La Mariquita Rosa


Cuento corto

El mundo de los insectos estaba en crisis. Se rumoraba que se avecinaba una guerra. Unas abejas gigantescas se apoderaban de todo a su alrededor, destruyendo el hábitat de los demás insectos.


Los insectos se encontraban inusitadamente luchando por su vida, su ambiente, su existencia. Por muchos años, habían tolerado a las abejas y a pesar de la opresión (a la que se habían acostumbrado) algunos vivían tranquilos pues descansaban en algunas leyes mínimas pero que garantizaban un mínimo de existencia subordinada, permitían la convivencia.


La nueva abeja reina era mas cruel que las anteriores y decidió que ya no podían seguir respetando esas leyes, pues hacían la vida incomoda a las demás abejas, dueñas de panales.


Desgraciadamente los insectos no se podían poner de acuerdo, no estaban organizados. Los más políticos habían mantenido su lucha y una visión crítica, pero se habían empecinado en una visión estrecha de cuales eran los insectos que podían dar esa lucha política y cómo se debía dar. Entre los insectos excluidos estaban las moscas, hormigas "bobas", mariposas y las mariquitas. Los mas favorecidos eran los escarabajos, ciempiés, escorpiones y cucarachas. Estos últimos habían harto probado su gallardía, su arrojo y valentía. Demás está decir que a través de los años los números de estos insectos en el frente de lucha habían mermado considerablemente muchos otros insectos no los veian cómo sus lideres sobre todo porque no estaban abiertos a discutir otras estrategias de lucha que no fueran las ya tradicionales y homogeneizantes donde se ignoraban necesidades de insectos sin antenas, o sin alas o con diferente número de patas o con diferente tamaño o color.


Los insectos excluidos se habían cansado de ofrecerse a luchar y demostrar su capacidad y solidaridad en contra de las abejas. Los "fuertes" se burlaban de ellos y los rechazaban.


Una mariquita rosada, desoyendo el consejo de los viejos, algunos de los cuales eran veteranos de luchas anteriores, se acercó al frente de lucha. La mayoría de los veteranos se habían tenido que disfrazar de cucaracha para luchar, siendo expulsados tan pronto se descubria que eran mariquitas. Esta mariquita rosada era bastante política y presentá se negaba a irse, no porque quería probar nada sino porqué compartía con los demás insectos "fuertes" el deseo de lucha, la capacidad de indignación y la esperanza de cambio. Ella siempre recordaba los consejos de los mariquitas ancianos, pero al menos, ¡estaba haciendo su parte!


Con el tiempo conoció muchos de los insectos "guerreros", los insectos fuertes, los mismos, la saludaban, le hablaban y hasta lo invitaron a comer hojas verdes con ellos. "Qué chévere, los tiempos van cambiando, los demás insectos, se fijan en mi capacidad y no en que soy una mariquita rosa" pensaba para sí.


Un día hasta lo invitaron a sus escuadrones. La mariquita estaba tan orgullosa, se había derrumbado una barrera más entre los insectos, la apariencia no era realmente importante. Ya la mariquita pasaba mas tiempo con los insectos "fuertes" que con las demás mariquitas, sobre todo porque muchas otras mariquitas no compartían sus ideas políticas, la mayoría no veía la lucha de los insectos fuertes como una propia, algunas hasta temían que de ganar los insectos fuertes estarían más jodías que con las abejas.


Un día uno de los insectos fuertes amigo de la mariquita rosada le contaba, mientras compartían unas excelentes hojas verdes, le contaba indignado que los mas viejos todavía se oponían a aceptar las mariquitas en sus frentes de batalla. El insecto "fuerte" se molestaba y le trató de explicar que las mariquitas eran muchas y que organizadas serian una fuerza importante que los ayudaría en su lucha.


La mariquita se dio cuenta, que nunca sería parte de los insectos fuertes. Su valor no radicaba en su compromiso, su capacidad de lucha, su sentido de justicia, su militancia. Su valor estaba en que las mariquitas eran muchas. Aún así, siguió en el frente de lucha, su compromiso no dependía de que lo aceptaran o respetaran, el hábitat era suyo también. Esta vez consciente de que aún faltaba mucho para que los insectos se unieran. Reconoció que sólo debía sentirse seguro entre otras mariquitas. Los viejos tenían razón cuando le decían: "No importa lo que luches o cómo luches, para los fuertes, siempre serás mariquita"




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