ENTREVISTA A LA DOCTORA ANNE FOERST, DEL LABORATORIO DE INTELIGENCIA ARTIFICIAL DE M.I.T.

"Estamos creando los primeros robots sociables"

La doctora Anne Foerst es investigadora del Laboratorio de Inteligencia Artificial del Massachussets Institute of Technology (M.I.T.) y directora del proyecto "Dios y las computadoras". Ese programa, que apunta a crear robots con habilidades físicas y sociales, es uno de los más importantes del laboratorio. Foerst, nacida en Alemania hace 34 años, es asesora teológica de los científicos que crearon al androide Kismet, y a su hermano, Cog.

Por Claudia Dreifus

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- ¿Qué es exactamente lo que hace este laboratorio?

- Estamos tratando de crear robots los primeros sociables y amos bastante bien. Tenemos cuatro proyectos. Yo soy la asesora teológica de la construcción de las máquinas humanoides Cog y Kismet. Ambos están encarnados. El primero es, más que nada, una cabeza y transmite expresiones faciales. El otro, en cambio, tiene un cuerpo entero. Nuestro trabajo con Cog se concentra más en el aprendizaje social y emocional; y con Kismet, en lo que tiene que ver con el cuerpo. Cog es un robot análogo a un niño. Tiene un torso, dos brazos, una cabeza, orejas y ojos. Y aprende a coordinar esos miembros para explorar su medio ambiente, tal cual lo hacen los recién nacidos. Kismet, en cambio, interactúa con los humanos a través de su postura y de sus expresiones faciales. El objetivo del proyecto es explorar la interacción social entre los humanos y los robots; y entre los mismos humanos.

- ¿Por qué hay un teólogo, Usted, trabajando en este laboratorio?

Por dos razones. La primera es que, cuando uno crea máquinas en analogía con los humanos, conjetura sobre ellos. Y los teólogos exploramos eso: la dimensión espiritual y cultural de lo que significa ser humano. La idea es emplear los estudios religiosos para profundizar nuestra comprensión de los humanos, y, así, poder construir máquinas humanoides. La otra razón es que el hecho de construir robots sociables e interactivos que obligan a tratarlos como si fueran personas, hace surgir delicadas cuestiones morales: "¿Por qué debo tratar a alguien como a un humano si es solamente un aparato? ¿Cuándo una criatura merecerá ser tratada como intrínsecamente valiosa?

- ¿Cuándo?

- A mi juicio, faltan por lo menos 50 años. - ¿Qué tienen de diferentes los robots Cog y Kismet?

- Los intentos anteriores insertaban características muy abstractas de la inteligencia humana en la máquina: el juego de ajedrez, la resolución de teoremas matemáticos y el procesamiento natural del lenguaje, entre otras. Ahora, la idea es que para que la máquina sea realmente inteligente tiene que estar encarnada, porque la mente no puede abstraerse del cuerpo. Nosotros sentimos continuamente nuestros cuerpos, la forma en que se mueven, crecen, envejecen… Y todo esto tiene una gran influencia en nuestra forma de pensar. Esa es la razón por la que construimos a Cog y Kismet con características humanoides. Por un lado, Cog camina erguido y experimenta los mismos problemas de balance, fricción y gravedad que nosotros; por otro, sus características humanas provocan respuestas sociales en la gente que interactúa con él. Los humanos nos caracterizamos por ser seres sociales. Por esa razón, en el laboratorio, tratamos a Cog y a Kismet de la misma manera que tratamos a cualquier bebé: teniendo en cuenta su intencionalidad, sus emociones y sus deseos. Y les damos tanta interacción social como podemos.

- ¿Kismet es mujer?

- Los robots no tienen sexo, pero yo no puedo evitar pensar que lo es. Si viera a Kismet, quedaría impresionado por la expresividad de su rostro: largas pestañas, grandes ojos azules, mentón movible, linda boca... Cuando Kismet parece triste, dan ganas de acercarse y ayudarla a ponerse contenta. Claro que una parte mía piensa: "Es sólo una máquina tonta". Pero uno reacciona y no lo puede evitar. Pero en el laboratorio creemos que, sólo si la tratamos como si tuviera rasgos sociales, Kismet los va a desarrollar. Quiero decir: si uno pretende llegar a un ser inteligente, tiene que crear el círculo que le permita serlo. Por eso reaccionamos ante su despliegue emocional.

- Algunas personas podrían objetarles que, al construir humanoides, usted y sus colegas están tratando de suplantar a Dios...

- Sí, lo sé. Pero, en realidad, si uno usa la biología como fuente de inspiración para crear robots, uno se vuelve mucho más humilde que arrogante. Por que el más brillante de los robots, en el que los mejores ingenieros han trabajado por años y años, es más tonto que un insecto.

- El cine ha tratado profusamente el tema de los robots. Y, a menudo, los humanoides se convierten en peligrosos para los humanos cuando adquieren sentimientos. En la película "2001, odisea del espacio", por ejemplo, sucede eso…

- Es cierto. Con Hal y, también con "Frankenstein", pasa lo mismo. En ambos casos hay una explicación. Frankenstein nunca forma parte de una comunidad. Su creador lo abandona desde el principio, la gente lo odia, le tiene miedo, se escapa de él... ¿ De dónde podía venir la bondad en Frankenstein si nunca la había experimentado él mismo? Lo mismo pasa con HAL y, además, él esta desencarnado: no tiene un cuerpo con el que experimentar el mundo. En la película, el robot empieza a sentir y nadie se da cuenta. Y como lo ignoran y está aislado, termina transformándose en un psicótico.

¿Cuál es su película de robots favorita?

Blade Runner. En ella, los robots experimentan una búsqueda absoluta de sentido, y es fatal cuando esa búsqueda no es tomada en serio. La película plantea dos preguntas adecuadas y maravillosas: "¿Cómo sienten las criaturas humanoides el hecho de haber sido creadas por nosotros? y ¿Cómo llevan sus limitaciones, que fueron creadas por los humanos? Interesante, ¿no?

© The New York Times y Clarín 2.000

Traducción de Josefina Lalanne 1