El presente perfecto
de CARLOS OLMOS
parte
7
(Breve
pausa. Alba baja la cabeza y ahora habla en tono opaco,
neutro.)
ALBA: Siempre busqué en los hombres una sensibilidad que
comprendiera la mía. Y eso no lo encontré nunca. Me da
vergüenza pensar en mi matrimonio. Me da vergüenza
reconocer que nadie nos enseña las cosas más
elementales, que todos callan ese profundo malestar que
se siente cuando no somos capaces de sentir ni de dar
placer a la persona con la que compartes tu vida. Por
eso, cuando supe que eras distinto, diferente a los
otros...
GABRIEL: Buscaste pruebas, ¿no?
(Alba niega con la cabeza viéndolo con tristeza.)
GABRIEL: Querías presionarme para...
ALBA: No, Gabriel. Yo descubrí que eras distinto por una
prueba que me diste tú mismo, en el salón de clases...
(Gabriel la ve con extrañeza y ahora Alba comienza a
acariciarlo mientras habla.)
ALBA: Quería saber lo que pensabas sobre la vida. Y se
me ocurrió pedirles una prueba de composición, ¿te
acuerdas? Tú escribiste algo sobre la amistad... y fue
natural que al estar leyendo pensara en tu amigo. (Cierra
los ojos) ¡No sé lo que sentí realmente pero
comencé a vigilarlos! Hasta que una tarde... después de
salir todos... te quedaste para preguntarme algo sobre el
presente perfecto. Y hablamos mucho rato. Te dije que en
nuestro idioma no existía el presente perfecto. O que al
menos no se llamaba así. Y te reíste diciendo que si el
tiempo era un accidente del verbo, ¿cómo podía ser
perfecto? Después... saliste del salón... y yo supe
adónde venías. Ahora recuerdo que al verlos en la
alberca... escuché un ruido. Como si hubiera estado
adentro de una casa de espejos que en un momento dado
pierde su consistencia y se desploma...
(Alba está llorando. Apaga un gemido llevándose una
mano a los labios y se pone de pie cada más angustiada)
Es tarde. Debo irme.
GABRIEL: ¿De la escuela?
(Alba, lentamente, alza el rostro. Ve a Gabriel muy
desconcertada.)
GABRIEL: Como maestra, no podrías aportar nada positivo,
¿no crees?
(Gabriel hace una pausa. Alba no se atreve a hablar.
Ve a Gabriel aún sin poder creerlo.)
No es personal. Pero creo que no puedes seguir en un
salón de clases.
ALBA: (Después de una pausa breve) Nunca pensé
que me odiaras tanto. ¿Por qué?
GABRIEL: Lo sabes mejor que yo.
ALBA: Me has estado acusando de manipular a mis
alumnos...
GABRIEL: ¿Y no es cierto? Te aprovechas de la
inexperiencia y del respeto que te tienen.
ALBA: He vivido más que ellos y no quiero evitar que los
corrompan.
GABRIEL: ¿Y qué pureza puedes ofrecer? ¿La tuya?
ALBA: ¡Se puede evitar algo sin ofrecer nada a cambio!
GABRIEL: ¿Estás segura? Porque tratando de evitar que
yo fuera el director, propusiste a un mediocre maestro de
Ética.
ALBA: (Con rabia) ¡Es injusto que una vida de
trabajo no tenga una recompensa!
GABRIEL: También hice ciertos sacrificios para llegar a
donde estoy.
ALBA: El matrimonio no es ningún triunfo.
GABRIEL: Depende con quién te cases.
ALBA: Hablas como si fueras...
GABRIEL: ¡El director de la escuela!
ALBA: No, piensas como...
GABRIEL: ¡Seré el director y no podrás hacer nada por
evitarlo!
ALBA: Una venganza como la tuya sólo podría esperarse
de un marica.
(Gabriel se conturba unos segundos para volver a
sonreír con aplomo.)
GABRIEL: ¡Qué formidable conclusión! ¿Sigues pensando
que nuestra aventura fue la gran pasión de mi vida? De
otro modo no entiendo por qué hablar de una venganza.
ALBA: ¿Por qué volviste entonces? ¿Para hacerme sentir
tu superioridad en todos los sentidos?
GABRIEL: Si así fuera estaría en mi derecho. ¡Siempre
quisiste limitarme, aplastarme a como diera lugar!
ALBA: ¡Quise defender el amor que tenía alejando a ese
muchacho! ¡Y ahora regresas para pedirme que me vaya de
la escuela!
GABRIEL: ¿Y qué querías? ¿Que aplauda tus maniobras?
¿Que te felicite por intrigar en contra mía? ¡Borraz
es un títere más en el tinglado que montaste!
ALBA: ¡No tengo el poder que me presupones!
GABRIEL: ¡Por eso debes ceder tu puesto!
(Alba va a decir algo pero se contiene. Hay una
pausa. Gabriel la ve en tanto Alba lucha por dominarse.)
ALBA: ¿Y si no lo hiciera? ¿Qué pasaría si no lo
hiciera?
GABRIEL: Acabas de decir algo sobre el poder que no
tienes. Así que mide tus fuerzas.
ALBA: Contigo ya no podría medir nada. (Breve pausa)
Antes de verte... pensé que por lo menos guardabas un
recuerdo grato de aquellos tiempos... de aquellos días
en los que hubiera preferido una caricia... una sola...
con tal de haberme sentido amada por ti.
GABRIEL: ¡Hablas como si me hubieras dado todo el amor
del mundo!
ALBA: Traté. (Pausa) Desde el principio supe
que mi lucha no tenía sentido. Pero quería defenderme.
Después de todo... a los cuarenta años es muy difícil
obedecer a quien siempre se le dio órdenes.
GABRIEL: ¿Ni por tratarse de mí?
ALBA: Eso... sería más difícil todavía.
GABRIEL: Entonces... ¿Te queda claro que no hay por qué
hablar de una venganza?
ALBA: Lo único que me ha quedado claro es que la gente
como tú... no puede amar a nadie. Ni siquiera a sí
mismo.
(Gabriel intenta decir algo pero Alba lleva su mano a
los labios de él. Los acaricia.)
No... de eso tampoco hay que hablar. Ya no hay tiempo.
¡Es tan tarde! Entró la noche sin que me diera cuenta.
Así me pasa siempre que estoy en el jardín. Se me van
las horas sin sentir. ¡Vuelvan! (Después de otra
pausa) Mañana mismo pondré mi renuncia.
GABRIEL: Podrías esperarte.
ALBA: ¿Para qué? Si tu suegro consiguió el apoyo del
gobierno...
GABRIEL: Falta el de los alumnos.
ALBA: Sabes muy bien que ellos no tienen fuerza.
GABRIEL: Si no los manejaran gente como tú o Borraz...
probablemente la impondrían.
ALBA: Fue un error... ¡Un gran error! Pero sigo pensando
que es terrible que la escuela quede en tus manos.
GABRIEL: ¡Lástima del tiempo que invertiste en la
huelga!
ALBA: El único tiempo invertido... fue el pasado,
Gabriel.
GABRIEL: Si algún día seguimos hablando...
ALBA: ¿Seguir hablando? ¿Para qué?
GABRIEL: ¿No es formidable recordar los viejos
tiempos... como lo hicimos hoy?
(Después de unos segundos, Alba comienza a caminar
hacia la reja.
La luz de la tarde se ha extinguido poco a poco.
Ahora la escena está iluminada por un resplandor azul
muy intenso.
Alba se detiene antes de llegar a la reja. Se vuelve y ve
a Gabriel con una sonrisa muy triste. Gabriel se apoya
sobre el letrero de la basura.
Alba sale en tanto vemos aparecer a una silueta.
Es Ismael. Trae puesta una de las camisas que Alba le
entregara a don Chano.
Camina y se detiene detrás de la banca.)
ISMAEL: ¿No se va, ingeniero? La profe nos había
ofrecido un aventón pero después de lo que pasó...
GABRIEL: ¿Te refieres a las revistas?
ISMAEL: Nos dio mucha pena. Y preferimos esperarnos aquí
hasta que ella se fuera.
GABRIEL: (Ríe) No te había reconocido. Esa
camisa te queda grande. Casi no se te ven las manos.
ISMAEL: ¿No conoce al marido de la maestra?
GABRIEL: De lejos.
(Se escucha el sonido de un automóvil alejándose
del jardín.)
ISMAEL: La camisa era del él. Pero según don Chano, la
maestra es tan buena gente que...
GABRIEL: Sí, es muy buena gente. ¡Lástima que se vaya
de la escuela!
(Ismael se desconcierta. Gabriel va hacia él y lo
palmea suavemente sin retirarle la mano de la espalda.)
GABRIEL: ¡Quítate eso, horrible! ¿Y Marín?
ISMAEL: ¿Que se va de la escuela? ¿La maestra Alba?
GABRIEL: Mañana pondrá su renuncia. ¿Dónde está tu
amigo?
ISMAEL: Don Chano se fue a cerrar la puerta de atrás...
y Arturo lo está acompañando...
GABRIEL: ¿Pues qué te parece? ¿Verdad que es muy
extraño que Alba... digo... tu maestra...?
ISMAEL: ¡Me debe estar engañando!
GABRIEL: Si quieres, habla con ella y te explicará todo.
ISMAEL: ¡Claro que hablaré con ella! ¡La que se va a
armar en la escuela cuando lo sepan!
GABRIEL: No pasará nada. Ya te dije que modificaremos el
plan de estudios.
ISMAEL: ¿Y eso qué?
GABRIEL: Su cátedra es importante. Pero en una escuela
técnica, la literatura no es fundamental. Lo principal
es...
ISMAEL: ¡Lo principal es la huelga!
GABRIEL: ¡No, señor! ¡A ti no te importa eso!
ISMAEL: ¡Me importa más de lo que cree!
GABRIEL: Bonita frase. ¿Es tuya?
mal. ¡Esta lucha es de todos y la estamos haciendo en
nombre de...!
GABRIEL: ¡De una sola persona! ¡La maestra!
ISMAEL: Mire, ingeniero, yo no estoy acostumbrado a que
nadie me grite. ¡Y mucho menos usted! ¡Ni que fuera mi
papá!
(Gabriel le da una bofetada. Ismael retrocede
trastabillando y asustado por la violencia de Gabriel.)
GABRIEL: ¡Seré tu director! ¡Y podría expulsarte
mañana mismo!
(Ismael lo ve ahora con miedo. Gabriel saca la
cajetilla de cigarros y sonríe en tanto enciende uno.)
GABRIEL: Pero no me mires así. Sólo quiero llegar a un
arreglo contigo.
ISMAEL: ¿Por qué conmigo?
GABRIEL: ¿No representas a tus compañeros?
ISMAEL: Y ellos no lo quieren...
GABRIEL: ¿Y tú?
(Una pausa. Ismael baja la cabeza desarmado y
temeroso.)
ISMAEL: Yo... yo también creo que la escuela debe quedar
en buenas manos.
GABRIEL: ¿En las de Borraz, por ejemplo?
ISMAEL: Tiene más méritos que usted...
GABRIEL: No confundas los méritos con favores que
todavía no te cumplen.
ISMAEL: ¿Cuáles favores?
GABRIEL: Tienes años en la escuela. Y si Borraz llegara
a ser director, tu pase está asegurado. ¿No te lo
prometió? ¡Contéstame! ¿No te lo prometió?
(Breve pausa. Gabriel lo observa fijamente) De
seguro te dijo: "pobre muchacho, con tantos líos no
tienes tiempo para estudiar. Y si me estás
ayudando..."
ISMAEL: ¡Lo hago porque defiende una causa justa!
GABRIEL: ¿Causa? ¿A un simple juego de intereses le
llamas "causa"?
mal. Sí, claro. A usted le debe parecer esto una grilla
común y corriente, ¿no?
GABRIEL: Mira, Ismael. Hay una juventud que lucha por
causas nobles, que arriesga hasta la vida para defender
sus ideas. Desgraciadamente... o por fortuna... tú no
formas parte de esa juventud porque tu manera de pensar
es otra. Tú sólo piensas en ti mismo y arrastras a los
demás para conseguir lo que quieres.
ISMAEL: No... no entiendo...
GABRIEL: ¿No entiendes? ¿No entiendes la influencia que
tienes sobre tus compañeros? ¿No los convences? ¿No
hacen lo que dices? ¿No te obedecen?
ISMAEL: (Halagado) Bueno... en cierto modo sí.
GABRIEL: Ahí tienes. Y no por eso debes sentirte un
líder, Ismael. No. Eres un simple alumno que ha sabido
destacar de los demás. No por tu inteligencia ni por tu
rendimiento, sino por tu habilidad para estar bien con
todos.
ISMAEL: ¿Y por qué... por qué me está diciendo todo
eso?
GABRIEL: Porque podrías tener lo que quieras. Hasta
mujeres de carne y hueso... en vez de verlas en las
revistas.
(Ismael desvía la mirada y Gabriel sonríe yendo
hacia él. Su tono se hace más persuasivo.)
GABRIEL: El dinero debe llegar cuando uno es joven,
cuando uno tiene ganas de conocerse, de saber quién
es...
ISMAEL: ¿A dónde quiere llegar con esto?
GABRIEL: A demostrarte que cuando se tiene capacidad no
se malgasta en una... en una grilla, como dices... en una
grilla sin sentido.
ISMAEL: La maestra siempre nos dio la razón.
GABRIEL: Y ahora los abandona. No lo dijo, pero me dio a
entender que está algo vieja para encabezar a un grupo
de supuestos jóvenes inconformes. ¿Qué piensas de eso?
ISMAEL: Que nosotros podríamos seguir peleando.
GABRIEL: ¿En mi contra? ¡Pero si yo estoy con ustedes!
¡Piénsalo bien! Aunque no lo creas, me parezco a ti. Yo
también andaba sin dinero, desorientado, sin saber qué
quería...
ISMAEL: ¡Yo sí sé lo que quiero!
GABRIEL: Pues lucha por eso, pero no gastes pólvora en
infiernitos ajenos.
ISMAEL: Entonces... ¿Cree que es inútil todo... todo lo
hice?
GABRIEL: Tu maestra reconoció que se había equivocado.
ISMAEL: No entiendo... nos dijo que la única salida era
la huelga...
GABRIEL: Y tú, muy obediente, se la organizaste. ¿A
cambio de qué?
ISMAEL: De muchas cosas.
(Ismael se sienta en la banca. Después de una pausa,
agrega como para sí mismo.)
ISMAEL: Salir de la escuela, pues... significaba salir de
aquí. Y yo no quiero seguir aquí... me gustaría probar
suerte en otra parte.
GABRIEL: (Rápido) En México, ¿por ejemplo?
ISMAEL: Pues sí... allá sería otra onda. Como dijo la
maestra Alba, aquí todo mundo se aplatana, se la pasa
soñando lo que quieren hacer pero no hacen nada. Y yo no
soy así, ¿me entiende? Yo no quiero quedar de taxista
como mi papá... ni vivir en una casucha como en la que
vivimos. A mí eso me da pena, ¿sabe? Uno debe subir,
¿no? Tener cosas... Mi mamá dice que si no termino la
escuela me voy a quedar de perico perro toda la vida. Y
yo le digo que no, que no soy eso. Una cosa es que no me
pasen los libros y otra que no quiera ser alguien,
¿verdad?
GABRIEL: ¡Y tienes razón! ¡El mundo es de los
inconformes!
ISMAEL: Sólo que cuando no se tiene dinero...
GABRIEL: Se consigue. A eso me refería cuando te hablé
de un arreglo, (Saca su cartera) Es buena lana,
toma. Si la ahorras, puedes salir de aquí cuando
terminen los cursos. ¿No es eso lo que querías? Y
cuando te vayas a México todo será más fácil. Yo te
daré una buena recomendación para... ¡Bueno, de eso
hablaremos después! Por lo pronto te doy un anticipo...
(Ismael ve el dinero pero se resiste a tomarlo.
Gabriel sonríe.)
Hay mucho más cuando termine la huelga. Anda, quédate
con esto... no creo que tu mitote exija más enganche...
(Ismael aún se resiste. Ahora escuchamos las voces
de don Chano y Arturo que se aproximan a escena. Ismael
toma los billetes guardándolos con rapidez en el
bolsillo de su pantalón.)
D. CHANO: ¡Desgraciado! ¡Quítate esa camisa! Muy
chistoso, ¿no? Yo busca y busca mi camisa y tú...
ARTURO: (Comiendo un mango) Se lo tuve que
decir, Ismael. ¡Si lo hubieras visto!
D. CHANO: (A Ismael) ¡Quítatela! ¡Es un
regalo de la maestra!
ARTURO: Pensó que se la querías robar. Yo le dije que
nomás era para asustarlo.
D. CHANO: ¿Se imagina, inge? ¡Con bonito modo este
cabrón me sacó de la caseta dizque pa'acompañarme a
cerrar la puerta!
ARTURO: Ni modo que nos quedáramos ahí hasta que se
fuera la maestra...
D. CHANO: Pensé que se había ido con ella, ingeniero.
GABRIEL: No, prefiero caminar hasta el hotel.
D. CHANO: Si quiere yo le puedo buscar una casita.
GABRIEL: Me gustaría... ¡Me gustaría vivir cerca de la
escuela!
ISMAEL: ¡Vámonos, Arturo! (Sale corriendo)
ARTURO: (A Gabriel) ¿Y si no se queda en la
dirección?
GABRIEL: Yo creo que sí. Precisamente mañana tengo una
cita con el gobernador.
ARTURO: ¿Ah sí? Es mi tío.
(En este momento se encienden los faroles del
jardín.)
D. CHANO: ¡Vaya! ¡Ya es hora de irse! (A Arturo)
Y que no se vuelva a repetir, ¿eh? Ya estoy harto de tus
bromitas.
(Se escuchan silbatazos de un carro ambulante
anunciando fruta horneada. Don Chano, acomodándose una
vieja chamarra de mezclilla, comienza a caminar hacía la
reja de entrada. Arturo le ofrece el manga a Gabriel.)
ARTURO: ¿Gusta?
(Gabriel lo toma viéndolo fijamente.)
ARTURO: Ismael debe estar enojado por lo que le hice. Se
trataba de darle un susto al viejo, pero... ¿Por qué me
mira así?
GABRIEL: No, por nada. Ya te lo dije hace un rato. ¡Te
pareces tanto a un amigo que tuve!
(Subimos el VALS POÉTICO in crescendo.
Arturo se turba ante la ambigua sonrisa de Gabriel.
Afuera, aumentan los silbatazos. Gabriel sonríe y pasa
una mano por el hombro de Arturo dirigiéndose ambos
hacia el portón.
De espaldas al público y mientras van saliendo del
jardín, Gabriel habla algo que ya no escuchamos.
Los silbatazos suben de intensidad confundiéndose con el
vals.
El telón cae rápidamente.)
FIN
Esta obra fue escrita durante la beca
TEATRO 1974-75 del
Centro Mexicano de Escritores.
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