Ana, Debora y Amanda
(El Club se agranda)

Como sabrás al leer este relato, hace muy poquito tiempo tuvimos un encuentro muy especial junto con Amanda y Debora, no necesito contarte que la pasamos espectacularmente, eso supongo que ya lo imaginarás, pero de cualquier forma, si queremos describirte las cosas que hicimos.


"Yo se que no soy muy original y que probablemente en muchas historias de Ciencia Ficción, lo que relato a continuación es muy común; pero lo extraordinario del caso es que ha sucedido en la realidad y a mi persona; las que quieran creer que crean, las que no las invito a pasar.


Uno de mis personajes de ficción, más específicamente la Dra. Montoya, ha salido de la página de Ana Raquel para personificarse y aparecerse en todo su esplendor frente a dos cultoras devotas de la página: Debora y yo.


Efectivamente, entre los muchos mails que recibo diariamente, uno me sorprendió, si bien tenía la dirección de mi entrañable amiga Ana Raquel, el tema que trataba en el encabezado era bien distinto al que normalmente tienen los mensajes que ella me manda; específicamente decía: Busco enfermera.


Leí con avidez el mensaje, en el se refería a que se debía tratar con suma urgencia a la Srta. Pirson y que era necesaria la asistencia de una enfermera en su consultorio; firmaba la Dra. Raquel Montoya.


A tan misterioso mensaje le contesté, que me ofrecía para lo que la Dra. me necesitara, ya que ella misma era una creación de mi mente, no podía dejar de acudir al llamado de mi propia materia gris. Mi cabeza no dejaba de pensar en que misterio se podía esconder detrás de todo esto !


Por supuesto que me aseguré de que todo no se tratara de una broma, le respondí a la Dra. especificando que conocimientos tenía, y ella me respondió que con lo que le declaraba era más que suficiente. Le escribí a Debora para preguntarle si ella tenía conocimiento de algo, y me respondió que sí, que se sentía extraña en el ambiente que estaba transitando actualmente y le pareció que lo mejor era consultar con una Dra. y que ella ya le había dado cita para un lunes.


Me quedaba poco tiempo, saqué los pocos libros que tenía sobre medicina en casa y me puse a estudiar durante las noches. De día corría de un lado para otro tratando de conseguir un uniforme de enfermera, ya que entre la ropa que tenía nada se parecía a ello.


Finalmente llegó el día de la consulta; con mi bolso a cuestas acudí al consultorio en el que se desarrollaría la misma. Allí me encontré con Debora y Ana y un poco me volvió el alma a su lugar; la Dra. Raquel Montoya no era otra que la mismísima Ana Raquel.


Sin embargo el tema era serio, Debora sentía que el pequeño club que estabamos formando era un poco extraño a ella y que deseaba ser como las fundadoras del mismo. Había que actuar de inmediato.


Me escabullí al baño y comencé a transformarme en la "enfermera matriculeada" que había pedido la Dra. Montoya; mientras en el consultorio se realizaba la transformación de Ana en la Dra. Montoya.


No puedo evitar el contarles como me vestí, así que les relataré como lo fui haciendo; comencé por las medias blancas con puño de encaje, para que no se me cayeran me puse unos portaligas blancos con broches de goma y acero y que a su vez tenía una bombacha cola less incorporada, pero para no parecer una mujerzuela barata me calcé unas bragas de encaje blanco que ajustaba bastante bien mi clítoris que en ese momento se estaba inflamando.


Con el corpiño de encajes blanco tuve alguna dificultad en cerrarlo por mi espalda, pero luego de varios intentos lo logré con éxito. Como era un trabajo serio me puse una blusa (blanca por supuesto) de mangas cortas (por el calor de Buenos Aires!) abotonada hasta el cuello. Con la mini se me fue la mano porque en realidad casi no me tapaba nada, se veían los puños de las medias y los broches de los portaligas. Los zapatos fueron el único detalle que descuidé de mi vestimenta, eran mis clásicos negros de taco alto.


Me pinté los labios (ya saben que me encantan de un rojo semáforo y que manchen todo lo que se les cruce por delante !), los ojos con sombra y apenas los cachetes con un poco de rubor.


Mi clásica peluca y el detalle fundamental (y que tanto trabajo me costó conseguir): la cofia de enfermera (esa que aparece en las fotos de los hospitales con la enfermera pidiendo silencio) agarrada con unos clips a mi pelo. No es que me quiera dar corte, pero realmente estaba divina.


Pero no había tiempo que perder, debía asistir a la Dra. en su consulta. Apenas salí del baño, la Dra. terminó de arreglarse: tenía puesto un vestido divino y debajo de él una ropa interior que seguramente nos sorprendería, ya que le daban una figura espectacular: una cintura y unos senos dignos de envidiarse.


La paciente esperaba tranquila en la sala de recepción, la Dra. la hizo pasar (aún vestida de hombre, que horror !). Lentamente comenzó a sacarle la ropa y me la iba entregando, realmente no se lo que me pasó pero debieron ser los nervios que me traicionaron, ya que no recuerdo donde la iba poniendo, así que cuando la Dra. terminó de oscultar a la paciente y le dijo que se vistiera, lo único que encontré para ponerle era unas panty, una bombacha celeste, un corpiño negro, unos zapatos negros de taco, una pollera azul con frunces y volado y una camisola de bambula negra.


La ayudé a vestirse con lo que encontré y cuando terminé la Dra. hizo un gesto de desaprobación, ella había osculatado a una persona que ahora tenía otro sexo, con lo que debería empezar la revisión nuevamente.


Me puse muy nerviosa porque sabía que era mía la culpa de todo ese enredo y comencé a sentirme mal. Así que cuando Debora estaba en cuatro sobre la cama y la Dra. con guante de látex estaba dispuesta a hacerle tacto rectal, le pedí a la Dra. que me lo hiciese a mi también.


Por suerte ella tiene dos manos y allí estábamos Debora y yo en cuatro con las polleritas levantadas, la bombacha baja y la Dra. con una mano enguantada en cada uno de nuestros traseros. Sus medias rozaban las nuestras, la fricción de la lycra creaba un clima cálido.


Les recomiendo este tipo de masaje, es realmente reconfortante ! A mi me dilató brutalmente, tan es así que mi pequeño vibrador me entró de un solo empujoncito hasta el fondo y me relajó completamente. Me quedé un rato babeando contra la sábana de la cama.


Pero mi dedicación profesional debía continuar, ya habría tiempo para descansar más adelante. La Dra. me indicó que trajera los demás utensilios. Me fijé en su maletín y encontré una enorme pipeta para enemas y las prótesis de Ana Raquel. No me pude resistir a la tentación de ponerme una inmensa prótesis con correas de cuero. Cuando quise disimularla bajo mi mini noté que asomaba como dos centímetros por debajo del ruedo.


La pipeta impresionó demasiado a Debora que prefirió no usarla (lástima me hubiera encantado ver el efecto que causaba en ella). Por otro lado la Dra. necesitaba un momento de relax luego del arduo trabajo que había tenido con nosotras dos. Se quitó el vestido y nos dejó estupefactas, tenía un hermoso corset negro de látex y una bombacha del mismo material. Mi cabeza explotó y la prótesis que tenía puesta se irguió de pronto haciendo que yo pareciera un ángulo recto.


Lentamente se quitó la bombacha y se puso en posición como para que la penetre con la prótesis; no me hice rogar y encremando la punta de la misma se la calcé hasta lo más profundo de su ser. Debora en un costado le acariciaba el clítoris y la Dra. hacía lo mismo con ella.


Cuando me cansé de cabalgar sobre el trasero de la Dra., le dejé la prótesis entera dentro. Se dio vuelta y cayó sobre su espalda (creo que la prótesis se hundió un poco más adentro). Debora me miraba como pidiéndome algo; y allí se produjo la postal que mejor nos ha salido hasta el momento.


Ana Raquel acostada con su dildo gigante dentro de su trasero, yo parada sobre la cama con un zapato a cada lado de su cuerpo y con mi vibrador en la cola, Debora con mi clítoris en la boca y con las manos acariciando al de Ana. Me temblaban las piernas, no podía más del placer. En el espejo grande me veía con la blusa toda desarreglada que dejaba entrever mi corpiño, mi mini blanca enrollada en la cintura; por suerte los portaligas sostenían firmemente mis medias; y la cofia de enfermera no se había movido de su lugar.


Creo que mi excitación se la debo haber transmitido a Ana, ya que en determinado momento llegó al orgasmo que generosamente regó su pancita.


Nos quedamos con Debora en un 69 hermoso, yo arriba ella abajo, nuestras bocas totalmente llenas y con un dedito nos acariciábamos mutuamente el borde del ano. No soporté más la presión interior que sentía y apartándome un poco regué con mi orgasmo el pecho y el corpiño de Debora (sorry Deby, te debo la cuenta de la tintorería).


Finalmente no faltó nada, besos negros y en las bolsitas, caricias en la cola y dildos de todos los tamaños. Debemos decir que el tratamiento de la Dra. Montoya ha tenido un éxito rotundo: Debora se ha convertido definitivamente en una de las nuestras! "


Amanda Wells.


Has visto, piensa las cosas que haremos de aquí en adelante


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