Manifiesto para la Corriente Internacional Leninista

Tercera parte

11. La oposición trotskista

Rechazamos el punto de vista determinista según el cual la oposición de izquierda en el seno del partido bolchevique había sido derrotada solamente porque el curso de los eventos le estaba en contra. Es cierto que la derrota de la revolución europea la hace perder a la izquierda su base de apoyo más sólido para accionar sobre el proceso social político. El cansancio del proletariado ruso dejaba parecer esta batalla una vox clamantis in deserto.

Es verdad que la única palanca que permanecía disponible a los antistalinistas era el mismo partido bolchevique - que, como Lenin ya había advertido en 1921 - era afectado por la plaga del burocratismo. Pero esta palanca estaba utilizada de un modo equivocado.

La derrota de la izquierda también se explica por su renuncia a combatir por el poder y tomar el poder en el partido.

El momento decisivo de la batalla fue en efecto el XII congreso en abril 1923. Trotski, en vez de abrir el ataque frontal contra Stalin como lo exigía Lenin - que ya era paralizado y no podía seguir su trabajo - se retiró negándose a llevar el testamento de Lenin al conocimiento del congreso, ese testamento que exigió la inmediata e irrevocable destitución de Stalin como secretario general. Esto había sido el momento decisivo y la tardanza fue fatal y perjudicaba la lucha futura como lo confirmó el mismo Trotski más tarde, al definir el XII congreso como „...el último congreso del Partido bolchevique.“

Y otra vez fue Trotski que, seis años después, afirmó que „nuestra acción común contra el CC hubiera sido ciertamente victoriosa al principio de 23. Más bien no tengo dudas que si hubiera hablado en la víspera del XII congreso contra la burocracia estalinista en el sentido del ‘bloque Lenin-Trotski’ habría vencido también sin participación directa de Lenin. Es otra cuestión cuanto tiempo hubiera durado esta victoria“.

Trotski, el organizador del Octubre, el fundador de la Fuerza Armada Roja vaciló pues en el momento decisivo y rechazó la lucha por el puesto político de Lenin considerando la lucha por el poder como algo que era indigno para el: „Si me hubiera puesto en primera linea, se podría decir que hubiera sido yo que ha iniciado la lucha personal por el puesto de Lenin en el partido y en el Estado. No puedo pensar en esto sin pavor.“

Aquí se ve las limitaciones profundas de Trotski, incomparable dirigente en el momento del acenso revolucionario, incierto, vacilante, como un enano, cuando la lucha política se encuentra en el receso y reflujo. En esto era muy diferente de Lenin que había comprendido lucidamente las leyes inflexibles de la política que requieren una lucha para vencer en todo caso, lo que significa nada más que tomar el poder. La lucha para el poder es la quintaesencia de la lucha de clase, más aún cuando el partido tiene en sus manos las palancas del estado proletario.

Mientras Trotski despreciaba románticamente la lucha para el poder personal, Lenin, al contrario, había tenido la primacía que el predominio de una clase podría implicar de vez en cuando la concentración del poder en los manos de una persona incluso en el llamado „estado obrero“. Aceptando un compromiso con Stalin, Trotski pensaba que el factor del tiempo trabaja en su favor, y en contra de la pandilla burocrática. êl estaba convencido de que un acenso revolucionario en Europa estaba en curso e iba a borrar el estalinismo.

No obstante, esa idea no le llevó a extender la lucha de la oposición rusa a los partidos de la Internacional Comunista y coordinarla en plan internacional. Se equivocó en ambos puntos. Ningún proceso objetivo puede reemplazar las deficiencias de la dirección revolucionaria.

El movimiento trotskista iba a nacer impedido porque llevaba en su interno la incapacidad de la izquierda rusa de llevar a cabo una batalla decidida contra el estalinismo, sus escrúpulos moralistas e idealistas frente al uso de medidas que requería la lucha por el poder, porque el movimiento trotskista teorizará estos escrúpulos con los mitos de la democracia obrera y del estado proletario.

12. La Unión Soviética

¿Cuál era el carácter de clase de la formación social que surgía en estos años terribles? ¿Y qué era su destino? La burguesía mundial tiene interés de hacer creer la mentira oficial estalinista: la URSS era una sociedad socialista en la que se estaban realizando plenamente los principios de Marx y Lenin. Trotski daba una definición de todo opuesto de la formación social estalinista: se trataba de un estado obrero que estaba bajo un incesante proceso de degeneración burocrática, un proceso que sin nueva revolución proletaria inevitablemente concluirá en una abierta restauración capitalista.

A pesar de todo, cuando la burocracia estalinista había defendido las relaciones de producción colectivistas contra los ataques de la burguesía mundial, su dictadura, lo deformado que sea, quedaba una expresión de la supremacía social del proletariado. La dominación social de una clase puede tener diferentes formas políticas.

La experiencia rusa era ya suficiente para generalizar esta ley histórica también para la transición del capitalismo al socialismo: cambian las formas y los métodos a través de las cuales el proletariado ejercita su supremacía según la lucha de clase internacional y según las diferentes tradiciones sociales. Cuanto más la URSS adelantaba y vencía su atraso, lo más la burocracia entraba en conflicto agudo con las fuerzas productivas colectivas. Esto dependía de su relación con el sistema de producción, del modo parásito de apropiarse de la riqueza social.

Era forzada de moverse en el ramo de la propiedad colectiva, sin ser capaz de atacar a las masas sobre el terreno del retorno a las viejas relaciones de propiedad, la burocracia se convertía más y más en una casta de tipo feudal dedicada al más puro y simple consumo improductivo del sobreproducto social. Una casta que tenía escrita en su frente su propia decadencia, puesto su antagonismo con las fuerzas productivas y el modo de producción colectivista. Era una casta que hizo del colectivismo soviético una versión moderna del modo de producción asiático.

En la edad media tal régimen hubiera podido sobrevivir por siglos, pero no en la segunda mitad del siglo 20, una fase caracterizada por un poderoso ataque del capitalismo. Al inicio de los años 50, el sistema estalinista de la economía de comando, que había permitido la industrialización del país, entró abiertamente en crisis, ya que no estaba en condiciones de pasar del desarrollo de las fuerzas productivas puramente cuantitativo a un desarrollo cualitativo y no era capaz de satisfacer las nuevas exigencias de las masas y de la sociedad.

Después de la muerte de Stalin, la URSS estaba en la encrujada: ¿hacia el socialismo o hacia el capitalismo? Pero el socialismo hubiera requerido el apoyo sobre la revolución mundial y la confrontación con el sistema imperialista, así como el renacimiento de la democracia proletaria y la disolución, junto al despotismo político, de la burocracia como casta privilegiada y parásita. Con el Kruschovismo la burocracia tomaba la segunda ruta: coexistencia pacífica con el imperialismo en la política exterior, reformas económicas de tipo capitalista en el interno.

En cuanto era una bastión del nuevo orden mundial y un gendarme del orden interno, la burocracia del Kremlin accionaba desde hace cierto punto como longa manus de la burguesía mundial, como burocracia compradora. Con la integración gradual pero total en la división mundial de trabajo, con el ingreso consecuente y desastroso de la ley del valor, la burguesía imperialista de facto se convertía en la clase dominante externa en la URSS.

13. Pasaje al Oriente

Los victoriosos antifascistas lograron paralizar la revolución europea, pero no la revolución mundial que se trasladó hacía el oriente. El viejo topo, echado del occidente, continuaba a socavar demoliendo el sistema imperialista en sus puntos más débiles, rompiendo las riendas de Yalta. El que está señalado por la muerte no puede enterrar su sepulturero. La revolución en China señaló la segunda etapa de la revolución mundial e iba a mover el epicentro del terremoto revolucionario aún más allá del centro de nervios del imperialismo a sus periferias.

Aquí las masas proletarias y plebeyas aceptaron el desafío y se agruparon en el campo de la batalla final. La lucha de clase, después de la tragedia de 1925-26, tomaba la forma de la guerra armada por el poder, se convirtió en guerra sin vacilar de someterse a sus leyes especificas. No nos dejemos engañar del fenómeno de la guerra popular prolongada escondiéndose en los vestidos de una jacquerie precapitalista - era una forma de guerra civil internacional, más bien su puesto avanzado.

Estamos lejos de hacer un fetiche de la guerra como forma suprema de lucha de clase. Es más bien la revolución que es la forma más alta de la guerra de clase y que no sigue a ninguna norma, menos aquella norma desencadenada de la ofensiva total. La ley del desarrollo desigual y combinado que encadena indisolublemente las zonas más atrasadas del planeta al capitalismo más avanzado, vale también en el terreno político.

Así como los indígenas de América no esperaron veinte siglos para pasar del arco al fusil, los Mao y Ho Chi-Minh no esperaron la victoria proletaria en el occidente para tener la autorización de seguir el ejemplo ruso. Estos familiares lejanos de Thomas Münzer, a la cabeza de ejércitos campesinos formidables, fueron involucrados en el engranaje de la lucha mortal entre imperialismo y socialismo, accionando como una vanguardia jacobinista pero no podían seguir los pasos de Robespierre y Juste, sino los de Lenin y de Trotski.

Bien pronto realizaron que las aspiraciones democráticas del campesinado semi-proletario, de los obreros y de la masa plebeya urbana no se podrían realizar de otra manera que a través de tomar el poder para vencer el sistema imperialista, liquidando la burguesía compradora y el capitalismo nacional mutilado y edificar sobre una base colectivista la nueva sociedad.

La teoría marxista de la revolución permanente estaba confirmada brillantemente por la revolución china y de Vietnam, pero en una variante inesperada: la fuerza motriz de la ruptura con el imperialismo no fue la debilísima clase obrera urbana de estos países, sino el campesinado pobre del campo con el fusil en la mano y bajo la dirección de los partidos estalinistas que rompieron con el Kremlin, y actuaron como suplente de la huyente dirección proletaria.

Pero la revolución cubana empezó con las acciones de un grupo guerrillero relacionado con los campesinos y nunca hubiera vencer sin la clase obrera urbana y los campesinos pobres que intervinieron decididamente. Sólo cuando se afiliaron al campo antiimperialista, los castristas pudieron ponerse a su frente.

Una vez en el poder estos partidos-ejércitos campesinos no podían hacer otra cosa que plagiar inmediatamente y enteramente el estalinismo ruso siguiendo el camino de una colectivización tan integral como burocrática, políticamente autoritario y autocrático.

En este contexto, caracterizado por el atraso social, del bajo nivel cultural del campesinado y de la ausencia de organismo de poder proletario, los cuadros político-militares- ya acostumbrados a una relación de tipo paternalista-autoritario con las masas atribuyéndoles el papel de puro y simple soporte guerrillero- se convirtieron bien pronto en una casta de administradores y burócratas decididos a defender su primacía político-social.

Dependía de tres factores si rompieron los movimientos totalmente con el modo capitalista de producción o si, a pesar de la burguesía nacional destruida, quedaron atados a ese modo. Esos factores eran la proporción de fuerzas entre las clases dentro del país, la situación internacional actual entre el imperialismo y los estados obreros y primero las proporciones de fuerza políticas entre los líderes y la fuerza del ala izquierda.

Siguiendo el camino del viejo topo, veremos que sus socavones tienen una precisa geometría - la linea de la menor resistencia, de envolver la fortaleza imperialista. Este cerco no bastaba de romper la fortaleza imperialista dado el caso que el proletariado occidental después de la segunda guerra mundial estaba lejos de levantarse y ha entrado en una prolongada parálisis histórica.

14. La cortina de hierro

La manera en que el fascismo había sido derrotado ha caracterizado la situación europea después de la segunda guerra mundial y pesa mucho a la lucha de clase. El fascismo no había sido vencido por la revolución proletaria sino por la guerra conjunta del imperialismo „democrático“ y de la Rusia estalinista. El proletariado, a pesar de la resistencia partisana, jugaba solamente el papel de un complemento de los ejércitos aliados potentes y no lograba liberarse de su tutela.

Solamente en Yugoslavia, gracias a las fuerzas adquiridas en el campo de batalla, el ejercito guerrillero de Tito logró escapar del tornillo del banco imperialismo-stalinismo, transformando la guerra de liberación en guerra de clase anticapitalista. Tras el viraje del contrato de Yalta, en el cual las fuerzas imperialistas victoriosas y la URSS negociaron juntas el orden de posguerra, la victoriosa revolución yugoslava creó los fundamentos del segundo estado proletario después del ruso.

Contrariamente a la Liga Comunista Yugoslava, los demás partidos comunistas europeos ejecutaban como esclavos las directivas de Moscú. En el oeste de lo que será la cortina de hierro, estos fueron instruidos de extinguir el incipiente proceso revolucionario, contribuyendo a reconstruir los estados capitalistas y consagrar el poder burgués. Fueron desarmados los partisanos y antifascistas en Italia, Grecia, Francia, porque el orden mundial de Yalta no aceptó una revolución en los territorios dados al „imperialismo democrático“.

Si fue necesario, oprimieron con violencia a los revolucionarios y obreros que no obedecieron al dictado de Yalta. En el Este por otro lado - utilizando la presencia de las fuerzas ocupantes soviéticas - estaban listos a tomar el poder en el caso que las potencias imperialistas „antifascistas“ hubieran intentado, como en efecto lo intentaron, de amenazar los intereses estratégicos y geopolíticos de la URSS. El Kremlin, después de las primeras escaramuzas de la crisis mundial, decidió de rodearse de Estados tapones que debían actuar como cordón sanitario para protegerlo de un nuevo ataque occidental.

La guerra fría en los países ocupados de la URSS llevó a una revolución fría, la liquidación de la burguesía de arriba a través de la manu militari. La Fuerza Armada Roja y los partidos estalinistas autóctonos eran el instrumento para asimilar estructuralmente los países de Europa oriental, o sea asimilarlas a la URSS de manera política y económica.

Stalin ni intentaba de realizar una revolución proletaria en estos países, no siguió los pasos de la Fuerza Armada Roja de Trotski que había avanzado hacia Polonia, seguía los de Hitler en la Ucrania imponiendo con las bayonetas el sistema social burocrático e imponiéndolo con brutalidad cínica. Cada tentativa de la clase obrera a expresar su independencia de clase tenía que ponerse en contra de la burocracia impuesta y fue abatida. Impuesto de hacía arriba y y de forma fría, la colectivización siempre quedaba frágil y raquítico, únicamente apéndice de la URSS y dependiente de su fuerza.

Su génesis pues es la explicación de su miserable derrumbamiento: la revolución fría no puede más que llevar a la contrarrevolución fría, a la reintegración en el sistema imperialista sin resistencia.

Los acontecimientos yugoslavas en cambio son la evidente demostración que solamente una guerra civil pueda estrangular lo que una guerra civil hizo nacer.

15. La Cuarta Internacional

Hoy parece claro que la Cuarta Internacional ha sido perjudicada substancialmente por nacer ya impedida a causa de la derrota de la izquierda rusa. El movimiento fundado de Trotski, después de haber intentado en vano de hacer los partidos estalinistas la palanca de su política, relacionaba su desarrollo con la certeza de un acenso revolucionario del proletariado europeo y alemán en particular. Lo que sucedió en cambio, fue una nueva y horrible derrota que abrió el camino al fascismo y a una guerra mundial aún más destructiva que la precedente.

No la siguió una onda revolucionaria comparable con el „bienio rojo“. La Cuarta Internacional se vio de todo mal preparada y dispersa ante la situación surgida de la segunda guerra mundial. El estalinismo, en vez de haber sido dispersado, surgía tremendamente fortalecido de los terribles acontecimientos de la guerra, mientras que el epicentro de la revolución internacional se movía del occidente aún más hacia el oriente, trasladándose siempre más a la vasta periferia del sistema imperialista.

De vez en cuando, la misma palanca que se emplea para intervenir en el curso de la historia y los procesos sociales se muestra falso. Esta es la principal causa del declino y del proceso de degeneración de la Cuarta Internacional.

La segunda causa se halló en un defecto del fundamento programático sobre el cual la Internacional estaba fundada. Trotski fundaba el programa sobre una base catastrofista y escatológica, según la cual el capitalismo ya había llegado a su punto final sin poder desarrollar más las fuerzas productivas, más bien podrían únicamente regresar y sin revolución mundial inmediata la humanidad sería puesto en la barbarie pronto. Sobre estos fundamentos la Cuarta Internacional no podía jugar un papel de dirigente, sino solamente romperse la cabeza.

En vez de corregir los errores, la dirección de la Internacional los ha profundizado pronosticando una tercera guerra mundial inmediata y delirando de su automática transformación en guerra civil internacional, en la cual los estalinistas, a pesar de todo, hubieran asumido la dirección antiimperialista. De ahí, se hizo la decisión de liquidar las secciones para hacerlas entrar en los partidos estalinistas con el destino de regenerarlos.

La sucesiva disociación, el fraccionismo exasperado no era otra cosa que el síntoma, la forma que asume la agonía de un movimiento que no sabía corregir decididamente ni el análisis ni el proyecto; no sabía armarse para la batalla estratégica y larga que lo esperaba. La incapacidad de entender el desarrollo de la sociedad era la razón que la Cuarta Internacional no podía intervenir en el proceso y cambiarlo. Al mismo tiempo, la incapacidad de construir un partido leninista con raíces en la lucha de clase hizo que no se pudiese entender el proceso de desarrollo real de un modo teórico.

La teoría se elevó de la práctica y degeneró a una pura abstracción. Las múltiples tendencias trotskistas ni descubrieron las causas de la crisis del movimiento, ni rompieron con la ahora estéril ortodoxia trotskista, ni siguieron el ejemplo de Lenin, actualizando los análisis y el programa para reconstruir el partido y la internacional sobre esta base sana.- Se hicieron la guerra como las sectas religiosas en los tiempos del disputo cristológico. En la ausencia de una dirección internacional mérita, cada secta seguía su propio camino.

El tiempo en que hubiera sido justo luchar para la reunificación del movimiento sobre la base de un nuevo programa y por consecuencia para una nueva dirección, lo hemos dejado atrás. La Cuarta Internacional no se puede regenerar porque ha muerto.

No se puede reconstruirla porque sus mismos fundamentos se mostraron equivocados.

Se puede refundarla solamente una vez más y sobre nuevas bases políticas.

16. La larga parálisis

La causa de medio siglo de estabilidad substancial en Europa, en los EE.UU. y en el Japón no reside en el „boom económico“ en sí, pero en la política keynesiana y del welfare state instituidos por los gobiernos imperialistas para corromper el proletariado occidental y contrastar la expansión del estalinismo. En efecto, a partir de fines de los años 40 el imperialismo ha consagrado una gran parte de sus superganancias aceptando que los gobiernos distribuyeran la nueva riqueza según el principio de regadera.

En el occidente, el desarrollo capitalista y la prosperidad han causado un proceso de descomposición social y de de-proletarización de la clase obrera. Es verdad que la pequeña burguesía tradicional ha continuado a disminuirse, pero también ha cambiado radicalmente la composición del trabajo dependiente, con una disminución absoluta del proletariado industrial y un crecimiento anormal de los sectores públicos que podemos llamar nueva pequeña burguesía. El trabajo improductivo ha superado el productivo en varios sectores de la economía.

La producción de plusvalía se ha limitado siempre más a sectores más pequeños, se ha transferido a los países atrasados, mientras que ha crecido una aristocracia obrera cuyo ingreso supera largamente el salario medio mundial. Desde las primeras décadas de este siglo, cuando esta aristocracia obrera era una minoría, llegó a ser una mayoría dentro del proletariado de los países imperialistas. El salario era solamente una parte del ingreso mensual de este semi-proletariado occidental. En algunos países, ese ingreso addicional consistió en trabajo clandestino, ahorros, prestaciones sociales etc.

En el curso de los años este no sólo han podido gozar del creciente confort del consumismo podrido occidental, sino ha logrado comprarse una casa, a amontonar ahorros que, dado los intereses, lo han acercado a la burguesía, como socio en el negocio de la explotación de los pueblos atrasados. Sólo una minoría de la clase obrera ha sido excluido y marginada de este proceso de descomposición pequeño burgués. En cierto sentido, se puede decir que sólo en el medio siglo pasado la burguesía ha terminado su revolución, realizando los objetivos de 1789.

El capitalismo ha retardado momentáneamente su derrumbamiento distribuyendo la propiedad (es decir libertad e igualdad en el terreno de la burguesía). Una „libertad“ como convenio exclusivo, a costo de tres quintos de la población mundial, una igualdad jacobina dejando las migas a los trabajadores y los medios de producción a la burguesía. Ese proceso contradictorio de descomposición social tiene que manifestarse políticamente en una vera y propia degeneración política.

El „movimiento obrero“ bajo la dirección de los partidos y sindicatos „reformistas“ actuaba sobre todo como para conservar el orden imperialista, se integró orgánicamente en el sistema de dominio burgués, y como los años 70 mostraron, siempre menos capaz de dirigir los golpes proletarios más radicales. Las reformas que estos partidos „obreros“ han logrado en cierto modo han sido desactivados, hasta que eran funcionales a la defensa de la paz social y profundizaron la corrupción del proletariado, logrado a costo de los pueblos de la periferia.

Frente a la onda revolucionaria proveniente del Sur del planeta, el „movimiento obrero“ no bajó el puente levadizo para así dejar entrar el conflicto decisivo al centro de la fortaleza asediada. Al contrario, participó en su defensa, ayudó a mantener el conflicto lejos de dicha fortaleza. Imperceptiblemente ocurrió algo que es aún más grave que lo que sucedió el 4 de agosto 1914. El conflicto de clase ya no a tomado casi nunca una forma verdaderamente revolucionaria. Este período prolongado de conflicto a baja intensidad ha dejado huellas visibles sobre el proletariado occidental.

También en cuanto al concepto de clase rechazamos toda metafísica economista. Para nosotros el antagonismo no es opcional sino una condición fundamental de la existencia del proletariado como fuerza social, de otra manera no es nada más que la parte variable del capital. La clase obrera es revolucionaria o no es.

17. La contrarrevolución fría

La perestroika gorbachevista fue la ultima etapa de la lenta degeneración burguesa de la burocracia estalinista. Esta misma burocracia fue, a la vez, el agente principal y la causa primera de la restauración del capitalismo. Después de décadas de destrucción imperceptible del colectivismo, que han llevado los países estalinistas la aceptancia del sistema imperialista, siempre más autónoma del proletariado, la burocracia se apoyó en las fuerzas capitalistas mundiales con el fin de hacer posible una contrarrevolución la menos dolorosa posible y de transformarse en una verdadera y propia burguesía.

Las burocracias decidieron de activar y dirigir el acto definitivo de la contrarrevolución social cuando se sintió suficientemente fuerte para gobernar los inevitables procesos sociales de descomposición y controlar la reacción eventual del proletariado - o mejor, cuando notaron que no había ninguna reacción revolucionaria. La implosión de 1989-91 mostró que la metamorfosis burgués de la burocracia estalinista ya había llegado al limite extremo más allá de que sólo podía haber la contrarrevolución definitiva.

Yeltsin es la incarnación más brutal de este proceso reaccionario. El pudo apoderarse del poder político sólo porque era la lunga manus del imperialismo por un golpe de Estado. Quedó en el poder gracias al puño de hierro contra la oposición utilizando por fin las tropas para desolver el mismo parlamento burgués que dos años antes lo había coronado como Bonaparte.

El proletariado era la única fuerza social que hubiera podido impedir esta contrarrevolución pseudo-democrática. De un punto de vista de reflujo de la lucha de clase en Occidente y del retiro de los movimientos antiimperialistas en el mundo entero, el proletariado ruso y de Europa del este, que después de un siglo de un sofocante régimen burocrático era privado de una conciencia de clase y de una organización marxista, no sólo no salió a dar un golpe a la restauración capitalista pero fue arrollado por los acontecimientos.

Si no había una conciencia de clase proletaria, había sin embargo una conciencia burguesa - penetrada en el Este gracias a la ofensiva económica, militar, política y cultural.

Aplastado por las aceleraciones de los eventos, el proletariado permitió que colapsaran los sistemas burocráticos-colectivistas, mostrándose incapaz de expresarse autónomamente, de defender sus propios intereses, y así se unió a los movimientos de masa democráticos y contrarrevolucionarios. Este se puede explicar sólo con la dimensión de las devastaciones cometidas por el estalinismo que, después de haber sofocado por décadas la iniciativa, la acción y la democracia proletarias, había definitivamente herido la capacidad motoria de la clase obrera.

Así se activó un proceso a cadena que llevó al movimiento obrero internacional a caer en su más grave crisis de este siglo. Habrá que pasar mucho tiempo hasta que el proletariado mundial logre curar sus heridas abiertas.

En Yugoslavia el proceso de restauración capitalista desembocó en una guerra civil también por el motivo que la memoria de la revolución de los años ‘40 era todavía fresca, sus huellas todavía visibles, la izquierda todavía viva y porque las fuerzas contrarrevolucionarias utilizaron las mismas divisiones ustachas, musulmanas y chetnics contra las cuales habían luchado los partisanos de Tito. Después de que no habían logrado destruir a Yugoslavia, el imperialismo intenta hacerlo por su plano de paz, un plano mortal.

Parte Cuarta

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