En 1785 el ilustre Don Pedro Rodríguez de Zea visitó el Valle de los Osos, por orden del gobernador Silvestre. Encontró una abundante población de libres de todas las clases (y algunos negros de cuadrilla), unos dispersos y otros en pequeñas rancherías casi todas inmediatas a los reales de minas; también observó que la mayoría de la población estaba dedicada al laboreo de las minas siendo notable el número de mazamorreros que alternaban su actividad minera y agrícola por temporadas; los demás, sin otra iniciativa, fueron calificados como vagos dedicados al juego de "Chumbimba", "Maíz Negro", "Boliche" o "Naipes".
El valle había sido ocupado en dos etapas, primero por los mineros de Santa Fé de Antioquia (de cuya jurisdicción era) y después por gente del Valle de Aburrá, cuya presencia fue la más dinámica.
Gracias a los contactos que hizo Don Francisco Antonio Zea en Europa y a la publicidad sobre la Nueva República, vinieron del Viejo Mundo y del Caribe algunos extranjeros interesados en el comercio de herramientas o de explotación de minas.
En el cantón de Santa Rosa de Osos se establecieron Suecos, Franceses e Ingleses que compitieron entre sí. (Ver Tatarabuelo Ethien -84-).