Séptimo hijo varón.


Amanda, siempre incansable, me ha enviado un nuevo relato, en este caso se trata de una fantasía corta pero realmente encantadora:


"Hoy es noche de luna llena y esto es muy particular para mi.


Mi historia comienza muchos años antes de yo mismo naciese. Mi padre, con el espíritu de los europeos que venían a construir un mundo nuevo, se asentó, allá por la década del 50, en uno de los suburbios del Gran Buenos Aires. Allá, lejos de la Gran Ciudad, cerca de San Vicente, donde solo los trenes llegaban.


Como buen inmigrante, él todo lo hacía, las paredes de la casa, la quinta con verduras, ...


Una noche unos gitanos merodeaban su casa, tratando tal vez de robar algo. Con un garrote en la mano salió a enfrentarlos. Eran varios, pero él a fuerza de coraje le sacó dos dientes a uno, le hinchó un ojo a otro y a dos más los golpeó duro en la crisma. Cuando se iban apaleados y espantados, una vieja gitana que los acompañaba le lanzó una maldición: su séptimo hijo varón sería un lobizón.


Ni más ni menos yo soy el séptimo hijo varón. Pero algo debió salir mal, las noches de luna llena no me crece el pelo en el cuerpo, ni los dientes, y tampoco le aúllo a la luna y no creo que nadie se moleste en gastar una bala de plata conmigo.


Sin embargo, apenas la luna aparece sobre el horizonte, una transformación increíble se produce en mi; se afinan y alargan mis dedos, me crecen las uñas (no exageradamente, nunca más allá de medio centímetro); se arquean mis cejas; mis cabellos se aclaran hasta tener una tonalidad rubia casi ceniza, y se alargan hasta cubrirme los hombros; se afina mi cintura; se me hinchan los senos y los glúteos (el resto ?, el resto me queda igual !).


Siento una irrefrenables ganas de depilarme las piernas; me ducho con agua muy caliente, lo que me relaja, dilata mis poros y ablanda mi vello. Uso la misma maquinita que utilizo para afeitarme todos los días, suavemente la paso por mis piernas encremadas hasta dejarlas tersas como la seda. Las medias con costura son una debilidad, me las calzo lentamente y con prolijidad, para que la costura sea una línea recta desde los portaligas hasta mis talones.


El encaje blanco es mi preferido para la ropa interior, suaves corpiños me sostienen mis pechos hinchados; mis pezones suelen erguirse por la excitación que siento al rozarlos con la ropa.


Siento una constricción casi religiosa al maquillarme. Rojo, ese es el color con que pinto mis uñas y mis labios ...


Mi cuerpo lo cubro con un vestido de lamé plateado, escotado lo suficiente como para dejar entrever las puntillas del corpiño, y lo suficientemente corto para que al caminar se vislumbren los broches de los portaligas. Siempre llevo una carterita haciendo juego con el vestido, colgando desde mi hombro. Un poco de strass en los aros y collar complementan mi apariencia.


Así me verás pasear las noches de luna llena en la ciudad de Buenos Aires, por las inmediaciones de las calles Oro y Soler, con un andar pausado y tranquilo, disfrutando de cada paso, como quien no quiere que termine la noche, ya que sabe que cuando ello ocurra deberá volver a una rutina esclavizante, hasta la próxima luna llena. "


Amanda Wells.


Has visto que te dije que era realmente encantadora, ya puedo imaginármela a Amanda, las noches de luna llena, trasnformándose y saliendo a caminar por las calles, todo será cuestión de buscarla, quizá alguna de nosotras tenga suerte y pueda disfrutar con ella.


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