Introducción
Enterado por los informes de sus mensajeros de la llegada de esos forasteros que traían consigo animales y cosas tan extrañas, el ánimo de Motecuhzoma se turbó cada vez más. Los informantes de Sahagún refieren cómo envió toda clase de magos y brujos para causar algún maleficio a españoles e impedir se acercaran a México-Tenochtitlan. En medio de sus dudas, pensando que posiblemente fueran dioses, Motecuhzoma envió también cautivos para que fueran sacrificados en su presencia Los informantes nos describen vivamente cuál fue la reacción de las españoles al enterarse de esto.
El texto indica también por qué fueron llamados "dioses" los conquistadores. Antes de forjarse una imagen capaz de explicar la presencia de los forasteros, por una especie de proyección, se les aplica el viejo mito del retorno de
Quetzalcóatl. Se pensó que eran los dioses venidos del cielo, los dioses que regresaban.
Los magos fracasaron en su intento de causar un maleficio a los españoles, para lograr que decidieran mejor alejarse. Los mensajeros comunican todo esto a Motecuhzoma.
En México Tenochtitlan, tanto Motecuhzoma como el pueblo en general viven intensos días de terror. "Los dioses", o unos extraños forasteros, venidos de más allá del mar inmenso, amenazan con acercarse a la gran capit
al mexica.
El texto indígena nos pinta algo así como un relato psicológico de la figura de Motecuhzoma agobiado por las dudas y las vacilaciones. Al fin vemos al gran tlahtoani (o rey) resignado, dominando su corazón par
a ver y admirar lo que habrá de suceder.
En este tiempo precisamente despachó una misión Motecuhzoma. Envió todos cuantos pudo, hombres inhumanos, los presagiadores, los magos. También envió guerreros, valientes, gente de mando.
Ellos tenían que tener a su cargo todo lo que les fuera menester de cosas de comer: gallinas de la tierra, huevos de éstas, tortillas blancas. Y todo lo que aquellos (los españoles) pidieran, o con que su corazón quedara
satisfecho. Que los vieran bien.
Envió cautivos con que les hicieran sacrificio: quién sabe si quisieran beber su sangre. Y así lo hicieron los enviados.
Pero cuando ellos (los españoles) vieron aquello (las víctimas) sintieron mucho asco, escupieron, se restregaban las pestañas; cerraban los ojos, movían la cabeza. Y la comida que estaba manchada de sangre, la desecharon
con náusea; ensangrentada hedía fuertemente, causaba asco, como si fuera una sangre podrida.
Y la razón de haber obrado así Motecuhzoma es que
él tenía la creencia de que ellos eran dioses, por dioses los tenía y como a dioses los adoraba. Por esto fueron llamados, fueron designados como "Dioses venidos del cielo". Y en cuanto a los negros, fueron dichos:
"divinos sucios".
Hasta entonces comieron las tortillas blancas, los huevos, las gallinas, y toda especie de frutos, como son:
Zapote de árbol (zapotes de varios géneros).
Tezonzapote (mamey).
Aztazapote (zapote blanco).
Zapote caca de gallina (tal vez el chicozapote).
Camote, cuauhcamote, poxcauhcamote (camote manchado: morado),
xochicamote (camote morado), tlapalcamote (camote rojo).
Jícama, mazaxócotl (¿fruta del venado?), fruta del
río (atoyajacote), guayaba (xalxócotl).
Cuauhjilotes, aguacates, huajes, tejocotes, capulines, tunas, tunas rojas, tunas de dulce, tunas de zapote, tunas de agua.
También comida para los "venados" (caballos); punta de tule, recortes de hierba.
Y aun dizque (los envió) para que vieran qué casta de
gente era aquella: a ver si podían hacerles algún hechizo, procurarles algún maleficio. Pudiera ser que les soplaran algún aire, o les echaran algunas llagas, o bien alguna cosa por este estilo les produjeran.
O también pudiera ser que con alguna palabra de encantamiento les hablaran largamente, y con ella tal vez los enfermaran, o se murieran, o acaso se regresaran a donde habían venido.
Por su parte ellos hicieron su oficio, su comisión para con los españoles, pero de nada fueron capaces en absoluto, nada pudieron hacer.
En consecuencia, al momento regresaron presurosos, dieron cuenta a Motecuhzoma de qué condición eran, y cuán fuertes:
-¡No somos sus contendientes iguales, somos como unas nadas!
Por tanto, Motecuhzoma dio órdenes rigurosas: intimó con enojo, punzantemente mandó, bajo amenaza de muerte impuso precepto a los mayordomos y a todos los principales, capitanes, de que vieran y cuidaran esmeradamente sobre todo
lo que aquellos pudieran necesitar.
Y cuando salieron de sus naves (los españoles) y al fin ya van a emprender la marcha hacia acá, y ya están en movimiento, ya van siguiendo su camino, fueron muy esmeradamente cuidados, se les hicieron honores: venían bajo
el amparo de ellos, vinieron siguiendo su camino: mucho se hizo en favor suyo.
Ahora bien, Motecuhzoma cavilaba en aquellas cosas, estaba preocupado; lleno de terror, de miedo: cavilaba que iba a acontecer con la ciudad. Y todo el mundo estaba muy temeroso. Había gran espanto y había terror. Se discutían las cosas, se hablaba de lo sucedido.
Hay juntas, hay discusiones, se forman corrillos, hay llanto, se hace
largo llanto, se llora por los otros. Van con la cabeza caída,
andan cabizbajos. Entre llanto se saludan; se lloran unos a otros al saludarse. Hay intento de animar a la gente,
se reaniman unos a otros. Hacen caricias a otros, los niños son acariciados.
Los padres de familia dicen:
-¡Ay, hijitos míos! ... ¿Qué pasará con
vosotros? ¡Oh, en vosotros sucedió lo que va a suceder! ...
Y las madres de familia dicen:
¡Hijitos míos! ¿Cómo podréis vosotros ver
con asombro lo que va a venir sobre vosotros?
También se dijo, se puso ante los ojos, se le hizo saber a Motecuhzoma, se le comunicó y se le dio a oír, para que en su corazón quedara bien puesto:
Una mujer, de nosotros los de aquí, los viene acompañando, viene hablando en lengua náhuatl. Su nombre, Malintzin; su casa, Teticpac. Allá en la costa primeramente la cogieron. . .
Por este tiempo también fue cuando ellos (los españoles), hacían con instancia preguntas tocante a Motecuhzoma: cómo era, si acaso muchacho, si acaso hombre maduro, si acaso viejo. Si aún tenía vigor, o si ya
tenía sentido de viejo, si acaso ya era un hombre anciano, si tenía cabeza blanca.
Y les respondían a los "dioses", a los españoles:
-Es hombre maduro; no grueso, sino delgado, un poco enjuto; no más cenceño, de fino cuerpo.
Pues cuando oía Motecuhzoma que mucho se indagaba sobre él, que se escudriñaba su persona, que los "dioses" mucho deseaban verle la cara, como que se le apretaba el corazón, se llenaba de grande angustia. Estaba para huir, tenía deseos de huir; anhelaba esconderse huyendo, estaba para huir. Intentaba esconderse, ansiaba esconderse. Se les quería esconder, se les quería escabullir a los"dioses".
Y pensaba y tuvo el pensamiento; proyectaba y tuvo el proyecto; planeaba y tuvo el plan; meditaba y andaba meditando en irse a meter al interior de alguna cueva.
Y a algunos de aquellos en quienes tenía puesto el corazón, en quienes el corazón estaba firme, en quienes tenía gran confianza, los hacía sabedores de ello. Ellos le decían:
-"Se sabe el lugar de los muertos, la Casa del Sol, y la Tierra de Tláloc, y la Casa de Cintli. Allá habrá que ir. En donde sea tu buena voluntad."
Por su parte él tenía su deseo: deseaba ir a la Casa de Cintli (templo de la diosa del maíz).
Así se pudo saber, así se divulgó entre la gente.
Pero esto no lo pudo. No pudo ocultarse, no pudo esconderse. Ya no estaba válido, ya no estaba ardoroso; ya nada se pudo hacer.
La palabra de los encantadores con que habían trastornado su corazón, con que se lo habían desgarrado, se lo habían hecho estar como girando, se lo habían dejado lacio y decaído, lo tenía totalmente
incierto e inseguro por saber (si podría ocultarse) allá donde se ha mencionado.
No hizo más que esperarlos. No hizo más que
resolverlo
en su corazón, no hizo más que resignarse; dominó
finalmente su corazón, se recomió en su interior, lo
dejó en disposición de ver y de admirar lo que
habría de suceder.1