Ahora Amanda tuvo la feliz ocurrencia de
imaginar como sería nuestro primer encuentro, personalmente te
diré que me encantó, quieres saber como será:
"Luego de tener varios encuentros en sus domicilios
particulares Ana Raquel y Amanda decidieron avanzar hacia la
concreción de sus más osadas fantasías: irían a un hotel
alojamiento.
Se encontraron con la dificultad de que vivían en una ciudad
como Buenos Aires, que si bien en el último tiempo comenzaba a
flexibilizar sus ideas con respecto a la sexualidad y no era tan
rígida sobre como debe vestir la gente según su sexo y edad;
aún estaba lejos de las aspiraciones de estas dos amigas y, en
general, era mal visto que dos mujeres o dos hombres rentaran un
cuarto por hora; a tal extremo que muy probablemente no las
dejarían entrar.
No quedaba otra alternativa: una vestiría como mujer y la otra
como hombre. Debido a la mayor experiencia, mejor cuidado en su
apariencia, y (principalmente) a que se moría de ganas de
hacerlo, Ana Raquel haría el papel de mujer y Amanda el de
varón.
Les pareció que el mejor día sería un día de semana. Así
cada una hizo lo arreglos como para tener una tarde libre y se
juramentaron para un jueves.
Amanda vestido de hombre (saco y corbata standard) llegó
puntualmente al departamento de Ana Raquel. Tocó la puerta y
cuando se abrió se quedó boquiabierto. Allí estaba Ana Raquel
como nunca la había visto, una dulce fragancia que emanaba de
aquel cuerpo lo envolvió, el perfume que se había puesto
perforaba agradablemente sus narices.
La puerta se abrió del todo y Ana Raquel apareció espléndida:
sobre la peluca de pelo castaño de pelo lacio suelto llevaba
enganchados unos lentes de sol; el maquillaje perfecto (era una
experta en eso); de sus orejas colgaban unos pequeños pendientes
con unos dijes en forma de corazón; el cuello estaba adornado
por una cadenita de oro con un dije igual al de los pendientes
pero más grande; tenía puesto un trajecito entallado color
salmón, el saco cruzado tenía los botones forrados en tela;
debajo llevaba una blusa blanca de seda con pequeños plisados
que remataba en la parte superior con un moño blanco.
La blusa y el saco entallado hacían lucir los senos de Ana
Raquel de forma voluptuosa. La falda recta le llegaba un poco por
encima de las rodillas y en la parte posterior tenía un tajo muy
sensual. Las medias eran blancas, lisas y las costuras delineaban
perfectamente la parte posterior de sus muslos y piernas. En los
pies calzaba unas sandalias negras de taco alto. En el dedo
anular de la mano izquierda llevaba un anillo dorado con una
piedrecilla roja y sus largas uñas las había pintado de un
color rosa viejo. Completando el vestuario llevaba colgando del
hombro una cartera de cuero blanca.
Amanda se excitó de solo pensar en la ropa interior que tendría
puesta Ana Raquel debajo de ese trajecito tan cuidado.
- Estás bárbara. - le dijo.
- Boluda, no te quedés ahí mirándome tanto tiempo, cazá el
bolso aquel y vamos rápido, que no quiero que los vecinos me
vean así - le respondió Ana Raquel y calzándose los lentes
sobre sus ojos empezó a caminar por el pasillo. Su balanceo era
excepcional, movía sus glúteos con tal cadencia que una modelo
profesional envidiaría su caminar; las costuras de sus medias le
daban a cada paso una sensualidad que harían parecer a Marilyn
Monroe una simple aprendiz.
Amanda tomó el bolso, cerró la puerta y corrió para alcanzar a
Ana Raquel que ya estaba al lado del ascensor. No resistió la
tentación y le pasó una mano por la cola, Ana Raquel dándole
una cariñosa cachetada y mirando por encima de los anteojos le
hizo un gesto de desaprobación (será que cuando las chicas
decimos que no, es que si ?).
Ya en el garaje subieron al auto y se fueron rumbo al hotel.
Dejaron el auto en el estacionamiento del hotel y llevando los
bolsos (uno de Amanda y otro de Ana Raquel) caminaron hasta la
recepción. Amanda le ofreció gentilmente el brazo a Ana Raquel,
ella en seguida lo tomó y apoyó su cara contra el antebrazo de
su amiga. Amanda sintió una mezcla de sensaciones agradables que
burbujeaban dentro de sus personalidades: como hombre se sentía
orgulloso de la hermosa mujer que llevaba a su lado; como mujer
se sentía reconfortada por la fantástica amiga de correrías
que tenía.
Amanda (versión hombre) se acercó a la ventanilla del encargado
y le pidió un cuarto. El encargado miraba pícaramente a Ana
Raquel, que se había quedado unos metros atrás y, (en un
típico acto de vergüenza femenina) con los anteojos de sol
puestos (oscuro como estaba el lugar) trataba de esconder su cara
detrás de su pelo.
Sin mayores comentarios el encargado cobró el turno y le
entregó las llaves a quién en ese momento hacía de hombre. Con
bolsos y llaves en una mano, Amanda tomó del brazo a Ana Raquel
y las dos subieron al ascensor.
En el ascensor sus ropas se rozaban. Mutuamente podían sentir
como se les incrementaba el ritmo respiratorio y los latidos de
sus corazones iba en aumento.
Entraron al cuarto Ana Raquel con los nervios y la excitación de
todo lo que estaba aconteciendo, sintió unas inmensas ganas de
ir al baño, entró, hizo lo suyo, se higienizó, se volvió a
arreglar y salió todo en pocos segundos, aunque estaba muy
excitada y no quería demorar las acciones, se tomó el tiempo
para ponerse unas gotas de perfume que inundaron toda la
habitación con un aroma de mujer exquisita. Luego Amanda, entró
al baño a quitarse su disfraz de varón.
Mientras Amanda se iba a cambiar, Ana Raquel se desabrochó el
saco y sin sacárselo se apoltronó en un silloncito. Prendió la
TV y buscó el canal en donde el hotel pasa su video; por pura
coincidencia, estaban pasando una XXX de lesbianas, que le dieron
algunas ideas nuevas para llevar a la práctica en esa o en
alguna otra ocasión.
Amanda en el baño, se sacó la ropa que llevaba puesta, su
clítoris estaba algo hinchado, se sentó sobre el bidet y giró
las perillas. Los chorritos de agua golpeaban dulcemente contra
su ano, tomó el pequeño jaboncito y empezó a lavar su
clítoris y cola; la espuma bailaba sobre todas sus partes. En
otras ocasiones se quedaba largos minutos en esa posición pero
esta vez hizo todo rápido, se enjuagó, secó y comenzó a
vestirse.
Primero se puso un par de medias rojas que disimulaban bastante
bien las imperfecciones de sus piernas (que a decir verdad
estaban bien contorneadas). Cuando se puso el corset se
sobresaltó un poco, parecía que no le iba a entrar, que había
pasado había engordado ? o por su excitación no encontraba como
ponérselo correctamente ?, luego se dio cuenta había quedado un
nudo en la espalda y acomodándolo bien, logro cerrar los broches
a presión del frente. Acomodó los postizos (que le dibujaban
unos pezones grandes y erguidos) dentro del sostén del corset y
se puso las bragas rojas de encaje sobre los portaligas que
sostenían firmemente las medias. En sus pies se calzó unas
sandalias negras de taco alto que se abrochaban con unas tiras
largas de cuero que iba enroscando en sus piernas haciendo que el
calzado llegara hasta la media pierna.
Se acomodó su peluca preferida, la rubia con abundantes rulos
que hacía que su cabeza pareciera una enorme bola de pelos.
Cubriendo su ropa interior se puso un vestido de fondo blanco
estampado con muchas flores multicolores que le daban un aspecto
muy juvenil; la mangas largas cubrían sus brazos y muchísimos
botones lo cerraban por el frente hasta un pequeño escote en V
que dejaba ver una cadenita con un colgante.
Nerviosa porque pensaba que tardaba mucho, se maquilló en forma
sencilla, base, sombra de ojos y rush (bien rojo !) en los
labios, las uñas postizas las dejó de lado porque la
excitación ya no le dejaba coordinar bien sus manos.
Salió del baño y se dirigió donde estaba Ana Raquel muy
entretenida mirando la TV. Le tapó los ojos con sus manos e hizo
la vieja y tonta pregunta: - Quién es ? -
Ana Raquel tomó una de las manos que cubrían sus ojos y la
llevó hasta su boca. Lentamente le lamió la palma varias veces
y luego le succionó el dedo pulgar. Amanda estaba viajando a
mil.
Se pararon una frente a la otra. Amanda puso sus manos por debajo
del saco abierto de Ana Raquel y deslizaba sus manos sobre la
seda blanca de la blusa acariciando sus pechos. Llevó sus manos
hacia los hombros e hizo que el saco se deslizara por los brazos
hasta caer al suelo.
Ana Raquel llevó sus manos al cuello de Amanda y comenzó a
desabrochar lentamente uno por uno los botones del vestido.
Mientras, Amanda tiraba de una de las puntas del moño de la
blusa de Ana Raquel y cuando este se deshizo comenzó a
desabrochar la blusa. A la mitad del mutuo desabrochamiento se
abrazaron y besaron; las manos de Ana Raquel levantaron la falda
de Amanda y comenzaron a masajearle los glúteos; una mano de
Amanda se deslizaba por la entrepierna de su compañera. Hace
falta describir lo que sentía cada una en ese momento ?
Se separaron un instante y Ana Raquel, ya muy excitada terminó
de desabrochar el vestido de Amanda rápidamente, cuando estaba
finalizando vio como la bombacha de Amanda estaba húmeda y con
un gran bulto debajo; no resistió la tentación y lo acarició.
Amanda terminó de sacarse el vestido (se quedó en ropa interior
y sandalias), y volvió a poner manos a la obra sobre la blusa de
Ana Raquel, luego le abrió el cierre a la pollera y con ayuda de
sus dedos que iban contorneando los muslos y las piernas, cayó
al suelo. Ahora estaban iguales, las dos en paños menores.
Parecía que Ana Raquel conocía a la perfección los gustos de
Amanda: el corset que se había puesto para esa ocasión hizo que
esta diera un suspiro de excitación de tan solo verlo. Era todo
blanco con muchísimo encaje, las tiras de los portaligas eran
anchas y se abrochaban con botones de goma y ojales de metal
sobre las medias. La bombacha era blanca acolchada y puesta sobre
los portaligas solo dejaba adivinar el tamaño al que había
llegado en ese momento su clítoris.
Se volvieron a abrazar y rodaron por la cama. Mutuamente luchaban
para ver quien le podría sacarle primero la bombacha a la otra;
por supuesto ganó Ana Raquel, que inmediatamente se dejó quitar
la suya. Estaban excitadísimas, sus anos comenzaban a pedir
algo. Del bolso cada una sacó un consolador (ya habían acordado
cual era el tamaño que a cada una le cabría mejor antes de la
cita) y encremándolo abundantemente, comenzaron a
introducírselo una a la otra en un improvisado 69.
En la posición que estaban se empezaron a lamer los clítoris.
El espejo les devolvía su imagen y esto las excitaba aún más.
Frenéticas aumentaron el ritmo, sus manos iban cíclicamente a
acariciarse los corsets, los portaligas, las medias, el pelo, la
cara y a moverse los consoladores. En algunas oportunidades las
largas uñas de Ana Raquel se clavaban en los muslos o las nalgas
de Amanda que chillaba de placer cuando esto ocurría.
En determinado momento Amanda, que a la sazón se encontraba
abajo en el juego del 69, no resistió más y estalló en un
orgasmo (que según luego confesara ella misma le dio la
sensación de durarle varios minutos o tal vez horas). El
líquido de Amanda rozó las mejillas y los labios de Ana Raquel
que inmediatamente después, sintió como Amanda succionaba
fuertemente su clítoris y sucumbió llenando la boca de su amiga
con el rubio néctar salado.
Quedaron exhaustas, se tiraron a descansar y a relajarse. Cuando
Amanda realizaba un masaje descontracturante a los hombros de Ana
Raquel sonó el timbre que indicaba el fin del turno. Las amigas
se miraron cómplices y sin decirse una sola palabra sabían que
pensaba la otra: se quedarían un turno más; aún les faltaba el
juego de dominación - sumisión.
Saltaron de la cama y como dos colegialas que se pelean por un
chupetín, estorbándose corrían hacia el bolso que contenía
los elementos del próximo juego. La regla era clara, la que
llegaba primero era la Ama, la otra la esclava; se molestaban una
a la otra dándose tiempo para pensar si ganar o dejarse ganar...
Pero que es lo que ocurrió en el siguiente turno, es una
cuestión que quedará solamente en las retinas de Amanda y Ana
Raquel; ningún libro, revista o página de Internet se
atrevería a editar semejantes eventos por el temor a la
clausura. "
Amanda Wells.
Como habrás visto, a Amanda lo que no le falta es imaginación,
espero que pronto podamos realizar estas fantasías