Página 1
Los sujetos que protagonizan las historias que nos intrigan o emocionan son construcciones de la imaginación social. En los últimos cien años, el cine ha reflejado con especial nitidez esa imaginación y también ha contribuído a formarla. Las pantallas muestran cómo cambian los modos y modas de comportamiento, mientras que también influyen en la transformación de los roles que cada uno desempeñamos. A continuación, aquí encontraréis un repertorio elemental aunque somero de los sujetos femeninos en el cine fantástico y de terror.
Puede decirse que hasta los años cincuenta los papeles que desempeñan las mujeres en este tipo de películas, incluyendo las aún escasísimas de ciencia-ficción, son siempre fundamentalmente pasivos, en el sentido de que no protagonizan verdaderamente la acción sino que se limitan a sufrirla. Sirven de víctimas a los monstruos, de cebo para vampiros o de recompensa para los héroes que luchan en combates en los que a ellas nunca se les deja participar. Por lo común su actividad se centra en labores hogareñas o en el romántico papel de novias, casi siempre raptadas en vísperas de la boda; si hacen algún trabajo remunerado es el de prostitutas o seductoras perversas cuando son jóvenes y el de brujas propiamente dichas en la vejez. Son papeles fundamentalmente reaccionarios en el sentido literal de la palabra, porque se limitan a reaccionar con miedo, gozo o histerismo ante lo que se le avecina: chillan, se desmayan, patalean sin fuerzas o se entregan en éxtasis al mordisco del vampiro.
Mientras que muchos de los papeles masculinos en las películas de esos años se convierten en auténticos fetiches inolvidables aún ahora para los entusiastas del género -King Kong, Drácula, Frankenstein, el hombre lobo, la momia, etc...- los personajes femeninos son por lo común intercambiables y borrosos, con la excepción de la novia de Frankenstein interpretada por Elsa Lanchester y María, la protagonista de Metrópolis y primer papel femenino verdaderamente activo en este tipo de cinematografía.
|