Ana Raquel y Amanda

La historia comienza


Esta es una historia verdadera, sucedió tal como lo cuenta Amanda y no se trata de otra cosa que de un encuentro entre las dos, ella que es mucho mejor escritora que yo ha tenido la amabilidad de redactarlo, leelo y te enterarás de como nos divertimos:


"A Ana Raquel (Ana para los íntimos) la conocí por casualidad en Internet, en seguida surgió un feeling muy especial nosotras. Comenzamos a enviarnos mensajes, relatos, fotos y dibujos; cada vez más excitante y picantes.


Finalmente decimos que era hora de ver que podía pasar entre nosotras y enviamos a nuestras versiones masculinas a tener una charla en un café. Como nunca nos habíamos visto (y en esa época Ana no había publicado aún sus divinas fotos) coordinamos una serie de contraseñas para reconocernos.


No hubo desencuentros, las versiones masculinas se sentaron a charlar y a tomar un café. Pero ese día tenía una reunión de negocios con otras personas y tuve que salir casi disparando; como Amanda no pude perdonar a mi versión masculina el no haber terminado de arreglar todos los detalles.


Pero el e-mail todo lo puede y terminamos de arreglar con Ana, nuestro encuentro.


Nos encontramos en la entrada del departamento y subimos hasta el segundo piso. Yo estaba con los nervios totalmente alterados, decir que estaba re-nerviosa es poco, hasta tartamudeaba un poco.


Me metí al baño y comencé a cambiarme, la emoción me embargaba; al fin podría salir completa a la faz de la tierra, frente a alguien que compartiera mis gustos. Básicamente soy una Cross Dresser fetichista con algunos rasgos de sado, pero solo en lo que se refiere a lo que es ropa o creación de situaciones, no me atrae la violencia o el castigo desproporcionado por si mismo o esos broches que marcan el cuerpo; como dije alguna vez: soy un poco delicadita.


Con Ana habíamos combinado que para esta reunión, nos comportaríamos como dos lesbianas, que ella me maquillaría como a una prostituta y que nos dejaríamos llevar por nuestros instintos.


Temblando de los nervios salí del baño con la cara lavada, trastabillaba un poco con mis zapatos de taco alto. Ana (que ya estaba cambiada desde hacía rato) me sentó en una silla frente a un espejo y me maquilló.


Nos sentamos en unos silloncitos y nos pusimos a charlar, mi excitación iba en aumento pero no sabía bien como actuar y como reaccionaría Ana al verme actuar.


Nos paramos frente al espejo y comenzamos a frotar nuestras piernas. Pasé mi mano debajo de la falda de Ana y encontré lo que buscaba, un hermoso clítoris hinchado dentro de un body. Intenté inútilmente de desabrochar el body, Ana pacientemente lo abrió y liberó su clítoris. Sacó de su bolso un consolador que hábilmente lo puso en su ano por debajo de la bombacha (creo que esperaba que se lo pusiese yo).


Cuando Ana quiso introducirme un pequeño vibrador en mi trasero, mis nervios me jugaron una mala pasada, y mi esfínter se cerró y dijo no !


Nos fuimos al dormitorio y sobre la cama nos trenzamos en un hermoso 69. Ana tenía mi clítoris en su boca y lo lamía y succionaba; yo hacía mi contra parte y notaba que su miembro se ponía cada vez más duro y delicioso. La situación pronto me llevó a tener mi orgasmo. Ana, paciente hasta la eternidad, terminó masturbándose frente a mis ojos.


Un poco avergonzada por el pobre papel que había tenido pensé que Ana estaría algo enojada conmigo. Pero ella es divina!, como siempre digo: es mi Hada Madrina !!. Entendió mis nervios del momento y me propuso tener un nuevo encuentro, con roles más definidos y concretos, de sumisión y dominación, como en mis cuentos. Así, yo tomaría el rol de Ama y ella el de sierva.


Sin pensarlo dos veces acepté y fui a un lugar donde venden ropa de trabajo y (sin ponerme siquiera colorado) compré un uniforme de mucama, con voladitos y delantal. Luego fui a una ferretería a compras sogas (como le expliqué al vendedor: para el tendedero de casa).


Por mail comenzamos a asumir cada una el rol que le competía. Algún día publicaremos los mensajes, fotos y dibujos que nos enviamos; cada uno de ellos hacía que mi temperatura animal subiese unos grados por encima de lo normal. La sumisa esclava trataba inútilmente de complacer a la exigente Señora.


Finalmente nos volvimos a encontrar en el departamento. Nuevamente me dirigí al baño, me desvestí y en el bidé me higienicé como corresponde; sin darme cuenta solo abrí una canilla, casi me quemo mi trasero, el agua estaba tan caliente que hervía!


Más tranquila y confiada en mi rol de Ama, comencé a vestirme, primero con mi ropa interior roja: el pequeño corset de encaje con moñitos y portaligas, las medias que acariciaban mis piernas y la minúscula bombachita de encajes con moñitos y perlitas. Luego mi vestido favorito, el gris perla que tiene una triple falda y un hermoso moño en el trasero, cuando subía el cierre de la espalda, mi piel se erizaba de placer.


Antes de colocarme la peluca de pelo corto color castaño, me pinté los labios de un rojo intenso y utilicé sombra de ojos celeste (para acentuar el color de mis ojos).


Cerré las hebillitas de mis zapatos negros de taco pensando que en pocos instantes más serían lamidos por mi esclava.


Completé mi atuendo con un collar de perlas (son de plástico pero no lo parecen) de cuatro vueltas y unos preciosos aros en mis orejas.


Abriendo apenas la puerta, le ordené a mi esclava que pusiese todos los juguetes que había traído sobre la cama.


Al rato salí, debo confesarlo y no es porque tenga humo en la cabeza, pero estaba espectacular ! una Diosa !, sin exagerar: Sublime !. Ana me esperaba en el living con la actitud de quien va a buscar empleo (hay que reconocer que sabe interpretar los roles con una calidad sobre natural !!!).


Inmediatamente la increpé diciéndole que cómo iba a buscar trabajo vestida de esa forma, que parecía más una prostituta que una mucama. Muy rudamente le quité el vestido, debajo llevaba un excelente corset de cuero negro con portaligas incluido, no resistí la tentación de acariciarle el cuerpo y su fina ropa interior.


Pero la acción debía continuar, palpándole por debajo de la bombacha hice un gesto de desagrado y le pregunté si estaba con el período.


Con la bombacha a media pierna la obligué a entrar el baño y la senté en el bidé, recordé lo del agua caliente y tuve un gesto de misericordia y le abrí las dos canillas, con jabón (me había olvidado el cepillo de lavar la ropa) le limpié todas las partes y luego la sequé con una toalla. Las dos comenzábamos a excitarnos !


Tomé una cinta de embalar transparente que decía "Frágil" en letras rojas y se lo pegué por encima de la cola de Ana. Como ya sabía que a Ana le encanta tener un dildo durante el desarrollo de los encuentros, le encremé uno bastante grande que ella misma había traído (de esos que tienen un cuello más pequeño y no se salen una vez colocados) y se lo puse sin mayores contemplaciones. Y como estaba con el período le puse una gruesa toalla femenina entre la cola y la bombacha.


El uniforme le calzaba bien, negro a pintitas blancas, de tela rústica (las mucamas no merecen otra cosa!), con unos voladitos blancos en el cuello y mangas; y por separado el delantalcito, que también tenía unos voladitos.


Luego le puse una exquisitez, había preparado una soga con varios lazos: el primero iba alrededor de su clítoris (incluyendo las molestas bolsitas), la soga salía debajo de la pollera y seguía con un lazo alrededor del cuello, continuando con dos lazos más que se ajustaban en las muñecas. Este dispositivo hacía que si se ponía en rebelde, con un pequeño tironcito, la pudiese manejar con facilidad. Nuestra respiración se aceleraba.


Le ordené que me preparar un café y cuando se iba corriendo hacia la cocina le di un chirlo en la cola. Mientras Ana hacía el café puse en orden el dormitorio y preparé las sogas que tenía previstas para atarla a la cama.


Me sirvió el café en el living. Allí fui a tomarlo, la taza quedó manchada con mi rush rojo.


Obligué a la sierva a que me acariciara la espalda y me realizara masajes. Luego le ordené que se sentara y me observara para aprender como se utilizaba el vibrador; me miré al espejo, levanté mis faldas con una mano y con la otra tomé mi pequeño vibrador y con movimientos sensuales, como si estuviera haciendo un streap tease me calcé el aparato hasta el fondo. Ana me miraba y en sus ojos vi que estaba siguiendo mis movimientos con placer, pero no se animaba a intervenir por temor al castigo que le daría.


Una agradable sensación recorrió mi cuerpo, le ordené a la sierva que se arrodillara frente a mi y adorara mi clítoris; lo hizo tan bien que, sacándome el vestido (que ya me molestaba) y quedándome en ropa interior, tuve que recostarme en un sillón. Con las piernas abiertas, y con la cabeza de Ana entre ellas, la mucama me succionaba el miembro por un lado y me introducía el vibrador en el ano, por el otro. Mi gozo no tenía límites, quería que durara para siempre, pero sentía que estaba llegando al clímax.


Para no tener mi orgasmo en forma rápida, (tal como me había sucedido en nuestro primer encuentro); comencé a pensar en cosas horribles: que en ese mismo momento se abriría la puerta y entrarían todos mis compañeros de trabajo o la policía haciendo alguna requisa; que a Ana le agarraría un ataque de epilepsia y mi clítoris sería arrancado a mordiscones de su lugar .... Eso produjo algún efecto y logré contenerme.


Por supuesto que no le dije nada a la mucama de que era lo que estaba pensando y rudamente le eché la culpa de que no servía para satisfacer a su Señora, que era una inútil y que en ese mismo instante la castigaría.


La llevé al dormitorio; allí me ayudó a calzarme un arnés de cuero y ella misma seleccionó una prótesis de un tamaño descomunal. La puse en cuatro sobre la cama y la até con las sogas que ya tenía preparadas. Le levanté la falda de su uniforme de mucama y le retiré el dildo que había permanecido en su lugar todo el tiempo.


Lentamente y con un poco de crema líquida le fui introduciendo el enorme consolador, sentía que gemía de placer; cada vez más adentro y más; hasta que mis piernas se apoyaban contra las de ella. La tomé por las nalgas y comencé a sacudirla violentamente, como en una brutal violación; los broches de nuestros portaligas se entrechocaban y parecían sacar chispas. Ana se retorcía y gemía de placer.


Sentí una enorme satisfacción en esa cabalgata infernal; mi clítoris entre el arnés y las piernas de Ana se hinchaba. Noté que el de Ana también estaba hinchado y me retiré con la prótesis; no terminaba más de salir de dentro de la desgraciada mucamita....


Sacando la prótesis del arnés y desatando de la cama a la sierva, le ordené que inmediatamente la fuera a limpiar (ya que se había manchado un poco). En seguida volvió con el consolador reluciente.


Entonces le dije que le enseñaría como se hace para llevar al orgasmo a alguien. Levantándole la pollera y poniéndome en cuclillas, le empecé a lamer y succionar el clítoris; a cada instante se le ponía más duro; lo mojé con mi saliva, lo llevaba hasta el fondo de mi garganta, lo sacudía un poquito con una mano, mientras con la otra tocaba el mío que ya estaba por reventar nuevamente.


Ana también se tocaba y nos turnábamos febrilmente en la atención de su miembro. En un momento no pude resistir más y eyaculé. A Ana la seguía atendiendo con mi lengua, no tardó mucho más y ella también llegó al clímax; lamenté en ese momento que estuviésemos usando preservativos, ya que me imaginaba cómo sería recibir sus dulces chorritos sobre mis labios pintados de rojo.


Cansadas nos cambiamos lentamente y tomamos un café antes de despedirnos. Nos quedaron tantas cosas en el tintero!: las esposas, la capucha, las mordazas y unos metros más de soga. Veremos cuando las vamos a utilizar !. "


Amanda Wells.


Es necesario que te diga algo mas?, salvo que la pasamos espectacularmente bien, que me sentí toda una esclava frente a mi Ama y que fue delicioso.

Como te dije antes, Amanda escribe mucho mejor que yo, sin embargo he buscado algunas imágenes que ilustren nuestro encuentro (y creo que lo he conseguido)



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Escríbeme tu también y quizás nos encontremos en el futuro

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