Los arquetipos y las vivencias del alma
por Raúl Ortega
Este breve artículo señala el papel del lenguaje simbólico (consubstancial al hombre) en los conflictos prácticos humanos. Las expresiones psíquicas reclaman ser reconocidas como reales y no admiten ser reducidas a generalidades de la razón. Ese reconocimiento es la llave de la individuación, anticipa la expansión del alma, y se manifiesta en el idioma del inconsciente: los arquetipos.
Las imágenes arquetípicas tocan más en el sentimiento a unos y más en el intelecto a otros. Unos se quedan inmóviles pues no comprenden que significa en la práctica esa poesía, y los otros clasifican y nombran sin cuidado pues no ven que para entender el fondo de la cuestión tienen que seguir el hilo de sus propios sentimientos.
No esperaba encontrarme tan a menudo con gente versada en Jung que aún quiera clasificar nítidamente los arquetipos en compartimentos estancos y asociarles a cada uno una enfermedad y una fenomenología determinada, y no otra. Esta claridad con la que sueña la academia está demás en esta lides. Nombrar es sólo señalar en una dirección, no poseer la significación total del fenómeno. La sombra más allá se transforma en ánima, y ésta en anciano sabio, y éste a la postre en lo psicoideo, paradójico e irrepresentable. En psicología todas las enfermedades son relaciones malas con el inconsciente. La sintomatología depende de los contenidos en conflicto, que siempre se articulan irisadamente con otros asociados o más profundos. Los síntomas son expresiones simbólicas en las que está contenido el enfermo, y ya se verá hasta que punto con la interpretación y asimilación hay que ampliar esta esfera simbólica en la que se está contenido. Los demás síntomas corresponden a los estados afectivos del enfermo. Pensar que una depresión es una enfermedad en sí es como pensar que hay que clasificar a las enfermedade físicas por el dolor que producen.
Clasificar neurosis y psicosis nos sirve para establecer el diagnóstico y el tratamiento adecuado al nivel en el que se está dando el conflicto, pero el conflicto en sí puede ser el mismo. Lo que varía son los grados de asimilación y por lo tanto de virulencia. En realidad, depende del estado del yo en relación con el inconsciente la diferente "gravedad" de la enfermedad, además de los contenidos inconscientes en sí mismos.
Hace unos años tuve la oportunidad de seguir de cerca la evolución en dos individuos diferentes del mismo conflicto. Uno de ellos padecía crisis de ansiedad asociada a contenidos relacionados con erotismo por un lado y filosóficos por otro. Según me contaba sus sueños, me quedó clara su confrontación con el ánima, que se autorrepresentaba como una mala amante "casada con todos" y que además afeminaba al individuo en cuestión a pasos galopantes. Por otro lado su intelecto se llenaba más y más de preguntas muy agudas sobre el mundo, sobre las que necesitaba meditar días enteros. Mantenía relaciones con una mujer que justo en ese momento comienza a martirizarlo relacionándose con muchos otros hombres. Así que tuvo que enfrentarse por dentro y por fuera al mismo conflicto, cosa que hizo durante bastante tiempo y que le reportó una visión diferente de las cosas. Cuando esa visión cristalizó, desaparecieron la ansiedad y la relación compulsiva por sí solas, así como quedaron trocados sus anteriores intereses por otros más abarcantes.
El otro individuo sin embargo mantuvo durante todo el proceso su relación con una buena pareja, pero empezó a imaginarse que ella le engañaba justo después de abandonar ciertas ocupaciones artísticas para prepararse en su futuro de casado. No podía evitar pensar en cosas tales como conspiraciones mundiales de mujeres contra hombres, y en la omnipresencia de un poder diabólico femenino en el mundo. Martirizaba a su pareja con los celos, persiguiéndola a todas partes. Empezó a interesarse por multitud de aficiones que no le satisfacían. Pronto su lenguaje se llenó de imágenes oníricas y se hizo prácticamente incomprensible. Hizo un esfuerzo tremendo por restablecer regresivamente su personalidad y vivió un tiempo anclado a un mundo tan "normal" como triste y apagado. No fué capaz de seguir el hilo de los contenidos que se le imponían y al final fué poseído. Le diagnosticaron ahora paranoia, ahora psicosis maníaco depresiva, y ya no podían distinguirse los contenidos de sus sueños de los de sus visiones. Acudió a suicidarse al mismo lugar donde de pequeño observaba solo a las criaturas del bosque, envuelto por la naturaleza. Descanse en paz, y Dios me perdone si en mi mano estuvo hacer algo y no supe qué.
Neurosis de ansiedad, histeria, psicosis, depresión; erotismo, trascendencia. Amor y Muerte. Detrás la Sombra y presta detrás el Anima, cuando el problema ya no es la completez de la madurez si no la apertura de conciencia con alimento arquetípico, cuando no basta con actualizar tendencias pasadas escindidas si no que se exige la unificación de los opuestos en algo resurgente.
¿Cómo separamos unos contenidos de otros igual que distinguimos un círculo de un cuadrado? Esto más bien tiende a ser una cuadratura circular. ¿Cómo adscribimos una enfermedad a cada arquetipo, si su comportamiento es tan variado con la conciencia como el comportamiento de unos hombres con otros?
En ambas biografías se dió el tema de la transformación de la mujer en animal peligroso, en una en sueños que provocaban fobias correspondientes en la vida diúrna, y en la otra en visiones psicóticas, por poner un ejemplo más.
¿Es que estaban ambos llamados a realizar la misma tarea? No, pues hay que distinguir entre el significante colectivo y el significado particular de éste para cada uno. El tema de la Conjunción es arquetípico, pero lo que significa en hechos para cada uno de los que lo viven es diferente. Este es el sentido de la Individuación.
Me parece que hablar de psicología junguiana es hablar en estos términos. Así lo corroboran me parece von Franz, Jaffé, Spiegelman y otros "alumnos aventajados". Entrometer taxonomías ajenas es volverse a la dispersión de las categorías mentales y sus fenómenos falsamente aislados gracias a la diosa nomenclatura, cuando siguiendo el hilo de Ariadna del inconsciente habíamos empezado a asociar lo inconmensurable.
Los fenómenos que intervienen en estos acontecimientos son fácilmente observables por un ojo medianamente entrenado; sólo aportamos algo nuevo cuando sintetizamos las experiencias en el hilo etiológico y teleológico propio de ellas y conseguimos la visión de conjunto que tenga el sentido adecuado. En este "sentido adecuado" es en el que definitivamente se despega esta psicología del resto.
Para concluir, quisiera proponer la siguiente cita de Edward F. Edinger para reflexión:
"En el inconsciente hay un centro transpersonal de conciencia latente y de oscura intencionalidad [el Self]. (...) El hombre ya no está solo en la psiquis y en el cosmos; las vicisitudes de la vida adquieren una significación más vasta y novel. Los sueños, fantasías, enfermedades y coincidencias se vuelven mensajes en potencia del Compañero Invisible con el cual compartimos nuestra vida.
Al comienzo, el encuentro con el Self es indudablemente una derrota para el ego, pero con perseverancia, de la oscuridad nace la Luz.
Uno descubre al Ser Inmortal, que hiere y cura, que lanza por tierra y levanta, que hace lo pequeño y lo grande; en pocas palabras, el Uno que nos hace enteros".