óyeme con los ojos ya que estan tan distantes los oidos

[Amor por Laura.] [ Aherrojada por amor.] [Esta tarde mi bien.] [ Morir por amor.] [ Esperanza.] [Óyeme con los ojos.]

Un sitio interesante de la vida de Sor Juana Inés de Asbaje

Yo adoro a Lisi, pero no pretendo
que Lisi corresponda mi fineza;
pues si juzgo posible su belleza,
a su de coro y mi aprensión ofendo.

No emprender solamente es lo que emprendo,
pues sé que a merecer tanta grandeza
ningún mérito basta, y es simpleza
obrar contra lo mismo que yo entiendo.

Como cosa concibo tan sagrada
su beldad, que no quiere mi osadía
a la esperanza dar ni aun leve entrada;

pues cediendo a la suya mi alegría
por no llegarla a ver mal empleada,
aún pienso que sintiera verla mía.


¿Vesme, Alcino, que atada a la cadena
de amor, paso en sus hierros aherrojada,
mísera esclavitud desesperada,
de libertad y de consuelo ajena?

¿Ves de dolor y angustia el alma llena,
de tan fieros tormentos lastimada,
y entre las vivas llamas abrazada,
juzgarse por indigna de su pena?

¿Vesme seguir sin alma un desatino
que yo misma condeno por extraño?
¿Vesme derramar sangre en el camino

siguiendo los vestigios de un engaño?
¿Muy admirado estás? ¿Pues ves, Alcino?
Más merece la causa de mi daño.


Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba.

Y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía;
pues entre el llanto que el dolor vertía,
el corazón desecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste,
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos:
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.


Muero! quién lo creerá
a manos de la cosa que mas quiero
y el motivo de matarme es el amor que le tengo
asi alimentando triste la vida con el veneno,
la misma muerte que vivo
es la vida con que muero

pero valor corazón
porque en tan dulce tormento
en medio de cualquier suerte
no dejar de amar protesto!

 

Diuturna enfermedad de la esperanza
que así entretiene mis cansados años
y en el fiel de los bienes y los daños
tienes en equilibrio la balanza;

que siempre suspendida en la tardanza
de inclinarse, no dejan tus engaños
que lleguen a excederse en los tamaños
la desesperación o la confianza:

¿quién te ha quitado el nombre de homicida,
pues lo eres más severa, si se advierte
que suspendes el alma entretenida

y entre la infausta o la felice suerte
no lo haces tú por conservar la vida
sino por dar más dilatada muerte?




Amado dueño mío:
escucha un rato mis cansadas quejas,
pues del viento las fío
que breve las conduzca a tus orejas,
si no se desvanece el triste acento
como mis esperanzas en el viento.

Oyeme con los ojos,
ya que están tan distantes los oídos,
y de ausentes enojos
en ecos de mi pluma mis gemidos:
y ya que a ti no llega mi voz ruda,
óyeme sordo, pues me quejo muda.

Si del campo te agradas,
goza de sus frescuras venturosas,
sin que aquestas cansadas
lágrimas te detengan enfadosas;
que en él verás, si atento te entretienes,
ejemplo de mis males y mis bienes.

Si el arroyo parlero
ves galán de las flores en el prado,
que amante y lisonjero
a cuantas mira intima su cuidado,
en su corriente mi dolor te avisa
que a costa de mi llanto tienes risa.

Si ves que triste llora
su esperanza marchita en ramo verde
tórtola gemidora,
en él y en ella mi dolor te acuerde
que imitan con verdor y con lamento
él mi esperanza y ella mi tormento.

Si la flor delicada,
si la peña, que altiva no consiente
del tiempo ser hollada,
ambas me imitan, aunque variamente,
ya con fragilidad, ya con dulzura,
mi dicha aquélla, y ésta mi firmeza.

Si ves el ciervo herido
que baja por el monte acelerado,
buscando, dolorido,
alivio al mal en un arroyo helado,
y sediento al cristal se precipita,
no en el alivio, en el dolor me imita.

Si la liebre encogida
huye medrosa de los galgos fieros,
y por salvar la vida
no deja estampa de los pies ligeros,
tal mi esperanza en dudas y recelos
se ve acusada de villanos celos.

Si ves el cielo claro,
tal es la sencillez del alma mía;
y si, de luz avaro,
de tinieblas emboza el claro día,
es con su oscuridad y su inclemencia
imagen de mi vida en esta ausencia.

Así que, Fabio amado,
saber puedes mis males sin costarte
la noticia cuidado,
pues puedes de los campos informarte,
y pues yo a todo mi dolor ajusto,
saber mi pena sin dejar tu gusto.

Mas (cuándo ¡ay, gloria mía!)
mereceré gozar tu luz serena?
¿Cuándo llegará el día
que pongan dulce fin a tanta pena?
¿Cuándo veré tus ojos, dulce encanto,
y de los míos quitarás el llanto?

¿Cuándo tu voz sonora
herirá mis oídos delicada,
y el alma que te adora,
de inundación de gozos anegada,
a recibirte con amante prisa
saldrá a los ojos desatada en risa?

¿Cuándo tu luz hermosa
revestirá de glorias mis sentidos?
¿Y cuándo yo dichosa
mis suspiros dará por bien perdidos,
teniendo en poco el precio de mi llanto?
¡Que tanto ha de penar quien goza tanto!

¿Cuándo de tu apacible
rostro alegre veré el semblante afable
y aquel bien indecible,
a toda humana pluma inexplicable?
Que mal se ceñirá a lo definido
lo que no cabe en todo lo sentido.

Ven, pues, mi prenda amada;
que ya fallece mi cansada vida
de esta ausencia pesada;
ven, pues, que mientras tarda tu venida,
aunque me cueste su verdor enojos,
regaré mi esperanza con mis ojos.


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