BOCA CAMPEON
BOCA CAMPEON
La noche de los héroes
En un partido de ésos que se sufren, se viven y se gozan, Boca fue el rey del Morumbí. Se la bancó con fútbol y alma, fue a los penales y ganó el premio gordo.
Fue
la gesta de los valientes, de un grupo de jugadores inflados de coraje que pusieron el
corazón, el cuerpo y todo lo que tuvieron para hacer de ese gigante que es el Morumbí
una canchita que no asusta a nadie. Sí, en el Morumbí, en Brasil, contra Palmeiras,
contra todo, Boca fue campeón, es el campeón. Se recibió de gigante y, de paso, y en el
nombre del fútbol argentino cortó una superioridad brasileña sobre nuestros equipos que
ya angustiaba. Fue dramático, porque hubo que llegar a los penales, porque hubo que
sufrir, vivir, y sentir en 90 minutos espectaculares. Y aunque la definición desde los
doce pasos nos quiera decir que el azar se metió en esta definición, no es así: Boca
fue el campeón por valiente, por arriesgado, por capaz.
Presión, fútbol, presión. Se hizo casi soñado el primer tiempo: con Boca presionando,
jugando arriba, lejos de su arco. Generando peligro. Y con Palmeiras parado, duro, como
dormido. A partir de ahí, de esas claves generales, se jugó todo el primer tiempo. Se
dice que fue casi perfecto, se puede agregar que pudo ser perfecto si al línea Celestino
Galván no se hubiera equivocado al levantar el banderín en el gol que Palermo hizo a los
tres minutos de juego. !¿Cómo?í Sí, después de una jugada enorme que armaron entre
Riquelme y Arruabarrena, hubo una entrada del Vasco en el área, un centro atrás y el
triunfo de Palermo contra toda la defensa verde. El línea le marcó al 3 de Boca un
offside que no fue, ya que (según las precisiones de la TV) estaba 30 centímetros
habilitado.
Fue un mal trago, sí, pero Boca tenía un plan y estaba dispuesto a llevarlo adelante
contra viento y marea. Así que ahí estaba Battaglia, listo para echarle una mano a
Ibarra o sumarse al ataque cuando daba, mientras que Basualdo (teniendo Riquelme a César
Sampaio colgado de la espalda) hacía de administrador en el medio. Todo esto, claro,
estaba teñido de pasión, de once tipos que se la jugaban con los dientes apretados y que
cumplían al pie de la letra con los mandamientos para romper el Morumbí: presión,
circulación de pelota, armar un equipo corto, ser solidario. Esas armas le hacían doler
la cabeza al Palmeiras y a su gente, que de los gritos del comienzo pasó por el
desconcierto hasta instalarse en los quejidos, los insultos, la bronca esa que da la
impotencia de no poder. El efecto del visitante que fue desde el 2 a 2 en la Bombonera, el
fantasma de Boca, se quebró en el final del primer tiempo. Y bien merecido hubiera sido
que el equipo de Bianchi cerrara esos primeros 45 con un gol de ventaja.
Diez minutos verdes. El segundo tiempo tuvo un arranque como para asustarse: el Palmeiras
se fue con todo contra el arco de Boca, y por primera vez en la noche empezaron a
funcionar las subidas de los laterales, el manejo de Alex y la potencia de los tres
delanteros. Fueron diez minutos difíciles, como para sufrir. Pero apenas Boca recuperó
el aire (tras el tremendo desgaste del primer tiempo) se ordenó de nuevo para seguir
adelante con su fórmula para la felicidad. Era de novela, pasaban los minutos y Boca
sentía que la Libertadores estaba más cerca de casa. Entonces había que meter pierna,
había que jugar al fútbol, había que creer.
Los espacios futbolísticos (lógica pura de la presión de la gente) se habían
modificado un poco: Palmeiras jugaba más adelante y empezaba, aunque sea de a poquito, a
encontrarse un poco más, pero Boca estaba dispuesto a jugársela con sangre caliente.
así arrimó una y otra vez, y Marcos se tuvo que hacer seguro para quebrar algún intento
de los argentinos, y ahí estaba Boca, 0 a 0 y con posibilidades que quebrar a los 30 del
segundo tiempo. Es-pec-ta-cu-lar Boca. Ya el paraguayo Epifanio González empezó a cobrar
raro, y se escuchaban más seguido los insultos de los 4.000 hinchas que se le animaron a
San Pablo. Y también de los ya angustiados torcedores del Palmeiras, porque Epifanio
cobraba mal para los dos. allá fue Boca, con sangre caliente, en el tramo final. A buscar
el gol que evitara los penales. Con un Traverso enorme, con un Córdoba que era una
muralla, con un Boca que se la jugaba en cada pelota. El silencio de ese estadio lleno y
casi mudo (el casi es por los hinchas de Boca) se podía escuchar. Palmeiras no podía, y
Boca, que también sufría, apostaba a más. Quería ser campeón. Y por desear, por ser
capaz y valiente, la noche le tenía reservado un premio único, hermoso: la hazaña del
Morumbí.
La Ficha del Partido
El Diego