El otro día estaba yo reflexionando
acerca de lo que vivimos hoy en día los homosexuales que
decidimos asumir nuestra preferencia a una temprana edad
y de todas las vicisitudes por las que tenemos que pasar
en nuestra vida cotidiana. Yo comencé a los quince años -actualmente tengo 18- y al principio pensaba que todo era color de rosa. Pronto me di cuenta de que no era así. Cursando mi primer año de prepa decidí asumir mi homosexualidad como una forma de vivir; jamás la oculté a nadie y en mi casa se dieron cuenta de que mi comportamiento había cambiado: me había vuelto más extrovertido y, por tanto, más sociable. Me destapé en el segundo año; la mayoría de mis compañeros de año conocía de mi preferencia sexual y me aceptaban, no así las/los estudiantes de los otros grados, que pronto me identificaron como el "joto" de la escuela y, aunque sus insultos llegaron alguna vez a molestarme, en general nunca me importaron. Me tuve que dar a respetar haciendo que me reconocieran como un alumno destacado y demostrando fortaleza en mi carácter: no me dejaba de nadie. Esto, claro, no fue fácil, pero pude acabar mi prepa sin broncas de ninguna especie. Nunca me he sentido culpable por ser homosexual. Yo creo que esa "culpa" que muchos buscan "freudianamente" en sus infancias no existe. Somos homosexuales porque queremos y además porque nos gusta, no porque alguien tenga la culpa de ello. Sé que no para todos es fácil, ya sea por su educación o por su medio Muchos han comenzado como yo, desde muy jovencitos e incluso algunos viven ahora esta etapa. Escribo esto no para contarles mi vida, que ni al caso viene, sino para invitarlos a tomar conciencia de que muchos de esos prejuicios de los que tanto nos quejamos se encuentran en nosotros mismo y que eliminándolos podemos estar bien con nosotros mismos, al fin y al cabo, los demás ¿qué? ¿Acaso porque un buga te grite "puto" te ofendes? Yo no Al contrario. G. M. |
Del Otro Lado
Número 11, Diciembre 1993, p.12