Auschwitz esta situado a una distancia de unos 3.5 km de Birkenau y es rodeado por 13 km de hilo de alambre recorrido por una corriente eléctrica de alta tensión, estaba en constante expansión. Según las previsiones en 1943 Auschwitz debía estar en condiciones de acoger a unos 30, 000 prisioneros.
Hoess había experimentado las primeras cámaras de gas en Auschwitz, en septiembre de 1941, después de una visita de orientación a Treblinka, de la que había vuelto a su “reino” no muy satisfecho de lo que pudo ver. Las diez cámaras de gas de Treblinka sólo podía contener 200 personas y en cuento a las máquinas empleadas para introducir óxido de carburo en los pulmones de las víctimas encerradas dentro no había funcionado normalmente, de modo que todo el procedimiento de eliminación colectiva había resultado lento e inconveniente. Hoess improvisó una cámara de gas con bastante más capacidad, adaptando a este fin la cámara mortuoria del ex campo militar de Auschwitz. Ordenó a sus subordinados que hicieran entrar 900 prisioneros de guerra soviéticos, llegados recientemente, y, una vez las puertas quedaron herméticamente cerradas, hizo introducir a través de los respiraderos otro tipo de gas tóxico, el ciclón B, que normalmente se suministraba en forma de cristales y se empleaba para eliminar las ratas de los campos. El mismo Hoess hace la descripción de lo que ocurrió diciendo:
“Después de haber introducido el polvo se oyeron voces que gritaban “¡gas!”, a las que siguió un griterío rabioso, mientras los prisioneros se arrojaban contra las puertas. Pero las puertas resistieron. Fue una cosa que me inquietó mucho y me hizo experimentar cierto disgusto, aunque me había imaginado la muerte por gas mucho peor... En aquel tiempo la matanza de los prisioneros de guerra soviéticos no me preocupó gran cosa. Se me habían dado órdenes al respecto y mi deber era seguirlas.
Incluso debo admitir que aquella operación me tranquilizó, porque de poco debía comenzar el exterminio en masa de los hebreos... Ahora ya teníamos el gas apropiado, y habíamos establecido el procedimiento”.
Los prisioneros llegaban al campo y, apenas bajados del tren formaban para la “selección”, que realizaba el cuerpo sanitario. Los criterios de elección estaban determinados por la necesidad de brazos que hubiera en el momento. Con un rápido y elegante signo de su mano, el doctor Mengele, director de una interminable marcha hacia la muerte, les indicaba a los prisioneros, uno tras otro, a qué columna debían unirse. Para las madres con niños pequeños, los viejos, los enfermos y las mujeres embarazadas no existía alternativa: iban a la columna de los condenados a muerte. A los otros se los condenaba a vivir.
Se separaba sin piedad a matrimonios y a familiares.
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A los que estaban destinados inmediatamente se los enviaba a las cámaras de gas.
Los edificios de la muerte, situados detrás de los árboles tenían el aspecto de establecimiento de baño normales.
Allí era donde se encontraba el corazón de Auschwitz, las cámaras de gas construidas en 1942, cada una de las cuales podía contener unas 2000 personas.
A los prisioneros se les hacía entrar en un amplio local de 180 metros de longitud denominado “salas de baño y de desinfección”; y en este lugar recibían la orden de desnudarse, en plena promiscuidad hombres, mujeres y niños.
Obedecían vacilantes, demasiado agotados para encontrar fuerzas con que protestar, pero atónitos ante la indecencia de semejante procedimiento.
Luego los hacían entrar o los empujaban a un segundo local, la verdadera cámara de gas, donde los dejaban solos, se cerraban herméticamente las puertas y se les mataba con el mortífero fluido.
El tiempo máximo dedicado a esta operación era de veinte minutos, tras los cuales entraban en función los ventiladores para eliminar los vapores.
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El destacamento de prisioneros destinados a este servicio, llamado Sonderkommando (grupo especial de trabajo), con sus botas de goma y la indumentaria y las máscaras antiguas, intervenía entonces para retirar el montón de cadáveres apilados en forma de pirámide, que revelaba la frenética lucha de los últimos instantes, cuando los más robustos habían subido sobre los cuerpos inanimados de los más débiles en un inútil y desesperado intento de alcanzar el techo, donde el aire no estaba todavía contaminado por el gas. No era empresa fácil desenredar aquella maraña de cuerpos y limpiarlos antes de pasarlos a otro “grupo de trabajo”, encargado de arrancarles los dientes de oro y cortar el cabello a las mujeres.
Al principio los cadáveres se sepultaban en amplias fosas cavadas por los mismo prisioneros. Más tarde cuando aumentó el número de víctimas, hasta el punto de que se llegó a temer que algún día se descubriese la verdad, se vieron obligados a quemarlos. Estas hogueras fúnebres ardían sin interrupción, y el olor repelente que despedían dio lugar a peligrosas murmuraciones más allá de los confines de Auschwitz.
En 1943 se instalaron por fin hornos crematorios patentados, que funcionaban en enlace directo con las cámaras de gas. Los prisioneros de los “grupos de trabajo” y los mismos elementos de las SS acogieron con alivio la innovación, que permitía destruir automáticamente miles de cadáveres sin pasar por el horror del transporte manual a las fosas comunes o a las hogueras de cremación a cielo abierto. El horno crematorio estaba construido tan ingeniosamente que utilizaba la grasa de los cueros de las víctimas como combustible supletorio para destruirlos. Cada instalación dotada de 15 hornos, podía quemar completamente 45 cadáveres en 20 minutos; los cuatro que primero se instalaron quemaban, en total, unos 200 cadáveres por hora.
La creación del Sonder kommando fue otro ejemplo del cínico y macabro humorismo de la SS. El trabajo lo realizaban exclusivamente jóvenes y robustos prisioneros hebreos, a los cuales se les había inducido a efectuar este repugnante trabajo con la promesa de un tratamiento “de lujo durante las horas libres”.
Otro aspecto del genocidio era el sanitario, especialmente los experimentos de esterilización en masa llevados a cabo en los campos de exterminio.
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El doctor Mengele practicaba la autopsia a todos los gemelos que lograba obtener con el fin de realizar en ellos aquellas investigaciones biológicas que permitirían a las madres arias embarazos dobles. Para la esterilización de las personas en los campos, se les invitaba a llenar unos formularios permaneciendo, en pie al hacerlo, y mientras tanto los médicos dirigían un tubo que emitía rayos X contra determinadas partes del cuerpo de aquellos cobayos humanos, condenados a posteriores y grandes sufrimientos.
En Noviembre de 1944 Himmler da la orden de que las cámaras de gas y los crematorios sean destruidos y que realice una evacuación de los prisioneros que se puedan mover.
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