Máxima 40 km/h.


Una vez mas nuestra prolífica escritora me ha enviado un cuento sobre un pueblito encantador, leanlo y veran a que me refiero:


"Raúl había partido de Misiones a las diez de la mañana; venía de concretar un buen negocio y manejaba su BMW por encima de los 150 km/h.


Eran pasadas las seis de la tarde y quería llegar a su casa de Buenos Aires para descansar y tomar algo fresco. Apenas vio el cartel que decía: "Zona Urbanizada", menos aún el que decía: "Reduzca su velocidad"; y con el rabillo del ojo notó que algo decía: "Máxima 40 km/h"; no sacó el pie del acelerador y pensó: "Estos pueblitos del interior, porque no se pondrán fuera de las rutas así uno maneja tranquilo".


Se sobresaltó un poco cuando escuchó que una moto de la policía lo venía siguiendo. Intentó acelerar pero el camino estaba bastante malo y cada bache hacía que su auto sufriese, no tenía alternativa: tenía que parar. Se puso a un costado de la banquina y se bajó del auto.


El policía paró su moto a unos veinte metros detrás de su auto y se bajó. Cuando se sacó el casco, Raúl respiró aliviado, era una mujer policía, que si bien tenía un aspecto intimidante enfundada en el uniforme de cuero, seguramente la podría manejar como él quisiese; tenía tanta experiencia con las mujeres!.


La mujer policía se acercó y le pidió sus documentos y los del vehículo, Raúl se los entregó sin preguntar nada.


- Dígame, no vio el cartel que decía reduzca la velocidad ? - preguntó ella.


- La verdad que no - fue la respuesta simple.


- Y el que dice 40 máxima ?, Ud. tiene idea a que velocidad cruzó nuestro pueblo ? -


- Bueno tal vez venía algo rápido, pero no tomé conciencia de que "eso" era un pueblo. Usted sabe que estas cosas se pueden arreglar de otra forma, tal vez con cien pesos puede olvidarse de que me vio ... - fue la respuesta un poco sobradora de Raúl.


- Ajá, creo que hay algunas cosas que no sabe sobre quienes vivimos en "ese Pueblo" que Usted no vio; tendrá que acompañarme a la comisaría, allí aclararemos todos los puntos; sígame - y sin devolverle los documentos se subió a la moto y enfiló hacia el pueblo.


Raúl evaluó seguir su camino, pero pensando en el dolor de cabeza que sería realizar los duplicados de los documentos, siguió a la motorista hasta la comisaría del pueblo.


En la comisaría lo hicieron sentar en un banco; al rato salió una mujer uniformada que parecía detentar la autoridad y seguramente debía ser la comisaria del lugar:


- Usted es Raúl González ? - le preguntó y le extendió un papel para que firmara.


Raúl leyó las acusaciones que le estaban realizando: Exceso de velocidad, evasión de la autoridad, resistencia al arresto, intento de soborno, falsedad ideológica, discriminación hacia el pueblo, y seguía ...; salvo de tráfico de drogas lo acusaban de todo.


- Pero esto es ridículo, no se puede solucionar de otra forma y rápidamente ?; quiero llegar a Buenos Aires antes de la noche - protestó Raúl.


- No agrave su situación, mañana tendrá la oportunidad de realizar su descargo ante la Juez; esta noche permanecerá detenido en la comisaría. - sentenció la comisaria y continuó:


- Tenemos un único problema, solamente tenemos dos celdas, una para hombres y otra para mujeres; en la de hombres tenemos arrestado a un peligroso asesino que anoche casi estrangula a su compañero de celda y en la de mujeres tenemos a tres prostitutas que saldrán mañana en libertad; le damos a elegir en que celda quiere pasar la noche -


Raúl no lo pensó dos veces y eligió la de las mujeres; en una de esas hasta lo pasaría bien.


- En ese caso, y por razones que Ud. sabrá comprender, ya que debemos guardar las formas; lo deberemos disfrazar de mujer. Deberá ponerse ropa de mujer y lo único que podemos ofrecerle es un uniforme de presidiaria - finalizó la comisaria. Raúl de mala gana aceptó.


Lo llevaron a un cuarto para que se desvista, se quedó únicamente con los calzoncillos puestos, en un papel anotaron todo lo que llevaba y lo guardaron junto con su ropa en una caja. Raúl se puso un jumper gris, unos zapatos de taco bajo negros y una peluca negra de pelo lacio.


Con las manos esposadas a la espalda lo llevaron hasta la celda. Esta era amplia, tenía varias cuchetas a los costados. En un rincón había dos chicas hablando amigablemente, tenían todo el aspecto de las que trabajan en la calle: peinado sexy, maquillaje bien cargado, las dos tenían el mismo tipo de vestimenta (mini y top de lycra) solo que una en un rojo vivo y la otra en azul eléctrico, medias con costura y zapatos de taco alto.


Raúl al verlas empezó a excitarse y pensó que su decisión había sido la correcta, estar con estas chicas en lugar de un asesino era un negocio redondo; ya no le importaba estar vestido como una presidiaria.


Del otro lado una chica estaba tirada en el suelo (pronto se enteró que se llamaba Mónica y las otras dos María y Marta) que parecía enferma.


La reja se abrió, le sacaron las esposas y lo empujaron hacia adentro. Las chicas que estaban conversando lo miraron con un poco de desdén. Mónica, tirada en el suelo, comenzó a tener convulsiones y vomitó haciendo un buen charco. María avisó a las guardianas:


- Otra vez se vomitó encima, traigan un balde que la nueva va a limpiar - y dirigiéndose a Raúl en un lenguaje bastante ordinario, completó - tenés suerte que no se cagó encima, está borracha y se vomita, caga y mea todo el tiempo -


Le trajeron un balde y un trapo de piso. Raúl se quedó un rato pensando que hacer, cuando una de las chicas se le acercó y haciéndolo arrodillar le indicó como tenía que limpiar el lugar.


- Mmm ! que lindo culito que tiene la presidiaria - le decía Marta mientras estaba en cuatro limpiando. - A ver que tiene abajo de la falda - y le levantó la pollera del jumper - Ah ! un calzoncillito que está demás - y de un tirón le arrancó la prenda - A ver como gatea hasta la mitad de la celda ? - un poco intimidado por lo rudo del tratamiento Raúl gateó hasta la mitad de la celda.


Una vez en medio del lugar Marta se paró delante de su cara y se subió la mini dejando ver entre medio de sus portaligas negro, un impresionante clítoris hinchado - Ya que no sabés limpiar el piso, a ver si sabés limpiar esto ! -


Mientras María se arrodilló por detrás y levantándole la pollera le metía un dedo por el ano. Raúl sintió como un fuego interior, su temperatura iba en aumento, su pene se hinchaba y a pesar de que sentía que lo estaban humillando, empezaba a gozar del momento.


María sacó su dedo cuando sintió que bailaba dentro de Raúl y dulcemente le apoyó su miembro duro en la apertura anal. Raúl sintió como lo aferraban fuertemente por la cintura y de un solo empujón estaba dentro suyo la mitad del miembro de María. Unas lágrimas recorrieron sus mejillas cuando María empezó a moverse cadenciosamente hacia adelante y atrás.


- Vamos haragana a chupar que esta va a ser toda tu cena de hoy - le dijo Marta. Raúl apoyado con una mano en el suelo y siendo sacudido por María por detrás, tomó en su boca el clítoris de Marta y empezó a lamerlo y a succionarlo.


Mónica en el rincón seguía vomitando y defecando, el hedor se hacía cada vez más insoportable.


Marta tomó firmemente con sus dos manos la cabeza Raúl, le introdujo su miembro hasta las amígdalas y eyaculó. Raúl primero tragó y luego tuvo una arcada.


María seguía aferrada a su cintura y cada vez se sacudía más rápidamente. La fuerza con que lo estaban poseyendo hacía que los broches del portaligas que usaba María se clavaran en sus muslos. A Raúl le dolía el ano una enormidad, hasta que sintió como María tenía su orgasmo y le llenaba el recto con un líquido tibio.


María se limpió su miembro en la falda gris de Raúl y Marta en un hombro. Le comentaron que en ese pueblo las que mandaban eran las mujeres, desde la intendenta, hasta la jefa de policía, pasando por la jueza; ellas para poder sobrevivir en un lugar tan hostil tenían que trabajar prostituyéndose en las calles o de mucamas en las casas.


Las dos se acomodaron las mini y se fueron al rincón a seguir charlando entre ellas, no sin antes proveerle a Raúl de un balde y trapos para limpiar la suciedad de Mónica.


Raúl pensaba ahora seriamente si su decisión había sido la correcta y que sería de él cuando se enfrentara al otro día con la jueza vestido como presidiaria. "


Amanda Wells.


No les decía que el pueblo era sensacional, realmente es mi sueño encontrarme en un lugar en el que mis únicas alternativas son convertirme en una prostituta o en una mucama, estoy segura que de cualquiera de las dos formas lo pasaría sensacionalmente bien.


Esperemos que Amanda no nos haga desear mucho por la continuación ya que por lo menos yo estoy muerta de curiosidad por saber que sucedió luego en el encuentro con la jueza.


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