LA CABALA DEL RENACIMIENTO
NUEVAS APERTURAS

FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS

Ramón Llull aparece como el Arbol cósmico del que nacen ramas que simbolizan algunas potencias del alma: la corporal imaginativa, la memoria, la voluntad y el entendimiento. Ramón Llull, Blanquerna, Valencia, 1521.
 
CAPITULO II
PRECURSORES DE LA CABALA HERMETICA EN EL RENACIMIENTO (1)
 
Ramón Llull y Arnau de Vilanova
Hay dos personajes de finales del medioevo que tendrán una importancia fundamental en el desarrollo de la Cábala hermético-alquímica del Renacimiento, de los que Manuel de Montoliu nos dice en la obra que les dedica y que justamente titula Ramón Llull i Arnau de Vilanova:42

Un carácter común de universalidad hermana la figura de Ramón Llull con la de su contemporáneo Arnau de Vilanova. Tanto a uno como a otro la ambición intelectual los hace conocidos más allá de las fronteras de su patria, y en los dos se manifiesta un apasionado interés por todo lo que afecta a la espiritualidad de los pueblos de Occidente. Este anhelo de universalidad se manifiesta también por igual en los dos: son trotamundos incansables que se proponen sembrar sus ideas por los caminos de Europa.

Sobre el sabio de Mallorca son innumerables los estudios43 que le han dedicado investigadores de las más diversas disciplinas, dadas las sorprendentes experiencias de su dilatada vida (c.1232-c.1316) y la amplitud de temas por los que se interesó y sobre los que escribió. Por eso, en una obra como ésta que ahonda en las formas de vehiculación del pensamiento universal y primigenio y en cómo dicho pensamiento se transmitió a través de la Cábala hermético-alquímica y cristiana durante el Renacimiento, no podemos dejar de poner la atención en un hombre que nació y vivió en las tierras de Sefarad, viajando también por todo el Mediterráneo, justo en aquel periodo en el que aún convivían en España las tres civilizaciones del Libro. Y donde por cierto la Cábala estaba alumbrando sus más jugosos frutos en los escritos de Moisés de León, Chiquitilla o Abulafia. En el hacer de Ramón Llull y en su obra poliédrica se esconden señales de la Sabiduría perenne que subyace tanto en el cristianismo como en el judaísmo y el Islam, Sabiduría que Lulio sintetizó en su "Arte", presentándolo como un "método" aconfesional que enseñaba a pensar y que daba a cualquier ser humano las herramientas intelectuales para reconocer en su conciencia la compleja trama del universo. Él mismo explica que dicho Arte le fue revelado en lo alto del monte Randa, y que era una emanación directa de los principios inmutables y universales, lo que tradujo en el empleo de unos soportes de intelección igualmente arquetípicos: los del número y la letra. Esto explica la enorme influencia que tendrá su legado en la mágica atmósfera del Renacimiento, y no tanto en su época agonizante, en la que su propuesta fue más bien incomprendida y rechazada, y él tachado de excéntrico, abstruso e incluso loco.

Este complejo pensador de noble estirpe fue en su juventud senescal del rey Jaime I y se dedicó a la práctica de la poesía amorosa y cortesana, llevando una vida lisonjera y de placeres. Pero tras cinco visiones del Cristo en la cruz, abandona su familia, posesiones y prestigio social, y reorienta toda su existencia, encaminándola al estudio, la escritura y más adelante a la conversión de "infieles". Se lo ha visto como un gran místico, con largos períodos de vida eremítica, pero en otros momentos deviene un intrépido viajero, escritor incansable y diplomático que presenta su Arte ante doctores de las universidades de París y Montpellier, reyes y papas, con el firme propósito de promover una renovación de la civilización occidental desde sus cimientos, lo que implica comenzar por enderezar lo que pertenece al orden espiritual-intelectual. Empezamos citando de Frances Yates dos fragmentos de su obra Ensayos reunidos I. Lulio y Bruno44 porque nos ofrece una visión amplia de la ubicación de Llull dentro de la historia de las ideas de Occidente, así como de las fuentes de las que se alimentó:

En el siglo XIII, época del nacimiento de la escolástica, Lulio y su Arte ofrecen un canal por el cual corre otra tradición a lo largo de la época escolástica, el platonismo medieval, particularmente en las formas que provienen de Scotus Erígena, en las que hay alguna similitud con los modos de pensamiento cabalísticos. La filosofía de la expansión y la retracción de Erígena tiene más en común con el dinámico cabalismo que con el platonismo, puramente estático. El propio Lulio fue influido casi con seguridad por la Cábala que se desarrolló en España más o menos al mismo tiempo que su Arte. De hecho, el Arte se entiende quizá de mejor manera si se lo toma como una forma medieval de Cábala cristiana.

Y ya hacia el final del artículo matiza:

El problema de la Cábala en relación con Lulio empieza a tomar una forma ligeramente diferente. Deberíamos preguntar, no tanto si Lulio estuvo influido por la Cábala, sino si el cabalismo y el Lulismo, con su base escotiana, no son fenómenos de un tipo similar, nacidos uno en la tradición judía y otro en la cristiana, que aparecen ambos en España más o menos al mismo tiempo, y que podrían, por decirlo así, haberse alentado mutuamente engendrando ambientes similares, o tal vez empapándose mutuamente el uno al otro.45

Lo que no contradice el hecho de que el mismo Llull reconozca haber tenido tratos con algunos sufis del Islam, y en lo que se refiere a la Cábala son bien significativos los datos apuntados por José Mª Millás Vallicrosa en su artículo "La doctrina luliana y la Cábala":46

Sabemos que Llull mantuvo relaciones catequéticas con los judíos: en 30 de octubre de 1292, Jaime II le concedía licencia para predicar los sábados y domingos en las sinagogas, y los viernes y domingos en las mezquitas, y también sabemos que el Beato mantuvo amistosas relaciones con rabinos de Cataluña. En la obra que dedicamos últimamente a Llull hacíamos notar la existencia de una obra que Llull envió muy cortésmente a los célebres rabinos de Barcelona R. Salomó ben Adret y R. Aharón ha Leví, el primero de los cuales representaba entonces la primera autoridad canónica entre los judíos de la Corona de Aragón: pues bien, hemos de destacar ahora que ambos rabinos se inscriben como discípulos del citado místico R. Mose ben Nahmán o Nahmánides de Gerona.

Pero la cuestión no es tanto el detalle de si conoció a tal o cual personaje, sino descubrir que de los constantes contactos mantenidos con sabios y pensadores de otras tradiciones, así como del fruto de sus investigaciones y meditaciones, Llull identificó en las distintas vías iniciáticas (la Cábala, el esoterismo islámico e incluso el del cristianismo que aún vivía en la Orden del Temple)47 una unidad doctrinal entroncada con la Tradición Primordial, que él reformularía en ese destilado o extracto lógico-matemático que denominó el "Arte".


Las cuatro figuras del Arte de Ramón Llull.

En esta compleja y extraordinaria arquitectura del pensamiento, Lulio asocia un número determinado de letras del alfabeto con nombres de Dios, a los que llama dignidades, y de cuyas relaciones y combinaciones deriva todo el orden del cosmos, constituyendo simultáneamente un soporte para la elevación del entendimiento por la escala de la conciencia. Tal como señala de nuevo Manuel de Montoliu en su libro citado anteriormente:

La obra filosófica que dio más fama a Ramón Llull, escrita en los primeros tiempos de su conversión, es el Ars Magna. Esta obra ha sido interpretada diversamente por los comentaristas. Entre ellos, los hay que opinan que no tiene otra razón de ser que una lucha contra el averroísmo (S. Bové); otros la interpretan como una manifestación refleja del teosofismo oriental (Keicher); algunos ven en ella un mecanismo combinatorio del arte de la argumentación, influido por la Cábala (Pranti); hay quien afirma que en el fondo no es más que un sistema de representación gráfica del silogismo (Littré); según otros, el Ars es una mecánica dialéctica que señala una anticipación en el proceso de degeneración de la lógica aristotélica (Guido Ruggiero). Un importante descubrimiento en el estudio del Ars fue el de la íntima relación que hay entre la concepción de este libro y la teoría luliana de las dignidades divinas y el simbolismo universal. Exteriormente se reduce a un mecanismo construido con figuras geométricas y círculos concéntricos representativos de la correspondencia y perfecta armonía de los tres órdenes de la existencia: Dios, hombre, mundo. En el punto central de estos círculos se encuentra la letra A que representa a Dios; alrededor y en la periferia del círculo están ordenadas otras dieciséis letras del alfabeto, representativas de otros tantos atributos o dignidades divinas. Cada uno de estos atributos está unido a la A central y a los otros atributos con rectas que convierten al círculo en un tejido complicadísimo de líneas entrecruzadas. Estos dieciséis atributos –que en escritos lulianos posteriores se reducen a nueve,– sirven para formar cuatro figuras principales y pueden ser combinados de 120 maneras. Si desnudamos la obra de este simbolismo, el Ars aparece como algo más que un simple mecanismo dialéctico; es también un ensayo de metafísica y un método deductivo que tiene por finalidad fundar sobre la unidad una ciencia universal y aplicable a todos los conocimientos. Los principios absolutos se identifican con las dignidades divinas y puesto que éstas no son conocidas más que por las huellas que han dejado en lo creado, el hombre debe elevarse progresivamente partiendo del mundo sensible, hasta descubrir a Dios (ascenso del entendimiento). Una vez contempladas las dignidades divinas, el entendimiento desciende otra vez hasta el mundo de la contingencia (descenso del entendimiento).48


Ramón Llull, Liber ascensu et descensu intellectus,
Valencia, 1512.

No es pues extraño identificar en el Arte que Llull va modelando a lo largo de sucesivas obras –Ars compendiosa inveniendi veritatem (1274), Ars demostrativa (1283), Ars inventiva veritatis (1290), Ars generalis ultima (1305) y finalmente Ars brevis (1308)–, muchas analogías con las especulaciones que los cabalistas49 medioevales expresaron a través de la simbólica del Arbol de la Vida, estructura viva del cosmos que se iba revelando en sus conciencias y que se sustenta igualmente en numeraciones (las 10 sefiroth) y en las 22 letras del alfabeto sagrado, de cuyas combinaciones se generan los Nombres divinos, además de ser un modelo en el que, como el de Lulio, subyace la geometría divina como una simbólica muy destacada (recordemos las divisiones del árbol en tres tríadas, tres columnas, cuatro mundos, la circularidad de las sefiroth, etc.).50

Después de la revelación en 1274, Ramón Llull se entrega a un periodo de vida eremítica y contemplativa en el que no cesa de escribir, y que se prolongará hasta 1287, momento en el que decide viajar a Roma para presentar su "descubrimiento" ante el Papa, pero éste y la curia hacen oídos sordos a su propuesta. Se dirige entonces a la universidad de la Sorbona de París, donde igualmente es despreciado por los doctores, y entonces opta por lanzarse a la predicación solitaria por tierras tunecinas, donde ensaya la idea de reunir a varios sabios musulmanes para exponerles sus saberes, con el fin de que se operara una conversión y ulterior concordia. Pero allí de nuevo es menospreciado y tiene que huir a toda prisa, pasando de nuevo por Roma, París y también Barcelona, donde presenta al rey Jaime II no sólo la idea de utilizar el Arte con fines apologéticos sino la posibilidad de emprender la reconquista de Tierra Santa. Una y otra vez sus propuestas no coagulan, y embargado por el desconsuelo y la soledad, viaja a la ciudad de Bugía, donde no sólo será rechazado sino perseguido, encarcelado y lapidado, escapándose en un barco que naufraga y del que se salva de milagro. Al alcanzar Italia prosigue con sus intentos de difusión durante un tiempo más, y al final de sus días parece que retorna a su Mallorca natal, vilipendiado e incomprendido por casi todo el mundo. Mas los constantes desprecios y acosos no menguan un ápice las certezas espirituales que ha vivido y de las que ha ido dejando testimonio una y otra vez en sus centenares de escritos de naturaleza filosófica, teológica, científica, religiosa, apologética, enciclopédica, etc.

Llull no sólo emplea la simbólica universal del número y la letra sino que la conjuga con el símbolo del árbol, lo que de nuevo señala la profunda compenetración de su pensamiento con la exposición doctrinal cabalística. Así, en otro libro titulado El Arbol de la Ciencia, la escala cósmica se eleva desde la realidad concreta y material hasta la espiritual a modo de una sucesión ascendente de árboles que empiezan por el elemental, al que sigue el vegetal, el sensual, el imaginal, el humanal, el moral, el apostolical, el celestial, el angelical hasta culminar en el eviternal. Igualmente en el Libro de Filosofía de Amor se apoya en esa simbólica, y aún en su novela Libro del Gentil y los tres sabios,51 que citaremos enseguida, donde recrea un ámbito idílico en el que coinciden un sabio judío con otro musulmán y uno cristiano, reunión de representantes de distintas formas tradicionales que abrevan por igual en la fuente de la Sapiencia y que reciben la visita de dama Inteligencia, la cual los instruirá, a ellos y a un gentil que anda por esos parajes buscando respuestas a preguntas trascendentales, transportándonos de este modo a una atmósfera siempre real y actual; un paisaje del alma que todos los iniciados conocen y transitan:

Mientras el gentil andaba por el bosque como un hombre perdido, de uno en otro lugar, fue a parar a un camino muy hermoso y decidió seguir aquel camino, hasta ver a qué fin podía venir del trabajo en que estaba. Sucedió que, mientras el Gentil andaba por aquella senda, tres sabios se toparon a la salida de la ciudad. Uno era judío, el otro era cristiano y el otro musulmán. Cuando estuvieron fuera de la ciudad, y se vieron, entonces se saludaron y se acogieron agradablemente y se acompañaron; y cada uno preguntó al otro por su vida, su salud y su voluntad; y los tres acordaron irse paseando para recrear el espíritu, fatigados por el largo estudio en que habían estado.

Tanto anduvieron los tres sabios, hablando cada uno de sus creencias y del saber que enseñaban a sus discípulos, que fueron a parar a aquel bosque por donde caminaba el gentil, y estuvieron en un hermoso prado, donde había una bella fuente que regaba cinco árboles, significados por los cinco árboles que figuran al inicio de este libro. Llegó también a la fuente una hermosa doncella, muy noblemente vestida y que cabalgaba un hermoso caballo, que abrevaba en la fuente. Los sabios, que vieron los cinco árboles, que eran muy deleitosos de ver, y vieron a la dama, que tenía un rostro muy agradable, se acercaron a la fuente y, muy humilde y devotamente, saludaron a la dama, y ella correspondió gentilmente a sus saludos. Los sabios le preguntaron su nombre y ella les dijo que era la Inteligencia; los sabios le rogaron les explicara la naturaleza y las propiedades de los cinco árboles y qué significaban las letras escritas en cada una de sus flores.

Por cierto que toda la obra de este arquitecto y constructor, o también jardinero del ánima, es la expresión de su experiencia intelectual-espiritual, o sea, el reflejo de sus viajes interiores por ese mundo intermediario del alma y su naturaleza trina, que como sabemos los cabalistas también describen como ternario y que dividen en nefesh, ruah y neshamah. Ramón Llull en su Libro de la contemplación en Dios,52 que más bien es un tratado enciclopédico, asegura:

Cuando el entendimiento, Señor, del hombre ha subido tan arriba que ha apercibido intelectualmente que hay tres cosas en el alma y, por estas tres cosas que ha apercibido el entendimiento, apercibe que las tres son una sustancia simple; y cuando ha subido el conocimiento del hombre tan arriba que apercibe que las tres cosas son una sustancia, después sube otro escalón y apercibe que las tres cosas que son una sustancia son iguales en virtud y en naturaleza y en bondad; y cuando el alma ha apercibido de sí misma hasta el más supremo escalón que puede apercibir de sí misma, entonces sube a lo más alto de sí misma; y así como el hombre apercibe que su alma es en tres cosas y las tres cosas son una sustancia y las tres tienen igual virtud y bondad, así el alma contemplando vuestra sustancia divina apercibe en su propia naturaleza que vuestra naturaleza divina es tres personas en una sustancia, en cuya sustancia las tres personas son iguales en virtudes, en bondad y en gloria.

Además, Lulio sabe que es en este plano intermediario del Ser (Beriyah y Yetsirah para el modelo del Arbol sefirótico) donde acontece toda la revelación y la labor de conocimiento, o sea, donde el Arte es operativo para ordenar y alzar el gran edificio cósmico; ámbito en el que el Espíritu (simbolizado por el mundo de Atsiluth) proyecta indefinidos juegos especulares de sí mismo, y que los cabalistas experimentaron con idéntica vehemencia, revelándolo en esos textos testimoniales tan bellos e inspirados como el Zohar, Puertas de Luz, etc. Lulio expresa al respecto:

6.- Así como de dos espejos materiales puestos uno enfrente a otro cada uno demuestra al otro su forma y su cualidad y todas las figuras que son demostradas en uno lo son en el otro, así es en el alma del hombre, que es espejo en el cual son revelados vuestros secretos, cuando ella intelectualmente ve contemplando las virtudes y la gran bondad de vuestra deidad sin que las cosas sensuales le impidan contemplaros. Pues, entonces, Señor, el alma viendo vuestras virtudes y vuestra perfección y vuestra bondad, se ve a sí misma en vuestra virtud y en vuestra bondad; y viéndose a sí misma, apercibe conocimiento de las cosas que le eran secretas cuando ella no se veía a sí misma en vuestra perfección.

8.- Cuando se pone un espejo pequeño delante de un espejo grande y se mira en el grande, entonces se ve, Señor, en el espejo grande dos figuras engendradas de una figura, pues el espejo grande demuestra la figura del hombre fuera de los términos de la figura del espejo pequeño, y demuestra otra figura del hombre dentro de la forma que el espejo grande recibe del espejo pequeño, y así la cara del hombre, que es una, es demostrada en el espejo grande en dos partes. Pues, así como sensualmente el espejo grande demuestra al espejo pequeño en sí mismo la figura del hombre que está escondida al espejo pequeño a causa de que está detrás de él, así intelectualmente es demostrado al alma del hombre cómo ella apercibe y conoce su naturaleza misma, pues viendo ella a sí misma ser una sustancia, que es en tres cosas y las tres cosas son una sustancia, lo hace apercibiendo en vuestra esencia divina vuestra trinidad y vuestra unidad y la generación y la procesión de las personas, cuyo conocimiento que el alma tiene de vuestra trinidad le era oculto y secreto cuando el alma no tenía conocimiento de sí misma.53

El gran proyecto civilizador de Llull contemplaba la apertura de escuelas de lenguas a lo largo y ancho del Mediterráneo, como soporte para conseguir esa unidad en el Pensamiento. O sea, que para Lulio la Palabra tiene un gran poder por su naturaleza suprahumana, el Verbo divino nombra todo lo creado y el Soplo emanado del Silencio convierte a cada cosa en un símbolo de lo Innombrable, ideas éstas que repite de mil maneras, especialmente en su libro Cent Noms de Déu o en el enciclopédico Proverbios,54 en el que dice, tan en consonancia con la Cábala:

1.- Por ser Dios un ser perfecto, su nombre es perfecto.

2.- Dios y su nombre se corresponden realmente.

3.- El nombre de Dios que el hombre usa, es semejanza de su nombre.

4.- El nombre "Dios" no ha sido inventado; pero sí los nombres con que lo designan los hombres.

7.- Quien dice "ser que no tiene necesidad de nada", habla de Dios.

8.- Quien dice "infinitud y eternidad", nombra a Dios.

9.- Quien dice "ser infinito y eterno", designa a Dios.

11.- El nombre de Dios es inmutable. Mas el cristiano, el judío y el sarraceno lo cambian, valiéndose de diferentes términos y vocablos.

12.- Nombramos a Dios, cuando decimos "infinito" o "eterno"; así como el hombre menciona el hierro, cuando dice "martillo" o "clavo", que son de hierro.

13.- En Dios, el nombre del nombre es "Dios de Dios".

Por lo que el tema de la deificación del ser humano empapa toda la obra y vida de este personaje casi mítico, hercúleo por sus trabajos y esfuerzos. Pero dicha divinización no sería posible sin la irrupción permanente de esa energía llamada Amor, fuerza que Llull invoca en sus poemas o meditaciones, y que en realidad impregna todos sus escritos –despojada siempre del sentimentalismo pues su naturaleza es más alta–, como sucede con muchos de los textos de iniciados, desde los de esos trovadores de las Cortes de Amor que él mismo pudo haber conocido, pasando por los de los cabalistas contemporáneos como Chiquitilla o Moisés de León, hasta llegar a los inspirados filósofos y magos del Renacimiento, que arrebatados por el furor presidido por la Venus Urania, pudieron penetrar las más altas esferas de la conciencia; pues ya se sabe que ésta es una energía eterna, la argamasa de la edificación, la que cohesiona el organismo cósmico al templar y armonizar todas las oposiciones y reunirlas en su unidad esencial. Lulio, en su Amigo y Amado55 así lo manifiesta:

257.- Muy por encima del amor está el Amado, y muy por debajo del amor está el amigo. Y el amor, que está en el medio, desciende al Amado hacia su amigo, y eleva al amigo hacia el Amado. Y en el descenso y en la elevación vive y toma principio el amor por el que languidece el amigo y es servido el Amado.

258.- A la derecha del amor está el Amado, y el amigo está a la izquierda; y por esto el amigo no puede llegar a su Amado sin pasar por el amor.

259.- Delante de amor está el Amado, y detrás del Amado está el amigo; por eso el amigo no puede llegar al amor hasta que no haya hecho pasar sus pensamientos y deseos por el Amado.

260.- Representa el Amado para su amigo como dos Amantes idénticos a sí mismo en ornamentos y valores. Y se enamora el amigo de todos tres, aunque el amor sea sólo uno, significando la unidad esencialmente una de los tres Amados.

Y siempre, aquí y allí, los destellos de un Cosmos permanentemente recreado y de la realidad metafísica que lo incluye y excede:

305.- Eternamente comienza, ha comenzado y comenzará mi Amado, y eternamente no comienza, no ha comenzado ni comenzará. Y estos comienzos no suponen contradicción en mi Amado, porque es eterno y tiene en sí unidad y trinidad.56

Sólo hemos podido ofrecer unas breves pinceladas de la vasta producción de este sabio del fin del medioevo –puente entre un mundo obsoleto y otro virgen que está a punto de nacer– y de los muchos géneros57 que cultivó, pero con lo expresado, algo se vislumbra del gran proyecto civilizador de ese revolucionario, que acreditó en el poder de la Palabra fecundadora y creadora (y de su fijación en la escritura), así como en el del Número y su proyección espacial como sendos vehículos de construcción y conocimiento y como símbolos por los que se revela no sólo el orden del cosmos, sino lo que es más importante, la realidad supracósmica o metafísica.

En su Vida Coetánea reconoce haber escrito más de 123 libros, y la catalogación actual los cifra ya en 265, muchos de los cuales también discurren sobre la ciencia médica, la astrología y la alquimia.58 Llull asegura no haber practicado este arte, pero lo cierto es que son numerosísimos los tratados alquímicos que se le atribuyen y que aún actualmente se siguen rescatando de fondos bibliotecarios, siendo el promotor de toda una revitalización del Arte Real que se prolongará hasta finales del siglo XVII.59 Durante el Renacimiento circularán, se editarán y reeditarán cientos de esos opúsculos lulianos o pseudo-lulianos (que se cifran en cerca de 500 títulos), ocupando lugares bien destacados en las bibliotecas de los protagonistas de ese nuevo período. El hecho de ponerlos bajo el patrocinio de Llull –lejos de la connotación peyorativa que tiene hoy en día todo lo que lleva el prefijo "pseudo" que lo hace equivalente a falso o engañoso–, significa la adscripción o filiación intelectual a un personaje entroncado con la verdadera tradición de Occidente, así como la certeza de que su modelo especulativo universal es aplicable a la ciencia de las transmutaciones. Además, cómo no reconocer en toda la producción intelectual de Lulio la permanente exhortación a la transmutación interna, es decir, a la práctica de una alquimia espiritual como medio de realización metafísica, a la par que como modelo ejemplar de la cosmogonía. Este fragmento de su Testamento60 así lo demuestra:

Dios en el principio crió a esta naturaleza de nada solo con su voluntad nacida de su liberalidad en una pura substancia, la qual se llama esencia quinta en donde se encierra toda la naturaleza. De la mexor y más pura substancia (que fue dividida en tres partes) creó Dios los Angeles. De la segunda los cielos, los Planetas y las Estrellas, y de la tercera menos pura hizo este inferior mundo, y el hijo de dotrina debe estar en esto y en su inteligencia, no como por fuera se dice sino del modo que todo por la voluntad alta de Dios fue creado juntamente sin sucesión de alguna materia que precediesse, porque de otro modo no sería creación ni operación Divina, la qual se funda en quanto a creación, en un producido del ser que baxa científicamente por creación de nada en un verdadero ser substancial. Por lo qual hijo mio quieras entender con espíritu científico lo que hemos dicho y lo que diremos y huye de la común y vulgar inteligencia, porque hablo con respeto del obrar de la naturaleza a quien has de imitar en tu obra.

Es bien sabido que desde muchos ámbitos con mentalidades estrechas y parciales –como es el caso del catolicismo dogmático, del experimentalismo y la fenomenología de la ciencia moderna o también de la especialización que se ha impuesto e irradiado desde las universidades, por citar sólo algunos ejemplos– una ciencia tan antigua y principial desde el punto de vista simbólico como es la Alquimia ha sido cada vez más atacada y desprestigiada, y sus adeptos tachados de nigromantes, embaucadores o ilusos, cuando en realidad muchos fueron, y son, iniciados que se apoyan en la simbólica del Arte Regia para conocer y conquistar las más altas realidades espirituales. Decimos esto porque al otro personaje que nos visita en este acápite, Arnau de Vilanova, se lo ha valorizado mucho en el campo de la medicina, pero cuando se trata de abordar su postura ante la religión y la teología ya son muchas las voces que se alzan en su contra, y no digamos en lo referente a sus inclinaciones y prácticas como alquimista, que, o bien se han pasado por alto como excusando ese "desliz", o bien se han ridiculizado y hasta atacado sin miramientos. En realidad, nos encontramos frente a otro de esos hombres que como su coetáneo Llull tuvo una visión lúcida y sintetizadora de la realidad y unos intereses que lo llevaron a profundizar en muchas de las disciplinas depositarias del saber cosmogónico. Queremos empezar por destacar la dedicación de Arnau al arte transmutatorio, –presente igualmente en la Cábala, como veremos un poco más adelante– motivo por el que Menéndez Pelayo lo incluyó en su Historia de los heterodoxos españoles,61 donde quiere alejar a toda costa la mala influencia de Vilanova sobre el "ortodoxo" Ramón Llull:

Uno de los puntos oscuros de la vida no teológica de Arnaldo son sus relaciones con Raimundo Lulio, en que tanto han insistido los escritores de alquimia. Así, v. gr., el autor de la Conservatio philosophorum dice que Raimundo Lulio era incrédulo en cuanto al poder de la alquimia; pero que se rindió luego a los argumentos y experiencia del sacratísimo maestro Arnaldo de Vilanova, catalán, cuyo discípulo fue en aquella arte. Pero, ¿qué crédito hemos de dar a aquel libro apócrifo, obra de algún embaidor del siglo XV, cuando hoy está probado que ni Raimundo creyó nunca en la posibilidad de la transmutación ni son auténticos los libros de química que corren a su nombre?62

Y en cambio, no muestra ningún tipo de reparo a la hora de tildar a Vilanova de desequilibrado63 y de practicante de esta ciencia nefasta:

El autor del libro apócrifo Ars operativa, que anda entre los atribuidos a Ramón Llull, cuenta haber recibido, bajo sello, del rey Roberto la relación de los experimentos de Arnaldo. Sabido es que este rey Roberto figura de continuo en las patrañas alquímicas. A Arnaldo se ha atribuido, con más o menos fundamento, la extracción del espíritu de vino, del aceite de trementina, de las aguas de olor, etc.64

Pero lo cierto es que Vilanova exploró y penetró a fondo esta simbólica tan arraigada en la Tradición Hermética –y por supuesto también en la hebrea–, lo cual merece todo nuestro respeto y gratitud, ya que a estos seres libres de prejuicios y abiertos a las distintas vías de la enseñanza cosmogónica debemos la pervivencia de la tradición, aunque esto les haya generado más de un conflicto, y muchas incomprensiones por parte de los pretendidos dinamiteros de la Verdad. Las siguientes anotaciones son un testimonio de la entrega de Vilanova al Arte Real:

Arnau, con la protección de Bonifacio,65 vio aumentar aún más su prestigio, realizando incluso diversas experiencias de alquimia en la corte pontificia. En esta circunstancia cuentan que Bonifacio le dijo: "Ocúpate de medicina y no de teología, y te honraremos". (...) Arnau debió tener relaciones personales con el rey Roberto, gran protector de alquimistas, y lo demuestra el hecho de haberle dedicado su tratado De conservanda inventute y una epístola,66 que algunos creen apócrifa, sobre alquimia.67

Este hombre enérgico e impetuoso nacido en las tierras del Levante español hacia el 1238, estudió medicina en la universidad de Montpellier, y además de ser profesor en la misma por unos años, alcanzó gran fama en el ejercicio de su oficio. Fue el médico particular de los Papas Bonifacio VIII, Benito XI y Clemente V; del rey Jaime II y de su hermano Federico de Sicilia, y también del ya referido Roberto de Nápoles. Escribió unos 70 tratados sobre medicina, fisiología, farmacia y dietética, y en cuanto a la alquimia se le atribuyen muchos opúsculos, entre los que destacamos: Liber vitae o Liber de vita philosophorum; Curae breves; De vinis; Rosarius Philosophorum; Perfectum magisterium et gaudium, transmissum ad inclytum regem Aragonum o Flos Florum,68 Epistola super Alchimia ad regem neapolitanum; Practica missa Bonifacio papae; Semita semitae. Y también referimos algunos de los tratados de magia natural, astrología y oniromancia, ciencias herméticas que igualmente cultivó: De parte operativa, Capitula astrologiae de iudiciis infirmitatum secundum motum planetarum, De sigillis, Prognosticationes visionum quae fiunt in somniis. Muchas de estas obras vieron reediciones durante el Renacimiento, y tuvieron una repercusión extraordinaria entre médicos, alquimistas y filósofos renombrados de ese período. Tal es el caso de las colecciones alquímicas compiladas por Guillermo Gratarol (Basilea 1561) que incluían muchas de las obras de Vilanova, al igual que la de Lázaro Zetzner (Estrasburgo 1613), o la de Frankurt de 1602-1603, así como una Opera de Arnau editada por Nikolaus Oschle en Basilea, en 1585, por citar sólo algunas.

Por lo que las experiencias e investigaciones de Vilanova están profundamente arraigadas a la tradición patrocinada por Hermes, e igualmente se compenetran en muchos puntos con las de los iniciados de la tradición hebrea. Como hemos apuntado anteriormente, la Alquimia está presente desde antiquísimo en el seno de la cultura judía y en sus textos sagrados, como en éste en el que ya se manifiesta el alto rango que ocupa el Arte Real en tanto que depositario de saberes revelados por la divinidad, y que por intermedio de su rica simbólica se van transmitiendo de generación en generación:

Moisés dijo entonces a los israelitas: "Mirad, Yahveh ha designado a Besalel, hijo de Urí, hijo de Jur, de la tribu de Judá, y le ha llenado del espíritu de Dios, confiriéndole habilidad, pericia y experiencia en toda clase de trabajos, para concebir y realizar proyectos en oro, plata y bronce, para labrar piedras de engaste, tallar la madera y ejecutar cualquier otra labor de artesanía; a él y a Oholiab, hijo de Ajisamak de la tribu de Dan, les ha puesto en el corazón el don de enseñar. Les ha llenado de habilidad para toda clase de labores en talla y bordado, en recamado de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino, y en labores de tejidos. Son capaces de ejecutar toda clase de trabajos y de idear proyectos".69

Y no olvidemos a Tubalcaín, forjador de metales, y a la mítica María la hebrea, hermana de Moisés y primera mujer alquimista, o a Cálid el judío, hijo de Gazichus, y a una saga innumerable de sabios de esta tradición70 que tomaron como soporte para sus labores de divinización las claves, instrumentos y lenguaje de la alquimia, transmitiéndola ininterrumpidamente a sus descendientes, y cuya enseñanza se prolongó en el tiempo hasta la Alejandría helenística de los primeros siglos de nuestra era, enclave en el que coincidieron alquimistas, teúrgos, filósofos y sabios llegados de todo el mundo y de cuya labor de síntesis esta ciencia, como muchas otras, salió revivificada, expandiéndose luego por todo el Mediterráneo, ahora de la mano de los árabes, que la introducen en España en la Edad Media, y de ahí en adelante, gracias a muchas traducciones al latín de opúsculos alquímicos llevadas a cabo por judíos, la Alquimia se difunde por toda Europa irradiando sus brillos por doquier.

El mismo discurso cabalístico que germina y florece en Sefarad en los siglos en que vivió nuestro autor puede ser leído en clave alquímica. El modelo del Arbol de la Vida es el athanor en el que se concentran todos los poderes cósmicos (simbolizados por las sefiroth), que poco a poco serán activados por el cabalista gracias a las constantes operaciones de transmutación, que lo irán universalizando. O sea, que el Arbol es el gran laboratorio universal (válido tanto para el macrocosmos como para el microcosmos) con una puerta de acceso en Malkhuth y otra de salida en la sumidad, en Kether, que se abre a lo Infinito. Y en el intermedio, el "horno" en el que merced a las dos operaciones fundamentales de disolución y coagulación se cuecen las energías, y en el que se extrae el oro de cada una de las sefiroth, en un recorrido siempre ascendente, que atravesará los mundos de Asiyah, Yetsirah y Beriyah, hasta alcanzar el de Atsiluth. La obra se completa con la obtención del Elixir de Inmortalidad o de la Piedra Filosofal, dos símbolos del estado de conciencia de unidad que igualmente expresa Kether. Además, en este Arbol-athanor-hombre, cada columna se corresponde con un principio alquímico: el Azufre con la de la Fuerza, el Mercurio con la de la Forma y la Sal con la del Equilibrio; y cada mundo o plano con los cuatro elementos: el Fuego con Atsiluth, el Aire con Beriyah, el Agua con Yetsirah y la Tierra con Asiyah, y la quinta esencia en el corazón del Arbol, Tifereth, análogo al corazón del ser humano y del mundo. Este proceso interno, Arnau de Vilanova lo expresa así en su El Rosario de los Filósofos:71

El investigador de esta ciencia debe trabajar con una dedicación constante. Que nadie pues se precipite, porque nuestro arte no se realiza en la multiplicidad de las cosas: es uno solo. Y es una sola la piedra, una sola la medicina, a la que nada extraño se le añade ni se le quita, con excepción de retirar lo que le sobra. En efecto, todo el azufre interno, o sea, vulgar, o el mercurio butírico le es extraño, porque por sí mismo es destructivo y corruptor. Por el contrario, no le es extraño aquello en lo que él mismo se ha convertido mediante nuestro magisterio, o sea, en oro y en plata: pues nada le conviene al compuesto excepto lo que le es más próximo según su naturaleza. (...)

Las fases principales del régimen, las cuales intervienen una después de otra, son cuatro: disolver, lavar, reducir y fijar. Disolver lo grueso en simple y sutilizarlo, lavar lo oscuro en luminoso, reducir lo húmedo a seco, y fijar lo volátil encima del cuerpo fijo. Disolver consiste en dividir los cuerpos y la materia, o hacer la materia prima. Lavar consiste en inhumar, destilar y calcinar. Reducir consiste en incerar, engrasar o impregnar. Fijar es sutilizar, espesar, disipar y coagular. Por la primera es cambiada la naturaleza interior, por la segunda la exterior, por la tercera la superior, y por la cuarta la inferior.

Para concluir certificando esa herencia ancestral de la que él también se siente depositario, y que protege como un preciado tesoro:

Y aunque incompleto, resulta suficientemente generoso para los inteligentes. Los que tenéis este libro, escondedlo en vuestros escondrijos, no lo enseñéis a nadie ni lo ofrezcáis a las manos de los impíos, porque contiene íntegramente el secreto de los secretos de todos los Filósofos. En efecto, es así, y unas perlas tan grandes no se han de dar ni a los cerdos ni a los indignos, porque es un gran don de Dios, y es Dios quien lo da o lo quita a quien El quiere. Por este motivo, apreciados lectores, vosotros, los que tenéis este libro entre las manos, llevaos el dedo al labio, vosotros que os consideráis hijos de los Filósofos, guardando el Rosario de los Filósofos en secreto, para que con razón seáis llamados así, y para que podáis incluiros en la categoría de los antiguos sabios.72

Pero no es sólo a través de la alquimia como se evidencia su cercanía a la tradición hebrea, sino que incluso se habla del interés de Vilanova por la fabricación del Golem, aunque lo más destacado es el conocimiento que adquirió de la lengua santa en la escuela de lenguas orientales que dirigía Ramón Martí73 en Barcelona, donde también siguió estudios bíblicos, rabínicos y talmúdicos. Vilanova escribió un importante tratado sobre el nombre de Dios que citaremos ampliamente a continuación,74 lo que de nuevo es señalado con desdén por Menéndez Pelayo:75

Hasta ahora sólo vemos en Arnaldo, fuera de algún yerro incidental, una dosis no leve de fanatismo y excesiva confianza en el espíritu privado. En 1292, tres días antes de la fiesta de Santa María Magdalena, compuso in Castro Ardullionis una explicación del Tetra–grámaton hebreo, donde se propone demostrar por razones naturales, en lo cual ya pecaba de temerario, el misterio de la Trinidad. Luce en este tratado su erudición hebraica y cabalística.

Por nuestra parte, reconocemos en este discurso de Vilanova, que también figura con el título de Allocutio super Tetragramaton, grandes muestras de su conocimiento simbólico de la lengua hebrea, además de ponerla en correspondencia con la latina, de tal manera que en pocas páginas trata y conjuga temas importantes subyacentes en ambas tradiciones como son el de la unidad, la trinidad, e incluso las adaptaciones que se producen en el devenir cíclico para que la Verdad, que es siempre una e idéntica a sí misma, pueda ser conocida a cada instante sin ser desvirtuada. El siguiente hilado de citas revela los descubrimientos siempre espectaculares del itinerario secreto de este autor, que difícilmente podrán ser compartidos por mentalidades fundamentalistas, sistemáticas o dogmáticas:

Le complació al doctor eterno, no pienso que por mis méritos, sino más bien por el mérito del celo que he llamado religioso, introducirme en la lengua hebrea para ser mostrada a mi consideración la inquietud de investigar lo que el nombre Tetragrámaton, que tan a menudo se lee en el texto hebraico del Antiguo Testamento, significa para el alma de los fieles. Pensé por esta razón interrogar a los fieles, pues considerando que para ellos los títulos de los libros resplandecen en rojo, es evidente que si examinamos cuidadosamente sus textos, veremos que ofrecen la luz del sol de la comprensión de las Escrituras, por el mérito y la pasión del Señor, como sólo es capaz de hacer el león de la Tribu de Judá, que vence por medio de la pasión, efundiendo un licor rojo para escribir, capaz de abrir los sellos del libro cerrado. (pág. 36-37).Así pues, aunque no fuera con la devoción debida, busqué, pedí y llamé y abierta la puerta, encontré lo que buscaba, recibiendo mucho más aún. Encontré primero que el antedicho nombre se escribe con letras hebraicas y con letras latinas y expresa exclusivamente el misterio de la Santísima Trinidad. En Dios el Principio aspira sin principio y a su vez, el principio aspira del principio. (pág. 39-40).Es necesario, pues, deducir de esto que todo lo que el antedicho nombre significa está contenido íntegramente en sus letras. Pero ninguna otra cosa significa en sí, sino la que debe significar. Luego entonces es necesario que las letras utilizadas por Dios para expresar aquel nombre se refieran a El. (pág. 40).Volviendo de nuevo, pues, a las cosas antedichas encontramos que la yod significa que Dios es el principio sin principio que principia, que tiene sonido per se y que es el primero concebible a sí mismo. (pág. 42).Pero en el nombre que nos ocupa, la he que sigue a la vav significa en relación a la vav lo mismo que la he que sigue a la yod en relación con la yod. Luego, cuando se explica el significado de las vocales del nombre Tetragrámaton según la escritura hebraica, es en su más elevado sentido: que en Dios existe el principio sin principio que inicia y que tiene sonido per se y a sí mismo, y en el acto de aspirar une con un ángulo anudado, o bien, con un nudo indisoluble, dos lados iguales, en el cual, digo, existe el principio coeterno del principio que siempre forma parte de él mismo y quien aspira es el ángulo anudado, o sea, él mismo. El nombre de la Santísima Trinidad escrito en latín significa lo mismo que el nombre Tetragrámaton, y ahí, las letras latinas y las hebreas de ambos nombres son equivalentes. Pero difieren en la figura y en la facultad de las partes y la Sabiduría divina lo quiso así, porque los signos que usa para instruir la inteligencia de sus elegidos no sólo significan una cosa de principal importancia, sino también muchas cosas añadidas, según la diversidad de tiempos y de pueblos.Así, el misterio expresado por Dios a los hijos del Antiguo Testamento en forma de rollo, lo expresó a los hijos del Nuevo Testamento en forma de libro; de la misma manera, por ejemplo, el misterio de la zarza para unos significa lo mismo que el misterio del vellocino para otros, y así para todos los demás signos. (pág. 46-47).

Dios hace la obra de la creación pintando letras como si fueran hombres caídos en el mundo presente, y El mismo une desde arriba [con el Padre] a todos aquellos que están contenidos en el misterioso cuerpo del Salvador, quien los forjó hasta la rectitud de la justicia, mediante la pasión y la cruz. (pág. 71).

Y no podemos olvidar el interés de Arnau por los signos de los tiempos, que él vivió de forma dramática, pues tras varias visiones de la inminente llegada del Anticristo,76 proclamó la necesidad de un enderezamiento espiritual ante los papas que ya hemos citado, no recibiendo de ellos ningún apoyo, sino más bien silencio, e incluso punzantes ataques por parte de muchos dominicos. Tal fue la gravedad del asunto que poco después de su muerte (se cree que en un naufragio alrededor de 1312), se abre un proceso inquisitorial contra él, y de resultas, sus libros teológicos y religiosos77 así como muchos alquímicos, son condenados y enviados a la hoguera; pero era tan grande el número de copias que circulaban por toda Europa, que por fortuna muchos se salvaron de las llamas. Empero, tras su fracaso con el papado, Vilanova siguió buscando el respaldo de los reyes, siendo Federico de Sicilia el que lo secundó hasta el final, pero sin materializar ninguno de sus proyectos, que abogaban por dar un gran protagonismo a las órdenes terciarias y al movimiento beguinal como cabeceras de ese enderezamiento.

Vilanova fundamenta sus visiones milenaristas en su propia experiencia y también en los textos más importantes de la Tradición de Occidente, tanto judíos como greco-latinos y cristianos como Daniel 12, 11; Mateo 24; las profecías de las sibilas de Eritrea y de Cumas, de San Agustín, San Pablo y del Apocalipsis; también en los de los visionarios como Cirilo, Eusebio, Hildegarda y Joaquín de Fiore, lo que demuestra su visión sintética y esotérica. Para Arnau la regeneración tiene una expresión horizontal en la que el cristianismo toma el relevo del judaísmo, pero sin negar todo el valor y enseñanzas atesoradas en este último, tema que más adelante será retomado por muchos cabalistas del Renacimiento; Vilanova ya esboza que los misterios más profundos del cristianismo se explican y están contenidos en el Nombre impronunciable de Dios:

Pero si alguien preguntara por qué el mencionado nombre Tetragrámaton no fue otorgado en la Sagrada Escritura al pueblo de los latinos, sino solamente a los hebreos, se responderá, como también a propósito de otros signos, que Dios dio a aquel pueblo los signos, tanto vocales como reales, que previamente decidió añadir, sabiendo que perdurarían a través de los siglos y prueba de ello es que el pueblo judaico sigue utilizándolos y tiene un velo ante los ojos del alma, que no le permite comprender la verdad sellada, mientras que la muerte de Cristo, como está dicho más arriba, rasga [para los latinos] el velo del templo judaico, es decir, del corazón. (...) Mejor dicho, cayó sobre los latinos y los conversos [la verdad] que había caído [antes] sobre judíos. Aquel nombre Tetragrámaton que primero fue conocido por el pueblo judaico, fue una cosa sellada por medio de aquel pueblo, que aún ignora su significado. Esto sucedió en primer lugar porque, para los latinos, la verdad se hizo carne, lo que sabemos, con todas sus excelencias, por los primeros doctores de la fe católica. En segundo lugar, los nombres de la misma verdad fueron otorgados en la escritura bajo la forma y la cualidad del nombre Tetragrámaton y el nombre Tetragrámaton fue comunicado a los latinos como Trinidad divina, lo que significa que el Tetragrámaton contiene los misterios de la verdad encarnada.78

Pero lo cierto es que el fin del mundo es a cada instante, como su renacimiento, por eso en cada tramo histórico aparecen señales que anuncian tal realidad, lo que simultáneamente se puede experimentar al recorrer el viaje iniciático, donde se conocen los misterios de la vida y de la muerte, y también la conquista de una esfera o mundo otro en el que brilla un paraíso siempre presente, atemporal o eterno, que es visualizado en cada tradición con distintos nombres pero idéntica significación, ya se le llame Jerusalén Celeste, Luz, Agartha, Cristianópolis, etc., y que es el símbolo del estado de conciencia de unidad. El discurso de Vilanova se suma a esta voz única:

Sin duda la inteligencia humana es un libro editado por Dios, en el cual las exposiciones y los sentidos de las expresiones divinas resplandecen cuando la Sabiduría de Dios lo dispone, pero los significados particulares de las palabras sagradas no aparecen a la vez, sino sucesiva y paulatinamente en los tiempos y las edades del mundo, y muchas duermen aún en el polvo de la tierra, es decir, en la imagen terrenal de la letra y después de la muerte de Cristo, en la última persecución de los fieles, saldrán del monumento funerario de las expresiones literales y aparecerán ante muchos en la ciudad de la comunidad fiel. Y cuanto más se aproxime aquel tiempo, tanto más germinarán las semillas de la doctrina sagrada, echadas en la tierra de las expresiones literales y aparecerá el trigo que hasta entonces había estado enterrado en los libros sagrados.79

Finalmente, destacaremos que la influencia de este sabio se extendió de tal forma que incluso muchas de sus obras médicas y alquímicas se tradujeron al hebreo, como sucedió con otras tantas de Llull al árabe, de tal manera que las múltiples puertas que abrieron las enseñanzas de estos dos grandes pensadores del fin del medioevo, fueron "traspasadas" por sus sucesores en el Renacimiento, haciendo brillar con gran esplendor muchas de las simbólicas universales que tanto Vilanova como Llull habían explorado y defendido, y de las que en este acápite apenas si hemos ofrecido unos trazos.

NOTAS
42 Manuel de Montoliu, Ramón Lull i Arnau de Vilanova. Ed. Alpha, Barcelona, 1958, pág. 127.
43 Destacamos: Ramón Llull i el lul.lisme. Publicacions de l'Abadia de Montserrat, Barcelona, 1985, edición a cargo de Jordi Rubió i Balaguer; Armand Llinarés, Ramón Llull. Edicions 62, Barcelona, 1968, prólogo de Joaquín Carreras i Artau; Miguel Cruz Hernández, El Pensamiento de Ramón Llull. Ed. Castalia, Valencia, 1977; Robert D. F. Pring Mill, Estudis sobre Ramón Llull. Curial Edicions Catalanes, Publicacions de l'Abadia de Montserrat, Barcelona, 1991; J. N. Hillgarth, Ramón Llull i el naixement del lul.lisme. Id., Barcelona, 1998; Miquel Colom, Glossari General lul.lià. Ed. Moll. Mallorca, 1982; Michela Pereira, Barbara Spaggiari, Il "Testamentum" alchemico attribuito a Raimondo Lullo. Sismel, Edizioni del Galluzzo, Florencia, 1999; y muchas más.
44 Frances Yates, Ensayos reunidos I. Lulio y Bruno. Fondo de Cultura Económica, México, 1996, pág. 18.
45 Ibid., pág. 207.
46 Revista Sefarad, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid-Barcelona, año 1958, pág. 251.
47 En su obra Vida Coetánea, Llull explica que se alojó durante un tiempo en casa de Jacques de Molay, último gran maestre del Temple que fue quemado vivo en 1314.
48 Ramón Llull i Arnau de Vilanova, op. cit., pág. 39-40.
49 Dice Ramón en su autobiografía: "Entonces el reverendo maestro redactó un libro denominado 'Arte demostrativa', que leyó en público, y en la 'Lectura' que hizo explicó que la primera forma y la primera materia constituyen un caos elemental y que los diez predicamentos universales provienen y están contenidos en él, según la teológica y católica verdad". Ramón Llull, Vida Coetània. Ed. enSiola, Islas Baleares, 2004, pág. 34.
50 Se le ha reprochado a Lulio que en su sistema de ruedas haya números en vez de letras hebreas, teniendo en cuenta la importancia de las letras, y la del lenguaje que tiene tal preeminencia entre los judíos. Dicha descalificación alcanza a todos aquellos que han trabajado con el Arbol de la Vida sin saber hebreo o teniendo un conocimiento deficiente de la lengua. Sin duda esto limita al filósofo que se ocupa de Cábala, pero se ve claramente en el caso de Lulio, que la especulación con las letras no es imprescindible para los fines de la gnosis y se puede alcanzar el Conocimiento por la vía pitagórica hermética, advirtiendo que, por otra parte, esos números son a la vez letras en el alfabeto hebreo. Además muchos textos cabalísticos del período renacentista están escritos en latín, tal la Kabbala Denudata y prácticamente la totalidad de esta literatura fue olvidada por el pueblo de Israel hasta hace menos de un siglo.
51 Antología de Ramón Llull. Prólogo y notas de Miguel Batllori. Dirección general de Relaciones Culturales, Madrid, 1961, pág. 380-381.
52 Ramón Llull, Libro de la contemplación en Dios. Mallorca, 1274, capítulo 170, 15, citado por Amador Vega en su Ramón Llull y el secreto de la vida. Ed. Siruela, Madrid, 2002, pág. 153-154.
53 Ibid., pág. 158-160.
54 Ramón Llull, Proverbios de Ramón. Editora Nacional, Madrid, 1978, pág. 63-64. Son alrededor de 6000 los proverbios que escribe, a los que hay que añadir los de su otro libro Mil Proverbios.
55 Llibre d’Amic e Amat. Editorial Claret, Barcelona, 1982, pág. 93-95.
56 Ibid., pág. 109.
57 Destacamos los siguientes títulos de su producción tanto enciclopédica como filosófica, religiosa, teológica, pedagógica, poética y apologética: Libro del gentil y los tres sabios; Félix o Llibre de meravelles que incluía el Llibre de les bèsties; Blanquerna; Disputatio dels cinc savis; Cent noms de Déu; Canto de Ramón; Aplicació de l’Art; Medicina de Pecat; El desconsuelo; Libro del ascenso y descenso del entendimiento; Doctrina pueril; Arbol de filosofía de amor; Llibre de caos; Llibre dels àngels; Llibre dels articles; Llibre de clerecia; Libro del Orden de caballería; Liber de Sancto Spirito; De articulis fidei; Proverbis de Ramón; Llibre de mil proverbis; Llibre d’oració; Retòrica nova; Llibre de Natura; Nova Logica; Liber de disputatione fidei et intellectus; Liber de fine; Liber de erroribus iudaeorum; Liber de acquisitione Terraea Sanctae; Ars mixtiva Theologiae et philosophiae; Lo concili; Disputatio clereci et Raymundi phantastici; De locutione angelorum; De participatione christianorum et sarracenorum; Consolació d’ermità, y un larguísimo etc.
58 Citamos sólo algunos a título de ejemplo: Testamento; Clavícula; El libro de los mercurios; Lapidarium; Libro de la quinta esencia; Imago Mundi; Cantinela; Ars conversiones; Ars operativa; Anima artis transmutatorie metallorum; La Magia natural; Secreta secretorum Raymundi Lullii; Illuminati sacre pagine professoris Raymundi Lull ars magna generalis et ultima, etc., etc., etc.
59 A este respecto nos parece muy significativo lo apuntado por Santiago Jubany en su introducción a la edición del Testamento de Llull, en el sentido de que es justamente un judío converso uno de los primeros seguidores del arte Lu–lia–no aplicado a la Alquimia: "Parece haber cierta unanimidad entre los estudiosos del Llull alquimista en el hecho de considerar a Ramón de Tárrega (1295-1371), judío converso y conocido alquimista, que se hacía llamar maese Raymundo y del que se tienen noticias de sus numerosos viajes por las distintas cortes europeas, entre ellas la inglesa, como el verdadero autor del corpus luliano. Esta es la opinión sostenida por autoridades de la talla de J. R. de Luanco, Raphael Patai o Michela Pereira". Ed. Indigo, Barcelona, 2001, pág. 9.
60 Ramón Llull, Testamento. Ed. Indigo, Barcelona, 2001, pág. 70.
61 Marcelino Menéndez Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles I. BAC, Madrid, 1998.
62 Ibid., pág. 486.
63 A propósito de algunas de las obras milenaristas del médico medieval, Menéndez Pelayo asegura: "Nuestro Arnaldo se apoderó de esta idea, la repitió cien veces, la enlazó con combinaciones astrológicas y se tornó casi maniático. La introducción al libro De semine scripturarum o De las profecías de los siete durmientes es el primer síntoma de esta enfermedad mental". Ibid., pág. 492.
64 Ibid., pág. 484.
65 Se trata del Papa Bonifacio VIII, que nunca manifestó abiertamente su aprobación respecto de la alquimia, pero tampoco la censuró, beneficiándose incluso de una curación que le hizo Vilanova empleando un amuleto astrológico.
66 También se sabe que le dedicó De vinis, Curae breves, y una versión del Rosarius philosophorum titulado Rosarius abreviatus.
67 Ramón Llull i Arnau de Vilanova, op. cit., pág. 136.
68 Arnau ofrece este libro al rey Jaime II y en el prefacio incluye una carta en la que le expone cómo fue iniciado en el arte alquímico, según consta en la compilación de obras de Vilanova hecha por Hauréau en París en 1881.
69 Exodo 35, 30-35. Biblia de Jerusalén. Desclée de Brouwer, Bilbao, 1975.
70 Ver el capítulo "Cábala y Alquimia" de este volumen.
71 Arnau de Vilanova, El Rosario de los Filósofos. Ed. Indigo, Barcelona, 1998, pág. 58-59, 79-80.
72 Ibid., pág. 152-153.
73 Este dominico fue discípulo de San Alberto Magno y autor del Pugio Fidei (1278), obra apologética que contiene enormes conocimientos de la tradición hebrea y que fue conocida por muchos de los cabalistas del Renacimiento, reeditándose en París en 1651.
74 Arnau de Vilanova, Discurso sobre el nombre de Dios. Ed. Obelisco, Barcelona, 2005.
75 Historia de los heterodoxos... op. cit., pág. 492.
76 Energía universal disolutiva e invertida que en los momentos finales de un ciclo cósmico –como el que la presente humanidad ya está viviendo desde hace siglos–, adquiere mayores dimensiones, encarnándose en seres, grupos o entidades que expanden su poder, por otra parte limitado y perentorio, pues nada hay que se oponga al Espíritu o Verdad. Arnau la visualizó en la situación degenerada y corrupta de muchos representantes eclesiásticos, y principalmente de los dominicos.
77 Escribió a lo largo de varios años diversos tratados o epístolas acerca de sus visiones y de sus propuestas de renovación, entre los que destacamos: Expositio super Apocalypsi; Introductio in librum Ioachim de semine scripturarum seu de prophetiis dormientibus; Tractatus de tempore adventus Antichristi et fine mundi; De cymbalis Ecclesiae; Philosophia católica et divina; Allocutio christiani seu de dignitate creature rationalis; Confessio Ilerdensis; Informacions als beguins; Lliçó de Narbona; Allocutio Christiani; Dancia illustris regis Aragonum cum commento; Raonament d’Avinyó; y otros que se pueden consultar en la compilación de Miquel Batllori: Arnau de Vilanova. Obres Catalanes. Vol I, Escrits religiosos; Vol. II, Escrits mèdics. Ed. Barcino, Barcelona, 1947.
78 Discurso sobre el nombre de Dios, op. cit., pág. 65-66.
79 Ibid., pág. 64.

Continuación

 

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