Prem

La Princesa que bajó de las nubes

    Meses después de dejar a Jenna de Shadizar en una polvorienta ruta de Shem, Conan de Cimmeria reemprendió sus viajes por los reinos hyborios, llegando hasta las fronteras con Khoraja, y luego a Koth. En una aldea de este reino, una noche, mientras caminaba por las calles acompañado por dos prostitutas, presenció el asalto a un bruto gigantesco y deforme por una banda de brigantes. Al principio no hizo caso, pero luego vio a la bella joven que se ocultaba tras el enorme jorobado.
 
    El cimmerio impidió el asalto, y la bella mujer, después de agradecerle, se presentó como Prem, y dijo a Conan que su intervención no había sido necesaria, ya que ella y su hermano, el deforme Atreah, viajaban siempre con una escolta que los protegía. Agitando las manos de una extraña forma, hizo que apareciera ente ellos una enorme nube negra de la cual surgieron dos guerreros cabalgando sobre córceles alados. Prem invitó al cimmerio a visitar su morada, que se encontraba entre las nubes.
 
    Al principio Conan se sintió intimidado por la brujería, pero luego aceptó, y junto con Prem, Atreah y los guardaespaldas, emprendió el vuelo hacia las alturas, hasta que el cortejo llegó a una hermosa y resplandeciente ciudadela que aparentemente flotaba entre las nubes. Era la ciudad de Mreead-Zza, hogar de Prem. La princesa mostró al bárbaro maravillas que jamás había visto ni en sueños; pero entre tanta luz y belleza, el cimmerio notó un extraño camino negro y sombrío que se perdía en los cielos.

    Prem condujo a Conan ante su padre, el Rey Pragma, diciéndole que su intención era quedarse con el cimmerio. Antes de que éste pudiera reaccionar al escuchar estas palabras, el Hechicero de la Corte, Siffhia, extrajo de su túnica una brillante esfera, arma mágica cuyo brillo hizo que el bárbaro perdiera el conocimiento.

 
    Más tarde, Conan despertó, encontrándose ante la bella princesa Prem y su hermano, el deforme y mudo Atreah, sin recuerdos de su vida pasada ni de su identidad. Prem le hizo creer que era su prometido, y que su nombre era Kalna-Fakir. Le mostró el resto de la ciudad, conduciéndolo a los Templos de la Medicina, de la Meditación y del Cuerpo. El recorrido terminó en el Templo de la Historia, donde Conan presenció imágenes de cómo había sido creada la extraña ciudad.
 
    Veinte mil años antes, en la tierra que milenios después sería conocida como Koth, una tribu de seres pre-humanos fue elegida por una misteriosa diosa que les ofreció el paraíso y la felicidad a cambio de su devoción. Los tribeños aceptaron y fueron elevados hasta las nubes. El primer don que recibieron de su benefactora fue la belleza, y cuando llegaron a las doradas puertas de Mreead-Zza su apariencia era completamente humana. Allí, a través de los siglos, se desarrollaron en una sociedad aparentemente perfecta, siempre fieles a la diosa sin nombre.
 
    En los días que siguieron, Conan se adaptó a su nueva vida como Kalna-Fakir, visitando frecuentemente el Templo del Cuerpo; pero el rey temía que la lucha despertara sus recuerdos y su naturaleza salvaje. Una noche, Prem lo condujo hasta el Templo de la Devoción, para presenciar juntos la ceremonia de la Noche del Pago, donde los fieles debían pagar el tributo a la diosa por todos los dones recibidos. Horrorizado, el cimmerio vio que en el altar se encontraba atado Atreah, que había sido elegido para ser sacrificado a la diosa por la deformidad de su cuerpo y su incapacidad para hablar. Antes de que Conan pudiera hacer algo, el mago Siddah hizo desaparecer al aterrorizado Atreah, con un encantamiento.
 
    Conan explotó en furia, y amenazando al mago con su sable, consiguió que le dijera dónde había sido transportado el sacrificado. El mago le indicó que debía seguir el negro camino que el bárbaro había notado en sus paseos, que surgía de una de las ventanas del templo. Montado sobre un negro caballo alado, se lanzó al rescate. En el camino tuvo que enfrentarse a monstruosas criaturas, hasta que en el cráter de un volcán, se le apareció una imagen de la diosa de Mreear-Zza, diciéndole que lo único que pedía a cambio de los dones otorgados a su pueblo, era sentir el dolor de Atreah. El cuerpo inconsciente del sacrificado fue llevado a los pies de Conan por unos seres alados. El bárbaro indignado desafió a la diosa, que se irguió sobre el volcán revelando su espantosa apariencia: era un monstruoso ser con cabeza humana y cuerpo de gusano, del que surgían tentáculos dorados.

    La furia hizo presa de Conan, que atacó a la monstruosa deidad cortándole los tentáculos con que lo apresaba, y luego le atravesó el corazón con su sable. El ser cayó inerte en la lava, demostrando que a pesar de su enorme poder no era tan temible como parecía.

 
    Conan montó sobre su córcel llevándose el cuerpo inconsciente de Atreah, y al llegar a la ciudad la encontraron en llamas. Las hermosas torres se derrumbaban, y los habitantes habían vuelto a su estado pre-humano original. Al ver al cimmerio, lo reconocieron como el causante del cataclismo y se lanzaron sobre él. Entre los atacantes había una hembra vestida con delicadas sedas. Después de matarla, Conan reconoció sos oscuros y misteriosos ojos como la noche, que lo habían encantado. Era Prem.
 
    Conan y Atreah consiguieron llegar a tierra firme a lomos del caballo alado, que también desapareció.
 
 
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