TÉCNICAS PARA LA PRODUCCIÓN DE TRIGO DURO ECOLÓGICO EN SECANOS ARIDOS
La producción de trigo duro ecológico en zonas áridas puede incrementarse mediante la realización de riegos, y por ello es necesario buscar y encontrar agua.
EL ZAHORÍ
SEGUN : J. MARTIN CATALA Calatayud, Junio 1947.
(Adaptación realizada por D. Andrés Solanot Villuendas)
La naturaleza, por razones que los hombres no hemos podido averiguar, no nos ha formado a todos iguales: al zahorí le ha dotado de esta sensibilidad, a otros los ha dotado con otra.
Le enseñaré la manera de operar y le explicaré la ciencia que le acompaña, por si tiene el don de ser zahorí.
El procedimiento preferido es el de la varilla de una rama. Casi todas las especies de árboles se prestan, pero es preferible escoger los de madera más flexible y menos quebradiza, que tengan una bifurcación de la que salgan dos pequeños troncos iguales, de un grueso de 7 a 10 milímetros, cortándola cerca de la bifurcación, limpiándola de hojas y brotes, de modo que quede en figura de V, con un largo de unos 40 ó 50 centímetros en cada lado.
Para operar se coge la varilla por los extremos de su ángulo, uno en cada mano; la posición será con la palma hacia arriba, entrando cada lado de la varilla por la parte del dedo meñique y saliendo por la del pulgar; se cerrarán las manos, retirando los codos hacia atrás hasta que las muñecas toquen a los costados del cuerpo y las manos aprieten la cavidad que se forma entre el hueso ilíaco y las falsas costillas. En esta posición, ya de por sí algo violenta, se empezará a andar despacio, sosteniendo la varilla en posición horizontal, y cuando el zahorí pase por encima de un depósito o corriente de agua se producirá un fluido, por causa no conocida, pero que pudiera ser motivada por la fortaleza de la sangre o de los nervios, dando una sensación especial, mientras que el vértice que forma la varilla se levantará y los extremos, a modo de ejes, girarán dentro de las manos.
Cuando se anda hacia adelante, el vértice de la varilla se levanta; cuando se anda hacia atrás, se baja; y esta particularidad favorece el poder calcular aproximadamente la profundidad a que se encuentra el agua, que viene a resultar algo más de un metro por cada paso. Así cuando la varilla está levantándose y describe ya un ángulo de 45 grados con la horizontal, se empieza a andar hacia atrás, y cada paso que tardará la varilla a colocarse en la posición inicial, equivaldrá a lo que se acaba de decir; o sea, si son por ejemplo 5 pasos, se podrá calcular unos 6 metros aproximadamente de profundidad.
Para saber si pasa agua por una extensión de tierra, es necesario atravesarla cuando menos en forma de cruz, y mejor seguirla por sus lindes, pues el agua en el interior de la tierra, como la sangre en el cuerpo humano, tiene unos circuitos caprichosos. Para acertar el verdadero punto por donde pasa el agua, es necesario mirar primero por un lado y hacer una señal; luego por la otra parte y también señalar; la distancia media entre las dos señales será el centro que se busca.
Recuerda J. Martín Catalá el caso de un panadero establecido en el arrabal de Jesús, de la ciudad de Tortosa, que tenía su montañeta, o sea un terreno de secano plantado de olivos y algarrobos, entre los cuales quedaban porciones de tierra completamente llana. Se le ocurrió hacer mirar si podría encontrar agua para regar aquellos terrenos, diciéndole que efectivamente la tenía; pero este industrial empezó a sospechar, pues le pareció que el pozo que le hacían era ya demasiado profundo, y un día, preocupado, se lamentaba de que había hecho mirar si encontraría agua en su montañeta pero que le habían engañado, porque se había gastado algunos cientos de pesetas y todo en balde.
"Hombre -le dije-, mañana mismo puedo sacarle de dudas si me acompaña al sitio"
No le habían engañado, pero no habían acertado a señalar el verdadero punto. El pozo era ya más hondo que la vena de agua, pero las capas de terreno estaban formadas por estratos impermeables que impedían la filtración. Le aconsejé abrir un trozo de mina así como de 1,5 metros, a la altura que calculé corría el agua, por qué galería pasaría al pozo, y pudo instalar una noria y regar gran parte del terreno.
Casos como el expresado, si no se presenta la oportunidad de corregirlos, a más del descrédito pueden dar lugar a discusiones, como sucedió en la siguiente anécdota: A nuestra acostumbrada tertulia dominical se unió un nuevo individuo; se empezó, como siempre, por comentar las noticias semanales, recayendo la conversación en qué unos carboneros, al arrancar un alcornoque, encontraron a su pie y ya aprisionada entre las raíces, una cantidad de monedas; fueron varias las opiniones sobre su procedencia, hablándose de haberla podido encontrar por medio de zahoríes, a lo que el nuevo contertulio pronunció unas cuantas insensateces, acabando por mofarse de los zahoríes.
No es que sea aficionado, pero para darle una lección le hice una apuesta, que aceptó. Fuimos a un campo cercano, del que inspeccionado un cuadro de unos 15 metros de lado y seguro de que en él no había nada que pudiera señalar nos retiramos, pero quedaron dos que con rastrillos hicieron remover la tierra a fin de que todo el cuadro tuviese el mismo aspecto, dejando algo enterrada una moneda de cinco pesetas. Cuando nos avisaron volvimos al campo, en el que pronto apareció la moneda, que con la punta del pie la hice saltar. El burlón pagó la apuesta; la celebramos, y tal vez se convencería de que era mal procedimiento negar cosas de las que no se está seguro para burlarse.
Y va otra, que sucedió con viso de melodrama, que resultó por haberse enterado de la que acabamos de leer, pero dudando de la veracidad: Vino un vecino, industrial corcho-taponero, que tenía un trozo de tierra parte viña y parte olivar; si quería agua para beber tenía que ir a buscarla en tierra vecina y deseaba tenerla en la propia, naturalmente.
Resultó que por dicha pieza corrían dos venas de agua, una por un extremo, la otra muy cerca del centro, pero en sentido transversal a las líneas de cepas y de olivos. Localizada la segunda, dijo que quería el pozo en la misma línea de olivos lindante con la viña, para que ni éste ni la caseta que pensaba construir le estorbaran para labrar. En este caso tiene que arrancar este olivo, le dije; el hombre se puso serio, demostrando cierto malestar. Lo haré hacer al lado, y le respondí que no podía ser, a lo que replicó: lo pensaré. Volvió a los pocos días queriendo que volviera a mirar, a lo que le dije que no tuviera duda, por que bien mirado lo tiene, y tras nuevas preguntas y casi amenazas, determinó hacer arrancar el olivo y hacer el pozo. A los pocos días se presentó airado, pues no habían encontrado agua, sino una piedra que obstruía todo el pozo. "¿A qué profundidad están?" -le pregunté- "A cuatro metros y medio"- respondió-, "y no hay agua". "Pues rompan la piedra y la encontrarán". Nueva desesperación, pero al fin se decidió a que rompieran la piedra; no tuvieron tiempo de sacarla toda, pues debajo de ella apareció tierra muy húmeda y al día siguiente al volver para continuar, encontraron el pozo ya con más de metro y medio de altura de agua. Naturalmente, el pozo quedó con unos dos metros de agua, bastando para todas las necesidades de la propiedad, incluso para regar algunas plantas. Pero aún recordaba el olivo...
Según en qué terrenos, puede sucederle al zahorí que no sea agua lo que encuentre; puede ser algún metal, que fácilmente lo comprenderá si le marca en un solo punto, pero lo mismo que seguir una vena de agua, puede seguir un filón mineral mas o menos metálico.
Es necesario hacer la prueba, para la que se colocará un hierro, anillo, llave, etc., en el vértice de la varilla; si lo que se pisa es agua, la varilla no se moverá; si es metal, se levantará como se le había levantado antes.
Pueden, buscarse también objetos encerrados o soterrados, y referente a estos casos, recordaremos los resultados de dos excavaciones. Una en las ruinas de Ampurias, ciudad greco-romana que dio nombre a la comarca del Ampurdán, provincia de Gerona, donde se encontraron lacrimeras, fragmentos de cadena, agujas y dentro de una ánfora, junto al esqueleto de una criatura de pocos años, monedas y una sortija.
En la otra, cerca de Calatayud, en lo que había sido la ciudad romana de Bilbilis, de la que no existe ningún rastro, a no ser una ruinosa bóveda de un edificio que estaría dedicado probablemente a algún culto, y unas casetas desbaratadas, de estilo más árabe que romano, situadas en puntos que se puede comprender formarían parte de un cinturón de murallas, no se pudo encontrar ningún objeto, que alguno quedará, a base de zahoríes, porque el collado sobre el cual estaba levantada la ciudad es de constitución geológica que contiene diferentes minerales; se descubren curiosas piedras metálicas de variados colores, formas y densidades, pero en el estado que se han ido rompiendo y gastando por la acción del tiempo o por la de cultivar el terreno.
Sin embargo se puede observar el caso curioso de que en la caseta situada cerca la parte más alta del alcor, en un rincón de su interior, a ras del suelo, existe un receptáculo natural, aproximadamente de 60 por 40 por 30 centímetros en relación a su largo, ancho y hondo, por el que se ve pasar cristalina agua en dirección Este-Oeste, cual corriente pudimos empezar a notarla, con unos tres metros de profundidad y en sentido ascendente a la distancia de unos 100 metros de la caseta, para al salir de ella, ya descendiendo, seguirla otros 15 metros, donde esta conducción, otra vez subterránea, desde el mismo receptáculo, se ramifica.
Y para terminar citaremos el caso del manantial conocido por «El Zahorí», del término de Tudela, en Navarra, con cuyo descubrimiento se convirtió en productiva vega importante extensión de terreno seco y pobre.
Este manantial, según contaba un nieto de su descubridor, fue encontrado por procedimiento diferente del hasta ahora explicado. En verano y cuanto más seco estaba el tiempo, el abuelo salía antes del alba, inspeccionando cada día una faja de terreno, echándose al suelo y mirando hacia el lado que sale el sol; si en aquel momento veía salir de algún punto de la tierra una especie de vapor, confiaba que había agua, y en mayor o menor cantidad según más o menos tenue que se producía el vapor.
Es el único caso que conocemos descubierto por este procedimiento,
distinto al de sensitivos del que creemos únicamente puede dar resultado
cuando se trate de fuertes y someras venas de agua, y en paraje sin obstáculos
para la visualidad, y por lo tanto que no se presta para corrientes profundas
ni sitios montañosos o cubiertos de vegetación, ni tampoco
para la serie de experimentos y estudios que se pueden hacer con la varilla,
que tan exactos resultados da por la gracia de los zahoríes o sensitivos
de que hablábamos en los comienzos de estas líneas.