Tal como pueden ver he tenido el gusto de recibir un nuevo cuento
de mi amiga Amanda, al leerlo entenderás porqué me ha excitado
tanto hasta el punto de enloquecerme, en fin tal como le dije a
ella, ¿es que acaso pretende que tenga un ataque de
excitación?, bueno juzga por ti mismo:
"Martín y Laura eran una joven pareja sin mayores
preocupaciones. Hace unos años atrás fueron a veranear a las
sierras de Córdoba.
Un mediodía fueron a alquilar unos caballos. Encontraron unos
muy mansos y por unos pocos pesos el dueño se los alquiló por
lo que restaba del día.
Despreocupados de los horarios y libres como pájaros, salieron a
cabalgar por las sierras. De pronto se nubló y comenzó a
llover. Azorados por el cambio repentino de clima comenzaron a
buscar refugio.
Allá a lo lejos se divisaba una construcción. Fueron hacia el
lugar, lo más rápido que les permitieron los caballos. Cuando
llegaron a la puerta, vieron que era una construcción extraña,
más parecía un castillo medieval chico que una vivienda rural.
Empapados hasta las cejas golpearon la puerta con el enorme
anillo de metal que colgaba de ella. Una vez, dos veces, los ecos
de los golpes se escuchaban que se repetían por los rincones del
castillo.
Finalmente la puerta se abrió y apareció un mayordomo vestido
al más puro estilo inglés, que al verlos en tal calamitosa
situación, los hizo pasar amablemente.
Era una amplia recepción. Una de las puertas del costado se
abrió y apareció un simpático personaje que parecía más un
Lord inglés que un hacendado argentino. Inmediatamente lo
interiorizaron de la situación.
- Charles lleva los animales al establo - le ordenó al mayordomo
- Por aquí Lucy los llevará a sus habitaciones - les indicó a
Martín y Laura señalando una escalera que conducía a un piso
superior.
Por otra puerta apareció Lucy con un uniforme de mucama inglesa
muy atildado y los llevó hasta una habitación. Allí Lucy se
movía dentro de uno y otro ropero seleccionando ropa de mujer y
de hombre. Satisfecha por la elección dejó la ropa sobre un
sillón indicándoles a los jóvenes que podían cambiarse la
ropa que chorreaba agua por la que ella había puesto allí. Se
retiró diciéndoles que a las siete deberían bajar para la
cena.
Eran como las seis de la tarde, decidieron darse un baño
caliente y probarse la ropa. Para ella un elegante vestido largo
color azul intenso, zapatos al tono y para él camisa blanca, un
blazer azul, pantalones y zapatos haciendo juego. Les sorprendió
lo bien que les quedaba la ropa.
A las siete en punto bajaron a cenar. La tormenta afuera
arreciaba. La mesa estaba magistralmente servida. Las copas de
cristal y los cubiertos de plata alineados y puntillosamente
colocados.
El Lord los recibió con una amplia sonrisa y les indicó donde
debían sentarse. Lucy y Charles entraban y salían del salón en
un perfecto orden y sin hacer casi ruido. Charles llenaba las
copas de vino y agua cada vez que correspondía.
La entrada de jamón serrano con ensalada rusa estaba deliciosa.
Luego de una armoniosa charla pasaron al plato principal: cordero
al horno con papas a la crema. En un momento, cuando Laura se
llevaba el tenedor lleno de papas a la crema a la boca, un trueno
ensordecedor la estremeció al punto que se le cayó la comida
sobre su regazo. Martín en un esfuerzo por tratar de ayudarla
golpeó todas sus copas y desparramó su contenido sobre el
blanco mantel de lino.
Ante ese espectáculo, la cara del Lord cambió de su habitual
sonrisa, a la de un enfurecido rinoceronte. Golpeó la mesa y les
gritó:
- No ven que no se puede tratar como la gente a estos criollos.
Tienen que comer en un chiquero !!! Ensucian todo - y llamó a
Charles.
Avergonzados por el espectáculo en el que estaban participando,
comenzaron a seguir a Charles hacia donde él les indicaba.
Seguidos por Lucy, pasaron por una puerta, por otra, bajaron
escaleras, hasta que finalmente entraron a un salón cuya única
parte iluminada era el centro, allí se encontraba una silla de
estilo forrada en rojo terciopelo.
- Por favor desnúdense - les pidió Charles. Sin pensarlo y
todavía con la confusión de lo que había pasado en el salón
comedor, obedecieron. Entonces, mientras Charles tomaba a Martín
y lo acercaba a la pared, otro tanto hacía Lucy con Laura.
Cuando los tuvieron suficientemente cerca tomaron las cadenas que
estaban amuradas a la pared y los esposaron por las manos y los
pies.
Laura comenzó a gritar desesperadamente, sin inmutarse Lucy
sacó una mordaza de su bolsillo y se la puso en la boca. Martín
trataba ahora inútilmente de zafar de las cadenas y comenzó a
insultarlo a Charles, quien tampoco se inmutó y con absoluta
frialdad le colocó también una mordaza a él.
Al cabo de unos minutos, apareció el Lord fumando una pipa de
madera, vestido como para la cena pero sin sus pantalones. Se
sentó en la silla iluminada; Lucy se acercó y se arrodilló
frente a él y comenzó a lamerle y a succionarle el pene. El
espectáculo hacía que Martín y Laura comenzaran a bombear más
sangre que la usual por sus venas. Realmente Lucy sabía lo que
hacía.
Charles se acercó a Lucy por la espalda y le levantó la pollera
de su uniforme dejando que Martín viera los suaves muslos y cola
de Lucy, las medias caladas que tenía puestas, y los hermosos
portaligas blancos que las sujetaban. Martín comenzó a
traspirar por las manos, la sangre golpeaba sus oídos.
Con una delicadeza digna de mención, Charles comenzó a quitarle
suavemente la bombacha a Lucy, deslizándola por los muslos
perfectos hasta llegar a las rodillas sobre las que estaba
apoyada. Por un instante dejó de lamer el pene del Lord, que
miraba ahora complacido como Lucy terminaba de quitarse la
bombacha con un ademán sensual y erótico. Inmediatamente
después volvieron a la posición inicial.
Charles ahora sacó su un enorme miembro de entre las bragas de
su pantalón y con todo su uniforme de mayordomo puesto, se lo
introdujo a Lucy en su vulva. El ritmo cadencioso y en aumento
que le propinaba Charles al grupo era armonioso y nada salía de
lugar.
La escena era perfecta, Martín y Laura estaban desesperados por
participar, pero las cadenas les impedían acercarse. Tampoco
podían tocarse ellos mismos para intentar calmar ese fuego que
ahora sentían desde adentro, se retorcían en sus lugares y
gemían.
Charles cabalgaba frenéticamente y el Lord inclinaba su cabeza
hacia atrás con una señal de aprobación a la tarea que
realizaba Lucy. Los dos acabaron al mismo tiempo. Lucy tragó con
ansias todo el esperma del Lord y Charles con cuidado extremo
limpiaba su pene mientras salía de la vagina de Lucy.
El Lord se acercó a los dos jóvenes amarrados a la pared.
- Lo ven señores, ni una sola mancha en la alfombra, ahora
veamos si han aprendido -
Los dos estaban que ardían de ganas de participar en el juego,
se dejaron desencadenar.
A Laura la llevó Charles al salón comedor y así desnuda como
estaba la encadenó debajo de la mesa (donde minutos antes
estaban cenando) por los pies, las manos y el cuello. Humedecida
su vulva ya en el sótano, esas nuevas cadenas la excitaron aún
más y comenzó a masturbarse acariciándose su clítoris e
introduciéndose los dedos en su vagina.
Mientras, Lucy comenzó a vestir a Martín, primero con una
bombacha rústica de grandes dimensiones, luego unas medias de
lana que le cubrían tres cuartas partes de sus piernas, más
adelante le colocó un corset de moños. La excitación que
sentía Martín cuando le ajustaban cada tira del corset era
enorme. Le pusieron zapatos negros de tacón ancho y le calzaron
un uniforme de sirvienta inglesa (igual al de Lucy) con una cofia
en la cabeza haciendo juego.
Como adorno en el cuello le pusieron un collar de cuero negro con
engarces de hierro. En los tobillos le calzaron unos grilletes en
donde también le colocaron cadenas que se enganchaban en los
engarces del collar de cuero del cuello.
- Bueno ahora a servir el postre - le dijo cómplice Lucy. Lo
llevó a la cocina y le dio una bandeja con unos flancitos. -
Lléveselos al Lord - le indicó mostrándole la puerta por donde
se accedía al salón.
Atravesó la puerta. El Lord ya esta sentado y se veía a Laura
debajo de la mesa, encadenada y succionándole frenéticamente el
miembro al Lord. Esta visión suprema lo llevó a un pequeño
orgasmo y sintió como se le dilataba el ano. El Lord le hizo una
seña que pasara. Caminando y arrastrando las cadenas pesadamente
logró servirle los flancitos. Laura continuaba succionando y
succionando y él sentía como cada vez se le dilataba más y
más su ano.
Entró al salón Lucy, lo hizo recostar sobre la mesa y le
levantó la falda. Con un suave movimiento le quitó la bombacha,
que a esa altura estaba ya toda mojada. Lucy se quitó también
su vestido y Martín vio de costado que tenía puesta una hermosa
prótesis negra a la que estaba encremando, al instante sintió
que el ano se dilataba aún más y que Lucy le comenzaba a
introducir la prótesis en su culo.
Charles a hurtadillas se metió debajo de la mesa y comenzó a
sostenerle los senos a Laura que se movía cada vez más
frenéticamente. Nuevamente sacó su pene, enorme, inmenso por
entre las bragas de su pantalón y lo introdujo en la vulva de
Laura, que ahora sentía que se le cumplía un deseo postergado.
El orgasmo fue total y una vez más en conjunto: el Lord eyaculó
en la boca de Laura que no permitió que una sola gota se le
escapara de su boca; Charles (esta vez se dio una licencia y
gimió de placer) retiraba su miembro lenta y prolijamente;
Martín eyaculó dentro de un flancito cuando la prótesis de
Lucy llegó a penetrarlo totalmente y Lucy se sintió satisfecha
al cabalgar sobre el culo de Martín.
Esa noche durmieron como nunca. A la mañana estaban los caballos
preparados y la ropa seca. Martín y Laura se despidieron de sus
anfitriones y volvieron a su hotel gracias a las indicaciones de
Charles.
Todos los años Martín y Laura van de vacaciones a Córdoba y
alquilan caballos, pero por más que lo buscaron, nunca más
encontraron el Castillo. "
Amanda Wells.
Entiendes ahora porqué he quedado tan excitada y
soñando con encontrar el castillo que nos describió Amanda