La página que sigue es un articulo que leí hace ya tiempo. Se puede encontrar en Marie Claire en español AÑO 4 Nº 9 septiembre 1993, pag 30. Les recomiendo que lo impriman para que lo puedan leer con mas calma.
"Mi hijo es homosexual"
Los hispanos tenemos ante la
homosexualidad una actitud doble:
no le negamos la entrada a la familia al miembro que lo sea, pero
del asunto
no se habla. Aquí algunas madres comparten lo que
sintieron,
pensaron y decidieron cuando se dieron cuenta de
que sus hijos o hijas
eran "diferentes", y las repercusiones
que eso tuvo en sus vidas.
Cuando comencé esta pesquisa sabía que no iba a ser nada
fácil. A pesar de una atmósfera cada vez más abierta para
discutir la homosexualidad, ésta sigue siendo tabú en nuestros
países. Pero nunca me imaginé la forma tan particular en que el
tema iba a ser afrontado.
En nuestra cultura, la homosexualidad recibe un tratamiento dual.
Por una parte, la familia hispana, tolerante en su generoso amor,
acoge a los homosexuales en su seno... pero tiende un muro de
silencio a su alrededor. Como resultado, la cuestión adquiere un
carácter casi mítico, ya que se convierte en lo que todos
saben, pero de lo que nadie habla.
Las personas que aquí lo han hecho son excepciones. Cecilia M.,
que nunca lo ha conversado con nadie, ni siquiera con su esposo,
entiende que su experiencia puede ayudar a otras madres, si no a
entender, por lo menos a encontrar un consuelo y, sobre todo, a
tenderles una mano a sus hijos. Ella quiso compartir su historia
por generosidad.
Carmen y. no se lo planteó así. Ella quizás sintió la
necesidad de un espacio para conjurar sus demonios, para purgar
una culpa que, hasta hoy, no ha podido compartir con su esposo,
al que considera, a su vez, culpable.
Isabel L. , por su parte lo único que hace es preguntarse y
preguntar.
Ninguna de ellas entiende cómo pasó, cuándo, ni por qué. Las
tres siguen sin hallar las respuestas, y se continúan
preguntando, como se preguntarán algunas de ustedes, nuestras
lectoras, que tienen un problema similar en su hogar.
Hace algunos años la explicación más generalizada era la de
las hormonas, hasta que la ciencia llagó a la conclusión de que
los homosexuales por desajuste hormonal constituían solamente el
uno por ciento del total. Pero la explicación biológica no
está del todo abandonada.
Hace dos años, un científico de California, Simon LeVay, expuso
los resultados de sus investigaciones en un número de la revista
Science: Había descubierto que un grupo de células en el
hipotálamo eran más pequeñas en los hombre y mujeres
homosexuales, que en los heterosexuales. Después, otros
científicos de la Universidad de California, Roger Gorski y
Laura Allen , expusieron sus hallazgos en el sentido de que el
área cerebro llamada corpus callosum era distinta en
ambos grupos . Más recientemente, el profesor Michael Bailey y
el doctor Richard Pillard, de las universidades Northwestern y
Boston, respectivamente, afirmaron que su estudio con lesbianas
gemelas demostraba contundentemente que existía una relación
entre la homosexualidad y los genes. "Apostaría cualquier
cosa", declaró finalmente Bailey, "a que la
homosexualidad tiene, sobre todo, una causa biológica".
En los casos que aquí presentamos el asunto no parece tan claro.
Ninguno de ellos ha tenido un familiar, cercano al menos, con esa
preferencia sexual, lo que ha desconcertado todavía más a sus
progenitores y, de paso, les ha impedido identificar el
comportamiento a tiempo.
La teoría sicológica y del ambiente sigue siendo una de las
más aceptadas. Se cree que el hijo único que se cría con su
madre es más propenso a ser homosexual, que los hijos con un
padre débil o una madre dominante. Las variantes son
muchísimas, pero todas quizás parten de un error básico: de la
confusión entre el rol sexual y la sexualidad.
Como dice Isabel L.: ella ha conocido a otras niñas que eran
marimachos de chicas y después resultaron mujercitas; y sin
embargo su hija, que siempre fue muy femenina, resultó ser
homosexual.
¿Acaso se volvió, o es que siempre lo fue?
¿E s cierto que existen homosexuales en potencia o "en el
closet", como se les ha dado por llamar en la actualidad? El
homosexual, ¿nace ó se hace?
No pretendemos dar aquí las respuestas. Estos son solo
testimonios reales de algunas personas que experimentaron y
siguen experimentando en carne propia el conflicto de tener un
hijo o una hija homosexual... y que han querido compartir con
ustedes nuestras lectoras, el doloroso camino recorrido por ellas
para llegar a la posición que les ha permitido hacer frente al
conflicto.
CELIA M. 62 AÑOS,
CUATRO HIJOS, DOS DE ELLOS HOMOSEXUALES.
"Le pido a Dios que si él me lo mandó, me dé la fuerza
para soportarlo".
"Yo nunca he hablado de esto con nadie, siempre he
querido tapar las cosas, que nadie se dé cuenta, aunque yo creo
que todo el mundo lo sabe. Nosotros somos seis hermanos, pero nunca hemos hablado
de eso. Nunca lo he conversado ni siquiera con mi esposo, que es
su padre. Y es que yo no permito que nadie me hable mal de ellos.
Ami me ha tocado vivir este terrible problema por partida doble ,
ya que de mis cuatro hijos, dos de ellos son homosexuales: una
mujer y un varón.
"Muchas veces me he dicho que es un castigo de Dios porque
antes, cuando veía a una persona por así, me decía que lo eran
por gusto, por vicio; pero cuando me tocó vivirlo... Y yo no sé
cómo pasó.
"Yo no el vi nada raro a ninguno de los dos cuando eran
chiquitos. La mujer vino una vez y me dijo: 'Mami, dame los
calzoncillos y los pantalones, que me voy a trabajar', pero
pensé que era natural, que estaba imitando a su papá como hacen
muchos niños. Ella era muy bonita, delgadita, graciosa. Por ahí
tengo fotografías de ella bailando ballet.
"Con el hijo me ocurrió lo mismo. No era amanerado, sino
más bien hombre incluso era peleonero. Algunas veces me trajo
noviecitas para que yo las conociera. También andaba con amigos
pero yo no sospechaba nada.
"Fueron sus hermanas las que me lo dijeron. ¡Qué no sentí
entonces! Yo siempre había criticado eso y hasta le tenía mucho
miedo, porque trabajaba en una tienda donde vendían artículos
de ballet y allí veía a muchos de ese tipo. No pensé que me
podía pasar a mí, ¡si en mi familia nunca ha habido nadie
así!
"Pero me ocurrió, y no sé en qué momento fue que tuvieron
ese cambio, cuándo fue que se fueron de las manos. Cuando vine a
ver, ya eran del otro lado.
"Me he preguntado muchas veces en qué fallé como madre y
la verdad es que no tengo nada de qué arrepentirme. No he sido
una persona que tenga un hombre hoy y otro mañana, o que ande de
fiesta en fiesta. No pueden decir que tuvieron malos ejemplos en
su casa, porque no los tuvieron. Tampoco que no los cuidaba,
porque yo andaba siempre detrás de mis cuatro hijos.
"Si de algo pequé fue de ignorancia; no tenía malicia. Yo
les había oído decir a mis abuelos, a mi mamé, que a las
niñas no se les puede dejar solas, y yo no las dejaba. Yo me
preocupaba de saber con quién andaban, con quién salían; no
les permitía dormir en casa de nadie. La verdad es que no sé
cómo pasó.
"Me lo he preguntado mil veces, le he preguntado a los
médicos: '¿Por qué, por qué?' Me han explicado que si las
hormonas, que si lo otro, pero en resumidas cuentas lo que creo
es que Dios es el único que sabe, que El es quien los hace así,
que así nacen. Yo no les echo la culpa de que sean, bueno, unos
depravados.
"Sean como sean, son mis hijos los adoro, pienso en ellos
las 24 horas del día. ¡Y no los mando a un hueco por nada de la
vida! ¿Cómo voy, a unos pedazos de mí alma, a tirarlos a la
calle, a abandonarlos porque tengan ese defecto?
"Conozco a unas madres que si lo hacen, pero yo no puedo;
los he aceptado como son. Son buenos hijos, muy cariñosos y,
demás, sé que sufren.
"La mujer quizás no tanto; ella vive con otra mujer, y no
es la primera con la que ha vivido. Yo las visito a las dos,
ellas me visitan. La otra es muy cariñosa conmigo. Eso sí,
siempre se han medido, nunca las he visto con ninguna cosa, bueno
sexual, delante de mí.
"Así y todo, nunca he hablado con mi hija de este asunto,
por respeto; no la quiero ofender en nada, decirle algo que le
duela. Siento que yo tengo que aceptarla como aceptaría a
cualquiera otra de mis hijas que tuviera un defecto.
"Con el varón tampoco lo he conversado; bueno él es muy
poco comunicativo. No vive con nadie, pero es fiestero, le gusta
mucho el alcohol y me ha dado muchos otros problemas también.
Pero mi mayor preocupación con él es que le vaya a agarrar el
SIDA. Yo le pido noche a noche a Dios que me salve a ese hijo,
¡porque he visto morir a tantos!
"Cuántas veces yo no he llorado solita, he sufrido. Todas
las madres, cuando llevamos a nuestros hijos adentro, los vemos
estudiando, casándose, teniendo una familia. ¿Y que te salgan
dos así?
"Una de mis grandes preocupaciones ahora son mis nietecitos,
los hijos de mis otros hijos. Con la niñita, siempre estoy
insistiendo en que su madre le ponga vestidos, que le ponga
lazos, y ella me dice: '¡Ay, mamá, si ella está por salir del
otro lado, saldrá!' Y es verdad, es verdad.
"Creo que hay siempre alguien mayor que ellos que los inicia
-aunque en el caso de los míos, yo no tengo idea de quién puede
haber sido, ni cuándo, ni de qué manera-, pero estoy segura de
que tienen que traerlo por dentro para que se les desarrolle.
"A veces hablo con Dios y le digo: '¿Por qué me has
mandado esto si yo nunca eh sido mala, ni le he deseado mal a
nadie?' Yo misma me respondo que eso me ha sucedido porque Dios
ha querido que fuese así. Entonces sigo hablando con él y le
digo: 'Bueno, si tú me lo has mandado, por favor, dame también
la fuerza para poder soportarlo'".
CARMEN I. 54 AÑOS, UN
SOLO HIJO. SU ESPOSO ERA PRESO POLITICO.
"Lo vi de nuevo en una cama de un hospital. Se estaba
muriendo de SIDA".
"Cuando a mi marido por fin lo soltaron, toda la alegría
de la reunión se convirtió en amargura.
"Yo había criado sola; era el único que tenía y él
había sido un poco especial. De chico, Alberto nunca quería
salir a jugar, prefería estar conmigo, me ayudaba con todo. Una
vez ahorró el dinero que yo le daba para sus dulces, para
comprar las cuentas con las que me hizo un collar para mi
cumpleaños. ¡El siempre fue tan dulce y tan cariñoso conmigo!
"Mi familia, sobre todo mis hermanos, siempre me decían que
yo traía al muchacho demasiado corto, ¡pero es que tenía que
ser madre y padre a la vez! Además, a él no le gustaban los
deportes ni nada de eso. Cuando sus tíos y sus primos lo
invitaban a jugar fútbol, él no quería ir, y yo no lo iba a
obligar.
"Después, de jovencito, se pasaba el día leyendo; él
prefería no salir, pero yo creía que era natural, porque su
papá era así.
"Casi nunca lo llevaba a visitarlo. El sabía que estaba
preso y que era por cuestiones políticas, pero me parecía que
le iba a dar muy mala impresión ver a su papá en la cárcel. Me
daba incluso miedo a que le fuera a faltar al respecto.
"Cuando su papá por fin salió, mi hijo ya tenía 19 años.
Lo primero que pasó fue que su papá quiso que llegara antes de
las 12 de la noche; ¡imagínese, si el muchacho estaba
acostumbrado a salir y a entrar cuando quisiera!
"Luego al padre le dio por andarle preguntando con quién
salía, con quién andaba. Se burlaba de él, sus maneras, que
eran demasiado suaves. Yo lo defendía y decía que lo que pasaba
era que era un muchacho fino, y que no se debía de quejar,
porque lo había educado para que fuese fino, como él. Yo
realmente, no me daba cuenta del problema de mi hijo... o no me
quería dar cuanta. Me peleaba con mi marido porque siempre se
burlaba de él.
"En una ocasión, Alberto vino con un amigo; es verdad que
se veía amanerado... Su padre no pudo ni esperar a que se fuera.
Ahí mismo le dió un escándalo, a él y al amigo; echó al
último de la casa, y cuando Alberto le dijo que en ese caso se
iban los dos, mi esposo también lo echó a él de la casa.
"Imagínense cómo me sentí! Tanto que yo había esperado
por el regreso de mi esposo y, cuando por fin vino, a los 6 meses
ya todo se había destruido.
"No me atreví a enfrentármele; me dije que era su padre y
que no le debía quitar la autoridad delante de él. Mi hijo no
me perdonó esta actitud.
"Durante muchos años no supe ni siquiera dónde andaba.
Cada vez que llamaba a la casa uno de sus amigos, el padre le
colgaba el teléfono. Tampoco salí a buscarlo, por miedo a que
él se entera.
"Lo vi de nuevo... en una cama de un hospital. Se estaba
muriendo de SIDA.
"Los dos fuimos mi marido y yo. ¡Estaba tan flaco que no lo
reconocimos! Hasta creíamos que habíamos ido a dar a una
habitación equivocada, que era un viejito. Mi hijo, que nada mas
tenía 25 años...
"A la semana murió. No me perdono, nunca me voy a perdonar
el no haberle hecho frente a su padre, el no haberlo defendido
cuando llegó la hora. El, que siempre fue tan buen hijo, tan
dulce conmigo, no me tuvo los dos últimos años de su vida y
tampoco cuando estaba pasando toda esa terrible enfermedad. ¡No
me lo puedo perdonar!
"Mi marido no habla de eso, nunca ha querido hablar. Y mejor
así, porque no sé qué es lo que yo le diría. A veces, cuando
saco los álbumes de fotografías de cuando mi hijo era chiquito,
mi esposo se va de la casa y siempre regresa tomado, pero nunca
los ha querido mirar".
ISABEL L. PROFESIONAL,
MADRE DE DOS HIJAS, UNA DE ELLAS LESBIANA.
"Creo que fue la otra que la echó a perder, la que se
aprovecho de mi hija".
"Voy a hablar de esto para ver si me lo saco de adentro y
para ver si ayuda a alguien, porque yo todavía no entiendo nada.
"No lo he hablado con mi hija y no quiero, por nada de la
vida, que ella me hable de eso. Creo que a ella la pervirtieron,
pero me da tanto rechazo todo este asunto, que no quisiera ni
tratarlo. Porque ella nunca fue así; es culpa de la otra.
"¡Quién sabe qué le pasó y cómo se aprovechó de ella!
No sé cómo pudo suceder, porque mi hija era más bien lo
contrario; ella siempre fue de tener muchos novios, de sacarles
fiesta a los hombres.
"Tuvo su primer noviecito serio como a los 11 años, y yo
ponía mucha atención en que no se quedara sola con ninguno
porque, lo digo, mas bien siempre creí lo contrario de ella.
"Se casó a los 21 y al poco tiempo tuvo su primera hija,
pero le fue mal con el muchacho. Yo creo que la quería, pero él
era así, sin cabeza, sin responsabilidad y sin deseos de
trabajar. Claro, los dos eran muy jóvenes, pero imagínese...
vivían en mi casa y ni para la comida daban. Eso duró lo que un
merengue en la puerta de una escuela. Se divorciaron.
"Mi mamá vivía conmigo, y en cuanto mi hija se divorció
empezó a atosigarme con que la vigilara, que ya se sabe lo que
los hombres piensan de las mujeres divorciadas. Pero no, ella se
supo comportar. Casi a los dos años conoció a otro hombre y se
volvió a casar. Este le adoptó incluso a la niña y tuvieron
dos hijos más.
"Así y todo logró terminar sus estudios, se graduó de
bienes raíces. Era buena en eso; a cualquier hora la llamaban t
ella iba.
"A veces el esposo se ponía celoso, porque ella era -¡y
es!- muy bonita, y como regresaba tarde, le entraban sus dudas de
lo que estaría haciendo...
"Al cabo de un tiempo mi hija empezó a venir por la casa
con una mujer de su trabajo; siempre era cuando regresaba de
mostrar una casa o algo así, y ella me decía que como tenía
más experiencia, la ayudaba a vender. A mí no me gustaba,
porque tenía un tipo raro. Yo ni me sospechaba nada (¡qué me
iba a sospechar, si ella era tan coqueta!), pero no me gustaba
que anduviese en compañía de gente rara.
"Un día algo pasó en su casa, no sé qué fue, pero algo
grave. Llegó a las dos de la mañana a mi casa, y estaba toda
golpeada. Me extrañó mucho porque Luis, su marido, era muy
ecuánime, bastante tranquilo, pero desde ese día se separaron,
aunque no me quisieron decir lo que había pasado. Los niños se
quedaron con él y ella se fue a vivir con esa mujer.
"Desde entonces ha sido como una pesadilla para mí. El no
le ha dejado ver más a los niños y yo no los he visto tampoco.
"Yo no creía que esto me pudiera pasar, además, no tenía
ninguna, pero ninguna razón para pensar que me pudiera pasar,
¡si mi hija siempre fue super femenina, es más, lo sigue siendo
en la actualidad!
"Ahora se están divorciando y mi hija esta tratando de
quitarle los hijos al padre. ¡Dios me ampare! Yo los adoro,
pero, la verdad, bajo ningún concepto quisiera que se los
dieran.
"La veo, claro que la veo, porque a pesar de todo, la quiero
mucho. Ella es mi hija, pero no llamo a esa casa ni dejo que
mencione a esa mujer en mi casa.
"Creo que fue la otra la que la echó a perder, la que se
aprovechó de ella, la que la indujo por un camino equivocado.
Aunque a veces me digo que alguna mala semilla tiene que haber
tenido mi hija, porque yo conozco a algunas muchachas que incluso
han sido marimachos de niñas y después han resultado ser tan
normales como cualquiera. Lo triste del caso es que ella ni
marimacho fue, ¡nunca!"
ESTE ARTICULO ES PROPIEDAD DE LA REVISTA MARIE CLAIRE, SI COMETO ALGUNA FALTA AL REPRODUCIRLO POR ESTE MEDIO, POR FAVOR HAGANMELO SABER |
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