SEGURO AZAR (1924-1928)

[10]  Navacerrada, abril

Los dos solos. ¡Qué bien
aquí, en el puerto, altos!
Vencido verde, triunfo
de los dos, al venir
queda un paisaje atrás:
otro enfrente, esperándonos.
Parar aquí un minuto.
Sus tres banderas blancas
- soledad, nieve, altura -
agita la mañana.
Se rinde, se me rinde.
Ya su silencio es mío:
posesión de un minuto.
Y de pronto mi mano
que te oprime, y tú, yo,
- aventura de arranque
eléctrico -, rompemos
el cristal de las doce,
a correr por un mundo
de asfalto y selva virgen.
Alma mía en la tuya
mecánica; mi fuerza,
bien medida, la tuya,
justa: doce caballos.

[11]  Orilla

¿Si no fuera por la rosa
frágil, de espuma, blanquísima,
que él, a lo lejos se inventa,
quién me iba a decir a mí
que se le movía el pecho
de respirar, que está vivo,
que tiene un ímpetu dentro,
que quiere la tierra entera, azul, quieto, mar de julio?

[12]  Tránsito

¡Qué princesa final - la última hoja
de otoño - pasa por enmedio, lenta,
de la ancha calle sola!
Rubia, desheredada, morganática
esposa del gorrión. Presentan armas,
inútiles aceros, ramas secas,
dobles filas de árboles, la guardia.
¡Adiós!
Las encendidas iluminaciones
urbanas a su muerte paraísos
eléctricos ofrecen, blancos campos
elíseos. ¡Arriba!
El viento, su destino, ya la sube,
alma, al cielo.
¡Adiós! Invierno, ¡qué anarquía!, invierno.
Las dinastías verdes
cumpliendo trasatlánticos destierros,
esperan
abril, clarín, restauración segura.

[13]  Los equívocos

La tarde en sazón fija
a un otoño que escapa
tumultos apacigua.
Primeras nieves: blanco...
Horizontales: aquello...
Distancia vista es
lejanía medida.
Ni mar ni cielo engañan:
embusteros los dos.
Lo cierto en el columpio
vuelos de seda enseña.
El mundo es infinito,
profusión de mentira.
De verdad
recta y curva no más.
Geometría, nieve,
ingrávidas queridas.

[14]  Quietud

No, si no se acaba hoy
esto que tengo empezado,
ya lo sé...Sí hay que dejarlo.
Tú, alfabeto, tú, intención,
tú, papel blanco, ¡qué inútiles
esta noche
que otra perfección me entrega,
infecunda virgen alta,
de cristal, antigua, inmóvil!
Me llama un ocio, un quehacer
de no hacer nada, de estarse
como agua pura, ni río,
ola ni torrente, agua
quieta esperando que pasen
por arriba alas o nubes,
las almas que tengo fuera.
Un ocio
tan hondo que yo ya sé
que lo que tengo empezado
se cumple en el no acabar,
su sinfín tiene perfecto,
no se ve, ya de tan claro.

Volver a página principal Ir a página anterior Ir a página siguiente
1