EDUCAR LAS EMOCIONES PARA DESARROLLAR LAS HABILIDADES SOCIALES EN LA RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS.

Nivel inicial:

"La principal esperanza de una nación descansa en la adecuada educación de su infancia".

ERASMO.

Hemos andado un largo camino desde que hace veinte años se comenzara hablando de la educación emocional y su importancia para el desarrollo de las personas y de la sociedad. Es por este motivo que voy a centrarme en cómo entiendo que podemos poner en práctica esta educación en el aula, trabajándola como eje integrador de las demás áreas y transversal a ellas. También quiero analizar la importancia de esta educación emocional y su aprendizaje si tenemos en cuenta que estamos formando personas que van a vivir en un mundo donde han de poder solucionar los conflictos que se van presentado día a día y que se manifiestan por medio de: violencia, ansiedad, estrés, consumo de drogas, etc. Deberemos reflexionar sobre esto para luego actuar en consecuencia por medio de habilidades personales y sociales, cuestión fundamental para enriquecernos como personas ya que ello redundará en una sociedad más justa.

La educación emocional está íntimamente relacionada con la resolución de conflictos y esta educación comienza por nuestro ejemplo: ¿Cómo actuamos en clase ante un mal comportamiento?, ¿gritamos y nos alteramos o hablamos tranquilamente del problema expresando nuestras emociones?. Muchas personas se preguntarán si es necesario comenzar tan temprano el desarrollo de estas habilidades, hemos de decir que desde la etapa de Educación Infantil se puede enseñar a infantes impulsivos de 3 ó 4 años a razonar en lugar de actuar sobre sus problemas (David Spivak y Myrna Shure). Más tarde aprenden a pedir un juguete, continúan los autores, en lugar de quitarlo por la fuerza, aprenden a expresar lo que sienten en lugar de coger una rabieta y pelear, aprenden a controlar sus impulsos y reflexionar en lugar de dejarse llevar por éstos. Todo ello se va trabajando desde la escuela de infantil analizando situaciones, palabras y emociones, expresando, sintiendo y alentando, nunca recriminando ni culpabilizando o etiquetando.

EN CUANTO A SU MADURACIÓN.

¿Pero por qué surgen estos conflictos?. En Educación infantil los infantes se encuentran en pleno egocentrismo y no son conscientes de las repercusiones de sus actos. No tienen un juicio crítico y actúan sin saber cuales van a ser las consecuencias de sus actos. Además, cuando ingresan en la escuela lo hacen, en muchos casos, desde la propia unidad familiar, o sea, que no han tenido ninguna experiencia socializadora y por ello no saben de normas, hay que ir inculcándoselas poco a poco. Aprenden rápido porque pronto se dan cuenta del lugar en el que se encuentran; la escuela, su aula, en la cual, la maestra es una figura de apego incuestionable que, además de exigir, alienta y anima constantemente a conseguir metas reales. Las normas que se imponen necesariamente en el aula son contrastadas y valoradas, en muchas ocasiones son aceptadas sin cuestionárselas simplemente porque vienen de una figura de autoridad para luego sentir la necesidad de esas normas y acabar interiorizándolas, haciéndolas suyas. Primero, estas normas, se reforzarán de forma externa con halagos u otros reforzadores, para luego ir hacia una motivación intrínseca en la que ya se aceptan porque son necesarias. Entonces pasamos de tener que imponerlas a una aceptación implícita y reconocida por el conjunto del grupo clase.

En la escuela de infantil aprendemos jugando, haciendo una clara distinción entre el propio juego y el trabajo. Sabemos que jugando les estamos motivando para aprender infinidad de conceptos. Jugando aprenden a pensar mejor, a resolver los pequeños conflictos que surgen día a día, a ser mejores personas, a respetar el turno de palabra, a escuchar a los iguales... Me decía María, una niña de tres años: "señorita yo hace mucho rato que tengo la mano levantada y estoy escuchando pero ¿cuándo me toca hablar a mí?. Como este ejemplo podríamos poner muchos más de lo cotidiano en el aula.

Es curioso ver como a lo largo del curso escolar, se van integrando como grupo e identificándose dentro de la clase con sus iguales y su señorita o profesor. Inevitablemente surgen pequeños conflictos debido a la incapacidad, como decíamos, de prever las consecuencias de sus actos y a la vez la imposibilidad de ponerse en el lugar de la otra persona; pero debemos estar atentas para trabajar el problema enseñando valores y normas. A estas edades tempranas "no se juega con la otra persona sino al lado de la otra persona". Por este motivo debemos educar por y para el conflicto, haciéndoles ver el por qué de sus actos y las consecuencias no deseadas que surgen de esos actos. Según Daniel Goleman en su libro "Inteligencia Emocional" debemos Alfabetizar emocionalmente.

LA EDUCACIÓN EMOCIONAL EN LA PRACTICA.

Veamos algunos ejemplos de objetivos de la educación emocional qué podemos trabajar en la etapa de infantil, o sea, el período que va desde los tres a los seis años (aunque se pueden y se deben trabajar también en etapas posteriores) y propongo que reflexionemos sobre ellos:

 

En mi diario de clase anoté esta conversación:

"¡Señorita Daniel me ha mordido!". Me decía Gonzalo llorando histéricamente y herido en uno de sus hombros. Daniel, de cuatro años, está acostumbrado a morder para reivindicar lo que quiere porque no sabe pedir las cosas de otro modo. Yo suelo acercar a ambos, después de atender al herido, y pongo uno al lado del otro. Les explico que eso no está bien y que me siento triste cuando ocurren estas cosas. Suelo hablar del conflicto en el momento en que ocurre y reuniendo a todo el grupo, si es posible, en la zona de la alfombra, en asamblea. Allí dialogamos sobre lo ocurrido. Es curioso observar como a este llamamiento de "A la asamblea", acuden todos y todas. Saben que las cosas importantes se tratan en ese espacio y que nos tomamos el tiempo que sea necesario para dialogar porque aquí, además de cantar, de saludarnos por las mañanas, de jugar, de contar nuestros miedos y alegrías, aprendemos a respetarnos, a conocernos, a resolver conflictos; tratamos temas que nos interesan y nos preocupan porque venimos al colegio para aprender, pero no solamente contenidos cognitivos también a ser personas desde todos los ámbitos de la personalidad y es por ello que acuden a la cita rápidamente.

Suelo dirigirme a todo el grupo y especialmente al agresor, y les digo que hay "palabras mágicas", para pedir las cosas que queremos. Si Daniel quiere el juguete que tiene Gonzalo tiene que pedírselo por favor, sólo así, diciendo las palabras mágicas, funcionan bien las cosas. Se dice: "Por favor Gonzalo me dejas...." Claro que puede ocurrir que tampoco funcione, en este caso la actitud correcta sería decir: "¿Por favor, me dejas tu juguete cuando termines de jugar?. Entonces la otra persona suele contestar: "Si, cuando termine de jugar". También les hago ponerse en el lugar de la otra persona preguntándoles cómo creen que se siente Gonzalo, si piensan que le duele la herida, si está triste y pregunto cómo se siente Daniel que es el que ha mordido a su compañero (sería lo que se llama toma de perspectiva y activación de la empatía), o si piensa que está bien lo que ha hecho; (autoevaluación y consecuencias de su conducta, según Victoria Trianes en su libro "Educación y competencia social"). Terminaríamos el asunto pidiendo perdón y dándose un beso o un abrazo. Así todos aprendemos poco a poco, qué cosas no están bien y como debemos actuar correctamente.

 

De este modo obtenemos unas consecuencias positivas a corto y largo plazo, como por ejemplo:

  1. Aprender a controlar los impulsos por medio de la reflexión utilizando el diálogo en lugar de la violencia.
  2. Conocerse mejor y valorar sus posibilidades reales porque analizan con más claridad los problemas y sus soluciones.
  3. Valorarse más aumentando su autoestima al tener más confianza en sus propias posibilidades y contar con metas más reales.
  4. Relacionarse mejor socialmente porque saben cómo acercarse a las demás personas y lo que esperan de ellas. Esto es, desarrollar habilidades sociales positivas.

Estos logros no deberían quedarse estancados en la etapa de educación infantil sino que deberían continuar a lo largo de Primaria y Secundaria si queremos conseguir buenos resultados tanto a nivel personal como social.

Es importante cambiar la forma de pensar para aprender a resolver los conflictos; el diálogo, la reflexión y el control de estos impulsos los irán aprendiendo con el paso del tiempo y también a buscar otras formas de llegar a un acuerdo sin necesidad de llegar a la violencia. Para ello les ayudaremos a modificar sus esquemas mentales y desarrollar una buena educación emocional paralela a la cognitiva. Recordemos lo que dice María Victoria Trianes citando a Gray: "Ignorar los sentimientos puede retrasar el aprendizaje" y con relación a las emociones y la cognición añade que el infante que exterioriza las emociones tiene una alta organización cognitiva. Sería éste el análisis previo a la organización del pensamiento para una mejor resolución de conflictos en el presente y en el futuro.

En muchas ocasiones es complicado ayudarles a reflexionar sobre los conceptos: compartir, empatizar, colaborar, dialogar... pensemos que estamos hablando de edades comprendidas entre los tres y los seis años y también que en bastantes ocasiones son hijos o hijas únicos y no están acostumbrados a compartir, a expresarse, a aceptar, entonces el proceso de socialización dentro del grupo de iguales se hace quizás, más lento, ¡pero no por ello hemos de darnos por vencidos!, al contrario, debemos colocarnos siempre a su altura, creando un clima acogedor, cálido y seguro en el aula, donde puedan expresar cómodamente sus miedos, sus necesidades, deseos e inquietudes, de este modo, se irán desarrollando como personas únicas y a la vez integrantes de un grupo con el que se identifican.

..... EN CUANTO A LA FAMILIA

No hemos de olvidar que la escuela forma parte de la sociedad en la cual vivimos inmersas las personas y por tanto no podemos desvincular este hecho ni olvidarlo. Por este motivo todo lo que vamos a aprender en el colegio debemos hacerlo extensible a las familias. Porque es ahí donde se conforman los primeros hábitos y las primeras actitudes, también donde se aprende a tener confianza y a sentirse personas valiosas o por el contrario a sentirse como un estorbo. Goleman dice a este respecto en su libro "inteligencia emocional" citando a Brazelton que en la familia se generan las condiciones necesarias para generar esa confianza de la que hablamos y que el éxito escolar depende de muchos factores que se configuran incluso antes de que el infante inicie este proceso de escolarización.

Reflexionemos sobre aquellas personas que piensan que en la escuela sólo se aprenden contenidos cognitivos, o aquellas otras que opinan que a esta edad (3 a 6 años) son demasiado pequeños para aprender algo. Pensemos también en aquellas otras familias que se sienten satisfechas sabiendo que sus vástagos están atendidos mientras el papá y/o la mamá trabajan y de paso, si aprenden algo pues mucho mejor. Las personas que nos dedicamos a educar en esta etapa de infantil (0 a 6 años), sabemos qué cosas aprenden y cómo las aprenden porque conocemos el momento evolutivo en el que se encuentran y por tanto, sus intereses y necesidades más acuciantes. Por este motivo entendemos que a estas edades tempranas si podemos educar emocionalmente y también sabemos lo importante que es tener una constante relación con las familias para que exista una coherencia educativa en este sentido.

Por lo tanto, tenemos que hablar con las familias y contarles cuál va a ser nuestra forma de trabajar y cómo nos gustaría que colaborasen desde su hogar. Entonces si yo le digo a mi alumnado que no quiero armas ni espadas de juguete en clase y dialogamos sobre ello, les aliento a expresar sus miedos y sentimientos, o a resolver los conflictos por medio de la educación emocional, tendré que decírselo también a las madres y/o padres para que sepan el camino que vamos a emprender.

DEBE EXISTIR UNA BUENA RELACION: CENTRO EDUCATIVO - FAMILIA.

Muchas veces ocurre que creemos que las familias saben cómo trabajamos y lo que vamos a hacer y sin embargo olvidamos que no tienen medio de saberlo si no se lo contamos. Recuerdo la primera reunión que tuve con las madres y alguna abuela este año pasado. Después de explicarles las normas, horarios de visita y demás aspectos didácticos, las observé y vi que todas me miraban expectantes. No me conocían y sus hijas e hijos era la primera vez que venían al colegio, aunque algunos de ellos ya habían pasado por la guardería, pero se adivinaba su expectación ante las nuevas circunstancias. Cuando me di cuenta de ello les pregunté si querían que les contase qué cosas hacemos en la clase un día cualquiera. Se les iluminó la cara y contestaron afirmativamente. Comencé a contarles lo que hacíamos en la asamblea nada más entrar en la clase todos los días y continué con las demás actividades de la jornada escolar. Les conté que cada día había un niño o una niña que eran protagonistas, que cantábamos canciones cuando nos saludábamos, cuando íbamos al baño y salíamos al recreo y también cuándo nos íbamos a casa, que cuando jugábamos había que recoger los juguetes aunque todavía se hacían un poco los perezosos y perezosas pero poco a poco íbamos avanzando en la organización de la clase, también les dije que, aunque todavía no sabían ponerse ni quitarse el abrigo y el baby, estaban muy ilusionados e ilusionadas por aprender a hacerlo con autonomía y que cuando hacíamos grafomotricidad o psicomotricidad (porque ya saben lo que significa), estaban encantados y encantadas porque aprendían de forma divertida a: moverse por el espacio y en el tiempo, a conocer su cuerpo y el de los iguales, a saber hasta donde pueden llegar, qué cosas pueden hacer y cuales no, a ser seres sociales, empáticos, solidarios, a trazar líneas que más tarde, servirán para iniciarse en la lectoescritura, y a sentir gusto por la lectura a través de los cuentos, etc. Hice especial hincapié en la importancia que tiene para mí el desarrollo de la expresión de las emociones y todo lo que ello conlleva para el desarrollo íntegro de la persona y también el lenguaje de esas emociones, tanto verbal como no verbal. La conclusión fue que se quedaron admiradas con todo lo que les contaba y algunas dijeron sentir envidia por lo bien que lo pasábamos en clase y que no tenía nada que ver con lo que ellas pensaban.

María Teresa García Romanillos.

Maestra especialista en educación infantil.

Guadalajara.

 

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