El sexo de una Vampira


Debora me ha enviado un relato, se trata de una fantasía que si bien con un final un poco triste (que a ella le hizo dudar de enviarmelo), igualmente me parece un excelente cuento, leelo y después charlamos:


"O hermosa doncella, que has hecho renacer a esta pobre criatura de la noche. Castigué mi viejo y eterno cuerpo durante años por los crímenes cometidos por la maldad que crece en mi con el paso de los siglos.

Durante años no probé la sangre blanca como auto castigo. Mi cuerpo se retorcía en el fondo de un viejo ataúd, pero contuve mi sed, para aplicar en mi el más cruel de los castigos, estar muerta en vida. Pero un día aparecisteis como una luz y un bálsamo para mi alma. La tentación es mas fuerte después de haberte conocido. Tu dulce inocencia me muestra la triste verdad de mis pecados. Quisiera hacerte eterna para que seas mi compañera por los siglos de los siglos, pero te convertiría en el ser horrendo que soy cuando miro por dentro. Eres tan pura que si hiciera contigo lo que allende hice con mis otras víctimas, simples mortales que fueron como un ganado al matadero, nunca podría perdonar el creador a mi espíritu, cosas que avergüenzan al mismo Lucifer. Debes ayudarme a terminar con este suplicio y esta maldad que todos los vampiros poseemos. Creemos que por ser inmortales! somos dueños del mundo, pero solo somos esclavos de la sangre, blanca o roja, no tiene ninguna importancia cuando de maldad y soberbia se trata. Somos las ratas más crueles y viles cuando nuestra sed nos traiciona.

Os contaré uno de mis últimos pecados. Tu juzgareis mi alma y podréis darte cuenta cuan oscura es, mas negra que la noche mas negra.

Transcurría el año 1929 de vuestro Señor. Había vuelto a mis tierras germanas. Cuanto había cambiado mi patria desde mis años de mortal. No sabía cual era el impulso que me llevo nuevamente a mi tierra. Pero los años me hicieron comprender que las almas de los seres como yo son gobernadas por la oscuridad. Si, de laguna manera soy hija del Demonio como todas las de mi clan. Y donde está la maldad, estamos nosotras, las del clan de la sangre blanca.

Fue muy sencillo para alguien como yo adquirir cierto nivel entre la sociedad alemana. Y una noche de 1936 me encontraba tomado un poco de vino en Berlín, en un importante restaurante de la Kurfuerstendamm. Tras las sombras podía sentir en mi ser la presencia de dos seres que me observaban atravesando con sus miradas mi oscuro corazón. Esa presencia se hizo mas fuerte y dos damas bien vestidas, se acercaron a mi y dejaron un papel sobre mi mesa. En él estaba escrito en germano antiguo "Mañana 22:00 hs. Estación Friedrichstrasse". De alguna manera supe que aquellas mujeres pertenecían a mi clan.

La noche siguiente me había vestido como una prostituta para pasar desapercibida como otro ser nocturno.

A las 22:00 hs. me encontraba en el andén de la estación. Detrás de mí escuche los inconfundibles y seguros taconeos de dos mujeres fuera de lo normal, y volví a sentir esas miradas penetrantes que solo nosotras poseíamos. Giré y allí estaban vestidas de prostitutas igual que mi persona. "Bien amiga, ahora vendras con nosotras sin hacer preguntas".

Las seguí y me llevaron a un departamento muy lujoso. Entramos, y allí en el salón de estar, había cinco oficiales del ejercito de alto rango en sus impecables uniformes. Se hicieron las correspondientes presentaciones y me enteré de los nombres de las sádicas vampiros, Marianne y Trudy. Marianne miró a los oficiales y les dijo. "Esta es vuestra nueva Ama Waldtraut. Ahora chicas a ponerse los uniformes que os corresponde, rápido o serán severamente castigadas".

Al escuchar esto mi sed aumentó y supe que aquella noche sería el comienzo de una inagotable fuente de sangre blanca.

Trudy se arrodilló ante mi y Marianne copió inmediatamente aquella postura de sumisión. Trudy habló. "Waldtraut, Ama de la oscuridad y la seducción. Sois una de las mas importantes figuras de nuestro eterno clan. Aceptad el humilde regalo que estas dos inferiores te hacen esta noche. Las tres juntas, a partir de hoy y con los tiempos tormentosos que se avecinan en la vieja Europa, seremos invencibles"

En ese momento sentí como el poder recorría todo mi cuerpo. Europa estaba por entrar en guerra y donde había caos, estabamos nosotras aprovechándonos de él para nuestro beneficio, como buitres de la carroña. Dejé que mi espíritu fuera llevado una vez mas por la oscuridad, tome a ambas por su barbilla y las hice poner de pié. Toque sus entrepiernas y me di cuenta que Marianne era una mujer como yo, pero Trudy lo era de nacimiento. Les di un beso en la boca a cada una y pedí que me trajeran a las víctimas.

Al rato aparecieron en el salón los cinco oficiales absolutamente bien transformados en siervas. Creo que aquellos años fueron en los que desarrollé mas mi sentido fetichista. Me fascinada ver los cuerpos masculinos con aquellas prendas femeninas. Sus atuendos de siervas era solamente un corset negro con liguero una cofia de mucama, medias de seda negras con costura como se usaban en aquella maravillosa época, un delantalsito blanco de tul transparente y unos zapatos de taco alto que hoy en día avergonzarían a cualquier prostituta. Me gustaba verlas incomodas en sus torturantes tacos altos. Los hice parar frente a mi y desfilar cual meretrices. Luego las obligué a arrodillarse delante de mí y a que mantuvieran las cabezas gachas ante su nueva y poderosa Ama.

El ritual comenzó. Las tres vampiros nos pusimos estratégicamente delante de ellos para que apezar de su sumisa postura pidieran contemplarnos. Mi fuerza sobrehumana me ayudo a arrancar las ropas de mis dos nuevas discípulas. Las cuales vestían exactamente la misma ropa interior. Corset de cuero negro medias negras con portaligas y botitas acordonadas que llegaban un poco mas arriba de los tobillos. Trudy me miró a los ojos como pidiendo permiso para algo. Inmeditamente respondí. "Podeis hablar con libertad delante de mí, hija de la noche." Trudy con una voz melodiosa dijo. "Tenemos ropa para usted también ama". "Excelente, vístanme con ella." Me desnudaron por completo y sus hábiles manos fueron colocando la ropa digna de una Ama. Primero un portaligas negro, luego sus manos recorrieron toda la extensión de mis piernas con la seda de las medias. El corset negro de cuero cubría desde mi pelv! is hasta el cuello y se ajustaban a mi femenina figura con cintas rojas de cuerda de seda. Pusieron con extrema paciencia las botas negras de caña alta, también acordonadas con cintas rojas. Eran hermosas, y evidentemente hechas por un hábil artesano, sus tacos altos comenzaban en un tronco grueso y terminaban en tres afiladas puntas en vez de una, y cada punta era del mejor acero alemán. Por ultimo colocaron unos guantes largos negros, también del mismo cuero.

Comenzamos a besarnos entre nosotras. Nuestras manos recorrían cada rincón de nuestro cuerpo con delicadeza y sensualidad. Por último vi que las esclavas ya tenían sus delantales abultados por una terrible erección.

"Tomad, cada una a las siervas de las puntas para vuestro placer, las tres del medio son mías"

Acosté a dos esclavas en el piso y les ordené que refregaran sus miembros el uno contra el otro. Mientas tomé a la otra y la obligue a ponerse en cuatro y sin lubricarla la penetré con furia. Pero su voz masculina lo traicionó. "Una sirvienta mía jamas grita como un hombre, quiero que tus gemidos sean los de una autentica mujer". Y agarré su pistola Luger que estaba en su cartuchera sobre un sillón. La cargué con una bala en su recámara y puse el caño dentro de su boca, la obligué a chuparla cual si se tratase de un miembro masculino.

"Si vuelves a gritar como un hombre te cortaré la lengua, perra sucia". En aquella época lo hubiese hecho sin dudarlo. Después de penetrar a mi esclava, la di vuelta y comencé a succionar su miembro, el cual estaba duro como la pobre bestia mortal jamas lo debe de haber tenido en su miserable vida. Un torrente de sangre blanca inundó mi boca. Mi cuerpo estaba reviviendo, pero me pedía más.

Mientras mis dos discípulas arrancaban gritos de excitación y dolor de sus esclavas.

A mis otras siervas las hice parar a cada una al mi lado y comencé una doble felación. Metí mis dedos en el ano de una y cuando lo iba a hacer en la otra, ella me pidió que no lo hiciera aludiendo a que era virgen. Este descaro me enfureció y tomé su bastón de mando de oficial, que tenía un hermoso labrado de palta en la punta, y lo introduje con fuerza en su ano. Lo mas irónico del caso era que a parte del ladrado de plata también tenía una suastica de nacar incrustada, así que le di con su amada suastica por su culo.

Al instante las dos derramaron su liquido vital en mi garganta. Y durante toda la noche las tres vampiros bebimos la sangre blanca de nuestras víctimas en interminables orgasmos que eran acompañados rítmicamente por una feroz tormenta.

Luego los oficiales volvieron a sus uniformes y Marianne y Trudy les reclamaron el tributo por nuestro silencio y por su placer. Cada uno dejó un pequeño lingote de oro a mis pies.

De esta manera comenzó a tomar forma un proyecto que duró casi toda la guerra. Montamos una suerte de castillo mediaval en las afueras de Berlín. Donde atendíamos a nuestros clientes, todos altos oficiales nazis del gobierno alemán. Deberías haber visto a grandes jerarcas nazis a nuestros pies, y nosotras no hicimos nada para aliviar el dolor de muchos pobres e inocentes mortales. La guerra paso indiferente para nosotras, no nos privamos de los lujos del poder. De alguna manera fuimos cómplices de la brutalidad de la guerra del hombre.

A Trudy le perdimos el rastro en un fuerte bombardeo aliado el 20 de Diciembre de 1944.

Marianne y mi podrida persona, seguimos juntas, planeando hacer algo parecido en el nuevo mundo. Como ratas estábamos huyendo del barco que se hundía y nos acomodábamos en otro que se mantendría a flote muchos años mas.

Por fin en una repugnante orgía en marzo de 1945, todo terminó. Marianne y yo acabábamos de beber litros de esperma de dieciocho esclavas. Yo la penetraba por su ano y ella boca arriba con sus pies en mis hombros conservaba semen para mi en su boca. Entonces el grito de un niño afuera en nuestro jardines hizo que tuviera un segundo de piedad y bondad. Nosotras las vampiros percibimos cosas que los mortales no, y fue como si pudiera sentir el lamento de millones de voces las cuales nosotras ignoramos durante tantos años. Con furia arranque la pata de madera de una silla que quedó convertida en una afilada estaca, la coloqué debajo del pecho izquierdo de Marianne. Al principio ella me miro con terror, pero después comprendió. Su mirada se transformó en puro amor, y como dándome permiso para liberar su alma, serró sus ojos y una lágrima de se derramo desde su lagrimal, otra mía ca! llo sobre la suya y mientras ambas lágrimas se deslizaban juntas por su mejilla, yo llegaba a un confuso orgasmo. Me agache para darle un último beso y recibir aquel líquido vital, y el peso de mi cuerpo incrustó la estaca en su corazón, liberando su alma de tan brutal maldición. Debajo de mis dedos solo quedaron cenizas. Por unos instantes mi espíritu volvió a sentir al calidez del amor. Pero luego todo volvió a ser sombras y la cobardía empañó mi bondad y no tuve el valor necesarias para acabar con mi inmortalidad.

 

Este fue mi ultimo gran pecado, traicioné a un alma gemela, no acompañándola por el río de la muerte. Desde esa época he tratado de no hacer el mal, y me he arrastrado como rata por la cloacas. Te pido a ti, hermosa doncella que si vuelvo a visitarte, seas la estaca que libere mi alma. Para que pueda descansar de tal horrible maldición y no hacerle daño a ningún mortal mas. La muerte es algo que ustedes no aprecian, pero esta en ustedes aceptarla como un regalo divino de liberación. La muerte no es mas que un nuevo nacimiento, un cambio, una renovación. Todo tiene su tiempo, y el mío ha terminado.

 

Debora. "


Bueno, dime ahora que te parece, ella dudaba de enviarlo pues decía que al ser un relato triste no estaría de acuerdo con el contenido de la página, yo simplemente le dije (y también a todas ustedes), que esta página no es ni triste ni alegre, simplemente es lo que nosotras la hemos hecho y no quería empezar a hacer ahora lo que a veces sentimos que nos hacen a nosotras, es decir, censurarnos, jamás podría decidir yo sola que es lo que se publica y lo que no.


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Deseas que beba tu sangre

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