La marcada intención de algunos grupos de izquierda de querer reeditar la revolución de Abril de 1965 buscando ejes específicos que desemboquen en una coyuntura insu-rreccional, entre ellos la lucha contra la corrupción y el castigo de los delincuentes balagueristas, viene a confirmar no tan sólo el idealismo metafísico que predomina en ellos sino el grave peligro de una reedición de los mismos errores que llevaron a este extraordinario movimiento de masas a un callejón sin salida.
Carlos Marx en el 18 Brumario de Luis Bonaparte refiere a Hegel cuando dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se producen, como dijéramos, dos veces. Pero, dice Marx, se le olvidó agregar: una vez como tragedia y otra farsa".
Agrega que efectivamente:"los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo las circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstacias conque se encuentren directamente, que existen y transmite el pasado. La tradición de todas las gene-raciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos se disponen precisamente a revolucionarse y a revolucionar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionarias es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal".
Exactamente la misma concepción que tienen tanto Narciso Isa Conde, Fidelio Despradel como un sector del llamado PTD de Iván y es lo que quieren aplicar con las diferentes versiones de "nuevas alternativas" que quieren conformar. Para los marxistas-leninistas la invocación de la guerra de abril de 1965 para buscar una salida a la revolución democrática en 1997, o por lo menos a la táctica del Proyecto de Salvación Nacional, sólo tiene validez si se enfoca con espíritu crítico no para sacar de ella su poesía, o sea del pasado, sino del porvenir.
Como dice Marx debemos dejar que los muertos entierren a sus muertos, para poder cobrar conciencia del nuevo contenido. La guerra de abril de 1965, es el empuje mas potente de las masas para la realización de la tarea democrática y de oposición a la dominación extranjera desde la Guerra Restauradora de 1861. Eso es verdad. Sin embargo, la principal característica de la Guerra Restauradora, de ahí su empuje victorioso a pesar de la dirección de la burguesía comercial, políticamente liberal, es que fue una GUERRA ESENCIALMENTE CAMPESINA, mientras que la de Abril de 1965, que se va engendrando políticamente con la muerte de Trujillo en 1961 y los grandes movimientos de masas desde junio de 1962 hasta febrero de 1963, la derrota del movimiento foquista del 14 de Junio en diciembre y más tarde de nuevo las movilizaciones desde enero de 1963 hasta abril de 1965, tiene como actor principal a la naciente burguesía nacional y a la pequeña-burguesía urbana aliada a los pobres de las ciudades y a los militares constitucionalistas contagiados por las ideas liberales que le transmitíamos los jóvenes intelectuales. Las clases sociales que participaron en la guerra de abril del 1965 lógicamente le impregnaron su sello de clase tanto en contenido como en la forma.
La plataforma política se limitó al regreso de la constitucionalidad y a la reposición del gobierno de Juan Bosch y aunque los partidos de izquierda, principalmente el 14 de Junio y el MPD, ya que el Partido Socialista Popular había adoptado la táctica de infiltrarse en la Unión Cívica Nacional, el partido del sector de la oligarquía anti-trujillista, hacían alguna propaganda democrática, nunca se atrevieron a definir seriamente la lucha por la tierra ni agitaron la toma de la tierra por los campesinos. La izquierda no sabía que la base de dominación de la oligarquía, tanto la trujillista como la cívica, era el monopolio de la tierra por los terratenientes.
Cuando se produce el levantamiento del Campamento 16 de Agosto y Peña Gómez anuncia el derrocamiento del gobierno de Donald Read por Radio Televisión Dominicana millares de personas se tiraron a las calles en todo el país exigiendo el armamento general del pueblo (correcta consigna acuñada por la izquierda), produciéndose algunos combates y forcejeos entre constitucionalistas (civiles y militares) y adeptos a Donald Read o a la Junta de San Isidro en varias ciudades, los principales cuadros políticos se concentran espontáneamente en la capital y se incorporan a las columnas mixtas de asalto a la Fortaleza Ozama, cuartel de los odiados "cascos blancos" y a la gran batalla del Puente Juan Pablo Duarte donde fueron derrotadas las tropas de San Isidro con sus tanques e infantería élite.
Como cuenta la historia este proceso estuvo matizado de grandes vacilaciones por los óderes de la burguesía que se llegaron a asilar en embajadas, entre ellos Molina Ureña, elegido por el Congreso como presidente provisional y José Francisco Peña Gómez. Con la invasión de los 48,000 soldados norteamericanos el proceso de abril se transformó en una guerra patria.
Empero esa nueva calidad tuvo sus aspectos positivos y sus negativos. Juan Bosch ordenó al Coronel Caamaño, quien se había erigido en el principal jefe militar constitucionalista por sus acciones de combate, no obstaculizar la tirada del cordón de seguridad por las tropas norteamericanas que colocó al grueso de las tropas constitucionalistas de espaldas al mar. Ahí se decidió el curso de la guerra por cuanto ni el Gobierno Constitucionalista ni el Congreso que podía sesionar válidamente se atrevieron a dictar una ley liquidando el latifundio y llamando a los campesinos a ejecutarla por si mismos. En cambio se emprendieron algunas acciones guerrilleras aisladas cuyos componentes se asilaban al poco tiempo en la zona liberada de Ciudad Nueva o se intentaron grandes operaciones militares como el asalto a la Fortaleza de San Francisco, guerra de posiciones, sin tener experiencia ni unidades organizadas ni para guerrillas o para guerra de movimiento.
Tampoco se legisló favorenciendo la libertad sindical o sobre todo ampliando las bases de la democracia instalando las asambleas populares que hubiera incorporado a la naciente clase obrera a apoyar al gobierno constitucionalista. Es decir, nada se hizo políticamente para incorporar a las masas trabajadoras a la lucha por la democracia y la defensa a la soberanía nacional. Incluso el MPD, llegó a afirmar públicamente que esa no era su guerra, pero tampoco asumió la responsabilidad de la guerra campesina.
El resultado es de todos conocido. La firma del acta de paz y la persecución despiadada contra los luchadores constitucionalistas, civiles y militares. En los 12 años de Balaguer cerca de 1,000 combatientes fueron asesinados. Caamaño, asilado diplomáticamente en Inglaterra viajó a Cuba para neutralizar la cacería criminal de la CIA y allí asumió el foquismo de trágicas consecuencias de todos conocidas. Pensamos entonces que la historia no debe repetirse. Que el proceso actual obliga a los partidos obreros o democráticos a la incorporación a la lucha política a los millares de obreros que el desarrollo lento del capitalismo ha provocado así como a la liquidación de la gran propiedad terrateniente para que los campesinos se incorporen al mercado interno y a la libertad política, y juntos con los pobladores de las ciudades, capas medias, intelectuales progresistas y hasta la burguesía nacional escenifiquemos la gesta del Proyecto de Salvación Nacional. La incorporación de las masas garantiza el éxito no importa la forma de lucha que debamos asumir... Si quieren un abril victorioso hay que darle un nuevo contenido.
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