar, sigue contando la historia mientras se forja otro
cigarrillo. Lo hace, lentamente, volteando a verme cada tanto para ver si estoy poniendo
atención.
"El topo se quedó ciego porque, en lugar de ver hacia afuera, se puso a mirarse el
corazón, se trincó en mirar para adentro. Y nadie sabe porqué llegó en su cabeza del
topo eso de mirarse para adentro. Y ahí está de necio el topo en mirarse el corazón y
entonces no se preocupa de fuertes o débiles, de grandes o pequeños,
porque el corazón es el corazón y no se miden como se miden las cosas y los animales. Y
eso de mirarse para adentro sólo lo podían hacer los dioses y entonces los dioses lo
castigaron al topo y ya no lo dejaron mirar pa'fuera y además lo condenaron a vivir y
caminar bajo tierra, porque lo castigaron los dioses. Y el topo ni pena tuvo porque
siguió mirandose por dentro. Y por eso el topo no le tiene miedo al león. Y tampoco lo
tiene miedo al león el hombre que sabe mirarse el corazón.
"Porque el hombre que sabe mirarse el corazón no ve la fuerza del león, ve la
fuerza de su corazón y entonces lo mira al león y el león mira que lo mira el hombre y
el león mira, en el mirarlo del hombre, que es sólo un león y el león se mira que lo
miran y tiene miedo y se corre."
"Y usted se miró el corazón para matar a este león?", interrumpo. El
contesta: "¿Yo?" N'hombre, yo miré la puntería de la chimba y el ojo del
león y ahí nomás disparé... del corazón ni me acordé..." Yo me rasco la cabeza
como, según aprendí, hacen aquí cada que no entienden algo.
El viejo Antonio se incorpora lentamente, toma la piel, la examina con detenimiento.
Después la enrolla y me la entrega. "Toma", me dice. "Te la regalo para
que nunca olvides que al león y al miedo se les mata sabiendo a dónde mirar..." El
viejo Antonio da media vuelta y se mete a su champa. En el lenguaje del viejo Antonio eso
quiere decir: "Ya acabé. Adiós". Yo metí en una bolsa de nylon la piel del
león y me fui...
Toñita hace lo mismo y se va con el mentado conejito de peluche "que no pica".
El Beto me dice, para consolarme, que él tiene un tlacuache muerto, que de por sí su
mamá ya le dijo que lo saque, y que él, el Beto, me lo cambia por cinco vejigas.
Yo rechazo amablemente, pero uno de los cocineros escucha la oferta y le ofrece al Beto
tres vejigas. El Beto duda. El cocinero argumenta que una de las vejigas es verde y la
otra blanca y la otra roja. El Beto insiste en su oferta inicial de cinco vejigas. El
cocinero ofrece las dos vejigas y dos condones. El Beto duda. Yo me fui cuando el regateo
no llegaba a nada todavía.
Esa fue la historia del viejo Antonio y el león. Yo cargué la piel del león desde
entonces, en ella teniamos envuelta la bandera que entregamos a la Convención Nacional
Democrática. ¿Quieren también la piel?
Vale de nuevo. Salu y un cristal de esos que sirven para asomarse adentro...
Desde las montañas del Sureste mexicano
Subcomandante Insurgente Marcos
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